Joaquín Mª Aguirre (UCM)
¿Pueden ser la pasta o el agua mineral secretos militares?
Con esta provocativa pregunta comienza Mohamed Al-Khalsan* un demoledor
artículo sobre el papel que el Ejército egipcio ha jugado en el desarrollo y
control de la economía del país desde los años cincuenta, desde el comienzo de
la revolución nasserista. El panorama que nos muestra es desolador y nos
permite ver algo que ya hemos comentado en ocasiones: el auténtico freno de la
revolución en Egipto son los intereses para que no salga a la luz el papel del
ejército y de sus autoridades en la corrupción económica, en el sangrado continuo
del país.
La idea marco del desarrollo del proceso expuesta por Al-Khalsan es sencilla. La
revolución nasserista, de corte socialista, llevó al control estatal de la
producción nacional. Muchas de esas fábricas fueron controladas por los
militares. Llegada la época de Sadat, este abrió la puerta a la intervención
privada, que dio entrada a las disputas entre camarillas militares y de los
allegados civiles y sus familias extendiendo el círculo. Así se fue tejiendo,
con estas dos lanas, el entramado de la corrupción económica generalizada. La
forma de garantizar la discreción de los negocios fue convertir en materia
militar, en secretos, todo aquello en lo que el ejército tuviera puesta la mano
y el bolsillo. Cualquiera que se atreviera a sacar a la luz los temas relacionados
con la producción o gestión de estos bienes y servicios —agua mineral, pasta,
gasolina, terrenos, inmobiliarias, turismo, etc.— corría el riesgo de ser
acusado de desvelar secretos militares y ser juzgado por la vía de los
tribunales del ejército y desaparecer en las cárceles. Así no solamente se ocultaban ciertas prácticas oscuras, sino que ocultaban su propia ineficacia empresarial.
Lo mismo que sigue ocurriendo ahora y que explica cómo el ejército
egipcio se ha blindado con los tribunales militares para crear a su alrededor
un cinturón de seguridad basado en el silencio. Bajo esta defensa, se han
ocultado los negocios lucrativos y, especialmente, las negligencias y errores
cometidos por personas a las que se les daba la gestión de una parte importante
de la economía egipcia sin la más mínima cualificación. Entre corruptos e
inútiles llevaron al país a la ruina.
Al-Khalsan estima que la parcela económica controlada por
los militares a través de estas empresas es, según la fuentes, entre el 25 y el
40% del total, una cifra auténticamente escandalosa. La forma en que se
premiaba a los militares retirados por edad del servicio ha sido la dirección de
empresas y negocios, además de la ocupación de cargos en las administraciones
por todo el país. Escribe
Al-Khalsan: «Being an army general, a member of the National Democratic Party (NDP)
and a Member of Parliament for ten years almost guarantees that one is part of
a corruption network.» * Ese tiempo era el suficiente para que alguien honesto abandonara los
nichos de corrupción o decidiera seguir adelante en la escala. Entre militares,
miembros del partido y parlamentarios se habían repartido el país.
El entramado establecido entre economía, ejército y política
se revela en su densidad y apoyo mutuo. No son elementos separados ya que todos
ellos son ficciones, tapaderas construidas desde el interior del Ejército, el
núcleo del que sale todo o del que salen las autorizaciones necesarias para salir adelante.
Any discussion of the
relationship between the army and economy cannot ignore the military
establishment’s near-absolute dominance of the local economy in various
Egyptian governorates. It is well known to many that Egyptians outside of Cairo
live under virtual military rule, wherein 21 of the 29 appointed governors are
retired army generals. This is in addition to dozens of posts in city and local
governments that are reserved for retired officers. These individuals are
responsible for managing wide-ranging economic sectors in each governorate. In
other words, army generals — whose expertise does not go beyond operating
armored tanks or fighter jets — are suddenly tasked with managing and
overseeing significant economic activities, such as the critical tourism
sectors of Luxor and Aswan, Qena’s sugar manufacturing enterprises or Suez’s fishing
and tucking industries.*
Los comienzos |
Ante un panorama como el descrito, los resultados de las
elecciones —elecciones que han sido manipuladas desde el poder de forma
constante y con naturalidad durante sesenta años— y del proceso posterior se
muestra preocupante. Todo el desarrollo político egipcio tendrá delante la barrera
militar porque se está protegiendo una institución corrompida que tiene el
control sobre el país a través de la fuerza represiva, las armas y tribunales, y de la economía, control del empleo. Una
parte importante del país recibe sus sueldos de estas empresas. No ha habido
sectores que quedaran al margen si producía una libra.
Se explican las resistencias a abandonar el poder y, si lo
hacen, su negativa a hacerlo a alguien que pudiera llevarles, como a Mubarak, ante
los tribunales para dar cuentas de sus abusos y, lo que más les preocupa, sus
negocios. Cuenta Al-Khalsan cómo algunas de esas empresas llevadas por los
militares se han destacado por sus formas infames de explotación de los
trabajadores, accidentes laborales, etc. y cómo han tenido a su servicio la mano de obra de los soldados
que entraban en la institución buscando sobrevivir:
This in turn leads us to the issue of the
repressive treatment of workers on military-owned livestock farms. These
workers are usually poor conscripts who end up laboring without pay. The
typical story goes as follows: A soldier who hails from rural areas or poor
cities is conscripted (supposedly) to learn to recite patriotic slogans and
songs during morning assemblies and marches. He then forgets about all these,
along with his own dignity, as he finds himself laboring with no pay in one of
the military’s livestock farms, which usually extend over hundreds of thousands
of acres. As he collects eggs and tends to livestock and chickens, he endures
humiliation and subjugation at the hands of his supervising officers. There, he
loses any feeling of national dignity, which the army allegedly seeks to
instill in him. Should any war ever break out, his performance in the
battlefield would be shockingly horrid, having not received any training in
combat skills — thanks to the leaders who have recruited him and assigned him
his post.*
La situación que se nos describe es desoladora y preocupante
porque implica que lo que los egipcios deben remover es más de lo que se
pensaba, como se ha podido ver, tras la caída de Hosni Mubarak, la primera capa
de la cebolla. Hace tiempo señalamos que si alguien tiene el poder de hacer
caer al poderoso, es que es más poderoso que él. Mubarak era la punta del iceberg, la capa ya gastada a punto de
sustitución. Lo preocupante es que el estancamiento mediante
pactos políticos para mantener a los militares salvaguardando su papel, es una
destrucción de la propia revolución, que se muestra como un juguete en manos de
estos poderosos controladores de la vida del país. Los militares no hicieron la revolución; solo se dejaron besar llegado el momento oportuno.
Los militares saben que determinadas personas, las que
realmente han estado comprometidas con el destino del país y se han jugado o
han dado la vida por el ideal de la regeneración egipcia, los que dijeron
¡basta! no van a contentarse con este tipo de amaños pre o post electorales.
Los militares pondrán su maquinaria en marcha a favor de aquellos que les
garanticen que van a poder seguir maniobrando con impunidad. Aquellos que lo
acepten tendrán a su favor el peso de la parte del país que controlan política
y económicamente. Como a Mubarak —no hay diferencia, son los mismos— piensan que
les basta con construir un amaño de democracia de cara al mundo. Pero las cosas
han cambiado, dentro y fuera. Y hay mucha gente que no está dispuesta a seguir
con esa pantomima política y económica de cualquier manera.
Los que se lanzaron a hacer la revolución de corazón, no lo
que fueron arrastrados tarde por las circunstancias o los intereses, saben que Egipto
solo puede salir adelante si logra librarse de los males que se han ido
acumulando sobre sus espaldas durante generaciones, si se libra de los que han
cultivado la corrupción y la ignorancia como semillero de futuro para su
apropiación de los destinos de un pueblo entero.
El pueblo egipcio descubre día a día, con indignación que las instituciones que respetaba estaban más inmersas en el proceso de la corrupción general de lo que pensaban. Los militares han ido desvelando con sus acciones y maniobras que no tenían demasiado interés en desmantelar el entramado de intereses sobre el que han vivido por décadas. Solo con la cifra de que han manejado un tercio de la economía del país, ya es suficiente para exigirles responsabilidades por su resultado.
El artículo de Mohamed Al-Khalsan apareció a primeros de
diciembre (el día 7) en Jadaliyya** y puede ser leído en su versión inglesa
[aquí] o en su versión original en árabe [aquí]. Ha sido reproducido por el diario
egipcio Al-Masry Al-Youm el día 24 de
diciembre.
* Mohamed
Al-Khalsan “The army and the economy in Egypt” Al-Masry Al-Youm 24/12/2011 http://www.almasryalyoum.com/en/node/566416
** Mohamed
Al-Khalsan “The army and the economy in Egypt” Jadaliyya http://www.jadaliyya.com/pages/index/3732/the-army-and-the-economy-in-egypt
Otras fuentes de información:
—“One-third
of Egypt’s economy under army control” Business
Report 20/2/2011http://www.iol.co.za/business/business-news/one-third-of-egypt-s-economy-under-army-control-1.1029129
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