martes, 31 de agosto de 2021

Final

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


La imagen del último militar norteamericano que sale de Afganistán, reproducida por casi todos los medios, tiene algo de fantasmagórica, de irreal. Es una imagen en la que un ser verdoso asciende por una rampa, se supone que la del último vuelo. Los militares norteamericanos ha eliminado el último día, hoy 31 de agosto, presumiblemente para evitar el atentado contra los últimos y, a la vez, evitar la avalancha de la desesperación de las decenas de miles de personas que todavía albergaban la esperanza de poder salir de allí. El lanzamiento de cohetes contra el aeropuerto logró ser contrarrestado con un sistema antimisiles, pero un ataque masivo el último día podría haber sido difícil de interceptar.

De esta peculiar forma se completa una retirada que quedará para la historia y, como se sigue repitiendo en la prensa norteamericana, marcado lo que va a ser el "legado" de la presidencia de Joe Biden, algo que hemos venido analizando en estos días pasados y que será bienvenido si sirve para lograr entenderlo, aunque mucho me temo que esto sea difícil de olvidar, especialmente con la muerte de esos soldados veinteañeros que dejaron su vida en el primer atentado terrorista, entre 170 personas, la cifra oficial de víctimas.



Tampoco deja un buen sabor el dron que ha matado a una familia de nueve miembros que tuvieron la mala suerte de que estuviera junto a su casa el coche cargado de explosivos para un nuevo atentado. El uso de los drones en espacios tan cerrados como esas ciudades ratoneras tiene muchos riesgos. No hay cirugía limpia cuando el terrorismo usa sin piedad los espacios poblados para camuflarse. Se puede entender el uso del dron, pero no se podrán olvidar sus efectos y la propaganda talibán, desde luego, lo usará contra Estados Unidos. Los talibanes ya se han quejado, aduciendo que han realizado "operaciones" en su territorio sin "su consentimiento".



Con todo, la máxima preocupación es saber qué va a ocurrir ahora. A la euforia por la victoria, por la retirada de los enemigos extranjeros, le sigue el drama de qué hacer con un país en un estado lamentable al que las oraciones diarias no van a sacar del hambre, la pobreza, la corrupción y la falta de todo tipo de recursos.

En RTVE.es se recoge en su titular la celebración talibán, "Los talibanes celebran la retirada de Estados Unidos: "Hemos hecho historia"". Pero hacer Historia es sencillo; lo importante no son los hitos, sino el día a día, la supervivencia. En el artículo se nos dice:

 

Ahora que tienen el control total del país, los talibanes deben reactivar una economía destrozada por la guerra, pero sin poder contar con los miles de millones de dólares en ayuda extranjera que fluyeron a la anterior de la élite gobernante y que alimentó la corrupción sistémica.

Sin unos 9.000 millones de dólares en reservas extranjeras y sin miles de especialistas formados que se han unido al éxodo, la nueva administración, sin experiencia, debe enfrentarse a un colapso de la moneda afgana y la creciente inflación de los alimentos.

Los bancos siguen cerrados, a pesar de las promesas de reapertura, y las dificultades económicas de los que se han quedado atrás han empeorado dramáticamente.*


 

Y esto no es más que una pequeña parte del panorama. La amenaza de que el país se convierta en receptor de terrorismo, lo quieran o no, es una posibilidad. Basta que comience a haber atentados en países occidentales para que las miradas vayan a Afganistán. Probablemente, algo más que las miradas.

Ahora llega el gran dilema: ¿hay que premiar a los talibanes para que su toma del poder no lleve al caos humanitario? En el artículo se mencionan 9.000 millones de dólares, señalando que una gran parte se perdió por el camino y es probable que no esté ahora en esos bancos que permanecen cerrados para evitar que la gente saque todo su dinero ante la situación que se está creando y las expectativas, que también cuentan.

Las agencias internacionales, ONG, etc. avisan del caos humanitario en el interior y el conflicto migratorio que se está ya produciendo con las salidas. Europa ya se ha puesto a pensar en qué se puede hacer. ¿Repetir el modelo turco, pese a sus complicaciones y chantajes?



Lo que parece evidente es que no se va a premiar a los talibanes por su "conquista" sin obstáculos. Hasta ahora, como dicen ellos, "han hecho Historia"; ahora hay que hacer un país, lo que no parece fácil desde ningún sentido que se mire. Sería irónico que a los mismos que han tenido que salir entre atentados y amenazas se les pidiera financiar a los vencedores, máxime cuando estos con considerados como "terroristas" por la mayor parte de la comunidad internacional. ¿Financiar el "terrorismo", el integrismo islámico? ¿Quizá quieran cobrar por evitarlo, en cuyo caso les viene muy bien tener por allí unos cuantos grupos terroristas con los que hacer alguna escaramuza para la limpieza de imagen? Pero para eso haría falta un gran atentado en algún país occidental.

A los que les parezca demasiado maquiavélico, bastaría con recordarles lo que ocurre desde hace años con el terrorismo "irreductible" en algún país musulmán en el que se producen atentados cada cierto tiempo para recordar que necesitan las ayudas exteriores y garantizar la tranquilidad de Occidente o de los países vecinos.



El negocio del terrorismo es rentable para terceros. Recordemos la forma de financiarse la Turquía de Erdogan, otro ejemplo clásico, con una frontera permeable por la que, según convenga, no pasa nadie, pasan terroristas o pasan refugiados.

Lo que está claro es que la territorialidad de "Eurasia" crean un continuo espacial por el que todos los flujos van inevitablemente hacia Europa, ya sea por huir de la miseria y violencia africanas —creada de nuevo por los grupos yihadistas, como Boko Haram— o desde el integrismo de Oriente Medio y desde allí su extensión al interior asiático. La lucha entre Irán y Arabia Saudí en escenarios localizados tampoco puede dejar margen para cualquier tipo de acuerdo porque son enemigos de dogma y lo seguirán siendo hasta la extinción del otro.

En estos días se han hecho algunas disquisiciones entre los gobiernos entre "negociar" y "reconocer". Estados Unidos no ha tenido más remedio que contactar para avisar sobre los atentados terroristas. Muchos hablan de necesidad de entrar en contacto para tratar de arreglar el desaguisado de la retirada.

Como ya señalamos en nuestro post "Un país de rehenes", mientras haya gente que se quiera ir de Afganistán, los talibanes tienen una importante materia prima, un "capital" con el que conseguir desde financiación a reconocimiento. Pronto costará un precio variable lograr salir de Afganistán, un precio que tendrán que pagar familiares en el exterior. El pobre es una boca más que alimentar y está acostumbrado a sobrevivir sin nada, por lo que no necesita irse. Pero aquellos que ya no puedan llevar la vida que llevaban, tendrán que pagar un precio en cuanto que controlen la situación. El ir casa por casa, no significa necesariamente la muerte, puede significar dinero para los talibanes y sus necesidades. ¿No les cobran a los inmigrantes que quieren cruzar el estrecho, llegar a Canarias o a Cádiz en una patera, motos náuticas o escondidos en los bajos de un camión? El negocio talibán no será solo el opio, sino toda está floreciente industria de la huida que permitirá la llegada de capital de forma rápida. Oferta y demanda.

 


* "Los talibanes celebran la retirada de Estados Unidos: "Hemos hecho historia"" RTVE.es 31/08/2021 https://www.rtve.es/noticias/20210831/afganistan-talibanes-celebran-salida-estados-unidos/2167005.shtml

lunes, 30 de agosto de 2021

La lógica de la vecindad

Joaquín Mª Aguirre (UCM)




La BBC publicó hace unos días un artículo de interés firmado por Jonathan Head con el titular "Kamala Harris joins diplomatic charm offensive in South East Asia". En el artículo se nos da cuenta del viaje de la vicepresidenta de los Estados Unidos  por el sudeste asiático y de los problemas que tiene el gobierno norteamericano para recuperar algo de credibilidad después de gigantesco error en Afganistán, algo que no va a ser fácil enmendar.

La cuestión del "prestigio" —ayer tratábamos aquí de cómo los medios norteamericanos están ya evaluando el "legado presidencial" de Biden como negativo marcado por sus errores— es una cuestión que no se remonta a Afganistán. ¿Son tan ingenuos los norteamericanos como para considerar que con Biden era "borrón y cuenta nueva" respecto a lo realizado por Donald Trump en este tiempo? El problema se podría retrotraer más allá, a la pérdida de "prestigio" provocada por las decisiones erróneas de Barack Obama respecto a Oriente Medio tras la Primavera Árabe. Sí, las sonrisas de Biden con su "US is back!" no dejan de ser una ingenuidad pasmosa, solo concebible en términos de los Estados Unidos y su visión de sí mismos. A esto podemos incluir —lo hemos analizado en otras ocasiones— el desprestigio acumulado con la negativa de Trump y los republicanos a aceptar la derrota electoral, con ese punto culminante que es el asalto al Capitolio el 6 de enero, una imagen que curiosamente —con tantas analogías como se han visto estos días con Vietnam, el 11-S, etc.— no ha suscitado comparaciones con las de los talibanes armados patrullando por la ciudad y sentados en el palacio presidencial que tomaron, incluido el gimnasio.

La ingenuidad de Biden es muy norteamericana y parte de una imagen idealizada sin darse cuenta que esa imagen hace mucho que ha cambiado entre sus interlocutores, aliados y demás. Lo hemos tratado aquí en varias ocasiones porque se sigue repitiendo el mismo problema, que tiene desastrosas consecuencias para los propios Estados Unidos y para el resto del mundo. El problema de ser el más poderoso es que nadie, como al rey desnudo, le dice la verdad o lo que piensan. Solo le quedan sus propios errores para darse cuenta, pero ni siquiera así es fácil.



El artículo de la BBC tiene que ver con esto. Kamala Harris va a tratar de conseguir convencer a aliados a los que está perdiendo porque les pide que vean el mundo desde su perspectiva, algo que no es fácil. Ya le ha pasado a Harris en sus viajes al sur de la frontera y le vuelve a pasar ahora en Asía. En el artículo de Jonathan Head, tras diversos problemas de relaciones, se señala:

 

President Biden is also pushing for changes to the way global supply chains are structured, to wean US companies off dependence on small numbers of specialised suppliers, many in China.

These issues will have much more appeal in South East Asia than the Trump administration's focus on projecting US military power in the South China Sea, and on escalating trade disputes with China. None of the countries in this region wants to be asked to choose between the US and China.

But that means enthusiasm even for these digital and supply chain initiatives will be limited if they are perceived as an attempt to confront China.

And the US will have to accept the reality that Asia-Pacific countries are already increasingly locked into tight trade relationships with China through the Regional Comprehensive Economic Partnership, signed in November last year.*

 


La pregunta ahora es ¿lo entenderán? Desde que los asesores de Trump pusieron a China en el eje de su política exterior tratando de arrinconarla incluso militarmente, tanto por la presencia como por el establecimiento de alianzas con países que tuvieran conflictos en sus fronteras con China (caso de la India, por ejemplo), especulando sobre posibles ataques a Taiwán o a Japón para incrementar el miedo y aumentar la presencia militar, el apoyo a conflictos internos (como el caso de Hong-Kong), etc., la obsesión norteamericana, expresada primero por Trump en su máximo cinismo y por Biden en su versión sincera no ha sido otra que evitar que China les desplazara del primer puesto mundial según diversos indicadores, especialmente los económicos. 

Biden lo expresó con total claridad: evitaría por todos los medios que esto, el adelantamiento de China ocurriera. El pistoletazo fueron las amenazas ante el dominio del 5G por parte de Huawei y el adelantamiento en investigación en IA en China. La época de Trump fue de feroces trabas y amenazas a todo aquel que tuviera relaciones comerciales con China y hasta se penalizó a las empresas norteamericanas que producían fuera, especialmente en China y México, para abaratar. Se puede rastrear el conflicto con la muy norteamericana Harley Davidson, que se fabricaba fuera. Trump estaba dispuesto a usar la fuerza de los aranceles para lograr que el mundo dejara de comprar a China o simplemente evitar que entrara en Estados Unidos cualquier producto que se fabricara allí, incluido nuestro aceite de oliva, que pagó el pato por la iniciativa de los franceses de fabricar por su cuenta material militar y no comprarlo.


Por ahora, Biden no se muestra tan directo como Trump (las sutilezas no son lo suyo), pero si igual de obsesionado con la cuestión China, de forma que ganó las elecciones distanciándose de Trump para avanzar por la legislatura dirigiéndose hacia Trump, transformándose con sus modos de actuar. En Afganistán ha materializado lo que Trump diseñó teóricamente y no tuvo tiempo de realizar. Por algo, lo medios norteamericanos observan cómo los republicanos esconden su trayectoria afgana última, su forma de plantear una paz que no es más que una derrota mal asimilada. Pero lo que Trump podía vender con su retórica cínica era que la derrota era una victoria; Biden, en cambio, no da para tanto cinismo.

Lo señalado en la BBC es correcto. Ya lo hemos visto antes: los países asiáticos no quieren un conflicto con China, entre otras cosas porque la propia China está ya produciendo en determinado países de alrededor porque le resulta más barato. China ya tiene sus chinas. Los único interesados son los que ya mantienen conflictos abiertos que buscan el respaldo de otras fuerzas para sus pretensiones. Pero ese juego es terriblemente peligroso porque los harán más osados haciendo peligrar la paz o el equilibrio siempre precario existente.


2015


De hecho, el conflicto con Huawei se había materializado inicialmente ante la preocupación norteamericana de que China lograra establecer una zona segura de comercio con sus vecinos, como se menciona en el último párrafo citado en el texto de la BBC.

Lo que consiguió realmente Trump es algo que estaba cantado: desarrollar una mayor identidad nacionalista en China, que ha sido capitalizada por el PCCh y especialmente con su presidente, que ha conseguido reforzar su figura. Mientras en Estados Unidos se preocupan por el "legado" de Biden pocos meses después de llegar a la Casa Blanca, el de Xi Jinping ve consolidado el suyo, que pasará a formar parte del sistema educativo chino, según se exponía en la BBC en español hace unos días:

El "Pensamiento de Xi Jinping" tiene 14 principios que enfatizan los ideales comunistas y también:

·       Llama a una "reforma completa y profunda" y "nuevas ideas en desarrollo"

·       Promete "una vida armoniosa entre el hombre y la naturaleza"

·       Enfatiza "la autoridad absoluta del partido sobre el ejército popular"

·       Enfatiza la importancia de "'un país, dos sistemas' y la reunificación con la patria"

Sin embargo, las nuevas directrices tendrán un despliegue mucho más extenso.

"Las escuelas primarias se centrarán en cultivar el amor por el país, el Partido Comunista de China y el socialismo. En las escuelas intermedias, la atención se centrará en una combinación de experiencia perceptiva y estudio del conocimiento, para ayudar a los estudiantes a formar opiniones y juicios políticos básicos", informó el medio de comunicación estatal Global Times.

"En la universidad, habrá más énfasis en el establecimiento del pensamiento teórico", agregó.

El ministerio también está trabajando en incluir temas como el liderazgo del partido y la educación de defensa nacional en el plan de estudios, le dijo al Global Times Tian Huisheng, un funcionario del Ministerio de Educación.

En el pasado, líderes chinos han creado sus propias ideologías políticas que se han incorporado a la Constitución o al pensamiento del partido.

Pero ninguno, además del fundador del partido Mao Zedong, ha descrito su ideología como "pensamiento", que está en la cima de la jerarquía, y solo Mao y Deng Xiaoping han tenido sus nombres asociados a sus ideologías.**

 


Ante esta perspectiva de consolidación y mayor control alrededor de la figura presidencial, es difícil que los estados de la zona deseen enfrentarse a la dicotomía de una nación a la que ven en ascenso y pegados a sus fronteras, un socio económico fuerte y fiable, o de un país cuyos bandazos e intereses propios son constantes según el gobernante. La sinceridad de Biden sobre el objetivo principal, evitar que China les supere, una vez más se vuelve contra ellos porque es la mentalidad del que ya se ha visto superado. Mientras China mira hacia atrás y ve cómo la pobreza fue superada y se encuentran con un país nuevo en gran medida, superando las desigualdades, pese a que muchas zonas sigan esperando sus oportunidades históricas.

Los Estados Unidos han sido, mediante reacción, los principales responsables de este desarrollo nacionalista y personalista que no se había alcanzado, como se señala, desde las figuras de Mao y Deng. Tener un enemigo exterior, máxime si es poderos, desarrolla el sentido comunitario y nacionalista.

La lógica del dominio y la supremacía internacionales ha dejado de funcionar debido a la propia dinámica norteamericana. Hemos hablado mucho de la cuestión del "liderazgo" y de cómo éste no se consigue por los medios empleados. No se puede decir que se defienden los valores democráticos y los derechos humanos para después abrazar a todos los dictadores amigos, empezando por Arabia Saudí. Es solo un ejemplo, pero lo cierto es que los errores de la política norteamericana —construir unas relaciones en las que fueran siempre la cabeza dominante— se vuelven contra ellos. Los destrozos los recogen, muy baratos, países como Rusia (Oriente Medio) o la misma China, que se acercan a aquellos que han dejado los estadounidenses en estado calamitoso.



Los Estados Unidos desarrollaron el fenómeno de la globalización pensando que impondrían su fuerza. El resultado es muy distinto y ya no les gusta, por lo que la globalización se ha transformado en un retroceso a lo doméstico y a convertir el mundo en compradores bajo amenaza propia o sanciones. Con Trump se vio esto con claridad y con Biden no ha cambiado demasiado esta forma de acción porque son los intereses de las industrias, de las digitales a las de armas o cualquier otro campo.

Es interesante que el análisis inicial del problema de cerco a China venga de Reino Unido. La política británica forma parte importante de lo que ocurre en Asia en muchos sentidos. Desgajada de la Unión Europea con el apoyo expreso de la Casa Blanca de Trump, ven con más claridad lo que es una realidad, una política que se basa en un modelo británico de acción de larga data: sembrar la desunión y crear conflictos para alentarla. Los países asiáticos no están dispuestos a enfrentarse con China porque saben que no les favorecerá y será más cercana a la vecindad productiva, aunque después pueda pasarles factura. Saben, en cambio, que lo que los Estados Unidos les piden es, siguiendo su fórmula, una consecuencia de los "intereses norteamericanos". No hay otra.

No puede haber mejor objetivo que restaurar un clima de confianza y de solución de conflictos de forma dialogada. China se ha desarrollado por un esfuerzo enorme y la creación de un clima que favorecía la producción y el comercio internacionales. Hay muchas cosas que arreglar en su forma de comercio e internamente, pero eso no importó cuando Occidente se favorecía por la producción en el exterior.  China tiene en marcha con Europa la iniciativa de la "nueva ruta de la seda", "Una franja y una ruta", la vía del ferrocarril y la marítima por el Canal de Suez. Son muchas cosas, muchos proyectos y muchos intereses legítimos que se irían al traste. Algunos lo quieren, desde luego. Pero siempre se está a tiempo de renegociar las condiciones, algo a lo que hay que dar nuevo valor conforme a los cambios.

Ahora la situación es otra, pero el objetivo de la paz y la armonía internacional debe ser irrenunciable porque es el único que asegura la estabilidad ante lo que viene, una enorme crisis energética y un cambio climático que nos va a sacudir a todos antes de lo pensado. De otra forma, viviremos en una creciente incertidumbre que añadirá mayores riesgos a la situación. No nos hemos enfrentado todavía a este tipo de situación global con elementos que no controlamos, como las pandemias y los efectos desastrosos del cambio climático. Cuantas más cosas están bien atadas, menor será el desastre por llegar.

 


* Jonathan Head "Kamala Harris joins diplomatic charm offensive in South East Asia" BBC 24/08/2021 https://www.bbc.com/news/world-asia-58277226

* "Qué es el "pensamiento de Xi Jinping" que se enseñará de ahora en adelante en las escuelas de China" BBC 25/08/2021 https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-58329829

domingo, 29 de agosto de 2021

El tamaño del error

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Los analistas políticos norteamericanos se hace la pregunta sobre la Historia: ¿Quedará marcada la presidencia de Biden por lo ocurrido en Kabul, por la caótica retirada de los Estados Unidos? la preocupación por la Historia no deja de ser una trivialidad, un mirarse el ombligo en el qué dirán futuro. Sin embargo, este aspecto parece revestir una cierta importancia para algunos que ven el futuro en las próximas elecciones más que en los libros. No hay papel más importante en la política que las papeletas y Biden, desde luego, no las tiene todas consigo. Si se prefiere, dada la edad del presidente, el asunto preocupa más a la herencia que deje a su sucesor, ya sea la vicepresidente Kamala Harris o cualquier otra persona que los demócratas elijan para encabezar la próxima legislatura.

La Historia, como algunos juegos de mesa, camino recorrido a golpe de tirada de dados, con casillas y "pozos" en los que puedes caer y de los que no es tan sencillo salir. Biden parece haber caído en un pozo del que no le va a ser fácil salir. Pero en eso consiste la vida, en lo imprevisible.

Joe Biden había basado su estrategia, sobre todo, el éxito en el control del coronavirus con el plan de vacunación. No era mala elección porque el desastre causado por Trump era de tal magnitud que había llevado al ridículo universal, incluidas las intervenciones de Trump sobre la lejía y demás manifestaciones absurdas. Con el control de la epidemia y la lógica de mascarillas más vacunación, Biden esperaba una segunda acción doble en el terreno internacional. La primera parte era rehacer todo lo que Trump había deshecho, que era mucho. Con la segunda parte, la retirada de las tropas de Afganistán, Joe Biden esperaba unir de nuevo al pueblo norteamericano con algo que era una carga desde hacía 20 años. Pensó que ya se había hecho todo lo que había que hacer y dejar en manos del nuevo ejército afgano, bien armado y entrenado por los Estados Unidos. Pero todo lo que viene de Trump está gafado y se ha hecho para mayor gloria suya.


Trump había tenido la misma idea, es decir, que el abandono de Afganistán le traería votos para la reelección, pero la pandemia —el "maldito virus chino"—se le cruzó por el camino desbaratando sus planes. Joe Biden vio una oportunidad fácil de terminar lo que Trump había hecho y llevarse el mérito de cumplidor y buen ejecutor, a la vez de mostrarse como "experto" en relaciones internacionales, él conocía el mundo, a diferencia de Trump, que solo conocía campos de golf.

Sin embargo, Afganistán esta gafado. Todas las especulaciones, asesorías, cálculos, etc. se vinieron abajo porque es difícil aceptar que estás equivocado cuando eres presidente del país más poderoso del mundo y te encuentras especialmente cualificado en una cuestión. Son todos los requisitos para equivocarse. Y así ocurrió.

En el ámbito mediático, los analistas ya no preguntan si Biden se equivocó, algo que todos saben, sino cuáles van a ser los efectos de su error. En The Washington Post luce en estos momento el siguiente titular que nos puede servir de ejemplo, "Surprise, panic and fateful choices: The day America lost its longest war", y resume bastante bien el sentimiento generalizado de los norteamericanos que han pasado de las celebraciones gloriosas de las repatriaciones al desconcierto culpable por el caos agridulce de lo que creían era una retirada con la misión cumplida y ahora califican como derrota absurda, autoinflingida por la soberbia.

En la CNN, el analista de seguridad de la cadena, Peter Berger titula "Why Biden's views on the Afghan terror attack make no sense" y se lanza contra la imagen que el presidente Biden se empeña en mantener:

 

After the airport attack Biden spoke at the White House and continued to defend his withdrawal decision with a remix of specious arguments that he has made before.

First, that al Qaeda is gone from Afghanistan, while a recent UN report says the group has a presence in some 15 of 34 Afghan provinces.

Second, that Afghanistan has never been a united country, despite the fact that Afghanistan united as a country in 1747, before the US existed.

Third, Biden again hung his withdrawal decision on the agreement that former President Donald Trump had struck with the Taliban, even though the group didn't reject al-Qaeda, a key point in that agreement. Indeed, the UN issued a report in June that al-Qaeda and the Taliban "remain close, based on ideological alignment, relationships forged through common struggle and intermarriage."*



 Ante este tipo de críticas preguntarse por la Historia y el papel que Joe Biden tendrá en ella no tiene mucho sentido. Es el propio Biden quien se ha situado en la acera equivocada —¡la acera que no está de moda!, escribiría Oscar Wilde— de la Historia.

La cuestión ahora no es qué dirán, sino cuánto les queda por decir. Mucho me temo que lo ocurrido no es más que la punta del iceberg de lo que vendrá. La rápida respuesta bombardeando con un dron al autor intelectual de las bombas en el aeropuerto y en las cercanías, con ya más de 170 muertos y 13 soldados norteamericanos es el principio de una serie de acontecimientos que se irán produciendo encadenados.

Los tres puntos a los que se refiere Berger en la cita son de naturaleza distinta. El primero no admite mucha discusión: si Al-Qaeda estás allí, está allí. Lo que puedan hacer ya es otra cosa, pero ha comenzado el baile de la competición por ver quién lo hace mejor. Esa decir, Estados Unidos ha creado el escenario perfecto para ser atacado sin necesidad de jugar en territorio ajeno. Gracias a la infructuosa maniobra de huida, han quedado al descubierto como blanco fácil miles de afganos que pueden ser cazados uno a uno o mediante atentados.

El segundo punto es más discutible. ¿Hasta qué punto "país" (o "estado") significa lo mismo para un occidental que para un afgano o, más específicamente, un talibán? ¿Estamos hablando de lo mismo? Lo primero que han dicho los talibanes es que van a crear un "emirato islámico", fórmula que está próxima al "estado islámico" o a la idea del "califato", una fusión de elementos organizativos  basados en una ley, la Sharia, un espacio islámico en el que el musulmán piadoso puede ser feliz cumpliendo y, esto es importante, haciendo cumplir la leyes divinas dadas a los seres humanos. Son términos provisionales, pues la aspiración es que el islam, como no podría ser de otra forma, cubra la faz de la tierra, momento de la máxima perfección. Recuerden, por ejemplo, el particular y divertido empeño del presidente turco al decir convencido que Cristóbal Colón vio minaretes de mezquitas cuando llegó a América. La cultura es la cultura y tiene poco que ver con la verdad si no pones un poco de tu parte.



Desde luego, Afganistán no era un "estado", concepto que surge en otro contexto cultural y diferentes raíces. ¿País? Puede haber cierto sentido de pertenencia geográfico. 

Recordemos que el Estado Islámico, por ejemplo, sigue pensando en reconquistar Andalucía, algo que "les quitamos". Da igual que sea una tontería, pero el que quiere creerlo, lo cree. De igual manera, "sociedad tribal", "suma de tribus", "señores de la guerra", "clanes", etc. son etiquetas que le ponemos a la realidad y que no todos comparten. Es evidente que los que se van tienen un sentido distinto de Afganistán respecto a los que se quedan o a los recién llegados, que vienen con otra idea de qué es Afganistán. 

Las decenas de miles de yihadistas que han acudido a Afganistán en los meses últimos lo ven de otra manera, como ocurrió en Siria, donde decenas de miles —incluidos españoles y españolas, muchos europeos— se sintieron especialmente motivados para ir a dar tiros, a buscar pareja o ambas cosas. Los que van ahora a Afganistán, los que están ya allí, ya saben a qué van, a cumplir un sueño, a hacer realidad a sangre y fuego lo que les enseñaron, aprendieron y les prometieron, tanto en este mundo como para el otro.



Es evidente que el patrullar de los talibanes no va a hacer de Afganistán un lugar más seguro, ni siquiera más controlado. Afganistán no es Irán, donde sí existían unas estructuras previas que aprovecharon. A Irán, por ejemplo, le viene bien esto. Muchos ya dan por sentado que han estado detrás de los movimientos en Afganistán. Se puede alejar el foco de ellos y siempre podrán actuar como "mediadores" si las cosas se complican con Occidente. 

Los pocos afganos que resisten y se han refugiado en una provincia dicen que no existe el grupo del Estado Islámico que atentó en Kabul, que son los propios talibanes los que han provocado esto para ejercer presión sin responsabilidad directa. Son discusiones importantes, pero menores en comparación con las que los norteamericanos se están haciendo ahora mismo sobre el ayer —del 11 de septiembre en adelante—, del presente —¿cuántas vidas va a costar la retirada caótica y que consecuencia tiene para su "prestigio" y relaciones internacionales?— y el futuro, abierto a cualquier situación por parte de unos y otros.



El aviso de otro atentado en pocas horas por parte de los servicios de Inteligencia occidentales puede librar a algunos, pero no a todos. Evitar los atentados no está en manos de los norteamericanos, solo avisar y anticiparlos. Son los muertos norteamericanos los que Biden trata de evitar. Estos se irán dando porque él mismo cometió el error de marcar la fecha de salida, como le recuerdan ahora los comentaristas. Por muchas personas evacuadas que haya, nadie va a poder frenar el drama.

La cuestión ahora es si los atentados y sus réplicas de castigo se van a limitar al espacio afgano o los golpes pueden ser más audaces, en cualquier lugar del mundo o en los propios Estados Unidos; está en si la rivalidad entre grupos busca el prestigio general para captar fondos y yihadistas para sus filas. También los terroristas se preocupan por su "legado".

Conforme pase el tiempo, las preguntas ganarán en intensidad porque se irán acumulando situaciones más complicadas y fuera de control. Los talibanes, nos dicen los que huyen o los que se quedan allí, van puerta por puerta.



La crisis migratoria está servida con su efecto caótico. Aumento del populismo xenófobo, radicalización política, conflictos por desavenencias según los intereses de cada uno, medidas unilaterales, aumento del poder estratégico de terceros...

Biden, sí, ya ha entrado en la Historia por una puerta por la que es difícil desandar lo andado. No es fácil calcular el tamaño del error cometido por los que tomaron la decisión. Parece que Biden sigue firme en ello. No creo que rectifique en ningún momento. La cuestión está en saber si las decisiones futuras se seguirán tomando bajo premisas equivocadas. Los demás se irán alejando de quien les puede llevar a un desastre. Esa es otra consecuencia, que los demás no están dispuestos a asumir mancomunadamente los errores del jefe.

Creo que ya nadie se pregunta sobre si Biden se equivocó; en cambio muchos se están preguntando ahora por el tamaño de su error y las consecuencias para todos en el futuro. 

 


Peter Bergen "Why Biden's views on the Afghan terror attack make no sense" CNN 28/08/2021 https://edition.cnn.com/2021/08/28/opinions/bidens-views-afghan-terror-attack-make-no-sense-bergen/index.html

sábado, 28 de agosto de 2021

Caer del cielo

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Las víctimas mortales del doble atentado de Kabul ascienden ya a 160 muertos más los heridos. Los terroristas suicidas deben haber sido recibido con gran alegría en el otro mundo; lograron su objetivo.

La mayoría de las veces los muertos no tienen historia; se esconde tras la frialdad numérica de la cifras, que se van actualizando como si fueran índices de precios o cualquier otro dato.

De las imágenes que hemos visto, las más impactantes inicialmente fueron las de los cuerpos cayendo desde el cielo al soltarse de los trenes de aterrizaje a los que algunos se habían aferrado para no se sabe muy bien qué hacer, aunque su intención era clara: salir de allí, huir de los talibanes. La acción era irreflexiva, quizá guiada por la primera euforia de haber conseguido entrar y agarrarse a los trenes de aterrizaje. Sabemos de cadáveres congelados encontrados dentro de la carcasa de los trenes de aterrizaje en gente que huye de sus países para intentar entrar en otros de la forma que sea.

The Washington Post le ha puesto rostro e historia a una de esas pequeñas figuras, apenas unas manchas en el cielo, captadas en su caída por los teléfonos móviles de los que, a falta de libertad, recogían el testimonio del desastre que se producía ante sus ojos. Hay muchas imágenes de caos y desesperación en el Kabul tomado por los talibanes en una de las peores operaciones que se han visto en décadas.



La historia es la de Fada Mohammad, de cómo salió de su casa sin que supieran dónde iba y cómo cayó sobre una casa a varios kilómetros de Kabul. The Washington Post ha titulado el artículo "The story of an Afghan man who fell from the sky" y los firman Gerry Shih, Niha Masih y Dan Lamothe:

 

As the Taliban encircled Kabul on Aug. 15, Fada Mohammad told his family about what he’d seen on Facebook: Canada and the United States were airlifting anyone who wanted to leave out of the Kabul airport.

But if Fada wanted to go himself, recalled his father, Payanda Mohammad, he didn’t mention it.

The young dentist never reached either country. The next day, he didn’t make it beyond a rooftop four miles from Kabul airport, where his body was found after he plunged from a U.S. military plane as it took off — one of the most tragic and indelible images in the final chapter of the U.S. campaign in Afghanistan.

In the 10 days since then, many details of the chaotic events at Hamid Karzai International Airport remain unknown. Fragments of videos taken by bystanders, which quickly went viral on social media, showed glimpses of an extraordinary scene as hundreds of Afghan civilians swarmed the Air Force cargo transport on the tarmac in a desperate attempt to get on board.

In one video, at least a dozen people were on top of landing gear hatches as the aircraft accelerated down the runway. In another, two bodies fell from the plane as it climbed skyward.

Yet another smartphone clip showed the aftermath: at least four motionless bodies on the airport tarmac, randomly spaced along the length of the runway. A promising teenage soccer player was among those who died. So was Fada.

The Air Force said a C-17 crew decided to “depart the airfield as quickly as possible” that day because of the deteriorating security situation. U.S. officials later found crushed human remains inside the wheel well. The Air Force has pledged a thorough investigation to “prevent a situation like this from happening again.”

In Kabul, residents are grappling with questions of their own.

Wali Salek, who has lived 20 years in Kabul’s Panjsad Family neighborhood, wonders how misfortune could strike from the sky, sending two bodies, including Fada’s, crashing onto his cracked roof like “an explosion” going off.

 

Es imposible ponerse en la situación de alguien que vuela esas millas desde el aeropuerto hasta caer sobre el tejado de una casa, ver el mundo desde esa altura que el avión llevaba. Y caer.

Pero sí podemos ponernos en la posición de espectadores, ya sea horrorizados o indiferentes. Las cadenas nos advierten que van a mostrarse imágenes molestas, que pueden herir nuestra sensibilidad, como suele decirse. Nos advierten para no mirar, para no ver las consecuencias reales de lo que ocurre en una realidad demasiado dura para hacérsenos real. Pero el hecho de no mirar, como avestruces, no evita que las cosas ocurran y que ocurran como ocurren. Los que tuvieron que retirar los restos de las personas que quedaron atrapadas en el tren de aterrizaje del avión saben que no siempre se tiene ese recurso de dejar de mirar, reservado a privilegiados

Hay un detalle al inicio de la historia. Fada ha oído que todos los que lleguen al aeropuerto podrán salir hacia Estados Unidos y Canadá. Creo que es relevante porque Fada fue a su muerte engañado. ¿Se trataba de crear un caos en el aeropuerto? Sin duda. Los talibanes sabían lo que ocurriría y su "inteligencia" puedo perfectamente colapsar la retirada mediante el recurso de asegurar que cualquiera que llegara podría subirse al avión de salida. Serían así las fuerzas en retirada las que tendrían que rechazar a los afganos desesperados que no estaban en lista alguna. La estrategia del caos es la más barata, bastan unos cuantos twits, un par de mensajes en las redes sociales para crear el caos en una situación de desesperación.



En el artículo, se da paso a la palabra del padre de Fada. Era el mayor de sus diez hijos el que había muerto. Toda la vida fue, como primogénito, en el que se invirtió: se le pagó una universidad para que se hiciera dentista, se pidieron préstamos para que pudiera montar una clínica con un socio al terminar, más préstamos para organizar su boda. Y ahora Fada había sido encontrado sobre el tejado de una casa a más de diez kilómetros de Kabul. La vida es absurda:

 

In the city’s outskirts, Fada’s father wonders why his eldest son went to the airport that morning without telling him. He asks why the pilot lacked “humanity” and decided to take off even as people hung on.

“If somebody is clinging onto the plane, does the pilot have the right to fly? Is this lawful?” Payanda said Tuesday. “It was like killing a mosquito that you do not even consider human.”*

 

Su pregunta sobre la "licitud" del despegue no deja de ser un intento de dar sentido al absurdo responsabilizando al piloto. Pero el piloto no tiene mucho que ver con lo ocurrido. Ya tiene bastante en la vida con ver las imágenes de la gente cayendo desde el avión que pilotaba, estampados contra el suelo de la pista. La historia de Fada, si llega hasta él, pondrá cara e historia a su imaginado dolor.

El artículo se mueve por las opiniones de pilotos expertos tratando de explicar que los que pilotaban en ese momento no podían ver a los que estaban enganchados al tren de aterrizaje y que si se hubieran detenido el caos habría sido mayor y los efectos peores. Pero eso siempre es especulación.

Nos dicen que Fada había crecido en un Afganistán y que sus deseos de mejora le hacían soñar con salir del país. Formarse, como en tantos otros países de miseria, es la puerta de salida, el camino a un empleo mejor que lo que tu propio país te puede dar. No es solamente en Afganistán donde esto ocurre. Lo explica su primo, con el que compartía los sueños de huida que no compartía con su padre y hermanos, que lo veían como una inversión, como una forma de mejora del grupo familiar.



Hay en todo este desastre un sentimiento —lo veíamos aquí ayer— de conexión con el 11 de septiembre, con Vietnam, con los destres  que han marcado la vida norteamericana desde el comienzo del siglo y que les llevó a Afganistán en 2001. Las asociaciones son inevitables para muchos:

 

The final days “may create more panic, uncertainty and more tragic images at Kabul airport,” said Gohel, who compared the airport videos to the photos of people falling to their deaths after jumping from the burning World Trade Center towers on Sept. 11, 2001 — the terrorist attacks that triggered the U.S. war in Afghanistan.

Each of the people touched by Fada’s death remains deeply shaken.

Salek says he understood anxieties were running high in Kabul. Many shops in Mandawi market were closed. Women had largely disappeared from the streets.

“Of course people need to flee,” he said. “But as a doctor, someone educated, [Fada] should have some logic, to know better than cling onto a plane.”

Mohammad has a different view. His son must have known the danger, he says, but believed the aircraft would never take off in that situation and that he would then have had a chance to negotiate a passage to the United States.

“We all have a sense of humanity, so [the pilots] knew better than to take off,” he said angrily. Instead, they “created an image that dehumanized the Afghan people.”

Fada’s cousin is still struggling to explain his loss.

“His time was over,” Basir has decided. “It was written in his destiny.”*

 

Entre el odio a los pilotos, que pronto crecerá hacia los occidentales y el destino escrito hay poco margen. Fada tiene nueve hermanos que crecerán en un Afganistán distinto, indudablemente con menos probabilidades que las que el joven caído tuvo. La pobreza y el odio son mala combinación allí donde se dan. Los islamistas son especialista en la manipulación del odio y del resentimiento. Es la forma en que manipulan para crear sus brazos ejecutores. Pronto alguien irá cada día a recordar al padre de Fada cómo murió su hijo, a manos de quién lo hizo y de la falta de "humanidad" de los occidentales, para quienes su falta de religión les impide actuar como deben. ¿Qué se puede esperare de ellos?

Da igual que se cumpla en su familia, lo harán en las de otros. Como ocurrió en zonas de Oriente medio abandonadas a sus suerte, la seducción se irá imponiendo para poder salir de la vida pobre, sin sentido y darle uno precisamente a través del sacrifico, de la inmolación. No es casual que los mecanismos de captación se dieran en personas sin demasiado futuro. La familia de Fada ha perdido sus esperanzas y ahora solo le queda el odio y recibir las condolencias. El primo Basir, en cambio, es fatalista. "Se le había terminado su tiempo", señala. Fue su destino; estaba escrito. Nada de lo que ocurre no lo está.

Pero ahora, al margen del destino, la historia de Fada Mohammad está también escrita, esta vez en las páginas reales y virtuales de The Washington Post. Sus lectores las verán como destino, como crueldad, como inoperancia, como caos, como desesperación. Cada uno sacará sus consecuencias sobre ese joven que cayó del cielo huyendo del infierno. Vivió, como el país, en una ilusión que la realidad ha puesto trágicamente en su sitio. Se le había terminado el tiempo.

 


*  Gerry Shih, Niha Masih y Dan Lamothe  "The story of an Afghan man who fell from the sky" The Washington Post 27/08/2021 https://www.washingtonpost.com/world/2021/08/26/story-an-afghan-man-who-fell-sky/

viernes, 27 de agosto de 2021

Futilidad

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


En estos días, con el fondo del caos afgano, hemos insistido en la rivalidad por la pureza islámica, es decir, por la existencia de grupos que consideran "débiles" o "traidores" a otros grupos reclamando el poder de dirección o control social. Ya tenemos sobre el papel los resultados, los cruentos atentados de ayer, como más de 60 muertos y más de cien heridos. De los fallecidos, trece son norteamericanos, lo que complica más las cosas a Joe Biden y a los propios Estados Unidos, además de condicionar las operaciones de todos los países.

Por caótica que fuera la situación, los talibanes han sido los más interesados en que los occidentales no tuvieran demasiados impedimentos para su propia salida, manteniendo la fecha del 31 de agosto como límite con "consecuencias", como ha repetido en diversas ocasiones. El límite es el fin del control del aeropuerto y se comprometían a la salida de vuelos civiles, algo que no era merecedor de mucha confianza por parte de las fuerzas militares. El objetivo es el control del aeropuerto, por un motivo obvio: el que lo controle decide quién sale y quién no. Mientras el aeropuerto lo controlen los Estados Unidos y demás fuerzas, serán ellos los que decidan. Cuando esté bajo control talibán, serán ellos quienes lo decidan. No hay que tener demasiada imaginación para entender lo que ocurrirá.



El atentado del aeropuerto nos muestra varias cosas. La primera es que los grupos rivales están ahí, activos. La segunda, que los talibanes, pese a su constante patrullar, no controlan lo que ocurre en Kabul, en su aeropuerto o en cualquier otra zona. Si hay zona controlada es el aeropuerto, con su doble cordón, el talibán y el norteamericano. El suicida ha conseguido salvar el primero y acercarse hasta el segundo, donde se ha hecho explotar.

En la CNN leemos el artículo de Stephen Collinson titulado "Kabul terrorist attack highlights Biden's Afghanistan dilemma":

 

America's longest war is ending as it began, with the nation mourning the dead of a terrorist attack and an outraged President vowing to hunt down the culprits in Afghanistan.

The bloody coda to a tortured 20 years -- the loss of 13 US troops and more than 60 Afghans in blasts outside Kabul's airport on Thursday -- exemplified the human tragedy and ultimate futility of a conflict that failed in its core purpose: purging Afghan soil of terrorism. In a cruel irony, the latest Americans to die perished in an attack conceived in the very same land as the al Qaeda assault on September 11, 2001, that triggered the war they were trying to leave.*

 


Hablar de "futilidad" tras veinte años de conflicto debería servir de algo, al menos para ver que ni el fondo ni las formas han funcionado, que un país no se transforma desde el exterior a menos que se den ciertas condiciones, que están todavía por dilucidar cuáles son y si son las mismas para todos. La transformación profunda de Japón se hizo sobre un país derrotado, pero que era el más avanzado de Asia en esos momentos, el que más había avanzado en el progreso económico e industrial. 

Japón era Japón antes y después de la ocupación y transformación cultural. Pero Afganistán no es Japón, con mucha claridad. Es uno de los países más pobres y corruptos, con una economía basada prácticamente en el opio; sin estructuras sólidas de estado ni algo que se le parezca, un lugar para que prospere el fanatismo antes que la educación. Incluso las elites está marcadas por su propia pertenencia a los grupos favorecidos y no ven más allá de los intereses de familia o clan. 

Evidentemente, las recetas (si es que son posibles) tienen que ser otras más allá de la contención por la ocupación, en un entorno también muy distinto e incontrolable de países que le rodean y en el marco de un enfrentamiento global con los movimientos de corte islamista, con flujos de capital que les llegan desde oscuros rincones del mundo donde tienen sus piadosos simpatizantes dispuestos a ganarse el cielo financiando grupos terroristas.



Joe Biden ha hecho lo que cuatro presidencias anteriores no han hecho. Pero no se ha preocupado de porqué no lo hicieron. Indudablemente, hay motivos. Cuando vemos las toneladas de armamento norteamericano que ha caído en manos de los talibanes, abandonado por el ejército afgano, empezamos a entender parte de los intereses. Por otro lado, no podía ignorarse el poder de los talibanes por muy lejos que estuvieran. La baza de la propaganda anti occidental (especialmente anti norteamericana), como hemos analizado en muchas ocasiones en estos años en el caso egipcio, es perfectamente compatible con ser financiados por los Estados Unidos, como allí ocurre. El ejército egipcio está pagado por los Estados Unidos, pero el pueblo es profundamente anti norteamericano, tanto por ser occidentales (infieles) como por ser los defensores de Israel. Todo esto es usado por islamistas y rusos para hacerse con la influencia social y las estrategias geopolíticas. Curiosamente el mayor grado de antiamericanismo se daba en Turquía, país de la OTAN y con aspiraciones (imposibles ya) a entrar en la Unión Europea. Los norteamericanos han financiado el ejército de Afganistán como financian generosamente el de Egipto. Esperemos que no haya que tomar partido en un futuro.



En su lúcido artículo, Stephen Collinson recuerda esa futilidad por la ironía que revela, tanto gasto y sufrimiento para acabar de nuevo en el principio y recuerda la similitud en la palabras de Bush cuando los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, y las que Joe Biden ha dicho ahora con los atentados en Kabul.

 

At a time of national tragedy, nations turn to their leaders. Biden, who spent much of the day in the White House Situation Room, emerged in the late afternoon for a televised speech. Torn between grief and resolve, he vowed vengeance. "We will not forgive. We will not forget. We will hunt you down and make you pay," the President told the terrorists in remarks that mostly seemed aimed at projecting strength to Americans at home.

"We will respond with force and precision at our time, at the place we choose, and the moment of our choosing," the President said. Biden's withdrawal marks the symbolic reversal of the US arrival in Afghanistan launched after 9/11 and the strategy of putting troops on the ground in foreign states to fight terrorism.

But ironically, his pledge of revenge mirrored one made by ex-President George W. Bush days after the world's worst terrorist attacks. "This conflict was begun on the timing and terms of others; it will end in a way and at an hour of our choosing," Bush said at a prayer service at Washington National Cathedral.*

 

¿Vuelve la Historia a repetirse? ¿Ha entrado en un bucle en el que un ataque lleva a otros y este a otro indefinidamente? ¿Cuándo llegará la venganza de la venganza? ¡Cuánta futilidad! ¡Cuánta ironía!



Frente a los países y estados, unidades estables y con responsabilidades nacionales internacionales, los grupos terroristas carecen de ellas y sus objetivos y justificaciones se mueven en diversos tipos de ambigüedades, alentados por el fanatismo. Son una mezcla de dogma y caos, donde existe a la vez disciplina y caos. Las estructuras de red los han convertido en autónomos y la existencia de los llamados "lobos solitarios" en absolutamente impredecibles. La estrategia estructural diseñada por Bin Laden funciona bien, genera el suficiente desorden como para producir un patrón teórico y una impredecibilidad práctica. El atentado cumple su función propagandística, provocadora y sangrienta, y, a la vez, es prácticamente imparable. Los norteamericanos sabían que se iba a producir un atentado, pero no saben quién o dónde.

Cuando un grupo terrorista quiere ir más allá del "terror" y convertirse en alternativa estable, una parte se escinde y sigue manteniendo la violencia como eje de actuación, acusando a los que han abandonado las armas de "traidores". Nos dicen que la variante del Estados Islámico de Afganistán es declarada enemiga de los talibanes. Los motivos los reseñados, cualquier movimiento de normalización talibán será respondida negativamente por los nuevos terroristas, que ven en ello una forma de congraciarse con los más radicales entre el pueblo y los grupos de otros países.



El gran cambio entre este terrorismo y los de corte nacionalista-independentista, es que forman redes extensas y deslocalizadas. No son nacionalistas, sino profundamente ideologizadas, en este caso, alrededor de la religión. Esto es esencial porque sus objetivos dejan de ser geográficos —por ejemplo, la descolonización— y pasan a ser "espirituales" (me resisto a llamarlos políticos), lo que los convierte en "no negociables", es un todo o nada. Si a esto le añadimos una percepción santificada del suicidio, en la que se es mejor tratado en la otra vida cuantos más enemigos te hayas llevado por delante, mucho me temo que la situación del pueblo afgano va a empeorar mucho más de lo pensado. Harán pasar a los talibanes por "moderados".

El atentado cambia bastante el panorama y, por lo que dicen, introduce una cuenta angustiosa de los días que restan para la salida ante el temor a otros ataques. Por lo pronto, ya tenemos noticias que los Estados Unidos está "compartiendo información" anti-terrorista con los talibanes, algo impensable hace 24 horas. Como ha explicado un jefe militar norteamericano, ahora tienen "objetivos comunes", evitar los atentados.



Una vez producido, es el momento de tratar de predecir en qué dirección se mueve el conjunto. Tratar de entender cuál es la lógica del atentado, qué se busca, puede resultar infructuoso o demasiado obvio. La intención de quien lo realiza no tiene por qué ser el resultado final. Es mejor intentar comprender el dibujo que esta piedra lanzada al agua del estanque producirá.

De la misma forma que el constante patrullar de los talibanes por las calles no significa "orden", parece que la retirada de las tropas y el abandono del aeropuerto no van a significar "paz" alguna, pese a lo que digan los talibanes si realmente no hay control sobre el país, por más que haya vigilancia. El aeropuerto de Kabul, además, es la forma perfecta de ofrecer un blanco concentrado para posibles atentados porque los que quieran irse, por definición, son los enemigos, a los que hay que castigar. Si las relaciones entre Occidente y los talibanes eran complicadas, la entrada en escena de un tercer grupo, los terroristas del Estado Islámico, puede tener efectos imprevisibles, incluso los de colaboración señalados. The Washington post habla hoy de encuentros de dirigentes talibanes  y de la dirección de la CIA. Toda la vigilancia montada durante años ha servido de poco y ahora hay que pasar los datos al enemigo porque ha surgido otro enemigo mayor.

"Futilidad" significa que todos tus esfuerzos se muestran como inútiles, que no han servido para nada de lo que pretendías. Muchos han comparado Afganistán con un castillo de naipes. Y así ha sido. Lo que parecía sólido a algunos, se ha mostrado de una pasmosa debilidad en su vertiginosa caída.

El artículo de Collinson se cierra con una frase: "(...) Thursday showed, presidents for all their power, are often hostage to horrific events beyond their control." Nada más cierto. Creer que controlas todo es malo. Nada es más peligroso que los errores debidos a la soberbia del poderoso. 



* Stephen Collinson "Kabul terrorist attack highlights Biden's Afghanistan dilemma" 27/08/2021 CNN https://edition.cnn.com/2021/08/27/politics/joe-biden-kabul-airport-terrorist-attack-afghanistan/index.html