sábado, 31 de octubre de 2020

El ladrón que gritaba "¡libertad!"

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Sabemos —y no siempre— cómo comienzan las cosas, pero difícilmente podemos adivinar cómo terminan, en dónde acaban. Empiezas protestando porque no te dejan tomarte tu cervecita a la hora que quieres, donde y con quien te apetece y acabas quemando contendores, lanzando piedras y aporreando coches de la Policía. Los incidentes de esta apertura del "puente de todos los Santos" está siendo movido y movilizado, a falta de salidas.

Toma la cuestión de la pandemia y los confinamientos, perimetrados o de cualquier otro tipo —semanales, diarios, festivos, sietemesinos— un cariz peligroso por muchas circunstancias, que se pueden definir como una forma de incertidumbre. Los incidentes graves en diversas ciudades de España —a imitación de algunas otras europeas y, peor, norteamericanas— parece confluir en las imágenes de destrucción y enfrentamiento, creando una versión inesperada e irónica de lo que algunos pretendían como "nueva normalidad", por la que están saliendo las viejas peleas políticas y conflictos callejeros. Mientras unos se pelean en los respectivos parlamentos y ruedas de prensa, la calle está siendo tomada por otro tipo de protestas, de los médicos enfadados con toda razón a los propietarios de la hostelería, del ocio nocturno y los violentos de la algarabía sin especificación horaria, aunque partidarios de la noche porque quedan los fuegos mas resultones.

Nos cuentan en La Vanguardia los enfrentamientos:

Sin aparente organización, a gritos y yendo de un lado a otro, un grupo heterogéneo de manifestantes entre los que resaltaban miembros de la extrema derecha, integrantes de los Boixos Nois, algunos trabajadores del sector de la noche que habían asistido a la manifestación y gente literalmente cabreada que cerveza en mano se sumó a lo que creían que era una fiesta sembraron el centro de caos.

Contenedores quemados, barricadas, piedras y adoquines volando, cualquier cosa se convirtió en proyectiles voladores contra unas fuerzas de seguridad desbordadas. Un responsable policial admitía que los informes previos sobre lo que podía suceder habían sido superados por los incidentes. No se calculó la presencia de grupos radicales de la extrema derecha que acabaron liderando los incidentes violentos.*

¡Mal cálculo a estas alturas de la película! No sé cómo analizan lo que puede ocurrir, pero desde luego deben incluir elementos que no se están introduciendo en los cálculos y previsiones.

Desde que empezó la batalla por la definición de los confinamientos, por su extensión y grado, por lo que sí y lo que no, por lo que según y cómo, etc. etc. era previsible que se canalizara el descontento hacia aquellos puntos de hartazgo con su sazonamiento radical, que está siempre a la que salta.

Desde que se escucha gritar "¡libertad, libertad!" en una manifestación que acaba de esta manera, hay que echarse a temblar porque ese "sin aparente organización" con el que comienza el párrafo del diario es sumamente engañoso. No estamos en tiempos de organización sino de "caos organizado", que es otra cosa. Se trata de arrastrar al que pasa, de concentraciones que van y vienen, de meterse entre los que protestan razonablemente y acabar en estallidos incontrolados, "adaptativos" a lo que hay y organizados como respuesta al orden de lo previsible que no se deja ver hasta que estalla. Y entonces es demasiado tarde. No hay "organización"; hay caos organizado, estallidos allí donde circunstancialmente se puede y a dónde se dirigen las fuerzas por las instrucciones de las redes. Es el método del viernes por la noche para encontrarse de fiesta en fiesta, pero en violento. Es el orden que aparece y desaparece para reaparecer más allá, donde no te lo esperas.

Han pecado de ingenuidad no previendo que se les colarían en manifestaciones previsiblemente más moderadas. ¿Ha llegado el momento "callejero", por llamarlo así? Está bien seleccionado pues se trata de medir la ira frustrada ante esa condena insufrible que es no poder salir por ahí un puente, cuando te las prometías muy felices.

Por su parte, el diario ABC señala la gravedad de lo ocurrido y explica:

El director de los Mossos d’Esquadra, Pere Ferrer, explicó que la policía trabaja con la tesis de que los grupos que protagonizaron los incidentes pertenecen a «la extrema derecha». En declaraciones a Rac1, Pere Ferrer explicó que se trata de grupos «con el perfil de extrema derecha» y en los próximos días analizarán lo ocurrido y a sus instigadores a partir de las identificaciones y del trabajo policial. Testigos presenciales aseguran que en los altercados también participaron personas vinculadas al ocio nocturno, uno de los sectores más golpeados por la crisis.**

Que yo sepa, no es imposible pertenecer al sector del "ocio nocturno" y ser de la "extrema derecha", pero allá cada uno con sus cálculos, aunque luego no les salgan las cuentas y se lleven sorpresas. Cuidado con la simplificación de las etiquetas porque la realidad suele ser más compleja.

Las imágenes nos muestran algo más que enfrentamientos; los medios resaltan y muestran el fenómeno de los saqueos, un modelo frecuente importando de las manifestaciones en ciudades norteamericanas. Las protestas se avivan por parte de los que están más interesados por lo que hay en tiendas y supermercados que por la ideología. Se suben a la tabla de la protesta y crean la violencia que les beneficia para cubrir sus objetivos en el caos creado. Una manifestación de este tipo es un fenómeno complejo, con múltiples capas, que estalla en un momento y en un punto preciso. No tiene que haber una gran organización, sino una adecuada copresencia de factores para que se produzca el revuelo que distrae. Son muchos los objetivos que se cubren, desde los políticos a hacerse con una bicicleta gratis tras el saqueo. Todos confluyen en un aquí y un ahora.

Lo ocurrido en Burgos es muy similar. ABC lo resume así:

Mientras tanto, en Burgos, más de un centenar de personas protagonizaron en la noche de este viernes también graves disturbios en el barrio de Gamonal, con violentos enfrentamientos con la Policía, lanzamiento de piedras y quema de contenedores. La concentración para protestar contra las medidas adoptadas por las autoridades para frenar el avance del Covid-19 acabó con enfrentamientos entre unos cuarenta manifestantes y agentes de la Unidad de Intervención (UIP) de la Policía Nacional.

La protesta no contaba con la autorización de la Subdelegación del Gobierno, y concentró a cerca de un millar de personas que, poco a poco, se fueron disolviendo, a excepción de unas decenas de radicales.

Los agentes realizaron varias cargas contra este grupo cuando quemaban contenedores y dañaban el mobiliario urbano. Durante la intervención de los agentes de la UIP, numerosos vecinos del barrio se asomaron a sus ventanas y balcones para aplaudir la actuación policial y rechazar la actitud de los manifestantes.** 

Los patrones son los mismos. Todos estos grupos se han formado en las mismas teorías y tienen los mismos entrenamientos, comparten una misma literatura instructiva, una misma visión caótica de la vida. Lo interesante es que el sentido del "caos" no es el mismo que habitualmente se le da de forma negativa. Para ellos el "caos" es positivo y es lo que hay que producir dando un empujoncito al frágil orden de lo cotidiano.


Si el resultado de esta pandemia va a ser el entrenamiento en la lucha callejera, hay que irse preparando y advertir a los verdaderos orígenes de las consecuencias que esto tiene para todos, incluida la imagen de España, esa que se dice querer proteger. Si a la etiqueta de "destino poco "seguro" le sumamos ahora la de "destino violento", como ya se hizo con campañas contra los turistas, por ejemplo, en Cataluña y Valencia en ocasiones anteriores, esto se pondrá peor.

La perspectiva del invierno es dura. Este tipo de acciones violentas no servirán de mucho. Los primeros que deben entenderlo son los sectores que consideran que para ellos resistir, los demás se deben arriesgar. Es así de claro. Se oye, de nuevo, hablar más de las terrazas y cafés que de problemas de más enjundia, como la enseñanza o la misma sanidad, que se manifiestan pidiendo ayudas y no desprotecciones. Los sanitarios se juegan la vida por los que se manifiestan para poder salir de noche; el sector educativo pidiendo ayudas para mejorar la enseñanza de nuestros hijos. Cualquier manifestación podría acaba mal, pero lo cierto es que solo algunas lo hacen. ¿Por qué unos sectores sí y otros no? Una pregunta interesante. ¿La responsabilidad? Claramente en quienes lo hace, pero con igual claridad de aquellos que las alientan como un conflicto de "libertades", un conflicto de competencias entre gobiernos, partidos e ideologías. No hay —o no debería haber tal— es vergonzoso que en el Parlamento español o en los autonómicos se escuche hablar, en el mismo plano que las broncas callejeras de "experimentos sociales", de "conspiraciones" y de un sinfín de estupideces que quieren reivindicarse más allá del despropósito.

Está claro que las medidas no van a modificarse por este tipo de violencia de la que se realimentan las protestas. Habrá que apuntar más arriba, sí, a los que calientan estas protestas que comienza pidiendo "libertad" y acaban robando bicicletas, quemando y agrediendo, una fea costumbre que se está normalizando, como la ocupación de casas, gracias a los teóricos de la justificación.  Los bonitos discursos sobre la libertad, parece que pierden mucho con la traducción a hechos callejeros. Lost in translation.

* "Noche de disturbios contra las restricciones en Barcelona" La Vanguardia 31/10/2020 https://www.lavanguardia.com/local/barcelona/20201031/4986805182/noche-disturbios-contra-restricciones-barcelona.html

** "Violentos disturbios en Barcelona y Burgos en protestas contra el estado de alarma" ABC 31/10/2020 https://www.abc.es/espana/abci-barcelona-y-burgos-llamas-protestas-contra-toque-queda-202010310030_noticia.html

viernes, 30 de octubre de 2020

Todos somos Francia

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


El atentado de ayer en Niza hace ver que lo que dijimos el día anterior sobre la espita que se estaba abriendo no iba desencaminado. De poco sirve que haya sido la Turquía de Erdogan de las primeras en condenar el atentado que ha dejado tres nuevas muertes cobardes. Es más bien la confirmación de su apresuramiento para no ser apuntada con el dedo por la virulencia de los ataques contra Francia y, en especial, los insultos a Macron, lanzados por el propio presidente turco, empeñado en tirar la piedra y esconder la mano, en apuntar contra la sociedad francesa y después intentar despegarse de los efectos de su hipócrita ira incendiaria. Erdogan, como otros dirigentes e instituciones del mundo islámico están jugando con fuego, con el fuego de la ira, llamando con cinismo a una violencia de la que luego pretenden deslindarse. Sin embargo, ese juego está ya demasiado manoseado; pero, pese a ello, les funciona.

De nuevo: ciertos dirigentes musulmanes están empeñados lanzar encendidas diatribas porque se juegan el liderazgo en una rivalidad por la influencia en la zona, por un lado; por otro, tratan de evitar ser señalados como débiles frente a una guerra contra occidente y sus valores. Con esta forma de liderazgo pretenden eludir las críticas que los islamistas les dirigen si no actúa, acusándolos de ser cómplices con el descreído occidente con el que, por otro lado, mantienen intercambios militares, comerciales, etc. Las condenas a Francia se han sucedido en todos los países musulmanes, no en "algunos", como repiten algunos medios y periodistas. Nadie ha querido quedarse atrás, contribuyendo todos a este clima de violencia que se genera en las bases callejeras, controladas por los grupos islamistas locales. Nadie les reprime y la presión llega a los palacios presidenciales en donde nadie quiere ser acusado de poco piadoso, el fundamento del liderazgo.

El retroceso hacia el integrismo tras la Primavera Árabe es un hecho. Los gobiernos compiten en una espiral conservadora, que se manifiesta claramente en las condenas, de Erdogan y al-Sisi a la Universidad de Al-Azhar. Cuando pocas horas después se produce la traducción de las airadas palabras a los sangrientos hechos, llegan las condenas y el tratar de separar el radicalismo verbal del factual. Pero, por mucho que lo intenten, la continuidad entre los palacios y la calle está asegurada por los imanes que llaman a la venganza, las fatuas contra Macron, Occidente, los cristianos, etc.

El atentado primero fue contra la escuela y lo que representa en Francia, como un eje de los valores de libertad republicanos; el segundo ha sido en el interior de un templo, centrándose esta vez en los valores religiosos. Se ha asesinado a un sacristán y a dos mujeres que asistían a la iglesia. Ha ocurrido mientras todavía se estaban quemando banderas francesas, retratos de Macron y se boicotean los productos franceses en los supermercados, de Egipto y Jordania a Indonesia y Arabia Saudí, pasando por los países del Magreb, agitados por los imanes radicales y los que no quieren dejar de parecerlo. El narcisismo de líder que congrega a los radicales le permite convertirse en brazo ejecutor divino, en vengador.

De la misma manera, los que atentan lo hacen alentados por las palabras y las imágenes de los que demandan venganza y un paso más en su "guerra santa mental", la que viven a través de los medios y redes sociales que crean su público radical porque de eso se vive muy bien y está cada vez mejor visto.

Llama la atención que los dos asesinos, el del profesor Samuel Paty y el de las tres víctimas de Niza, tengan en común dos características: la extremada juventud (18 y 21 años) y su poco tiempo en Francia. Tanto el checheno como el tunecino habían llegado a través de su situación como refugiados, regular el primero, irregular el segundo, desembarcado no hace mucho en Lampedusa.

Son dos elementos que no se deben perder de vista, juventud y poco tiempo de residencia occidental. El estudio de sus conexiones, tanto occidentales como en diversos países musulmanes son importantes. Del checheno se sabe que conecto telefónicamente con grupos en la zona de Siria bajo control turco. No hay mucha información sobre el tunecino, que habría llegado a Italia y de allí habría pasado a Italia. Túnez es el país con mejores resultados democráticos tras la Primavera, casi el único. Que el asesino confeso (está orgulloso de ello) sea tan joven, refugiado y haya llegado desde Túnez (un país tranquilo) a Lampedusa y de ahí a Francia para, en poco meses, radicalizarse cometiendo un tripe crimen en un atentado, es realmente preocupante y signo que hay que interpretar.

Los círculos del joven checheno eran claramente radicalizados, empezando por su familia, pese a que quedan muchos puntos oscuros en el asunto. Rápidamente se desveló una red de conexiones que iban de los chats de padres del colegio a puntos perdidos en Siria, pasando por imanes radicales en Francia. El caso del tunecino es más oscuro, por ahora.

Aunque las nacionalidades no sirven para comprender el fenómeno del integrismo, que es supranacional, religioso e ideológico, sí sirven para comprender las circunstancias de acoso que pueda haber en cada país. Hay países donde los que se exilian son demócratas y laicos y otros de los que se expulsa es a los radicales, que es lo que hizo Gadafi cuando se sintió amenazado, avisar a Occidente que dejaría de controlar su frontera. Es lo mismo que hace el turco Erdogan, amenazar con dejar de filtrar. Cuando los extremistas son incontrolables, lo fácil es exportarlos hacia el exterior. Crean un problema en Occidente, en el país al que llegan, y además hacen crecer el rechazo a los refugiados, que son identificados como peligrosos. De esta forma, se libran de los que les molestan, trasladan el problema a los países de acogida y crean un sentimiento anti islámico que les interesa mantener para vender que son líderes religiosos además de políticos, vendiendo liderazgo piadoso para mostrarse ante las bases agitadas por los islamistas radicales.

De esta forma, los perjudicados son los auténticos refugiados o exiliados, que ven crecer el sentimiento de rechazo alentados por populistas y la extrema derecha, que usa los atentados para soliviantar a sus propios electorados o comunidades en sus países. Con cada atentado, se hace crecer el sentimiento de rechazo, aumentando el drama que se vive en la zona, emparedados entre una violencia que les desplaza y otra violencia con la que son recibidos. Los gobiernos de la zona se deshacen de los peligrosos, trasladando a los países occidentales el peligro. Podemos quejarnos (y debemos hacerlo) de Erdogan, pero no es el único. No hay que engañarse.

En estos momentos, lo más importante es mostrar que "todos somos Francia", que no se puede ceder al chantaje ni del terrorismo ni de las hipócritas e interesadas reacciones de los gobiernos y autoridades religiosas, cuyo juego peligrosísimo está costando vidas. Comprender el sentido de este juego es esencial para no caer en reacciones que favorezcan esta estrategia. Para ello es esencial no solo la unidad europea, sino una mayor inteligencia en la comprensión del problema, un apoyo claro a los intelectuales laicos, que los hay, darles medios para que puedan hacer llegar sus ideas y que no se escuche solo a los radicales o a sus cómplices en el poder.


Hoy todos somos Francia porque sus valores son los nuestros y hay que ser firme en no consentir el chantaje, el miedo o la imposición del radicalismo retrógrado y fanático, oscurantista, que busca seguir sometiendo a pueblos empobrecidos por sus mandatarios, fanatizados por sus radicales que convierten la ignorancia en forma de control social, de seguir manteniendo el presente en el pasado, rechazando la modernización, el cambio histórico y pretendiendo, como los salafistas, reproducir como perfecto el mundo en el que vivió el profeta. El problema es que este cambio solo se puede producir desde dentro y las primeras cabezas que se cortan son las de los verdaderos reformistas, las de los que predican la libertad de conciencia o la democracia, los que hablan de convivencia, tolerancia y de abrir la sociedad al mundo para lograr una modernidad que se teme porque saben que con su llegada se acabarán muchos privilegios.

Estamos con Francia y estamos con los que se juegan la vida en muchos países por intentar convertirlos en sociedades abiertas y requieren de apoyo, entre otras cosas, porque comparten valores de libertad. Basta de apoyar tiranos en nombre de los negocios, de transigir con autócratas cuya única respuesta será siempre la manipulación del odio para seguir en el poder. 

Somos europeos, somos el profesor Samuel Paty enseñando libertad de expresión, somos —creyentes o laicos— el sacristán de Niza y las dos fieles asesinados todos por el fanatismo y la ignorancia. Que nos nos empujen ni al radicalismo ni a la ignorancia porque dejaríamos de ser igualmente quienes queremos ser, europeos, con valores solidarios y liberales, democráticos y con una cultura de tolerancia. Por eso hay rechazar este fanatismo y pedir respuestas claras y directas, firmes. Somos Francia. Que nos nos arrastren ni al integrismo, al miedo o a la intolerancia. Reafirmemos nuestros valores positivos.

jueves, 29 de octubre de 2020

El ocio como materia prima y el COVID19

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Debo confesar mi continua perplejidad (¡y más allá!) ante los términos en los que se debate en este país. Intento encontrarle un sentido que no sea un sinsentido, que suele ser el callejón poco iluminado al que llegó y del que salgo con desánimo. Y así, día tras día.

Me sigue dejando perplejo la naturalidad —y el encono— con lo que se discute en la pandemia centrándolo en términos como "puentes", "veranos", "campaña de navidad", "temporada veraniega", "qué pasa con el puente de Todos los Santos", "el puente de la Constitución", "el finde" (de semana, año o de lo que sea), etc. etc. Me vienen siempre recuerdos de esas lecciones de vida que uno recibe en el transporte público, auténtico test en vena de la realidad.

Dos recuerdos: el primero de ello fue la escucha de dos compañeros que se encuentran a finales de septiembre, primer día camino de clase, y se preguntan con naturalidad dónde van "a pasar el finde". Por supuesto se trataba del "fin de año". Tarde en reaccionar, en comprender que, efectivamente, su horizonte era el navideño, siguiente escala vital, parada en su trayecto, que —como en los viajes— te despiertas, preguntas cuanto falta para la siguiente parada y continúas con la cabezadita.

El segundo recuerdo es mucho más frecuente, las conversaciones de los lunes, las que se cuentan que han hecho el fin de semana pasado y se preguntan por el siguiente.

La vida española (al menos la de muchos) es como el Juego de la Oca: "de fiesta en fiesta y tiro porque me toca", no rima, pero es claro. Por algún motivo, nosotros no contamos la vida según lo que hacemos sino cuánto nos falta para dejar de hacerlo, por un lado. Pero por otro, se tiene la sensación del bocadillo invertido, es decir, un trozo de pan entre dos lonchas de jamón. Las lonchas, por supuesto, son las fiestas y lo que hay en medio, en este caso, es el pan laboral, el pan de los estudios.

Hemos encontrado el extraño punto en el que el "ocio" se ha vuelto más importante que el "negocio" o, más realísticamente, hemos transformado el ocio en el verdadero negocio. En unos días somos fuerza laboral, y en otros pocos materia prima. Nos exprimen en el trabajo primero y lo que obtenemos sirve para ser exprimidos de nuevo. Ya no sabemos divertirnos, descansar, dedicarnos algún proyecto personal, etc. que no conlleve gasto y, por lo tanto, sea la forma de vida de otros, que vivirán de nuestro ocio. El asocial, el apátrida, el traidor, etc. es el que se sienta a leer un libro en el banco de un parque un tarde soleada de primavera. Si el libro, además, lo ha sacado de la biblioteca ¡peor!, lo heredó de su abuelo, eso le convierte en un peligro público. ¡Menos paseo y más consumir!

Aunque lo llevemos al absurdo, la realidad causa cierto sonrojo. No digo que no pase en otros sitios, pero la elevación a drama griego, ¡qué digo "griego"!, "cósmico" de nuestros días sin terrazas, sin cafelito de media mañana, de después de comer o cuando sea, no consigue motivarme lo más mínimo y, más bien me deprime.

Solo se discute del ocio. Solo se habla de fiestas, de "domingos y días de guardar", como se decía antes. ¿Somos conscientes del tipo de país que somos realmente? Puede que sea una distorsión mediática, que se empeñaba en mostrarnos el drama de una barra sin clientes, como si hubiéramos dejado solo a Sinatra con su vaso pequeño y botella medio vacía cantando "One more for the road" o a June Christy sin nadie a quien cantarle "Something Cool", canciones de dramas solitarios que acaban en sórdidos bares nocturnos.

El problema aquí, claro no es el de la "sordidez" ni el de la "soledad", como esas viejas canciones repletas de tópicos. Nuestro problema es que no solo son sórdidos, sino que los hemos convertidos en Lourdes, en Fátima, en lugares de peregrinación y ganancia de indulgencias para la otra vida, que deja de tener alicientes. ¡Se imaginan una eternidad sin "puentes" sin "findes", sin vacaciones en la playa ni ofertas de viaje y hotel! ¡Me quedo en el infierno!

Soy sociable como el que más y echo de menos a amigos y compañeros. Pero la trampa de la sociabilidad mediterránea no me impide diferenciar entre el trabajo y el ocio. Hemos llegado a ser potencia industrial y nos hemos ido quedando en el orgullo del turismo, que supone en vez de mirar al cielo para que llueva, como cuando éramos un país de agricultores, a mirar al cielo para que no llueva y al pronóstico del tiempo de cuatro días de anticipación para poder planificar nuestros viajecitos de ida y vuelta, nuestro voy a la costa, me tomo unas gambas, unas copas por la noche y vuelvo.

El turismo y todo lo que gira a su alrededor nos ha desequilibrado. En algún momento lo comparé en la crisis anterior con lo que los economistas llaman el "mal holandés", fenómeno que se produce cuando tienes demasiado de algo y esto hace que desaparezca la sana diversidad de la economía.

Nuestro problema es que vivimos contando los días entre festivos, para planificar una vida que nos parece normal, pero que es estimulada desde las autoridades y las patronales, desde los medios para mantener este desequilibrado modelo económico en marcha.

El drama de los bares es lamentable por las personas. Pero no escucho a nadie quejarse por el drama de las librerías, por ejemplo, que reflejan una pérdida cultural o de fábricas que cerraron en estos años de desindustrialización y ascenso de los servicios. En España tenemos un bar por cada 170 personas, creo haber leído. Para que eso funcione tenemos que estar pegados a una barra, atados a una mesa, caña tras caña, café tras café. Le llaman "cultura de bar" y se dignifica mediante nuestro sentido de la amistad o la forma de vida mediterránea. Pero es lo que es.

Me apenan los ingenieros, científicos, médicos, industriales, profesionales de muchos tipos, que han tenido que irse de España a países con otros modelos económicos disfrazados de culturales y convertidos en destinos. No han tenido tanto eco sus dramas migratorios a países donde se valore su trabajo y función. Nuestro modelo, por el contrario, es de empleo precario y estacional, donde te contratan cuando es temporada y te despiden cuando llega el otoño hasta navidades y así sucesivamente. Son sectores precarios, mal pagados, al que abocamos a nuestra juventud ya sea como clientes o como oferta de trabajo. Este modelo es perverso y crea una condena.

Las fuerzas que están detrás de este modelo luchan para evitar que se les escape. Los pueblos ya no piensan en qué fábrica sería interesante para crear puestos de trabajo, sino que piensan en crear una "buena fiesta" que, como la "tomatina" salte a las pantallas del mundo y les atraiga turista a lanzarse tomates. Un invento para atraer dinero al pueblo. Ingenioso, sí, pero también una maldición de cara al futuro porque elimina otras posibilidades. Aquí comentamos no hace mucho el caso de la ciudad española que había instalado unas esculturas chocantes, vamos a decirlo así, apara atraer turistas que se hicieran selfies en ellas. No se trata de fomentar el arte o la cultura, solo de crear un escenario llamativo para hacerse selfies y, de paso, tomarse unos cafés, unas cañas, unos montaditos o lo que toque. Pero los demás pueblos montan también sus extravagancias, sus "tomatinas", crean sus "pimientinas" sus "boniatinas" o lo que tengan para tratar de conseguir el éxito acumulativo, la llegada, más esperada que la de los extraterrestres, en los que también habría que ir pensando por si acaso es buen negocio, gastronomía para extraterrestres, visitas guiadas por nuestros monumentos.

Lamento el drama de bares y hoteles, de restaurantes y terrazas. Pero esa lamentación es más amplia por este folclórico destinos que nos atrapa por nuestra falta de miras, aspiraciones o sentido del equilibrio en el desarrollo. Somos la economía que más padece los estragos de la pandemia. No nos hemos cuestionado porqué. Y deberíamos hacerlo porque en cada crisis ocurre igual. Tenemos el récord de estragos, las cifras más altas de paro en Europa; somos los que menos invertimos en sectores como sanidad, investigación, educación... ¿Y nos extraña lo que nos ocurre?

El descenso de sueldos, de estándares de calidad en muchos sectores, el aumento de la precariedad, la tardanza angustiosa de la estabilidad, etc. obedecen a este modelo aparentemente amable y divertido, ¿a quién no le gusta un rato de charla y risas hasta altas horas de la madrugada? La pandemia ha dejado al descubierto la fragilidad y la peligrosidad de este modelo.

Los políticos irresponsables que interpretan el país en términos de puentes, desplazamientos, ocupación hotelera, etc. debería mejor en dedicar sus hipotéticos esfuerzos en proponer cambios de modelo económico para que nuestra dependencia exterior, nuestra debilidad, fuera menor. No se quedaran vacíos muchos espacios de España no turística que trata de atraer turistas en vez de fomentar proyecto, modernizar el campo y la agricultura, acoger sectores industriales limpios, digitalizarse, etc., que son la vías de empleo estable y no dependiente. El turismo es inexportable, viene o no viene. Queda muy bonito eso de "ser una potencia turística", pero ahora comprendemos que es el ídolo de barro y que más dura será la caída, por hacer referencia a dos títulos cinematográficos relacionados con el boxeo. Hemos caído, sí, en picado. Y lo malo es que queremos seguir haciendo lo mismo en vez de cambiar nuestro futuro de forma previsora, diversificando sectores, invirtiendo en modelos mixtos y no dependientes totales del turismo.

Me gustaría que aparecieran más artículos hablando de un futuro posible y distinto y menos cantos quejumbrosos por un modelo que, con pandemia o sin ella, está cambiando en origen, como habremos visto ya si queremos hacerlo. Sentados y quejándonos no se construye futuro, solo se repite el pasado. Menos quejas y más propuestas, más alternativas. Los males de este modelo los padecemos en la sociedad española hace mucho tiempo. El problema, claro está, no son las actividades en sí, sino la falta de alternativas y las carencias que esto supone. Ojalá todo pase pronto (que no creo, pero deseo), pero también que, además de pasar, permita el desarrollo económico y tecnológico, la inversión en otros sectores de futuro. Hay que evitar que recibamos turistas mientras otros muchos españoles están obligados a salir del país a buscar mejores trabajos, un situación a la que nadie alude. Son los contra turistas, los que salen del país por falta de oferta, de reconocimiento y de estabilidad. Hemos llenado los países más avanzados de médicos, científicos, investigadores, etc. Nadie se lamenta por ellos. Pero necesitamos médicos y personal sanitario, científicos, ingenieros, etc. Desgraciadamente la "epidemia" que les echó fuera de su país es mucho más antigua que esta del COVID-19 y sin vacuna. 

Ahora se nos dice que todo es seguro. Pero si lo es, ¿de donde salen los contagios? La reivindicación de algunos del "derecho a contagiarse" es un paso más en este despropósito en el que vivimos y la distorsión que nos produce. Son tiempos duros, pero lo son doblemente por nuestro modelo y las exigencias que plantea. Lamento las crisis, pero sin resolver el mal de fondo es complicado. Este país ha desmantelado sectores industriales y agrícolas enteros en nombre del futuro. Al final, a esas dramáticas transformaciones no se les dio más futuro que el turismo, que inventarse una fiesta, llenarse de bares y crear muchos puentes para desplazarnos. Sobre eso se ha creado una poderos industria y una parte importante de nuestra economía. También una poderosa resistencia. El futuro de las próximas generaciones no puede estar en elegir de qué lado de la barra del bar se sitúan. hay vida más allá del ocio, de la noche, de las vacaciones, de los puentes y de otras enormes tragedias que lamentamos.

Volviendo al principio, me da vergüenza que sea qué se va a hacer el próximo puente lo que debatan nuestros políticos y empresarios. Pero es muy revelador.

 

miércoles, 28 de octubre de 2020

El boicot a Francia

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


En el mar de ataques contra Macron y Francia que se está produciendo, en continuidad con lo expresado ayer en estas mismas páginas, el artículo publicado en Egyptian Streets, la publicación digital independiente egipcia, es una rara avis. No es fácil sustraerse al ambiente en países en donde se controlan las acciones ajenas y la coacción llega a ser parte de la vida. La gran mayoría de musulmanes rechazan el radicalismo religioso y la violencia, pero el problema se plantea en el terreno de la visibilidad y ahí los que ganan son los que más gritan.

No vamos a insistir en los razonamientos de ayer sobre la búsqueda de protagonismo de Erdogan y el fuerte incremento de las protestas en los países más vinculados con Turquía y lo que en La Vanguardia ya se llama el "islam político", un término bajo el que se ocultan los Hermanos Musulmanes, cuya base natural egipcia —su país de origen en los años 20— es innegable tanto en el país como en el exilio en países como Qatar, otro país partidario del boicot a Francia a través de sus productos.

En el diario egipcio, con el titular "Boycotting French Brands in Egypt is Stupid" y sin firma personal, solo con "Egyptian Streets" al frente, se analizan las razones contraproducentes del extendido boicot contra las marcas y empresas francesas que operan o venden en Francia. La "estupidez" se fundamenta en tres razones. La primera es de orden económico: boicoteando las marcas y empresas francesas se daña a la economía egipcia. Se analiza en este apartado el papel importante en empleo e inversiones de las empresas como Carrefour, Danone, etc. que tienen en Egipto inversiones millonarias y el daño a la economía y al empleo egipcio.

La "razón económica" no importa a los radicales, puesto que sus razones no lo son, al menos en superficie. Cuando Morsi llegó al poder de Egipto, pronto se produjo una "reorientación" de sectores económicos hacia empresas turcas, que se vieron favorecidas por "conexión ideológica" de los Hermanos en ambos países. No todo es "religioso" en esa oscura organización con lazo por todo el mundo. Son promotores de la llamada "economía islámica" que antepone el beneficio entre "hermanos" a favorecer a terceros, de la misma forma en que busca eliminar sectores de inversión al decretar que el dinero del buen musulmán debe estar claro en sectores que no estén "prohibidos" por la religión. De esta forma, los "bancos islámicos" captan el dinero de los piadosos, que pueden irse a la cama con la tranquilidad de que su banco vela por su inversión en el paraíso y no lo hace en sectores pecaminosos. Uno de los grandes errores de David Cameron fue intentar captar para la City este tipo de negocios, como tuvimos ocasión de tratar aquí en su momento. El mundo radical no es tan simple como se nos quiere hacer ver en ocasiones. Hay muchos negocios por detrás.

La segunda de las razones para la estupidez, señala la publicación es que es "un objetivo equivocado". El boicot va contra las empresas y productos, que son del ámbito privado. El argumento señala que las declaraciones han sido de Macron y no de las empresas privadas. No creo que funcione muy bien este argumento, pues un boicot de este tipo tiende a las grandes unidades, por un lado, como "Francia" u "Occidente", mientras que por otro necesita de rostros personales, como "Macron" o incluso empresas y productos, como la lista negra que hacen circular.

El negocio de la agitación no tiene una lógica consistente, sino que juega con las incongruencias. Pedir "lógica" a algo que busca lo contrario, la reacción pasional es pedir demasiado. No se buscan "razones", sino "objetivos". La ira se debe canalizar una vez que se provoca. Como señalábamos ayer, no solo se dirige contra "Francia", sino que aprovecha esa energía negativa para atacar muchos otros objetivos basándose en la ofuscación que provoca. No es la primera vez que ocurre que pagan justos por pecadores; por el contrario, suele ser la norma: si no puedo atentar contra Macron, que me pilla lejos, mato turistas, hago saltar por los aires locales de empresas o quemo productos franceses o de cualquier otro sitio en plena calle. La ira solo se transforma en algún tipo de violencia real o simbólica. El asesinato de Samuel Paty es, por el contrario, una forma precisa y con una víctima concreta, hasta el método tiene su carácter propio. En la mente del asesino era un acto de justicia, hasta en su forma ritual. Ahora toca la violencia expandida, simbólica y real, el boicot, la manifestación o nuevos atentados.

En este sentido, coincidente con lo que expresábamos ayer, el tercer motivo es el aumento del radicalismo y de la consiguiente islamofobia. El final del texto es sumamente claro: 

In a country like Egypt, where the Egyptian President has called on religious authorities to “purge religious discourse of extremism” and for a “religious revolution”, promoting the entirety of France as an enemy of Islam and French products and French people as naturally complicit is highly dangerous and fuels radicalisation.

On a number of social media posts by Egyptian media outlets, dozens of Facebook users have commented in support of Paty’s murderer, with some calling him a “martyr”. Others have likened Macron to the Devil.

These reactions not only promote radicalism, but also fuel Islamophobia: Islamophobes are able to point to these calls of boycott, to messages condemning Paty’s choice to show cartoons and say “see, we are right!”.

So what is the solution? That’s a complicated question and the answer will be even more complicated. But a solution will only start to crystallize when greater recognition is given to the real sources of tension. Simply boycotting France, as opposed to engaging and connecting with the French to tackle the issue of Islamophobia means no one wins.* 

La descripción de la situación es clara. Esto produce una espiral. Podría añadirse al primer párrafo, que las llamadas del presidente a la "renovación del discurso del islam", que periódicamente solicita al-Sisi a las instituciones religiosas, es desoído y en ocasiones se han creado fuertes tensiones entre las fuerzas recogidas en el ministerio de Dotaciones Religiosas, que controla las mezquitas oficiales y sus discursos de los viernes, y la Universidad de Al-Azhar, el centro teológico y fuerza doctrinal, que por ejemplo, condenó expresamente las caricaturas poco antes del asesinato de Samuel Paty. Precisamente, la clase de libertad de expresión que Paty ofreció se produce en el contexto de los juicios contra los autores de los crímenes contra la redacción de Charlie Hebdo, la revista satírica que publicó las caricaturas. Por ello, la fuerza de las condenas es anterior, reconociendo —como se señala en el texto— la figura del asesino como un "mártir" que ha reaccionado ante las denuncias de las instituciones religiosas y las fatuas condenatorias expresas contra el profesor, un hecho que trasciende el colegio gracias a las quejas de algunos padres de alumnos en el centro, que lo sacan a la luz  a través de chats y por sus círculos, llegando a oídos de grupos radicales que apuntan a la cabeza del profesor y hacen una difusión más amplia. Todo es, en el fondo, un llamado a que aparezca la mano vengadora, cuestión de tiempo. Finalmente, el asesino aparece, alguien radicalizado que ve el crimen como puerta al martirio, la prueba suprema.

En relación con esta cuestión leemos en La Vanguardia sobre la reacción de Arabia saudí:

Arabia Saudí se ha unido este martes con prudencia a la condena “de las caricaturas ofensivas del Profeta Mahoma o de cualquier otro profeta”, según un comunicado del Ministerio de Exteriores. Sin embargo, Riad mira a otra parte mientras algunos mandatarios musulmanes, como el turco Recep Tayyip Erdogan, llaman a boicotear los productos franceses.

Desde la tierra natal de Mahoma se rechaza también “todo acto terrorista, independientemente de su autor”, dice la nota, en alusión al reciente degollamiento del profesor de instituto francés Samuel Paty, por parte de un joven checheno fanatizado. Este, según la policía francesa, estaba en contacto con Idlib, el último reducto yihadista de Siria, bajo tutela turca.

Riad también pide “el fin de toda las prácticas y acciones que generen odio, violencia y extremismo”. Y aunque hay llamamientos en las redes saudíes al boicot de las marcas francesas, este no se han concretado en sus supermercados, a diferencia de lo que ha ocurrido puntualmente en otros países como Kuwait o Jordania, donde se han cubierto o retirado expositores.** 

Me llama la atención la forma del titular del artículo: "Arabia Saudí condena con prudencia las caricaturas de Mahoma". ¿Qué es una "condena prudente" en este contexto? Desde luego no es "prudente" en términos internos, la agitación social, sino quizá en términos exteriores, de cara a la situación internacional y a sus compromisos. Una vez más hay que diferenciar entre los mensajes que se mandan fuera y la forma en que se interpreta en clave interior. Como explicamos ayer, los gobiernos de los países árabes musulmanes no quieren hipotecar su autoridad exterior no jugarse sus relaciones exteriores, máxime cuando son los radicales los que les ponen en esta tesitura. La diferencia entre los exabruptos de Erdogan contra Macron le hacen ganar puntos ante sus radicales y los de otros países, lo que trata de hacer el gobierno saudí es no perderlos, que nadie pueda acusarlos (como harán) de ser indiferentes ante los "ataques e insultos" al profeta.

Como bien se señala en Egyptian Streets, lo que se trata es de establecer una espiral de "violencia, reacción condenatoria, nueva violencia". Los radicales necesitan de la islamofobia, para expresarlo con claridad, para poder justificar su discurso y erosionar la autoridad de muchos gobiernos que consideran "cómplices de Occidente", corruptos y poco islámicos. Erdogan lo sabe y promueve este tipo de reacciones, algo que ya ha sido condenado expresamente por las autoridades comunitarias que tendrán que frenarle con sanciones y plantándole cara en los múltiples desafíos que plantea, de Chipre a Libia, de Armenia a los kurdos.  

Ahram Online, el diario estatal egipcio, publica información de Reuters reproduciendo las palabras de uno de los líderes musulmanes franceses que rompen una lanza por la tolerancia sabedores que serán ellos los que paguen las consecuencias. La ley francesa permite la publicación de las caricaturas, señala, te gusten o no:

The head of the French Council for the Muslim Faith, Mohammed Moussaoui, reminded worshippers that such caricatures were allowed under French law.

"This same law doesn't force anyone to like them nor does it forbid anybody from hating them," he said in a statement.

Moussaoui suggested Muslims should follow the example of the Prophet Mohammad, who, according to Islamic tradition, simply ignored insults when a crowd once poked fun of him by calling him "Mudammam" - the ugly.

"Isn't it more in line with the prophet's example to ignore these caricatures and consider them as having no relation whatsoever with our prophet?," he said.*** 

La clave está precisamente en la tolerancia o, si se prefiere, en la indiferencia del hecho en sí. Pero difícilmente se va a aceptar la "tolerancia" francesa, cuando se condena la propia. Por eso el único camino es el de la democracia que reconozca el derecho de las personas a vivir dentro o fuera de una fe, algo que está en retroceso porque se esgrime precisamente el pensamiento único, la vida única, dentro de regímenes que se vuelven cada vez más controladores, un proceso que comenzó su radicalización tras la revolución iraní, como una reacción, y que se agudizó tras la Primavera árabe. Lo más reaccionario pasó al frente compitiendo en radicalidad. 

La reforma está en la forma de ver a los otros y a uno mismo. Es de nuevo una espiral, cuanto más intransigente se vuelve una sociedad, más intolerante se vuelve hacia los demás, a los que niega el derecho que ella misma no tiene. Una vez más, apoyar regímenes totalitario, teocráticos, dogmáticos o como se prefiera llamar, no trae más que conflictos presentes y futuros. Una espiral sin fin.

Francia no va a dejar de ser Francia y no debe dejar de serlo. Las pretensiones exteriores de países con bajos o nulos márgenes de libertad, como Arabia Saudí, o en retroceso veloz, como Turquía no van a ser atendidas. Como señalan, no debe haber "oscuridad" en el "país de las luces". La

* "Boycotting French Brands in Egypt is Stupid" Egyptian Streets 27/10/2020 https://egyptianstreets.com/2020/10/27/boycotting-french-brands-in-egypt-is-stupid/

* Jordi Joan Baños "Arabia Saudí condena con prudencia las caricaturas de Mahoma" La Vanguardia 27/10/2020 https://www.lavanguardia.com/internacional/20201027/4947736440/arabia-saudi-erdogan-boicot-francia-caricaturas-mahoma.html

*** "French Muslim leader says Muslims should ignore controversial cartoons" Ahram Online / Reuters 27/10/2020 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/2/9/389336/World/International/French-Muslim-leader-says-Muslims-should-ignore-co.aspx



martes, 27 de octubre de 2020

La perplejidad francesa

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


La defensa de Macron de las libertades de la República Francesa ha tenido una respuesta poco saludable desde muchos rincones del mundo islámico, que no ha condenado —de forma también poco saludable para su propia imagen exterior— de forma lo suficientemente contundente el atentado criminal contra el profesor Samuel Paty, decapitado de forma bárbara en plena calle por un joven terrorista camino del paraíso, bien alentado por su familia, círculos de indignados por su labor dentro y fuera del colegio, la venta de información de alumnos, la condena de Al-Azhar, de algunas autoridades y alguna que otra fatua. Tras todos estos alientos indignados, el asesino es la punta del iceberg, el punto en el que confluyen todas esas fuerzas, y parte de un siniestro e hipócrita juego por parte de los gobiernos de algunos países cuyo doble lenguaje hemos comentado aquí en muchas ocasiones.

El corresponsal en París de La Vanguardia, Eusebio Val, manifiesta el asombro francés ante esta extraña forma de condolencia manifestada en la calle de algunos países y por sus dirigentes: 

En Francia hay una mezcla de inquietud, perplejidad e indignación por una situación que se percibe como el mundo al revés. Ven una corrupción de los argumentos, una manipulación obscena de la realidad, con el riesgo de alentar el terrorismo. Hace pocos días el país sufría un atentado brutal, de fuerte simbolismo –la decapitación de un maestro al salir de su escuela, cerca de París–, una declaración de guerra a lo que Francia encarna, a la libertad de pensamiento, a la herencia de la Ilustración. Un yihadista checheno lo asesinó por haber mostrado caricaturas de Mahoma en una clase dedicada a la libertad de expresión.

En vez de encontrar solidaridad, Francia es castigada con groseras descalificaciones a su jefe de Estado y llamamientos a no comprar sus productos. En las redes sociales se denigra con montajes fotográficos ofensivos a Macron y a su esposa Brigitte. Son métodos de países en guerra y de regímenes totalitarios.

Ya se sospechaba la larga mano de Erdogan en el boicot comercial, pero ayer se despejó cualquier duda. El propio líder turco, en un discurso, se sumaba a la acción punitiva. Además de Turquía, las represalias contra París se dan en Qatar, Kuwait, Jordania y Libia. Ha habido manifestaciones en Gaza, Trípoli y Tel Aviv. En el caso de Qatar, la contradicción es evidente. El rico emirato gasístico es un gran comprador de armamento francés, incluido el cazabombardero Rafale, pero ahora se retiran de sus estanterías los quesos y cosméticos galos.* 

La hipocresía se percibe claramente en ese párrafo final relativo a las compras de armamentos por gobiernos que no les hacen ascos a todo aquello que les interesa mientras que alientan por debajo la irritación popular, que esa agitada por todo tipo de predicadores, grupos islamistas y demás. Hemos señalado aquí en múltiples ocasiones el juego del doble lenguaje de las sonrisas gubernamentales mientras que se alienta en la base un sentimiento anti occidental, en este caso anti francés. Es la forma que tienen esas élites enriquecidas y corruptas de mantenerse en el poder, negocios oscuros y agitación popular. De esta forma se enriquecen en los negocios y se aseguran el armamento que les mantiene en el poder mientras que se muestran ante sus pueblos como defensores de la fe frente a la corrupción occidental, cuna del ateísmo, el feminismo y visiones perversas y antinaturales del poder.

La perplejidad francesa es que acaban siendo ellos los condenados por el triple hecho de haber publicado las caricaturas, haberlas exhibido en una clase de libertad de expresión y finalmente por haber condenado el extremismo islamista. Los dos primeros hechos son condenables como blasfemias, algo por lo que en muchos de estos países puedes tener pena de muerte si no se anticipa algún piadoso ciudadano; y el tercero es condenado de forma contradictoria como "islamofobia", con lo que se da la vuelta a la tortilla y aquí no ha pasado nada.

Es siempre el mismo juego. El problema es que en un mundo global ya no basta con tener aislado a tu pueblo para tenerlo controlado y sumiso. Hoy, el crecimiento de los grupos radicales se basa en la agitación antioccidental que los gobiernos ven con preocupación pues saben que es la única vía de enganche hacia la sublevación. El fracaso de la Primavera Árabe, como hoy se proclama, sirvió a muchos gobiernos a entender con qué facilidad se puede levantar la gente. El problema de un movimiento no religioso, como fue la Primavera, es que carece de organización como para ir más allá de la sacrificada algarada. Pero tras estas protestas sí hay organización, la única posible en unos países en los que se ha hecho el vacío entre un poder autoritario y unos grupos sociales autoritarios lanzados en dos direcciones: contra Occidente y contra sus poderosos dirigentes. El liderazgo islámico se basa en el cumplimiento de las leyes islámicas, como muy bien repite la funcionarial institución de Al-Azhar y demás instituciones que convencen a la aceptación de la obediencia mientras el poder favorezca los mandatos coránicos.

Pero hay más luchas en Oriente Medio, aunque todas pasen por el mismo punto. Me refiero a la figura de Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, cuya guerra, una vez asentado el poder en Turquía mediante el desmantelamiento, persecución y encarcelamiento de cualquier oposición. Sabedor de la creciente debilidad de Occidente en los países de la zona por el vacío dejado por los Estados Unidos, aunque Trump no se haya enterado, Erdogan busca afianzarse como un líder global de la zona, amparándose en la debilidad de unos y la organización fuerte de otros. Me refiero al crecimiento en la sombra de los Hermanos Musulmanes, muchos de cuyos dirigentes se encuentran en Turquía, desde donde mantienen sus lazos ramificados por la zona.

El artículo en La Vanguardia se cierra con una mención expresa: 

El diario conservador Le Figaro publicó un editorial muy duro contra Erdogan, a quien llamó “hermano musulmán” –como la cofradía islamista– y comparó su “política del insulto” con la de Hitler. Según el rotativo, el presidente turco pretende “movilizar a los islamistas de todo pelaje contra Francia” porque ha sido el país que más ha criticado las injerencias turcas en Siria, Libia, Nagorno-Karabaj y el Mediterráneo oriental. Le Figaro advertía que el insulto es algo a tomar muy en serio porque, “para los islamistas, suele ser una invitación a matar”.* 

El boicot a los productos franceses y los insultos a Macron por parte de Erdogan forman parte de esa "estrategia del prestigio" islámico que Erdogan ha estado practicando con sus enfrentamientos con Europa, especialmente con Alemania —Merkel le paró los pies— y ahora con Francia. Pero todo obedece al mismo principio. Una vez que Europa frustró las esperanzas de Turquía de entrar en la Unión, Erdogan se quitó la careta de líder autoritario y faltón, que es concepto de liderazgo que funciona con las bases.

La desaparición del Estado Islámico deja abierto el espacio terrorista a grupos en la sombra (que agitan) y exaltados que ejecutan, pero el objetivo es el mismo, mantener abierta una guerra contra aquellos que consideran una influencia irrefrenable por efecto de la globalización de las comunicaciones, que abre las sociedades y obliga a la contra información.

Los casos como el de las "caricaturas" son utilizados para mantener viva la política agresiva y restrictiva. Así Occidente no se identifica con libertades y democracia, sino con la blasfemia, la islamofobia, la destrucción de las familias, etc., que es la campaña que se mantiene constante. Hoy, en Oriente Medio, es normal pensar, gracias a los artículos de prensa, las redes sociales o las declaraciones de sus dirigentes, que la Primavera Árabe fue un movimiento "occidental" para destruir el islam, que sus activistas estaban al servicio de la CIA; se repite una y otra vez que el "Estado Islámico" no es "islámico" sino una maniobra occidental para desprestigiar al islam; que el hecho que se grite "¡Alá es grande!" antes de decapitar a alguien es una mera casualidad, que en modo alguno tiene un sentido religioso. Y se podrían seguir añadiendo casos.

Mientras no solo no se frenen sino que se alienten condenas desde las instituciones (condena de Al-Azhar) y mientras esas condenas sean consideradas como sentencias de muerte por parte de los que lo quieren ver así, no habrá forma de ignorar lo que ocurre.

El boicot de Erdogan y Turquía a los productos franceses es otra forma indirecta de atacar y, a su manera, de mostrarse como el nuevo Nasser, el líder que pondrá al mundo islámico en el lugar que le corresponde como destino indudable. No hay más que una forma de entender el hecho y todo se interpreta en clave anti occidental. Y los muchos que opinan de otra manera se cuidan mucho de mostrarlo, pues supone una condena de muerte igualmente, una causación de ser un traidor occidentalista, de estar contra Dios, la familia, el islam en su conjunto. Y siempre habrá alguno que se preste a ser la mano ejecutora cuidadosamente inducido con las ventajas de llegar bien recomendado al paraíso, como ha ocurrido con el yihadista (otro término que, aunque ellos mismos se apliquen no gusta, que se utilice). Se trata, una y otra vez, de eliminar cualquier huella, mientras que por otro se busca la "islamofobia" a todo trance para mantener unido al grupo y prestigiar a los que denuncian la perversidad de occidente.

Esta actitud es, como hemos advertido, además de un fraude, un semillero de radicalismo que crece hasta que la cuerda se tensa tanto que ya no es necesario excusa para cometer el atentado, que es visto socialmente aceptable por sectores que se van radicalizando. Lo que enseña el atentado criminal de París es esa extensión de la trama: los que condenan y rechazan y los que finalmente actúan como brazos ejecutores de la sentencia implícita de muerte.

Y todo esto irá a más conforme las luchas sociales, políticas y religiosas internas se acrecienten. 

* Eusebio Val "Macron planta cara al boicot islámico a los productos franceses" La Vanguardia 27/10/2020 https://www.lavanguardia.com/internacional/20201027/4936764364/macron-planta-cara-al-boicot-islamico-a-los-productos-franceses.html

lunes, 26 de octubre de 2020

Un horizonte de mayo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)


La Vanguardia ha publicado un artículo titulado "Ellos y nosotros", donde "ellos" son los chinos y "nosotros" los occidentales. El artículo les acaba dando la razón, con algunos peros sobre el comienzo y todas esas cosas que se han convertido en tópicos recurrentes. Pero les elogia en dos cosas: la primera es que han vencido al coronavirus a base de medidas drásticas y no tener que preguntarse cosas como "qué va a pasar con Halloween" o a cuántas personas se puede invitar a cenar en casa; la segunda es que la economía china ya está creciendo por encima del 5%, algo que ni Trump ni nadie puede negarles con los datos en la mesa. Al parón drástico de la producción, le ha seguido —una vez doblegada la pandemia— la reactivación y el consumo. La vía a la reactivación es la salud y a la salud se llega con determinación, con cumplimiento de medidas, con solidaridad y sacrificio de muchas cosas.

El gobierno de España acaba de presentar un nuevo "estado de alarma", un poquito a gusto del cliente. Lo digo porque las autonomías siguen mandando en su territorio. De lo que se ha tratado siempre —y así nos ha ido— es de que no te puedan recriminar las medidas antes que las muertes y contagiados. Lo queremos todo: queremos que el gobierno central asuma las imposiciones drásticas y nosotros ser generosos en la desescalada, lo que ha sido el causante de nuestros males. Nuestras autonomías siguen siendo oportunistas y calculadoras. Pero las cifras no dan para juegos, como hasta el momento.

En condiciones ideales, como en los laboratorios, las medidas funcionarían, pero no vivimos en un laboratorio sino en una realidad cruda y pertinaz que nos demuestra que sabemos la teoría pero nos cuesta poner en marcha la práctica, que es muy sencilla pero desagradable, especialmente si luego les pides el voto a los que sancionas o se arruinan. No es otra la clave. No hay que dar más vueltas al asunto.

Pedro Sánchez ha anunciado un estado de alarma que quiere mantener hasta mayo. Quizá lo haya hecho para dar esperanzas a la próxima temporada turística, dando por descontado que las navidades van a ser más familiares que nunca, con un Santa Claus no conviviente. Todo muy virtual y simbólico.

Un estado de alarma con intención de renovarse hasta mayo de 2021 echa por tierra muchos deseos e ilusiones de que esto sea rápido. Deberíamos estar mentalizados ya, pero la lucha político económica no nos ha dejado ver el bosque. Ahora llegan unas normas más o menos comunes que tendrán que aplicarse, sí o sí, si queremos salir de esto algún día.


Hay medios que todavía siguen jugando con la desinformación sobre muchas cosas, del origen a la llegada de las vacunas. En realidad, en lo único que deberíamos estar centrados en la contención, que es lo que está en nuestras manos y dejar que los norteamericanos se dediquen a las especulaciones o acusaciones para camuflar el desastre, en todos los órdenes, que ha supuesto esta pandemia para el país que quiere ser considerado como una primera potencia. Nadie ha tenido tanto tiempo como los Estados Unidos y nadie lo ha desperdiciado tanto, con Trump al frente, el peor presidente.

Lo que parece evidente, si así queremos ver algo y no tirar experiencia y  sufrimiento por la borda, es que la única forma de controlar esto es controlarse a uno mismo y exigir que se controle a los demás. Basta ya de tonterías en nombre de "derechos y libertades", basta ya de usar a los jueces para seguir haciendo lo que queremos con el mayor ejercicio de insolidaridad visto en décadas por las personas que ha decidido que esto no va con ellos, que pueden seguir haciendo lo que han hecho siempre y presumir de ello. La excepcionalidad de la situación exige mentalizarse a que esto es una larga responsabilidad, un cambio de hábitos de vida en nombre precisamente de la vida. Muchas cosas se podrían hacer de no ser por el exceso al que algunos lo llevan con su falta de solidaridad, del botellón al adulto de la fiesta privada.

Volvemos a la segunda sesión de la misma película, por más que se nos diga que es solo un remake. Es cierto que los que murieron ya no pueden volver a morir, pero quedan muchos que se libraron entonces que pueden entrar ahora. Parece que tiene que haber una muerte por familia para que finalmente seamos conscientes de lo que nos estamos jugando.

El horizonte de mayo son muchos meses, pero es más realista que decir que va a haber una vacuna en primavera. El realismo es importante en este universo de noticias falsa, de expectativas falsas y de promesas falsas. No hay más que una realidad, que es la que marcada cada día el número de muertes, con las que algunos juegan políticamente en sus guerras absurdas ante una situación como esta.

Los eslóganes optimistas se han quedado por el camino; la idea de ser mejores no deja de ser una mirada ilusa ante lo que la realidad ha mostrado de egoísmo, insolidaridad e irresponsabilidad de muchos. Podemos consolarnos diciendo que son solo una minoría, pero consuela poco. Un simple paseo nos quita mucho del optimismo.

Mayo como horizonte significa sobre todo mentalizarse, dejar de meterse en guerras nacionales y autonómicas y ponerse a remar todos en el mismo sentido. Políticas claras y sanciones ejemplares. Ya lo hemos tratado en varias ocasiones: no hay que desmoralizar al que cumple, que ve, como vemos todos, a los que no cumplen. No hay que perder cumplidores porque entonces el retroceso será enorme. Algunos hablan de "cansancio". Nada agota más que ver desperdiciar lo bueno que se hace, el sacrificio. Sobra palabrería y falta el estímulo real de la mejora. Den ejemplo.

Mayo es un horizonte lejano con un duro invierno de por medio.