lunes, 31 de agosto de 2020

Incertidumbre y cómo vivir con ella

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Durante años, llegadas estas fechas, los medios de comunicación nos informaban sobre dos fenómenos relacionados con el regreso: el llamado síndrome postvacacional y lo que costaba el material escolar para cada familia. Al rededor de estos dos temas se generaban una serie de informaciones casi calcadas cada septiembre. Los psicólogos se alternaban para decir unos que el síndrome no existía mientras otros nos daban consejos sobre cómo superarlo. El coste de la vuelta al cole, en cambio, era unánime solo discrepando en la cifra del gasto por estudiante y familia, unos euros un poco más arriba y otros unos pocos más abajo.
Esta vez ya no tememos los efectos de dejar las vacaciones atrás y sumergirnos en las rutinas, entre otras cosas porque todo ha cambiado y lo que hay es incertidumbre. Lo que se repetía cada año es ahora una nebulosa que se abre ante nosotros con música siniestra de fondo, como manda el género de terror.


Frente a los tradicionales lloros del niño que va por primera vez al cole, ahora lloramos todos, de la guardería al doctorado, pasando por institutos, grados y posgrados. La extinción de otro verano extraño para muchos, igual a cualquier otro para los irresponsables o incluso más divertidos para los narcisistas furibundos, no impulsa hacia un septiembre con síndrome, esta vez, apocalíptico.
Las cadenas televisivas no ayudan mucho y se han pasado el verano programando más y más películas de epidemias y desastres bacteriológicos, radioactivos o de invasiones espaciales, contribuyendo a la creación de este septiembre apocalíptico en el que mañana pondremos un pie, pasando —como en Stargate— a otra dimensión. Lo que nos espera al otro lado es un gran agujero en el que las apariencias pueden engañarnos, descubriendo que nos encontramos en un mundo parecido al que dejamos pero un tanto inquietante, regido por leyes distintas, en donde todos pueden mirarte de forma sospechosa y tú sorprendente por el comportamiento de los otros. Es una mezcla entre La semilla del Diablo, El resplandor y La familia y uno más, pues todo nos parecerán aglomeraciones.
Mi nuevo equipamiento escolar incluye mascarillas (de las que he hecho acopio para las tres próximas pandemias), geles (como para limpiar los océanos), guantes de látex (para equipar diez quirófanos en diez años), varias pantallas protectoras y hasta un termómetro de esos de pistola, con el que me doy cierto aire a lo Bond. 


También me he equipado tecnológicamente con nuevo portátil (entes de que escasearan, como ahora, por tanto teletrabajador), nueva cámara web y un micrófono bluetooth de solapa porque me temo que nadie me escuche detrás de la mascarilla y la pantalla plástica a las distancias que estarán mis alumnos, suponiendo que alguno vaya al aula y no se quede viéndome en la pantalla del ordenador. 
Con todo, mis mayores pesadillas las tengo al ver las imágenes del transporte público, en el que me tengo que desplazar unas dos horas al día, una de ida y otra de vuelta. Ver ese amasijo de personas, es espeluznante en estos tiempos de distancia sociales. Otra batalla por delante.
La incertidumbre no se resuelve solo con las medidas de los políticos, que hacen un uso absolutista y abusivo de la palabra "seguro". La incertidumbre se vive en cada instante ante lo que esperas encontrarte fuera. "Dentro" y "fuera" son conceptos espaciales, pero sobre todo psicológicos. Implican la seguridad y la inseguridad. Y lo malo es que ese "afuera" inseguro se ha ido extendiendo como una mancha oscura a nuestro alrededor.


La Vanguardia intenta ayudarnos desde un titular, "Cómo afrontar con serenidad una vuelta al trabajo tan incierta y atípica". ¡Serenidad, qué bonita y clásica palabra! ¡Qué hermoso estado de ánimo! Lo malo de este término es que también es lo que se pide en incendios o hundimientos de barcos.
Escribe Rocío Carmona en el artículo citado:

Pero este inicio de curso no va a ser como los demás. La primera diferencia con que muchos van a toparse es que no será exactamente un regreso, al menos no en un sentido estricto, puesto que muchas personas ni siquiera volverán físicamente a su oficina, sino que se quedarán en su casa para continuar teletrabajando, o bien se reincorporarán de forma parcial utilizando fórmulas mixtas de presencialidad y trabajo en remoto. Para otras, es precisamente el volver a pisar la oficina, tras meses de no coincidir con sus compañeros, lo que añade ansiedad y exige un esfuerzo extra en esta reentré.
La vuelta también va a estar teñida por la incertidumbre que rodea al último cuatrimestre del año, con la crisis económica planeando sobre nuestras cabezas y las dificultades de conciliación que para muchas personas está conllevando la pandemia.
Helena Thomas, profesora colaboradora de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, explica: “El principal problema de la situación actual es la incertidumbre, cómo nos va a afectar en el trabajo, en nuestra vida personal, en nuestra vida familiar, si vamos a tener que estar en casa o deberemos solicitar algún permiso para cuidarnos o cuidar a una persona que dependa de nosotros. En este sentido, es bueno hacer un uso proporcional de la información. Muchas situaciones de ansiedad que se han dado durante el confinamiento han sido por un exceso de información, muchas veces contradictoria. Y por la necesidad de estar permanentemente informados, actualizados”.*


La incertidumbre es, desde luego, el estado más extendido y esto nos lleva a la angustia. Por más que se nos den consejos sobre cómo gestionar esta situación, nadie está feliz con ella evidentemente. No tengo clara la cuestión del "exceso de información", creo que es, en efecto, algo que se ha ido resaltando, pero no sé si es una cuestión de "cantidad" o de "calidad" de la información.
La tendencia emocional, previa a la pandemia, ya se había convertido en un estándar comunicativo. Esta forma de sembrar inquietudes desde los mismos titulares usando términos rotundos e intimidadores no han ayudado mucho. Recuerdo unas declaraciones de personas muy mayores, al comienzo de la pandemia, confesando sentirse abrumados y en permanente angustia ante las noticias de las muertes en las residencias.
Deberían realizarse muchos análisis sobre la forma en que se ha informado en una situación de una gravedad como esta. Ha habido muy poca reflexión por parte de la mayoría de los medios que no han medido (o no les han importando) los efectos psicológicos sobre diferentes partes de la población, que tiene perfiles de edad (sobre todo) muy diferentes y, por ello, reacciona de muchas maneras. Habrá que crear unos nuevos modos "sensibles" de comunicar para asegurarse que se informa de una manera correcta.


Las recetas que nos dan en La Vanguardia para tratar de alcanzar esta serenidad con tendencia al desequilibrio son de sentido común; pero no todo depende de nosotros, sino de lo que nos dejen hacer, lo que nos obliguen a hacer o lo que no podamos hacer. No es solo cosa nuestra y son muchos los factores implicados.
Pero hay algo cierto. No sabemos qué ocurrirá, pero sí sabemos lo que podemos hacer. Hay que tener algo claro: mucho depende de nosotros, de nuestra capacidad para velar por nuestra seguridad. La mejor manera de manejar esto es adelantarse, no estar esperando a que otros hagan o decidan. Es molesto extender la vigilancia las 24 horas del día, pero es el único remedio y la única actitud que nos puede sacar de cierta incertidumbre. Haz lo que esté en tu mano; no esperes que la solución llegue de fuera. Es más seguro. Somos nosotros los que reducimos riesgos si somos conscientes de ellos, que es donde está el problema. Hay que tratar de relajarse, algo fácil de decir pero difícil de hacer. Por mucho que lo repitamos siempre habrá tensión, pero hay que aprender a vivir con ello, no olvidando, sino por el contrario recordando en todo momento qué es peligroso.
Sí, este septiembre es completamente nuevo y esperemos que irrepetible.



* Rocío Carmona "Cómo afrontar con serenidad una vuelta al trabajo tan incierta y atípica" La Vanguardia 31/08/2020 https://www.lavanguardia.com/vivo/lifestyle/20200831/483133996389/vuelta-al-trabajo.html

domingo, 30 de agosto de 2020

La huida escandalosa

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
¿Recuerdan el caso egipcio de la violación en grupo en el Hotel Fairmont, de El Cairo? El caso, producido en 2014 e ignorado hasta que grupos en la redes de defensores de las mujeres y algunos medios independientes que lo publicitaron, involucraba a una serie de jóvenes de la buena sociedad. Basta con ver el hotel para darse cuenta de qué nivel de "alta sociedad" estamos hablando; basta con ver las lujosas habitaciones para darse cuenta del poder detrás de cada uno de los participantes. Dijimos en su momento que el caso era una prueba para la justicia egipcia, para su grado de compromiso en estos ataques, ignorado las más de las veces por la vergüenza y los ataques a las víctimas. Los poderosos tras este caso lo son mucho y las amenazas de muerte a los denunciantes fue una de las causas para que algunos medios tomaran el relevo de las denuncias dándole más trascendencia y, sobre todo, obligando a actuar a un estado que no mide a todo el mundo por el mismo rasero, donde los que están a cubierto del régimen saben que pueden llamar a los sitios adecuados para vivir sin problemas. Solo así se explica el caso escandaloso del joven con cientos de denuncias por acoso y violación que logró salir sin problemas hasta que fue imposible parar el clamor popular contra él.
Estos dos casos han tenido a Egipto (una parte) agitado por lo que supone un escándalo sobre el funcionamiento del estado y de las corrupción que permite que estos casos se libren si tienen los apoyos adecuados, lo que da impunidad  las acciones, que son tapadas presionando muchas veces a las víctimas para que retiren las denuncias o sometiéndolas a tal trato que prefieren no tener que pasar por el calvario que supone tener que demostrar ellas su "inocencia".


Los medios egipcios han dado cuenta de la huida del país de la mayoría de los acusados, que no han tenido problema alguno en pasar por las fronteras hacia destinos que no se han comunicado. Pero lo más sorprendente (creo que esto no ha sorprendido a nadie) es la actitud de la Fiscalía.
En la publicación independiente Mada Masr podemos leer:

The Public Prosecution announced on Wednesday that seven of nine men accused in what is known as the “Fairmont case” have fled the country, according to a statement published on its official Facebook page. Allegations of a violent gang rape at the Fairmont Nile City Hotel in 2014 first appeared on social media late last month and an official complaint was filed with the National Council for Women on August 3.
Authorities are still in pursuit of two of the accused who remain in the country, one of whom is also accused in a similar case for which prosecutors have received video evidence, the statement said.
The defendants fled, one after the other, at the end of July, a few days before the plaintiff brought her complaint to the National Council for Women and before the prosecution started investigating the case on August 4, the statement said. The prosecutor’s office said it had placed all of the accused on travel ban and airport watch lists.
The prosecution said that publishing the photos and names of the accused on social media served to warn them and prompted them to flee before the official investigation began. The statement urged individuals to  “report complaints and present evidence to the Public Prosecution and other security agencies and competent state institutions” and to “avoid circulating it on websites … in a way that negatively affects the integrity of the investigations.”
Nevertheless, the prosecution indicated that it is looking into taking steps to investigate incidents that are circulated on social media and to take “legal measures without infringing on freedoms in the absence of evidence and after enough information is available to begin such procedures.”
Allegations of a gang rape at the Fairmont hotel in 2014 first appeared publicly late last month on Assault Police, a social media account that ignited a firestorm in early July when it first reported on dozens of accusations of sexual assault, harassment and blackmail by Ahmed Bassam Zaki, a 21-year-old university student. Zaki is currently imprisoned in remand detention on multiple charges of harassment and sexual assault.*


Es sorprendente la actitud de una Fiscalía que ha tardado seis años en tomar medidas y estas solo después de que existiera una campaña social de denuncia de un caso que aportaban todas las pruebas, los datos del hecho, los autores de la violación, el propio hotel decidiera aportar información sobre el hecho después de años, etc. ¡Qué curioso el respeto por las libertades y derechos de los acusados, algunos reincidentes! Del otro lado los escarnios y las amenazas de muerte contra los que denunciaban los hechos. Si la Fiscalía hubiera hecho su trabajo en su momento no se habría tenido que llegar a esa situación, no se habrían escapado y el régimen se hubiera evitado el sonrojo de estos casos que tienen indignado al país.
La fecha de 2014 es la de la llegada a la presidencia de al-Sisi. La recuperación del poder por el antiguo régimen tuvo por parte de al-Sisi el gesto de ir a visitar a una mujer agredida y convaleciente en un hospital. Bonito gesto... para la galería. Las mujeres vieron cómo aumentaban los ataques desde varios frentes. Unos porque no querían ver perturbado su control de la familia y otros porque no querían verlas en las calles protestando.
La mujer que se aparta del modelo patriarcal sufre todo tipo de presiones familiares (desde la presión constante para que se case) hasta los ataques callejeros, el acoso sexual del que Egipto es uno de los tristes líderes mundiales. Todo ello queda amparado por un régimen que penaliza a las víctimas, que ignora sus demandas y que la obliga a retirar sus acusaciones. Esto no es nuevo. Las primeras denuncias que llegan a los tribunales son de finales del régimen de Hosni Mubarak.

Hay varias películas importantes —como Mujeres de El Cairo (2009) o El Cairo 678 (2010)— que dieron cuenta del acoso, de la presión y del proceso vergonzoso de las mujeres que acudían a denunciar a sus atacantes o violadores. Los testimonios de todo orden y los estudios dan cuenta de esta situación. Ellas eran las responsables de excitar o provocar a los hombres al presentarse solas en la calle o en el trabajo. El sistema se inhibía si además los que habían participado tenían lazos de algún tipo con el régimen en cualquiera de sus niveles, políticos o económicos. En el caso del Hotel Fairmont, estos lazos han sido denunciados desde el principio.
Lo dicho por el fiscal es realmente penoso. Echa la culpa de la huida de los violadores a la publicación de los datos en Internet ¡después de seis años! Creo que solo una autoridad egipcia es capaz de llegar a este grado de descaro. Es más amenaza a los que publiquen denuncias en las redes porque son personas con "derechos". Este peculiar sistema de defensa de la "presunción de inocencia" choca con la "culpabilidad" de las denunciantes o la cuestión de las amenazas de muerte a los que han recurrido a hacer públicos los delitos ante la indiferencia, cuando no ocultación oficial.
Este tipo de actitudes, de una hipocresía infinita, son frecuentes en la administración, especialmente en los casos de denuncias de violencia sobre las mujeres. Los denunciados se han escapado un par de días antes de que se iniciaran los trámites o, ¿fue quizá al contrario, se iniciaron los trámites cuando ya se habían escapado?


Las mujeres siguen siendo las mayores víctimas de unos y otros. De unos porque las quieren sin salir de su hogares, sumisas; de otros porque no las quieren en las calles protestando. En ambos lados, el régimen y los islamistas, las quieren calladas dado su perfil patriarcal, que es su idea de la familia.
No es sorprendente que, con este panorama, el diario estatal Ahram Online dé cuenta del cambio en la cabeza de la institución encargada de la lucha contra la corrupción. Allí leemos:

According to Egyptian presidency spokesman Bassam Rady, El-Sisi appointed Ahmed as the new ACA chief starting 30 August by presidential decree. Ahmed is replacing Sherif Seif El-Din Hussein, who was appointed as the head of the authority in August 2018.
The ACA, the state body responsible for enforcing laws and regulations within state institutions, has been waging a national campaign against corruption in recent years.
Last week, the ACA said it arrested two officials from Matrouh’s Dabaa municipality on bribery charges, the latest in a number of arrests of state officials on similar charges.
The regulator said on Tuesday that it had “caught red-handed” the head of the engineering department at the municipality and a legal researcher in the same city receiving EGP 500,000 ($31,450) in bribes from a representative of real estate company El-Nasr Housing and Development in exchange for services related to a resort managed by the company on the North Coast.
The arrest came days after the head of the Old Cairo district was arrested for allegedly accepting an EGP 400,000 ($21,160) bribe from a garbage collection contractor in return for not terminating a contract with several contractors and allowing them to receive late financial dues.**


La huida de los acusados de la violación (y a algunos de otros casos) es un escándalo anunciado y los "consejos" del Fiscal son vergonzosos en un sistema en el que las "conexiones" son esenciales para poder tener impunidad. La lucha contra la corrupción es una lucha contra el propio sistema que la genera, algo difícil de sostener. Muchas veces, los casos que se denuncian son dentro de las propias luchas internas por hacerse con el soborno antes que un movimiento de honestidad.
Desde el caso Fairmont, en 2014, la sensación de impunidad ha ido creciendo pues cuando no te pasa nada, no tardas mucho en repetir. El caso del violador múltiple es otro escándalo de no atención a las mujeres que sufrieron sus ataques. Es el clamor popular, la protesta contra el derecho de los privilegiados a hacer lo que quieran, lo que ha hecho saltar las alarmas.


El relevo en la cabeza de la lucha anti corrupción es una señal clara de que no funciona. La huida con un par de días de diferencia, uno tras otro, de los acusados de la violación es escandalosa. Da igual que se hayan cursado órdenes a la Interpol. Lo importante es que salieron de Egipto con total tranquilidad y que a las víctimas se les sigue diciendo que se callen, echando la responsabilidad sobre los que denuncian.

Los parches cuando ya todo estaba dicho sirven de muy poco. Los que se han atrevido a denunciar han recibido amenazas de muerte que, dadas las circunstancias, se tomaron en serio. Solo algunos medios dieron la cara para que este círculo de silencio se rompiera. Como ya ocurriera en otras ocasiones, es la parte consciente de la sociedad, esos jóvenes a los que se teme, los que tienen que crear foros de autoprotección y denuncia para evitar que la impunidad siga agravando la situación.
Hace poco menos de una hora, saltaba la noticia de que las fuerzas de seguridad libanesas han detenido a tres de los huidos en su territorio. No era tan difícil. ¡Quién sabe, a lo mejor es un nuevo problema para la fiscalía! Dijimos que este caso sería una prueba para la justicia y así va a seguir. Veremos qué pasa.


* "Public Prosecution: 7 of 9 defendants in Fairmont rape case fled the country before complaint filed" Mada Masr 26/08/2020 https://www.madamasr.com/en/2020/08/26/news/u/public-prosecution-7-of-9-defendants-in-fairmont-rape-case-fled-the-country-before-complaint-filed/
** "Egypt's Sisi appoints new head of anti-corruption authority" Ahram Online 29/08/2020 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/378880/Egypt/Politics-/Egypts-Sisi-appoints-new-head-of-anticorruption-au.aspx

sábado, 29 de agosto de 2020

Negacionismo de efecto y negacionismo de causas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No deja de sorprenderme el negacionismo del COVID-19. Desde mi muro de Facebook me asaltaba un escandaloso "¡Todo es mentira!" dicho por supuesto director de una revista de Discovery, trasportado por una persona a la que di de baja de mi lista. ¿Es posible que haya gente que siga diciendo que "todo es mentira"? ¿Qué es ese "todo" al que se refieren? ¿Qué son "mentiras", los muertos, los que están entubados en las UCI? ¿Los cadáveres en las calles de Quayaquil, las tumbas brasileñas, la morgue improvisada del Palacio de Hielo de Madrid, los camiones frigoríficos llenos de cadáveres aparcados ante los crematorios en Nueva York... mis tres antiguos alumnos que lo pasaron? ¿Qué es mentira?
El negacionismo no es solo un insulto a la inteligencia; lo es para aquellos que se dejan la salud o la vida atendiendo a los que llegan enfermos, los es para las familias de los muertos y de los contagiados.


Los negacionistas se dividen en dos grandes bloques, los que lo niegan todo y los que construyen teorías conspirativas sobre el origen. Los primeros solo lo admitirán cuando les pase a ellos o a alguna persona próxima. Los segundos son los que niegan que sea un virus y se lo adjudican a todo tipo de causas, desde las torres el 5G (da igual que haya casos en países que no tienen ni el 4G) a los productos almacenados para la guerra, pasando por todo tipo de incongruencias.
Pero más allá de las paranoias y la estupidez, la mayor parte del negacionismo tiene una causa oculta inteligente. La negación implica también negarse a seguir las medidas porque no se cree en las causas. Hay negacionistas para los que el COVID-19 no es más que un nuevo episodio de esas guerras que mantienen con la realidad, que consideran una ficción creada por gobiernos y agencias internacionales. Su vida es un episodio de la enésima temporada de "Expediente X", que viven con intenso protagonismo. Los gobiernos siempre ocultan; lo hace por sistema.
Los negacionistas tienden a construir lazos entre teorías conspiratorias que les sirven de fundamento para mantener reforzadas sus ideas iniciales. Para los republicanos recalcitrantes, para los trumpistas acérrimos, todo es un invento de la prensa liberal y de los demócratas para cargarse la carrera hacia la reelección de Donald Trump. Los muertos en Estados Unidos se acercan ya a los 200.000 y los contagiados son millones. No es bastante para ellos, que siguen diciendo que todo es un invento.


Las manifestaciones contra el uso de la mascarilla o la violencia contra quienes les exigen que la usen en lugares públicos (ha habido muertos por este motivo, como ocurrió con el vigilante de unos almacenes en USA —dimos cuenta de ello— o el ataque a un conductor de autobús dejándolo en muerte cerebral en Francia) forma parte de un negacionismo implícito. Es el negacionismo de las medidas. Con él no se niega necesariamente el origen, pero se insiste constantemente en las contradicciones de las autoridades, en los cambios que se han producido en el tiempo.
Esta forma de negacionismo es muy peligrosa porque lo que busca es minar la confianza en las autoridades y en sus recomendaciones. Todos los gobiernos han cometido errores. Muchas veces provienen de nuestra exigencia de "seguridad", de riesgo cero, de verdades absolutas en un campo en el que todo lleva su tiempo, con la detección de nuevos fenómenos. En otras ocasiones del desconocimiento frente a un fenómeno nuevo, cambiante, del que vamos comprendiendo su funcionamiento de forma precipitada, sobre la marcha.
Las medidas que se nos piden no son específicas contra el COVID-19. La distancia social, la higiene, las mascarillas, la ventilación son los remedios contra cualquier riesgo de contagio, sea de lo que sea. Son de sentido común. Provienen de la experiencia de cientos de años de evolución en las técnicas de protección contra las infecciones. La mayor parte de nuestras discusiones son bizantinas. Discutimos al detalle cosas absurdas cuando solo hay una clara y evidente: cuanto más lejos estemos de la fuente infecciosa, mejor.


A veces da vergüenza ajena ver las discusiones sobre si un metro, metro y medio o dos metros son seguros; sobre el número cabalístico de personas que pueden asistir a un funeral o a una representación de una ópera. ¿Es seguro?, quiere que le confirmen. Da vergüenza igualmente escuchar a los que defienden "su libertad", sus derechos, para incumplir las normas que trata de evitar que se contagie o contagie a otros.
Hemos estado discutiendo sobre las terrazas y el fumar hasta el infinito y ¡no ha sido hasta seis meses después cuando alguien ha planteado cerrar los burdeles!
El negacionismo es una tentación muy fuerte para los sectores que indudablemente se ven perjudicados en esta guerra no declarada, pero llevada a cabo sin disimulo, entre salud y economía. Los dos países con más casos han sido los presididos por dos "relativistas", una variación más suave del "negacionismo" de los efectos, han sido los Estados Unidos de Trump y el Brasil de Bolsonaro, el de la "gripezinha". Ambos siguen acumulando muertos y contagiados en números vergonzosos por lo que tienen de fondo, que ya no puede considerarse infravaloración de los efectos sobre las personas sino sobre sus economías, que tampoco han salvado, más bien lo contrario.


Junto a los negacionismos y el relativismo está el "ignorantismo", el me da igual causas o efectos, porque voy a ignorar las medidas. Es el incumplimiento, puro y duro, como el que nos cuenta hoy la prensa sobre el dueño del restaurante El Pirata de Formentera, con trabajadores y clientes contagiados que regresaron a sus ciudades llevando en coronavirus en el equipaje personal. Con los trabajadores infectados, siguió trabajando. Los resultados que se conocen —solo algunos casos— son deprimentes:

Según ha publicado este viernes «El País», siete amigas procedentes de la Península que el 10 de agosto almorzaron en El Pirata decidieron hacerse recientemente las pruebas PCR, después de que una de ellas hubiera tenido conocimiento del llamamiento urgente que, como se ha indicado, hizo el Gobierno balear para intentar localizar a todas las personas que habían estado en el citado establecimiento entre el 10 y el 14 de agosto.
La media de edad de ese grupo de siete amigas es de 30 años. Por lo que respecta a sus lugares de residencia, viven mayoritariamente en Madrid o Murcia. En esta última ciudad reside una de esas siete jóvenes, Irene, quien ha explicado al citado rotativo su experiencia. Así, ha señalado que tras conocer la labor de búsqueda iniciada por el Govern decidió hacerse las analíticas con celeridad en un centro privado de su provincia, ante el temor de poder estar infectada. El test que se le hizo confirmó que se había contagiado de Covid-19, al igual que le ocurrió también al resto del grupo. Desde entonces, Irene no ha sufrido los síntomas de la enfermedad, mientras que sus amigas sí han desarrollado algunos, si bien no han requerido ser ingresadas en ningún hospital.
«Nosotras lo vimos de casualidad en la prensa local porque alguien nos envió la noticia, pero mucha gente quizás no se ha enterado», ha indicado Irene en relación al llamamiento urgente que había hecho el Govern el 17 de agosto, para añadir: «Tendrían que haber tenido un registro de las reservas y los clientes del restaurante». Esta joven cree que ella y sus seis amigas sólo se pudieron haber contagiado en El Pirata, ya que la única integrante originaria del grupo que finalmente no ha dado positivo no almorzó ese 10 de agosto en ese establecimiento. Irene también ha desvelado que ha tenido conocimiento de que otro grupo de amigas que en esas mismas fechas comieron en el citado restaurante se encuentran en una situación muy parecida. Así, de las 14 jóvenes que conformaban ese segundo grupo, 11 de ellas han dado positivo por coronavirus recientemente.*


Es solo un mal ejemplo, pero de muchas cosas. La primera esta forma criminal de llevar un negocio. Muestra también la creciente resistencia de los negocios a someterse a las normas y de los trabajadores a mantener las cuarentenas en un sector en el que se vive de unos meses de trabajo.
Baleares era uno de esos lugares "seguros", según sus autoridades. No es culpa de ellos, si bien la vigilancia debe ser mayor. El irresponsable que ha mantenido a los trabajadores puede hasta presentarse como un héroe emprendedor, un mantenedor contra viento y marea de su negocio y trabajadores. Esperemos que no fallezca ninguna de las personas que pasaron por su fuente de infección. Nunca se eligió un mejor nombre para un restaurante, El Pirata de Formentera.


Hay que frenar este tipo de acciones porque son una forma de minar la salud y la credibilidad. Hay que, hacer, como ha hecho el Colegio de Médicos de Cádiz expedientando a los facultativos negacionistas que firmaron un manifiesto, dejar claro el daño que hacen estos irresponsables. No es cuestión de libertad de expresión o de cualquier otro orden. Es un atentado contra la salud pública en el que las víctimas serán los crédulos que les sigan y acaben contagiados y contagiando. De nuevo, el hecho de que haya mayoría de asintomáticos es un factor que determina el egoísmo de muchos, a los que dejan de importarles los demás y se centran en lo suyo, como el empresario de Formentera. Nos dicen, para mayor vergüenza, que es el juez de paz de la localidad. ¡Buen ejemplo!
Hay que combatir el negacionismo en cualquiera de sus formas, de efectos o causas, de igual forma que hay que sancionar de forma ejemplar a los incumplidores. De no hacerlo, los incumplidores aumentarán trasladando el conflicto a la sociedad. Ayer hablábamos de escuelas, pero cualquier ámbito se puede convertir en lucha entre los que van a los suyo y los que quieren que su sacrificio sirva para algo. 


* "Un restaurante de Formentera ha sido un foco de contagio de Covid-19 para diversos empleados y clientes" ABC 28/08/2020 https://www.abc.es/sociedad/abci-restaurante-formentera-sido-foco-contagio-covid-19-para-diversos-empleados-y-clientes-202008282053_noticia.html


viernes, 28 de agosto de 2020

La batalla de la educación

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El consenso de las medidas de prevención, un protocolo común, para la apertura de las escuelas y el inicio del curso no logra acallar un hecho que afecta a casi toda la sociedad. Medios y grupos analizan micrométricamente la letra grande y la letra pequeña del acuerdo y además lo que falta, la "no letra". Así que unos se preocupan por lo que dice y otros por lo que no dicen; unos por lo que hay y otros por lo que falta.
Las escuelas pasan a ser un terreno conflictivo que el verano había apaciguado por la preocupación por terracitas, sombrillas y demás accesorios turísticos. Pasa la epidemia veraniega toca la escolar. Desgraciadamente nuestra política recoge problemas no para solucionarlos sino para tirárselos a la cabeza. En el caso de las escuelas y el coronavirus que va de oyente, pero es probable que no se pierda una clase.
El sistema del compartimentado y rastreo tienen un problema de fondo. Si hay diez niños en una clase y detectan que uno está contagiado, los otros nueve se van a su casa en cuarentena, una cuarentena que no afecta al niño, sino a toda su familia y contactos. Y es ahí donde se pierde el control y nos empezaremos a encontrar con los problemas, porque nadie quiere quedarse en casa, la mayoría de las veces, supongo, por motivos laborales, pero hemos tenido muchos casos de gente que no se querían perder el ocio de sus vidas, esos esenciales momentos triviales sin los que no pueden vivir.
Cuando el niño o niña llegan a casa con la notita de "su hijo está contagiado de COVID-19. Absténgase de traerlo al centro hasta dentro de 14 días" firmada por el director del colegio o la enfermera adjunta, el protocolo dice que los que están con ellos, al igual que el resto de la clase, tengan fiebre, tos, mala cara o cualquier otro síntoma se tendrían que poner en cuarentena. Y ahí es donde empiezan a fallar los cálculos.


No sé si los rastreadores militares que ahora se incorporan a las Autonomías tendrán más suerte que los poquitos rastreadores anteriores. Me imagino que el pacto se irá extendiendo: "tú no digas que has estado conmigo y yo no diré que has estado conmigo". Si no tienes síntomas, te callas. Eso de me encierro por si las moscas, me temo que no va a funcionar. Los nueve padres restantes pensarán: "Por un maldito niño, ¿mi hijo o hija tiene que dejar de ir al cole? ¿Tenemos que quedarnos en casa, sin ir a trabajar, porque otro alumno se ha contagiado? ¡Que se queden ellos!" No es ciencia ficción. Las denuncias contra personas que tenían que estar en cuarentena y no lo estaban por motivos varios han ido subiendo.
La idea de la "burbuja" es muy bonita hasta que se convierte en "celda" y a la pompa le salen barrotes. Se protege a las otras burbujas, pero a los que les ha tocado el marrón, a esos le confinan hasta que salte la luz verde del final de la cuarentena.


Cometemos el error de pensar la pandemia en términos de espacios o áreas. Tremendo error porque no son los espacios o las actividades los que definen esto. Somos nosotros los que tenemos dimensiones múltiples, todas ellas activas, entrecruzadas, posibilitando los saltos entre actividades a través de esos puntos (los nodos de una red) conectados.
El niño contagiado en la escuela lo ha sido en la escuela o en su casa o en el parque o en un cumpleaños o en la residencia de su abuela o en... Lo ha podido coger de su padre o madre, que a su vez lo han pillado en el transporte público o en sus trabajos, donde lo llevó el amigo con el que fuman fuera de la empresa que lo cogió del repartidor al que se lo habían pegado cuando fue a recoger su moto al taller, cuyo jefes había estado en un funeral de una tía suya del que resultaron doce contagiados de cuatro provincias distintas, por las que fueron repartidos los coronavirus. ¿Entendemos la tarea imposible de los rastreadores más allá del primer círculo?
Pero para estar en cuarentena, nos dicen, no hace falta estar contagiado. Las dos semanas son por si acaso, por lo que muchos que no notan síntomas prefieren no hacerse los test PCR. Siempre podrán esgrimir que ellos "no sabían", que "no se enteraron"... porque no notaron nada. Para hacer el aislamiento no hace falta notar nada; es una forma de prevención que nos podrían estar pidiendo hacer según entramos y salimos de múltiples cuarentenas. ¿Quién sabe hasta dónde llega la larga cadena de los contactos? La palabra misma es engañosa porque tendemos a recordar a los que conocemos, pero ignoramos a los desconocidos, a aquellos con los que también tenemos contacto pero no memorizamos porque son un mero accidente. Pero ahora ese "contacto" puede ser esencial. Es decir, sabemos quiénes son los compañeros de esas clases burbujas, pero ahí los niños están solo unas pocas horas del día. No sabemos con quién juegan en el parque o celebran los cumpleaños propios de la familia. Espero que pronto salgan los expertos, psicólogos y pedagogos, a decir que es importante para la salud mental de los niños celebrar sus cumpleaños con los amiguitos; poco después, el gobierno saldrá a decir que el número máximo de asistentes no debe exceder de 10, de los cuales la mitad deben ser de su burbuja. Al tiempo.


Hay padres que se resisten a aceptar el infantil concepto de "seguridad" exhibido por algunos políticos del presidente para abajo. RTVE hablaba esta mañana de "padres policías" en sus rótulos para definir a aquellos que van a "vigilar" que las condiciones señaladas se cumplan y si no es así sacar a sus hijos del centro. Los debates escolares van desde los que denuncian que los niños tendrán limitaciones por la pérdida de clases del curso anterior hasta los apocalípticos que hablan de una "generación perdida".
Me preocupa esa idea que se ha dejado caer,  que habrá cierta resistencia a cerrar los centros asegurando la presencialidad en las aulas y evitando cerrar los centros. Es un reconocimiento implícito de que los casos van a empezar a saltar como un coro de alarmas en un estacionamiento de coches. Como el concepto es, como ya estamos acostumbrados, de enorme ambigüedad, la discusión se acabará produciendo entre los padres y el centro, y dentro de los propios centros entre el mismo profesorado y personal.
Pero todo esto no es nada frente al próximo debate el de institutos y de la enseñanza universitaria, donde será con adolescentes con quien se trate, por definición, mucho menos controlables que los niños. Aquí la idea de "burbuja" es irrealizable y, además, la interacción social y la movilidad espacial aumenta. A los estudiantes universitarios no se les lleva de casa al colegio y del colegio a casa. Algunos disponen de transporte propio, pero la gran mayoría, especialmente en las universidades, deben recorrer distancias que pueden implicar viajes de una a dos horas.
Ahora mismo, en algunos países, las universidades han tomado decisiones claras respecto a la forma de la docencia. Muchos se han dado cuenta que es a cara o cruz. Se apuesta como algunas por un curso online, decisión que tomaron hace varios meses, o por un curso presencial reducido. Pero eso significa reducciones de los ingresos, dado que además la reducción de los alumnos extranjeros se piensa drástica. El problema de las Universidades españolas es, como siempre, la indefinición y el querer quedarse con todas las opciones, algo que finalmente se vuelve contra ti.


Los números dicen que el mayor número de contagios se ha estado produciendo en la población entre 20 y 35 años, que es justamente la universitaria. La concentración del riesgo es mucho más elevada que en cualquier otro grupo precisamente porque es la que tiene mayor movilidad social —la mayoría no viven cerca de la Universidad, al contrarios de escuelas e institutos—, realizan los viajes en transporte público en horas concentradas (coincide con los horarios laborales), y tienen además una alta tasa de interacciones entre ellos y cada uno, a su vez, con sus propios grupos de edad, además de las familias. Los escolares son fácilmente controlables por la vigilancia parental; los universitarios no lo son y tienen una amplia vida social. Aquí no hay, además burbuja alguna que haga, como dice el ministro Illa de las escuelas, un entorno más seguro que sus casas. De nada sirve tener una escuela segura si luego vas a tu casa insegura por un camino inseguro junto a personas sin seguridad. En la Universidad e Institutos todo este control desaparece por la intensa vida social. Las burbujas se deshacen según se sale del aula a la calle. Puedes controlar lo que ocurra dentro; fuera, todo queda al azar.
Escucho esgrimir argumentos de todo tipo, psicológicos, el derecho a la educación, etc. Todos prescinden de una realidad: el peor estudiante es el estudiante muerto. Por azares biológicos, las cifras dicen que es más fácil que muera el profesor que el alumno, que a lo sumo quedará un poco tocado, algunos fallecerán para que no parezca ojeriza, pero otros seguirán su camino con o sin mascarilla, con o sin distancia de seguridad.


No creo que se haya evaluado la presión psicológica que se va a crear en el entorno educativo: ansiedad, depresión, angustia, estrés, etc. que no es el mejor estado para dar clases. Todo se ha visto, como siempre desde fuera o desde las necesidades de terceros (por ejemplo, el problema de la conciliación), pero vamos a asistir a un tenso duelo, creciente con la edad, entre los que se piensan a salvo y los que se ven más vulnerables por su edad, mayor exposición, etc. Los sindicatos profesionales van a saltar pronto preguntando por la salud de los docentes en todas las escalas en cuanto se empiece a  hacer estudios en este sentido.
De nuevo enfocamos mal el problema, como cuestiones derechos. Es como toda enfermedad mortal cuestión de supervivencia. Y si no se satisface ese principio, los conflictos están asegurados, de la misma forma que los sanitarios acabaron estallando cuando se dieron cuenta que su sacrificios y contagios les importan muy poco a los que celebran despedidas de soltero, botellones, funerales y cumpleaños, etc.
La presión psicológica va a ir en aumento en cuanto que empiecen los casos. En la universidad, me consta, se han acelerado las jubilaciones de personas de pasado los 60 años entran en riesgo y no están dispuestos a acabar su vida docente de esta manera. Han sido los primeros, pero va a haber conflictos en cuanto salgas de un aula y te encuentres con un grupo que incumpla las reglas porque consideran que ya ha acabado su deber de prevención, sin entender que el de todos son las 24 horas.


Hay que invertir más en concienciación, en explicar que no hay entorno seguro si las personas no se aseguran de ello; que cualquier espacio o actividad es un riesgo si el que limpia no lo hace como debe, el que se sienta después no se limpia y se relaciona con los demás sin mascarilla porque ya nadie les ve. Hay que invertir en lo que más nos cuesta: en conciencia ciudadana, en responsabilidad.
Pero no tengo mucha confianza en un mundo en el que se da la vida por una cerveza o un café, solo tienes cuidado cuando te miran y todo te importa un bledo. En el que se piensa que como se ha pasado ya todo da igual (sabemos que no es verdad), que es cosa de viejos o que todo se resuelve con un eslogan bonito y una campaña publicitaria. 
Se avecinan tiempos duros. Los rebrotes brutales lo anticipan. Esto está durando demasiado para las mentalidades caprichosas de algunos, para los que solo existe el momento y mañana se verá. 
Mientras no seamos conscientes de que todos cuidamos de todos cuidando de nosotros mismos, habrá poco que hacer y será cuestión de tiempo o suerte. Pero conseguirlo es un milagro en una sociedad como la nuestra, como ha quedado visto en el desastre de la "nueva normalidad". 
Habría que cambiar muchas prioridades, respetar más a los demás y comprometerse con el conjunto. Y eso no se improvisa. ¡Suerte!


Lea las medidas pactadas aquí:   "Estas son las medidas definitivas de vuelta al cole propuestas por Sanidad y Educación" ABC 27/08/2020 https://www.abc.es/sociedad/abci-estas-medidas-definitivas-vuelta-cole-propuestas-sanidad-y-educacion-202008271132_noticia.html

jueves, 27 de agosto de 2020

Se escucha llegar la tormenta

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Como era de temer, en Estados Unidos se está creando la "tormenta perfecta", una espiral en la que cada acción eleva a un nivel superior la violencia y aumenta el riesgo, preparando la siguiente acción que dará el salto al nivel siguiente.
Ya dijimos que Trump necesitaba de la violencia, que la cuestión era si se trataría de una guerra exterior o interior. Hace tiempo que está claro que se eligió la guerra en suelo americano, la que enfrenta a las dos Américas en escenarios cada vez más violentos.
La muerte de George Floyd fue el detonante de conflictos. El asesinato —no se puede hablar de otra cosa— tenía mucho de humillante, de sacrifico ritual, la rodilla en la garganta que lo distanciaba de otros casos de crímenes racistas. La indiferencia del agente que practicaba la técnica rodilla-cuello dejaba claras muchas cosas. Y eso es lo que la gente percibió: una ejecución lenta, indiferente, burocrática, un acto banal en el que se muestra que la vida no importa si es de un negro.


Los siete disparos por la espalda, con sus hijos delante, a Jacob Blake son una muestra más de un modus operandi, como deshacerse de una rata, de una plaga que hay que eliminar, de un estorbo que ha interrumpido nuestra tranquila roda nocturna. Son formas de ejecución callejera.
De nuevo, la amenaza de la violencia callejera convertida en batalla campal, cada vez con más riesgos. La BBC recoge los temores del Fiscal General de  Wisconsin:

Wisconsin's attorney general also addressed the recent violence in the city, calling it "despicable".
He said that there are some people "involved in destructive activity who are not from the city of Kenosha or not from the state of Wisconsin".
"All they are doing is creating chaos," he said, adding that the people of Kenosha "deserve to have the opportunity to grieve, protest peacefully [and] call for the change they want to see."*


Cada incidente es un reclamo para la llegada de los nuevos "defensores" del orden, los que siguen el llamado de Trump a evitar el caos. En la misma noticia se recogen las palabras de un tuit de Trump justificando el envío de fuerzas federales para combatir "looting, arson, violence, and lawlessness on American streets".* No sé si serán solo los electores los que tengan que juzgar a Trump con sus votos; la Historia lo hará, sin duda. Juzgará sus palabras, insinuaciones, llamados, mentiras y comprobará cómo causaron una enorme fractura en los Estados Unidos. Se le recordará por sus divisiones, sectarismo y presunción, por si irresponsabilidad.
Los desesperados intentos republicanos de mostrar sus pocos efectivos afroamericanos no logran ocultar que la llegada de Trump fue el pistoletazo de salida de un racismo a cara descubierta, ostentoso y descarado. No ha sido solo contra los afroamericanos —un punto flojo en el movimiento—, sino inicialmente contra los hispanos, a los que Trump estigmatizó —¡había que construir un muro para evitar la llegada de los "bad hombres"!— y contra los que actuaron los elitistas supremacistas "blancos". Luego llegarían los ataques a los chinos.
Se podrían recordar muchos incidentes, como el de aquel abogado judío neoyorkino mostrando su irritación porque oye hablar español a los camareros; aquella funcionaria despedida por referirse a Michelle Obama como "mona con tacones" fue uno de los primeros incidentes. Ahora a Trump le están saliendo algunos molestos seguidores antisemitas, a él, tan preocupado por ganarse el apoyo de los integristas de la Nueva Jerusalén americana, una extraña cristiandad xenófoba y racista.


Las imágenes de los disturbios callejeros en Kenosha, Wisconsin, son muy preocupantes por la presencia de milicias armadas atacando a los manifestantes. Los apoyos a Trump de la Asociación Nacional del Rifle, esa misma a la que el presidente recomendó cambiar su sede de Nueva York a Texas en cuanto han empezado los fiscales a investigar sus finanzas, debe estar frotándose las manos ante esta manifestación de la necesidad de protección ante las "hordas" que se dedican a hundir a la América blanca.
El joven de 17 años, residente en Illinois, que ha sido detenido por disparar a los manifestantes es otro ejemplo de la movilidad para desplazarse a las zonas de batalla, declaradas como tales por Trump y los republicanos, los hombres del orden y del gatillo rápido. Recordemos el que arremetió con su coche contra manifestantes hace un par de años. Lo hizo igualmente al llamado de la presidencia, que trató de igualar la violencia. Igual el que bajó hasta El Paso a matar mejicanos, una invasión intolerable.
De nuevo, cada caso remite a sus precedentes de la era Trump, a sus palabras calificando los acontecimientos y haciendo llamamientos, como el de "liberar los estados" cuando estos exigen que se lleve la mascarilla.
En la CNN se recogen algunos aspectos muy preocupantes:

Wisconsin Gov. Tony Evers declared a state of emergency Tuesday after cars and buildings were set ablaze and called in 250 members of the National Guard to assist. On Wednesday, he authorized 500 members of the Wisconsin National Guard to support Kenosha County, his office said.
And in a statement, Evers called on those not protesting to stay away.
"I again ask those who choose to exercise their First Amendment rights please do so peacefully and safely, as so many did last night," he said. "I also ask the individuals who are not there to exercise those rights to please stay home and let local first responders, law enforcement, and members of the Wisconsin National Guard do their jobs."
Beth [the Kenosha County Sheriff] said the protests were peaceful until after dark on Tuesday night, at which point people threw stones, bricks and molotov cocktails at police. He set a curfew of 7 p.m. on Wednesday night and said police will be "very assertive" in enforcing it.
Beth said that he had received requests from community members to deputize citizens to aid police in responding to unrest in the area at press conference today, but he rejected the idea.
"What happened last night is probably the perfect reason why I wouldn't," he said. "They are a liability to me and the county and the state of Wisconsin."
He said people carrying large guns on Kenosha streets create confrontation and hurt law enforcement.
Wisconsin Attorney General Josh Kaul said the violence and destruction in Kenosha was "despicable."
"The heavily armed vigilantes, arsonists, and other opportunists who have come to Kenosha to attempt to spur chaos have interfered with that and caused drastic harm to people," he said in a statement. "If those engaging in violence and destruction of property believe they are furthering some broader goal, they are wrong. They should leave Kenosha."** 



A la preocupante llegada de personas al pueblo para crear el caos, en un sentido u otro, están esas peticiones para el nombramiento de "ayudantes" policiales, que a lo visto de los casos, puede ser interpretado como una "licencia para matar". La facilidad con la que se asfixia a una persona o se le descargan siete disparos en la espalda es el peor ejemplo, por lo que resulta llamativo el deseo de ser nombrados ayudantes policiales en una situación como esta.
La única forma de superar la violencia es la ley, cuya función es esa. Pero una ley sin justicia, parcial y sesgada, que mira para otro lado y encubre, que se ampara en la represión, lo que hace es generar más violencia como respuesta.
No deja de ser una vergüenza el sentido del orden que Trump está alentando en los "vigilantes", algo que ya se vio con los que bajaban a "patrullar" el muro fronterizo con México poseídos por ese espíritu colaborador. Lo patriótico para el trumpismo es eliminar a los que perturban su imagen de ese mundo integrista blanco. La guerra de las capuchas, recuerden, se hizo por la muerte de un adolescente por parte de un vigilante que patrullaba el barrio y al que ver a un joven negro con capucha le parecía no solo sospechoso sino culpable.


Habrá ciudades en las que alguien caerá la tentación de nombrar delegados policiales entre los que lo soliciten, dándoles el permiso para "defender" el pueblo o ciudad. Entonces tendremos que la tormenta anunciada por los lejanos truenos, llegará y descargará su furia en forma de aguas torrenciales y rayos de las que habrá ya poco margen para protegerse.
Trump necesita del caos y la violencia. Mike Pence, con la que está cayendo, acaba de anunciar que si Biden gana lo hará el desorden y el caos. Ganará, según Trump, la izquierda radical, que les hará aprender "chino".  Todo ello será contemplado por sus seguidores como un ataque a la voluntad divina que hizo a Trump presidente. 


Entonces, como ya hacen, se levantarán en armas para impedirlo y habrá más balas perdidas o bien dirigidas que sembrarán muerte y dolor en una América que despertará de su pesadilla recordando el tiempo en que se producían los magnicidios en plena explosión de reclamo de los Derechos Civiles. Hoy esos derechos están sobre la mesa y los peligros rondando por el aire. ¿Cómo han podido retroceder tanto?
Donald Trump, en un ejercicio increíble de cinismo, ha contestado a Barack Obama diciendo que el responsable de que él esté en la Casa Blanca es él mismo. Quizá, sin saberlo ni quererlo, Trump ha dicho una verdad. La descontrolada reacción racista de una parte de los Estados Unidos solo es explicable como un odio visceral y rabioso a lo que Obama representó en sus dos mandatos.
Se oye el rugir de la tormenta y cada vez es menor la distancia entre los truenos y los relámpagos. Se acerca.


* "Jacob Blake: Police officer in Kenosha shooting named" BBC 27/08/2020 https://www.bbc.com/news/world-us-canada-53927756
**  Eric Levenson, Alisha Ebrahimji y Christina Maxouris "Illinois teen arrested in fatal shooting at Kenosha protest, police say" CNN 26/08/2020 https://edition.cnn.com/2020/08/26/us/kenosha-wisconsin-wednesday-shooting/index.html