Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
La
astucia taurina de Erdogan consiste en que el dejen el toro contestatario bien
"picado" antes de entrarle para la suerte final. Primero los apalea,
luego los desarma con su retórica y, finalmente, desaparecen "en
veinticuatro horas", según ha prometido, porque Recep Tayyip Erdogan no habla, promete. Un personaje, este Erdogan.
Creo
que se está equivocando mucho porque ha convertido un problema concreto en un
problema general. Y cuando un político hace eso es que le sobran votos o que le
sobran hormonas (o ambas cosas), pero le falta cerebro. El editorial de ayer
del diario El País hablaba de
"giro autoritario", pero Erdogan se ha pasado de vueltas. Tres
muertos hasta el momento, miles de heridos y de detenidos no es un balance
menor de unas revueltas menores.
Turquía
tenía un crédito exterior que está dilapidando Erdogan con la actitud
autoritaria que caracteriza a los islamistas en cuanto que se les pone un
obstáculo delante. La presunta "moderación" se queda para los que les
dan la razón y les siguen la corriente. El ser el país con más periodistas
encarcelados no habla demasiado bien de un gobierno o, si se prefiere, nos dice
demasiado de él.
En la
mejor tradición, Erdogan ha empezado a ver conspiraciones internacionales,
nacionales, políticas, periodísticas y hasta tecnológicas. La culpa la tienen
siempre los demás que, guiados por instrumentos diabólicos que no existían en
los siglos VI y VII, como Internet y las redes sociales, caen en la barbarie y
dicen tonterías. Es decir, dejan de hacerle caso y le llevan la contraria. ¡Esa gente, que ve series griegas con mujeres escotadas, que tienen conexión a Internet! ¡Esos!
"No podemos simplemente ver cómo algunos
'çapulcu' incitan a nuestra gente [...]. Yo no necesito su permiso para
actuar", dijo, en referencia a su polémico proyecto sobre Gezi. "Ni
el permiso del líder del Partido Republicano del Pueblo [CHP] ni de unos
cuantos 'çapulcu'. Yo cojo el permiso del 50 % de los ciudadanos que nos
eligieron para gobernar".*
El
permiso "democrático" es para pisotear al otro 50%, a los que no son "nuestra gente", como se aprecia cada día.
Esos "çapulcu" como los ha calificado, son —según las explicaciones
que nos da el diario El Mundo— los culpables de poner patas arriba todo y
estropearle su "paz moderada".
'Çapulcu' es un término poco ortodoxo para
referirse a lo que, en español, se podría traducir como "saqueadores"
o "alborotadores". A fin de internacionalizar su definición, los
tuiteros turcos tradujeron la palabra directamente a la jerga inglesa,
inventando un nuevo verbo llamado 'chapulling'. En español, podríamos
traducirlo como 'chapulear'.*
He
estado viendo algunos vídeos ingeniosos con los que los "çapulcu"
turcos le contestan a Erdogan en donde más le duele: en la seriedad. Ya nos
explicó Mijaíl Bajtín el carácter subversivo de lo carnavalesco, forma de
oponerse al orden serio mediante las armas de la risa y de la burla, una
inversión del orden. Cuanta mayor sea la pretensión de seriedad, con más
facilidad actúan las armas del ridículo.
El
primer paso en este tipo de guerras simbólicas —no me refiero a las de la
calle, que son batallas campales— es apropiarse del insulto y convertirlo en
lema propio. Así los "indignados" turcos, como se refieren a ellos
los medios, han asumido la denominación con orgullos viniendo de quien viene.
Erdogan les ha puesto en bandeja de plata el arma retórica.
En uno
de los vídeos, un joven con máscara médica y gafas para combatir los gases,
dedica tres minutos con total seriedad —solo así es efectivo— a enseñar a
conjugar el verbo "to chapul". "Everyday I'm chapuling" es
la frase que se ha hecho célebre y que sirve para desarrollar otras iniciativas
burlescas. Mientras Erdogan y sus tropas invierten en gases y porras, los
rebeldes (chapuleros) se dedican a
hacer pedagogía del ridículo con total seriedad y eficacia. Nada se transmite
con mayor rapidez que un buen chiste, como sabían los maestros sufíes.
En otro
de los vídeos circulantes han convertido mediante trucaje digital, al
protagonista que lleva un pelo rizado, pantalones prietos y un hortera chándal
negro, en Erdogan. Le han añadido unas enormes gafas rosas. El clip musical se titula " Everyday I'm
chapulling - tayyip feat. bulent". Bülent Ersoy es una muy conocida
cantante transexual, muy popular en la música turca, una celebridad, con
discografía desde los años 70. Era un célebre actor hasta que pasó por el
quirófano en los años 80. Fue un combatiente activo por conseguir que figurara
su nueva identidad sexual en sus documentos, algo que finalmente consiguió
contra viento y marea. Magnífica cantante. Me imagino que la intención del clip
es provocarle un infarto a Erdogan.
Erdogan se ha equivocado o sencillamente ha actuado
consecuentemente con su forma de entender la política. Sus advertencias contra
Al Assad por volverse contra su pueblo, son viga
en el ojo propio. Ha aplicado el mismo criterio: a los que ataco no son
"mi pueblo", son vendidos al demonio, al extranjero o a ambos cuando
no son lo mismo. No hay error: "mi pueblo" me dice siempre que sí y
me va a recibir al aeropuerto.
Algunos se preguntan si esto es una "primavera" u
otra cosa. Da igual. La historia de Turquía ya es distinta.
* "La jerga de los 'indignados' turcos" El Mundo
6/06/2013
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/06/06/internacional/1370504903.html?a=f596e6b800dff9bf0a47036e1bbb629e&t=1371062450&numero=
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