Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Por
algún extraño motivo, el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, un
político joven con mucho futuro por delante, ha decido dar serios consejos a un
presente que es, en gran medida, hijo suyo, pues tuvo en sus sabias manos, nada
menos que durante ocho años, el timón de la nave en la que nos ahogamos todos.
Por si estuviera poco revuelto el PSOE —y el resto de la manada política—, el
ex presidente confía de nuevo en ser útil, aunque no se sabe muy bien a quién.
Mientras el editorial del diario El Mundo titula abiertamente "La
renovación generacional o cómo decir adiós a Rubalcaba", señalando, nadie
sabe muy bien qué hacer con Rodríguez Zapatero. Si se habla de renovación
generacional, no se dará por aludido pues tiene cincuenta y tres años, la flor
de la vida. Si se trata de posiciones ideológicas, no hay problema: las tiene
todas. Si se trata de oponerse a los recortes de Rajoy, ¡qué mejor símbolo del
otro extremo que el pródigo ex presidente!
El
diario El País nos trae a un Rodríguez Zapatero pletórico, encantado con que
por fin alguien la haya dado cancha, pasado el tiempo de su expulsión temporal
de terreno de juego para estupefacción de unos y lamento de otros. No sé si hay
alguien, por la derecha o la izquierda, que se alegre de verle otra vez
danzando, en el candelero político. Pero está ahí, de nuevo sobre el césped, explicando, imaginando, interpretando.
La
entrevista está llenas de perlas en las que le vemos en su salsa. Quizá una de las más espectaculares sea esta: "El
Rey era la persona a la que podía confiar determinadas reflexiones, que en
muchas ocasiones no hacía ni en el Consejo de Ministros."** La verdad es
que no me imagino los despachos oficiales del Jefe del Estado y el Presidente
del Gobierno como una especie de confesionario, aunque sea de "determinadas
reflexiones". Nos ha dejado con la curiosidad. Pero hay que ser así, sencillo y natural con la realeza.
La
verdad es que su alejamiento del poder no parece haberle afectado demasiado,
quizá porque ya estaba alejado de la realidad en su momento, y así todo es más
sencillo. Para Rodríguez Zapatero todo suele estar clarísimo: España se divide
en "autonomistas, federalistas y nacionalistas". De estos últimos,
nos dice, "algunos se han ido al independentismo. Y ya está. Como los
federalistas están en el centro, son los demás los que se deben desplazar: los
autonomistas y los nacionalistas se desplazan hacia el centro y se vuelven
federalistas. ¿Dónde está la complicación?
Cuando
no estás en el poder, la gente te pregunta sin reservas. Por eso los entrevistadores tratan de indagar —bajo su propia responsabilidad— en las respuestas dadas. Es un gran riesgo preguntar a Rodríguez Zapatero, como hacen los
periodistas, sobre "si reformaría muchas cosas". Si
estando en el gobierno ya era peligroso hacerlo, estando en ese limbo en el que
se encuentra, sin responsabilidades de ningún tipo, ni en el partido ni en el
gobierno, lo es mucho más. Pero Rodríguez Zapatero sigue siendo un misterio para muchos y se le pregunta, algo que le causa todavía cierta extrañeza:
P. ¿Se arrepiente de haber
prometido en un mitin que aprobaría el Estatuto que saliera del Parlamento de
Cataluña?
R. ¡Eso fue hace 10 años! Después
de eso gané dos elecciones. Es curioso porque ese tema, que ya expliqué, ha
resurgido ahora. Y lo expliqué una y otra vez…
P. ¿Cómo lo explicó?
R. El debate entonces era si
íbamos a apoyar un nuevo Estatuto catalán o no. No era sobre el contenido de
ese Estatuto. La frase literal es cierto que podía haberla matizado mejor. Pero
el sentido era evidente. Pascual Maragall proponía una reforma del Estatut y el
PSOE tenía que tomar posición. Lo que pasa es que luego la frase ha ido
transmutándose y ya todo el mundo piensa que dije que apoyaría cualquier Estatuto.
No. Es verdad que el tenor literal que utilicé da lugar a que se pueda
interpretar así. Es evidente que hay que medir cada coma de lo que se dice en
los mítines... Pero el sentido es que yo sí estaba por la reforma del Estatuto,
obviamente dentro de la Constitución.
Esta
teoría sobre la "transmutación de las frases" —una especie de anti alquimia del verbo político— debe
quedar, no se debe perder, aunque alguien dentro de unos años la haya
interpretado mal y parezca que se ha dicho otra cosa. Efectivamente, en un
mundo lleno de malas interpretaciones hay que "medir cada coma" y, a
ser posible, lo que haya entre ellas.
Pero
donde el hombre que se confesaba con los reyes, que se arrepiente de no medir
la comas porque luego le malinterpretan, y que lo reformaría casi todo, deja su
impronta política es cuando se le pregunta por la Constitución y las relaciones
con la Iglesia católica.
P. ¿Pensó durante su etapa de
Gobierno en revisar los acuerdos con la Santa Sede?
R. No. Porque no me parecía un
tema prioritario en cuanto a las leyes que directamente benefician a los
ciudadanos. No dudé en la ley del matrimonio homosexual, no dudé en la de
interrupción voluntaria del embarazo, no dudé en Educación para la Ciudadanía,
porque incidían directamente en los ciudadanos, en sus derechos y libertades.
Pero siempre tuve presente lo que decía la Constitución acerca de la cooperación
con la Iglesia católica. Tuve una relación de disputa pública con la Iglesia
por las leyes que hice en materia de libertades. Pero releí muchas veces ese
artículo siendo presidente y le tengo respeto a ese artículo.
P. Si hubiera consenso, ¿lo
eliminaría?
R. Sí, con consenso sí. Pero si me
dieran la posibilidad de hacer una lista con los 10 puntos para una reforma de
la Constitución, no metería este [de la Iglesia].
P. ¿No apoya por tanto la
propuesta de su partido de revisar los acuerdos con la Santa Sede?
R. Sí, sí, siempre estoy de
acuerdo con las propuestas de mi partido. Eso no tiene que ver con la
Constitución ni con la Iglesia católica. Algún tipo de colaboración singular
tiene que haber porque lo dice la Constitución, a lo mejor no con lo que
conocemos como Concordato.
Después
de una semana en la que Pedro Solbes explicaba el poco caso que se le hizo en
materia de Economía y los avisos ignorados de la gravedad de la crisis
económica, la afirmación de Rodríguez Zapatero de que "siempre estoy de
acuerdo con las propuestas de mi partido" debería matizarse señalando que
siempre que las del partido sean las suyas. Lo mismo parece querer decir, como
explicación, con lo del Estatuto catalán, que él apoyaba cualquier estatuto que
saliera del Parlamento, siempre y cuando fuera el propuesto por el PSOE, el de
Maragall.
Puestos
a encontrar justificación, Rodríguez Zapatero la encuentra incluso para el
caballo de batalla actual de su partido, lastrado por su decisión de incluir el
"techo de gasto" en la Constitución, que para él sí debía ser entonces
un asunto prioritario. Tan prioritario debió ser que nos dice que la alternativa
era acabar con el gobierno defenestrado y con uno de tecnócratas, como ocurrió
con la Italia de Berlusconi, descabezada para poner a alguien, Mario Monti, que
mereciera la confianza europea:
P. ¿Aquella reforma de la Constitución fue
una cesión de su Gobierno para evitar el rescate de España?
R. Fue en aquel momento una especie de iniciativa
cautelar para no tener que verme en la tesitura de tomar otras medidas mucho
más duras socialmente. Máxime en un momento, agosto de 2011, en el que ya
estábamos en la recta final del mandato [las elecciones generales se celebraron
en noviembre de 2011]. Entonces el escenario era llegar a las elecciones o a la
campaña electoral como acabó Italia y Grecia, con Gobiernos técnicos, o tomar
alguna iniciativa de calado que supusiera una imagen de fortaleza y de
credibilidad.
P. ¿Esa iniciativa fue autónoma o inducida
por alguien desde el exterior?
R. Completamente autónoma.
P. ¿Nadie le exigió...
R. Completamente autónoma.
No sé
si esta reaparición de José Luis Rodríguez Zapatero es beneficiosa para
alguien. Sinceramente, no lo sé. ¿Por qué va a tener él menos derechos que el Guadiana? Puede que a él le haga algún bien airear sus
logros con las libertades, pero no sé si sus colegas ven en él el ejemplo que él ve en sí mismo, un hombre
condenado eternamente a ser malinterpretado, incluso por él mismo. Plantea un interesante problema teórico e histórico: él fue el relevo teórico a los que después le relevaron. Y ahora los que quieren relevar a los que le relevaron, ¿qué han de hacer con él?
Mientras
unos y otros discuten de ascensos y descensos, de salidas y entradas, de
relevos y continuidades, él sigue su camino de ex presidente en activo. No sé
realmente si José Luis Rodríguez Zapatero, después de dos legislaturas y
algunos cameos, es así o se lo hace.
*
"“Estamos lejos de poder acometer una reforma de la Constitución”" El País 24/11/2013 http://politica.elpais.com/politica/2013/11/23/actualidad/1385241338_816422.html
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