Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los riesgos creídos
son la fusta que se utiliza para mantener el momento actual avanzando al
galope. Cuanto más amenazadoras sean las sombras que se proyectan sobre el
momento actual desde un futuro terrible que acecha desde la distancia, tanto
más acuciante la conmoción que pueda provocarse al dramatizar hoy los
riesgos […] Las definiciones
establecidas de los riesgos son, por tanto, la varita mágica con la que una
sociedad estancada puede aterrorizarse a sí misma y, por tanto, activar sus
centros políticos y politizarse desde dentro. La dramatización pública (medios
de comunicación de masas) del riesgo en este sentido es un antídoto a las
estrechas miras de las actitudes de “más de lo mismo”. (218-9)*
Ulrich Beck |
Por eso señala Ulrich Beck que el riesgo es la “varita mágica” con la que
una sociedad se aterroriza a sí misma. Se avanza, de decisión en decisión,
mediante el miedo a que si no
actuamos ocurra lo peor. La dramatización mediática es la forma de asegurar que
el miedo nos moverá en una dirección u otra. Tenemos un abanico de
posibilidades y debemos decidir. Beck cita una interesante distinción realizada
por el también sociólogo alemán Niklas Luhmann, entre “riesgo” (la evaluación
de una decisión) y “peligro” (las consecuencias reales que tienen para otros).
Se ha criticado como una de las causas de la
crisis financiera el hecho de los que tomaban las decisiones no corrían el
peligro de sus decisiones, que las han pagado otros. El peligro es un
contrapeso para la decisión del riesgo que se asume. Por eso es un escándalo
que no estén muchos en la cárcel, como también se ha señalado. Y no lo están
porque se encargaron de desmontar las trabas legales que les podían hacer
acabar con sus huesos en la cárcel. Lo han hecho bien. A nosostros, en cambio, todo lo que se nos muestran son los riesgos de no actuar en la dirección que se nos indica ahora. Como en el túnel de las ferias, vamos subidos en un tren recibiendo sustos y escobazos.
Se están comentando mucho las lágrimas de la ministra italiana Elsa Fornero durante su comparecencia junto a Monti, el nuevo presidente de la República, al anunciar las medidas que tienen que tomar. El salto del farandulesco Berlusconi, la máxima teatralidad, a la recién llegada a la política —a sus 63 años—, Fornero se ha valorado en su dimensión más dramática. A través de sus lágrimas, los italianos han percibido no el riesgo, sino el peligro: las consecuencias que van a tener para todos. Tras una política que camuflaba los peligros bajo formas y maneras técnicas y optimistas, la ministra no ha podido reprimir ahora el llanto al anunciar de los recortes. ¡Triste situación la del que debuta en la medicina con un medio cadáver!
El dramatismo
(el peligro) de la ministra Fornero difiere de la dramatización (el riesgo) de Sárkozy, político profesional, que ha
buscado los grandes escenarios para esgrimir la varita mágica ante la sociedad
francesa señalando derroteros que se presentan como inevitables.
La fuerza de Alemania o Francia no es la de la razón, sino la de su potencia económica. Las alternativas que otros barajan, con distintos riesgos, son diferentes. Todas las medidas tomadas hasta el momento han sido de dudosa eficacia; todo lo más algún parcheo. La evaluación exterior del riesgo sigue amenazando, como ha ocurrido hoy mismo con la posibilidad de rebajas conjuntas. Es la varita, el miedo, con la que se presiona para que se busquen soluciones que ya están tomadas porque se presentan como inevitables. Sabedores de que no hay lugar en los botes para todos, la dirección del Titanic asigna los puestos a los elegidos.
El riesgo se está utilizando para redirigir
Europa hacia sendas que no tenían en mente muchos de sus miembros. Asumir que
en Europa debe haber “núcleo duros” del euro, es olvidar la idea de Europa y
enterrarla definitivamente. Es retroceder unas cuantas decenas de años, a 1957,
volver a la Europa de los Seis, de los Diez, etc. según el modelo elegido.
España (los políticos españoles) ya ha dicho —siempre hablamos antes de tiempo—
que quiere estar en el “núcleo duro”. Si esto se hace así, Europa habrá dejado
de existir como tal y pasará a ser de nuevo la “Unión Económica Europea”, la
“Pequeña Europa”. O lo que salga. Nadie entiende que la solución para el futuro
sea desandar caminos.
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