Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Lo que
pueda ocurrir mañana en Egipto está en el ánimo de todos. Ya sea con muertos
—los datos hasta el momento hablan de entre cinco y siete— de un lado u otro,
el proceso que comenzó con la Revolución del 25 de enero se ha ido frustrando
por la miopía y los intereses políticos de los partidarios del antiguo régimen
y los pervertidores de la nueva democracia, que apenas puede ser reconocida
como tal. La Hermandad Musulmana se planteó las urnas como una guerra a una
sola batalla, sin importarle que con sus papeletas entraron muchos votos que no
eran suyos, sino de los que querían dar una oportunidad a la democracia apoyando
una opción diferente. El perverso sistema diseñado por los militares hizo el
resto rematado por la miopía de la oposición, casi idéntica a aquella de la que
Mubarak y el régimen habían ninguneado. Enfrentó a dos rivales autoritarios
disfrazados de corderos, uno que quería reivindicar el pasado y mantenerlo en
lo posible y el otro que aspiraba astutamente a quedarse con el futuro de una
tacada.
Coincido
con lo expresado ayer en Al-Jazeera por el profesor Abdullah Al-Arian, de la Wayne
State University:
Within the opposition, however, only the small
contingent of revolutionary groups, led mostly by the nation’s urban youth
movement, escape charges of hypocrisy and opportunism. Having consistently
stood against the post-Mubarak transition, from the military-sponsored
referendum to last summer’s presidential elections, these groups continue to
call for the implementation of genuine changes to Egypt’s governing
institutions and socioeconomic structures. In that light, the June 30 protest
should be viewed in the spirit of the original January 25, 2011 calls for
bread, freedom, and social justice.*
Los
jóvenes, lo mejor de Egipto, los que se habían enfrentado al régimen y habían
dejado sus mártires regando con su sangre las calles, no contaban. Tras su lucha, pronto llegaron los que se situaron al frente, la vieja guardia inoperante de siempre.
Resuenan
las palabras escritas por el maestro Naguib Mafuz en El
palacio del deseo (1957):
¡Y atención con burlarse de la juventud!
Burlarse no es más que uno de los síntomas de la vejez, que los enfermos
denominan sabiduría, No es una contradicción admirar a Saad Zaglul, a
Copérnico, a Istoult y a Mach al mismo tiempo. Esforzarse por enganchar al
Egipto atrasado al tren en marcha de la humanidad es labor tan digna como
humana. (450)**
Ese era
y es el digno y humano deseo de la generación a la que se bloquea con los
viejos hábitos, la que desea un Egipto moderno y en convivencia pacífica, como
lo mostró al mundo durante los días de la Revolución, con una reivindicación orgullosa
de su origen cimentado en sus logros pasados y sobre todo en los futuros. Es la
generación que puede y debe sacar a Egipto del callejón al que entre todos lo
han llevado.
El
islamismo de la Hermandad ha demostrado dos cosas: que es incapaz de entender
la democracia —algo que no entra en sus esquemas mentales por su deseo de
dominio absorbente del estado y la sociedad— y, en segundo lugar, que es
incapaz de llevar a Egipto adelante para resolver sus carencias y problemas. No
es la Hermandad Musulmana la que enganchará a Egipto a ningún tren de progreso,
como reclamaba el Kamal de Naguib Mahfuz.
El
presidente Obama ha pedido a Egipto que
hablen y no peleen. Mucho me temo que no ha evaluado bien la situación o lo
dice un poco tarde, que no se puede hablar con los que no saben ni quieren
escuchar, como han demostrado suficientemente en este año de reinado sobre las tierras y ciudadanos
de Egipto. Se ha visto lo suficiente: su talante y sus modos. Morsi llegó con
los votos al poder, después ha ejercido el poder sin necesidad de votos, arrasando
instituciones, lanzando contra todo el que discrepaba la artillería disponible.
La
Hermanad ha llevado al país a un callejón sin salida, a un punto final en el
que, como en todas las peleas, el árbitro espera intervenir para volver a
mostrar quién tiene el poder. Muchos egipcios piensan que este año ha sido un
paréntesis demostrativo de lo que no quieren que sea su futuro: un rápido
descenso hacia las oscuridades y el desastre económico, ante el que la
Hermandad se ha mostrado inútil.
Los
conflictos están ya en las calles, y desgraciadamente los muertos han comenzado
a contabilizarse. Mañana se lanza la piedra al estanque; veremos hasta dónde
llegan las ondas y con qué fuerza.
Los
organizadores de la recogida de firmas, con el respaldo de 22 millones, han
pedido que mañana se lleven a las manifestaciones tarjetas rojas y banderas
egipcias. Son las armas de los que quieren un país con menos sectarismo y más
justicia, sin dictaduras pragmáticas ni ideológicas, democrático y moderno.
Una vez
más: suerte, Egipto..., de corazón.
* Abdullah
Al-Arian "King of the ashes in Egypt" Al-Jazeera 28/06/2013
http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2013/06/2013628103951491833.html
** Naguib
Mahfuz (2009), Palacio del deseo
[1957]. Martínez Roca, Madrid.
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