viernes, 31 de enero de 2020

Leer en el aire o hablar entre culturas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La BBC publica un artículo titulado "How 'reading the air' keeps Japan running", firmado por Bryan Lufkin. El texto lleva la siguiente entradilla «In "high-context" countries where communication is indirect and messages are inferred - like Japan - situational awareness is king» lo que no sitúa de lleno en la cuestión de la conciencia situacional, algo que se considera esencial en Japón y otros país, pero que brilla por su ausencia en países como el nuestro, que presumimos de ser muy directos.
La idea de "conciencia situacional" (situational awaraness) es un concepto esencial en estos tiempos globalizados en los que vivimos en contacto personas de diferentes culturas que tienen estilos comunicativos muy diferentes y que pueden crear conflictos.
La idea de la conciencia situacional, desde el punto de vista comunicativo, implica que nuestra comunicación está dirigida no tanto por lo que escuchamos directamente (lo que se nos dice), sino que debemos leer las señales que se nos envían de forma indirecta para hacernos llegar el verdadero "mensaje", que es al que debemos responder.
Al contrario de lo que se nos suele decir cuando se aprende otro idioma, muchas veces lo que nos dicen debe ser reinterpretado por una serie de elementos que conforman la "situación comunicativa". La expresión que se utiliza es "leer en el aire", lo que implica conocer algo más que el idioma, pues son esas reglas las que determinan la corrección comunicativa.

Knowing the unspoken rules governing social life requires comprehensive understanding of your environment, whatever the setting. It’s a skill that’s valuable anywhere in the world – but in Japan, where communication tends to be indirect, it is elevated to another level. Reading the air – kuuki o yomu in Japanese – is a constant exercise, and misreading the air can blow business deals or ruin relationships.
In Japan, kuuki o yomu is grappled with in everything from facial recognition technology to video games, showing how ingrained it is in daily life.*


Hablar es hacer algo más que nos entiendan. Es entender a los otros. La asimetría en este sentido dice mucho de la forma de ser y de la importancia que se le concede a los otros. Las personas egocéntricas están más interesadas en ser entendidas que en entender a los demás. Son sus reglas. Las de los demás importan poco.
Desde hace unas décadas, los estudios de la lengua se extienden más allá de la gramática y de la semántica hacia la tercera zona, la pragmática, en la que se estudia el acto comunicativo como un "momento" en el que se crea una relación entre personas. No es algo abstracto, sino concreto en el que se estudian las variables reales, sociales, personales del momento y la situación. Dentro de estos estudios se ha ido produciendo los de la llamada "cortesía verbal", que suponen las reglas que rigen la situación. No hablan igual, por ejemplo, un padre con su hijo que un hijo con su padre, un jefe con un subordinado que un subordinado con su jefe. La pragmática estudia el acto comunicativo real y da cuenta de las diferencias; los elementos de cortesía son reglas que rigen en ese momento y cuya transgresión implica problemas de distinto orden.
En el acto comunicativo, las palabras son solo una parte. Están acompañadas por expresiones, gestos, tonalidades, posiciones, movimientos, silencios, etc.


Japón es el paraíso del estudio de la comunicación, como descubrió el semiólogo Roland Barthes. ¡Todo estaba codificado! Las normas son esenciales para poder expresarse y que le entiendan y, de igual forma, se debe aprender a leer en el aire, es decir, a interpretar todos los elementos, más allá de las palabras, que integran la comunicación.
Hay determinadas culturas que son más indirectas, es decir, que no expresan directamente las cosas porque lo consideran de mala educación, una falta de tacto. Esperan que tú, si eres de fuera, lo comprendas como lo comprenden los propios nativos, los inmersos en esas normas. Incluso para la mayoría de los países asiáticos, Japón resulta en muchas cosas excesivo.
La llegada a España de ciudadanos orientales de distintos países, fundamentalmente ciudadanos chinos, supone en ocasiones un reto comunicativo. Los malentendidos son frecuentes. Los españoles somos demasiado directos, lo que nos hace parecer maleducados. Pretendemos ser más amables siendo directos y confianzudos, más coloquiales, lo que no fomenta la comunicación, sino que abruma al otro. Nos resulta difícil comprender esa distancia y esas revueltas que es necesario dar para captar lo que se nos quiere decir. En ocasiones interpretamos mal sus silencios porque esperamos expresividad. Pensamos que no han entendido y lo han hecho perfectamente.

Recuerdo que hace unos años una brillante alumna china dirigió el discurso en nombre de los alumnos en el acto de clausura del curso. Explicó con claridad que muchas veces el profesor esperaba que los alumnos chinos se comportaran como si fueran españoles, participando mucho en clase, levantando la mano y preguntando. Su costumbre no era esa; consideraban de mala educación interrumpir la clase de todos por una duda propia, que reservaban para las tutorías. Es solo un ejemplo entre muchos otros que muestran la necesidad de comprender que la comunicación es un acto complejo y asimétrico.
Los españoles somos cada vez más directos, lo que tampoco es bueno, porque muchas veces implica que nos importa poco el otro, al que usamos para sacar información o para que la reciba, perdiendo los más elementales juegos de cortesía.
Si Japón está en un extremo, creo que nosotros nos estamos colocando entre uno de los países más maleducados. El espectáculo que percibimos en la comunicación pública así lo muestra. Es el peor ejemplo que podemos tener. Hemos confundido (viene de décadas) la mala educación con el igualitarismo, que es otra cosa. Reivindicamos el derecho a ser maleducados antes que otros más importantes. Y esto va creciendo ante el espectáculo audiovisual y las redes sociales que se han convertido en la escuela de la grosería y del insulto, del egocentrismo narcisista, que a algunos tanto les divierte.


Frente a la cortesía verbal y al modo indirecto, los españoles elaboramos la teoría de que quien no quiera escuchar que se vaya y seguimos con este tipo de prácticas. Las personas que tienen algún poder sobre otros se sienten libres de la cortesía, para eso son los jefes; lejos queda el nobleza obliga, aunque sea en versión laboral.
No es solo una cuestión de respetarnos unos a otros. Desde el plano social, el juego de la cortesía implica muchas habilidades personales, más allá de las verbales. Leer en el aire es sobre todo un ejercicio de percepción afinada. Ser capaces de entender no solo lo que se nos dice sino lo que se quiere decir es de enorme importancia social y personal. Ver personas, con sus características y diversidad, implica que yo debería poseer un repertorio rico de formas de comunicarme, que es algo más que ver el mundo desde mi centro, sino tratar de ponerse en el lugar del otro y verlo de forma integral.

La cultura japonesa es de códigos, la nuestra de ruptura. Sin embargo, la convivencia no puede ser una multiplicidad de individualidades en mera competición de ingenio, lanzado al otro los huesos de nuestros mensajes. Comunicarse es un arte complejo del que la lengua es una parte importante, un instrumento que puede ser tocado, como un instrumento, para sacarle muchas tonalidades y efectos. Los que hablan a todos de la misma manera es que carecen de esta habilidad. No es "personalidad" fuerte, sino incompetencia comunicativa. De esto hay mucho.
En estos tiempos de intercambios viajeros, de estancias fuera de casa y de recepción de personas de culturas muy diferentes, es bueno comprender que no todos funcionamos culturalmente de la misma manera. Es bueno comprender que los otros no son "raros" sino que tiene formas distintas de comunicarse. La comunicación, en estos casos, busca un punto de equilibrio entre ambas formas, un espacio en el que comprenderse que es lo que se busca finalmente. No es fácil de logra, pero sí se puede hacer si hay buena voluntad, deseo real de comprenderse y no solo de hacerte oír a cualquier precio.
El reportaje de la BBC termina con algunas consideraciones y recomendaciones de expertos para aquellos que viven en situaciones de intercambio cultural, especialmente el mundo de los negocios (que parece ser que es el único en el que interesa no cometer "errores"):

Kopp says it’s hard to train people on, but she simply “urges them to keep their antennae out”, pay attention to those non-verbal signals and proactively ask questions about what will be expected in a certain situation.
Having even a little cultural knowledge can help you figure out what to do next, adds Matsumoto, whether you're looking at someone's face or reading the room. “It comes down to some really basic things, like being respectful of the other culture, and be interested. If you’re interested, that will help you listen better and be an active listener, and also active observer,” he says.
“[Kuuki o yomu] definitely forces you to pay attention, and to think about what signals the people around you are putting out,” says Kopp. “That is indeed a good habit for any businessperson to have, no matter what the situation.”

Mi experiencia personal es que las personas a las que he visto interesarse por sus alumnos extranjeros, eran personas con características muy participantes, las mismas que tenían para el diálogo, personas naturalmente "traductoras", cuidadosas de no ofender. Son las mismas personas que, efectivamente, tras el contacto con los que llegan de fuera se interesan por su cultura casi inmediatamente. Es algo que surge en ellas de forma natural. Les interesan las personas y comprenden que saber más de ellas es un signo cortés pero también el trabajo de una habilidad necesaria. Los que llegan a ellas comprenden rápidamente ese esfuerzo y cooperan para mejorarlo. Es la forma de acelerar las mejoras comunicativas.


Por eso es esencial que, si el mundo se ha abierto, elijamos el modelo de comunicación que queramos tener con los otros. Abrirse hacia los demás es algo positivo porque aumenta nuestro conocimiento y nuestra capacidad de expresarnos, nuestro repertorio comunicativo. No se trata de aprender idiomas, como ingenuamente se cree; es comprender la comunicación como un elemento integral, un atender a aspectos que no son solo referidos al qué sino al cómo, muchas veces tanto o más importante.
Mucho me temo que estos deficientes usos de la "conciencia situacional"—más allá de la comunicación con miembros de otras culturas, plagada de estereotipos y deficiencias— esté condicionando nuestra capacidad de comunicarnos con nuestro propio entorno, en el que nos empeñamos en hacernos ciudadanos de una república personal, intransferible e incomunicable. No estamos solos, pero muchas veces actuamos como si lo estuviéramos. Necesitamos ampliar nuestra forma de aprender a comunicarnos, interesarnos más por los otros en vez de imponernos a los demás o hacer ver que no nos importan. 
Quizá al interesarnos por otras culturas, por otros distintos a nosotros, aprendamos también a comprender a los más próximos. Habremos ampliado nuestra capacidad de atender, de leer en el aire.

Post Data: Al terminar de escribir me llega una imagen vívida, la representación en el Colegio Mayor San Juan Evangelista, de Madrid, a mediados de los años ochenta, de una obra de Federico García Lorca, representada por alumnos japoneses que había viajado desde su país para representarlo en Granada, el sueño que tenían desde que algún maestro le enseñó a disfrutarlo.  Camino de regreso, dieron una representación en japonés de García Lorca. Aunque no entendiéramos japonés, la emoción era enorme al ver la de aquellos jóvenes enamorados de Lorca.
Me llega otro recuerdo, ver ensayar flamenco en la terraza enfrente de mi casa a un guitarrista y una bailaora japoneses. Era a finales de los sesenta y Japón se había enamorado del flamenco, como se había enamorado del Jazz décadas antes.
Me da mucha pena ver que personas que llega a España con una enorme cantidad de amor no son tratados como deben. Más allá de esa conciencia situacional, está la buena voluntad. Sin ella, todo falla.





* Bryan Lufkin "How 'reading the air' keeps Japan running" 30/01/2020 https://www.bbc.com/worklife/article/20200129-what-is-reading-the-air-in-japan

jueves, 30 de enero de 2020

John Bolton sí estaba allí

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Tiene su lógica que las mayores amenazas a Trump en el impeachment provengan de lo que ha sido su círculo más próximo. Desde los abogados que le aguantaron a los asesores desoídos pasando por las autoridades desesperadas. Ese Trump que no sabe estrechar las manos porque probablemente nunca haya querido hacerlo y haya tenido que aprender a retener la mano del otro haciendo un juego mental para superarlo. Ver agarrar la mano del otro dice mucho de Trump, de su falta absoluta de empatía y cordialidad. Trump solo se daría la mano a sí mismo y según los días.
La preocupación actual viene de John Bolton, hasta hace muy poco pieza esencial del equipo Trump en Defensa. Según salió disparado de la Casa Blanca se sentó ante el ordenador y se puso a escribir —me imagino que para no olvidar detalles y llegar sabroso al momento adecuado. The New York Times ha filtrado parte del libro. Y el escándalo ya está montado.


La estrategia republicana para defender a ha sido claramente obstruccionista. No se ha basado en argumentos, sino en impedir que otros declararan o leyeran documentos solicitados. En este sentido, los republicanos están hundiendo cualquier posibilidad. Hay otra estrategia paralela de justificación. Esta consiste en sembrar la idea de que todos atacan a Trump por lo hace muy bien, porque hace a "América grande de nuevo" y, finalmente, porque lo que se hace contra Trump, se hace contra el "pueblo". El propio Trump difunde encantado estos argumentos a través de sus tuits y de sus giras públicas para calentar al personal.
Sin embargo, puede que no le salga bien esta estrategia. La presión no es tanto contra los demócratas (a los que llaman "socialistas" o la "izquierda radical"), sino esencialmente para que no haya republicanos que den un paso atrás avergonzados, vengativos o presionados por el electorado de sus circunscripciones.
En Euronews leemos el argumento demócrata:

"No hay forma de tener un juicio justo sin testigos, y cuando se tiene un testigo tan claramente relevante como John Bolton, que va al corazón de la más grave y atroz de las faltas del Presidente y que se ha ofrecido voluntariamente a venir a testificar, creo que rechazarlo es algo que está profundamente en desacuerdo con el hecho de ser un jurado imparcial", argumentó ante los senadores el congresista demócrata Adam Schiff.*


Y la respuesta de Donald Trump a través de uno de sus tuits: «"Yo NUNCA dije a Bolton que la ayuda a Ucrania estaba ligada a investigaciones sobre los demócratas. Si Bolton dice eso es solo para vender un libro", dice.» Los "NUNCA" de Trump le han dejado en evidencia últimamente. Por ejemplo, cuando negó conocer a Lev Parnas y este subió a la redes sociales vídeos y fotos demostrando lo contrario.

Quejándose siempre que todos son conspiraciones porque es el mejor presidente que los Estados Unidos han tenido en su Historia, Trump se ve atrapado en muchas ocasiones en contradicciones y mentiras, siendo estas últimas su especialidad histórica, con unos promedios diarios de embustes, falsedades, medias verdades, etc. inalcanzables para los próximos presidentes. La credibilidad de Trump es nula gracias a sus propios esfuerzos en quedar en evidencia.
El testimonio de Bolton en el senado sería una especie de careo indirecto con un presidente que hasta el momento se parapeta tras los bloqueos. La estrategia de evitar que vaya a testimoniar se va al traste en el momento en que se publica la información filtrada por The New York Times y salga el libro. Cuanto más trate de obstruir el presidente, más valiosa se considerará la información. La idea de que Bolton confirma el chantaje a Ucrania solo por vender libros es claramente un último recurso, la última bala que agota los argumentos. Si Trump pudiera decir que "no conoce a Bolton", lo haría.
Los argumentos republicanos se centran en un aspecto más complicado, también ilustrativo: si lo que hizo en el caso que lo hiciera estaba mal. Aquí han tenido que entrar en contradicciones. En los primeros momentos, se argumentaba que era obligación de Trump perseguir la corrupción, dando por bueno que los Biden había hecho algo malo en Ucrania, pero como no se ha confirmado nada de lo dicho o insinuado, la estrategia se ha tenido que plantear de otro modo. Todo, como se puede apreciar, se basa en un solo aspecto, la obstrucción de los testigos.
La estrategia demócrata es el procesamiento de Trump, pero el premio de consolación no es mala: destruir la credibilidad de los republicanos (la de Trump ya está destruida) de cara a las próximas elecciones presidenciales. De la misma forma, la estrategia republicana es considerarlo todo un montaje ilegítimo contra el poder de las urnas.


Todo esto se produce en un mundo convulso, tensionado por el propio Trump en todos sus niveles. La puesta en marcha de un acuerdo —"el acuerdo del siglo"— que nace muerto por el rechazo frontal palestino intenta desplazar el foco del impeachment y mostrar un "lado glorioso" que se puede volver contra él de nuevo.
Es como si todas las líneas trazadas por Trump fueran acercándose todas a un punto catastrófico. Las próximas semanas serán decisivas para el mandato de Trump. Es probable que su presidencia pase a la Historia, pero por motivos diferentes a los que él supone.



* "Las revelaciones de John Bolton irrumpen en el juicio político contra Trump" Euronews 30/01/2020 https://es.euronews.com/2020/01/30/las-revelaciones-de-john-bolton-irrumpen-en-el-juicio-politico-contra-trump



miércoles, 29 de enero de 2020

Johnson, Trump y la batalla del 5G

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Mientras los abogados defensores de Donald Trump en el proceso de impeachment le declaraban el "líder del mundo libre", en Reino Unido se le ignoraba en sus presiones sobre la participación de Huawei en el 5G británico. Más allá de la ironía, se trata de constatar que a unas pocas horas de que los británicos abandonen la Unión Europea, Johnson empieza a darse cuenta de que su deseada independencia del continente puede convertirse en una excesiva dependencia de los Estados Unidos. A diferencia de Dios, Trump aprieta y ahoga.
El gobierno de Boris Johnson ha decidido tomar una decisión salomónica tuneada. Permitirá seguir a Huawei en el entramado del 5G, pero —dice— lo hará de una forma controlada y parcial. La noticia la explican así en Euronews:

Las presiones del equipo de Donald Trump han sido constantes sobre las autoridades británicas para que excluyeran a la empresa por los riesgos que su participación en el proyecto podría plantear para la seguridad nacional. Sin embargo, los servicios de seguridad británicos han considerado que el riesgo es controlable. Así, Huawei tendrá "una presencia minoritaria limitada en la periferia de la red, no podrá proporcionar equipamiento a las consideradas "partes delicadas", conocidas como el 'núcleo', ni participar en áreas geográficas "sensibles".



Habrá que ver cómo se cocina eso. Los críticos del veto de los Estados Unidos a Huawei explicaban que la empresa ya estaba plenamente en el 4G, por lo que los "peligros" deberían estar aclarados. Pero nunca es suficiente cuando los demás te han adelantado en la carrera tecnológica.
La cuestión no es otra que la pérdida de liderazgo de los Estados Unidos en los avances y el aumento de la competitividad de China en calidad y precios, lo que le ha permitido ir haciéndose con oportunidades en el mercado global.

Por otro lado, el mundo se ha dado cuenta que los Estados Unidos pretende deshacer las reglas surgidas tras la II Guerra Mundial, con el comienzo de la Guerra Fría. No es casual que se defina a Trump como el "líder del mundo libre" pues la idea de "mundo libre" es una idea claramente de la Guerra Fría. Como oposición, China se convierte en el otro lado como "país comunista", ocupando el otro lado en sustitución de la extinta Unión Soviética. Esto ha sembrado bastante desconcierto en los que seguían viendo a Rusia como una amenaza para el "mundo libre". Y lo sigue siendo, pero no en el modo que le preocupa a Trump, en el de la Economía mundial. Rusia no es competencia tecnológica de nadie, sino que posee materias primas. China, por el contrario, ha escalado posiciones en los tecnológico y, pese a ser "comunista" es el gran mercado deseado hasta por la Disney. La preocupación ideológica de los Estados Unidos con China es, además, de una enorme hipocresía porque no ha importado más que retóricamente su situación interna hasta que la competencia económica ha sido real. Es entonces cuando ha empezado a importar todo y la maquinaria de propaganda se ha puesto en marcha, como muestra claramente el caso de Huawei, una compañía que se extiende por todo el mundo y de la que nadie tenía queja.


Tampoco hay queja ahora, solo las "sospechas" de lo que pudiera hacerse en el futuro, algo evidentemente indemostrable por sospecha y por futuro. Estados Unidos no ha ofrecido más. Los informes técnicos de los expertos en seguridad de Reino Unido o de Alemania han revisado todo con lupa y nadie ha encontrado nada. Solo están las sospechas de Trump que se usan como arma para evitar que China establezca contratos en su exterior en materia que pise el terreno a los Estados Unidos.
Esto lo sabe todo el mundo, pero enfrentarse a los modos agresivos del "líder del mundo libre" no está al alcance de todos por los riesgos que supone. No sería la primera vez que se enfada mucho cuando se entera que no son las compañías norteamericanas las beneficiadas en contratos fuera de Estados Unidos.



Por otro lado, las acciones, palabras y maneras de Trump no son precisamente los más favorecedores para la confianza. Lo mostrado (y demostrado) en Ucrania indica que no tiene sentido de la separación de lo propio y lo público. Trump ha erosionado la imagen de los Estados Unidos en todo el mundo. Las formas se mantienen para evitar más conflictos, pero todo el mundo tiene claro sus límites como socio de confianza y, mucho más, el carácter auto atribuido de "líder". A Trump no se le sigue; él te arrastra si es necesario. Mientras esté en la Casa Blanca, el riesgo es alto.
Es interesante comprobar las reacciones de la prensa ante la decisión del gobierno de Johnson. Mientras la británica y parte de la europea trata de resaltar que es una participación "limitada" de Huawei en el 5G, como hace la BBC, la norteamericana habla de "desafíos" a Trump o a  la política de USA. Las percepciones son muy distintas y en clave interna. Johnson ha salido fortalecido de las elecciones mientras que se ve a Trump débil.


La duda está en si Trump seguirá, por un lado, pero también si la ocupa alguien distinto va a permitir que China se siga desarrollando o si, por el contrario, la guerra comercial va a continuar. En diciembre pasado, The New York Times mostraba sus recelos sobre que la llegada de un acuerdo con China supusiera la paz. Con su titular "Peter Navarro, Trump’s Trade Warrior, Has Not Made His Peace With China" incidía en este aspecto. Por más que Trump pueda firmar un acuerdo está por detrás los que la inspiraron y a los que nos les importa tanto Trump como una política determinada contra China, como es el caso del economista Peter Navarro (el hombre que se citaba a sí mismo como fuente fiable), cuya cruzada es conocida.  Ahora seguirá por su cuenta, como punta del grupo de intereses que hay detrás.
La decisión de Johnson de desoír los avisos de la Casa Blanca con la participación de Huawei puede tener continuidad en la Unión Europea, que desafíe en su conjunto a los Estados Unidos. No será fácil porque hay una serie de países (los más cercanos al peligro ruso) que tratan de mantenerse bajo el paraguas defensivo de los Estados Unidos y por ello no quieren desafíos. Pero las decisiones de los países más grandes quedarán abiertas a la posibilidad de tener a Huawei como parte del proyecto.
La batalla mundial del 5G continúa.




* "Johnson permite a Huawei desarrollar la red 5G en el Reino Unido" Euronews 28/01/2020 https://es.euronews.com/2020/01/28/johnson-permite-a-huawei-desarrollar-la-red-5g-en-el-reino-unido


martes, 28 de enero de 2020

Coronavirus y metáforas de guerra

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Conforme va evolucionando la situación causada por el coronavirus (2019-nCoV), también lo hace la manera de informar. Es importante que en este tipo de casos —lo comentábamos el otro día aquí— se informe de manera correcta y no se agudice la situación mediante prácticas incorrectas, retórica confusa y mezcla de elementos. Desgraciadamente, muchos medios se han acostumbrado al sensacionalismo competitivo, es decir, la forma de atraer la atención de los lectores en la feroz lucha por conseguir lectores o espectadores, lo que lleva muchas veces a elaborar titulares (principalmente) llamativos y a jugar en los textos con informaciones confusas o insinuaciones. Conforme la situación se hace más grave, se observa una tendencia en algunos medios para ofrecer una información más ajustada dentro de la rápida evolución, lo que hace que los datos varíen. Con todo, es cuestionable que se hable de casos sin confirmar para que después haya que decir que no han dado "positivo".
Con todo, la información mediática se queda corta con el tejido informativo que forman las redes sociales. El Twitter de la Organización Mundial de la Salud es un ejemplo de cómo mucha gente no es consciente —o sí— de los efectos que puede tener opiniones sin ningún fundamento sobre la opinión pública.


A la epidemia provocada por los coronavirus (2019-nCoV) hay que añadir las epidemias informativas. No en vano usamos el término "viral" para calificar la distribución intensa de determinados textos, vídeos o fotografías.
La primera regla de esta forma de epidemia informativa es hacer dudar de la información oficial existente. Se juntan aquí los efectos del coronavirus con las teorías conspirativas, una muy mala e irresponsable manera de actuar. Indudablemente, tiene efectos sociales ya que distorsiona tanto lo que ocurre como aquellos otros factores que se decida incluir dentro del paquete conspirativo. Algunos de los tuit colgados en los consejos de la Organización Mundial de la Salud son realmente temerarios respecto a sus efectos. Como los virus reales se extienden a través de los reenvíos y situándose en lugares de paso, en centros de atención buscando la mayor atención posible.


La CNBC norteamericana recupera unas advertencias de Bill Gates con el siguiente titular "Bill Gates in 2018: The world needs to prepare for pandemics just like war".* La inclusión del término "war" en el titular no es precisamente tranquilizadora y va en sentido contrario a las palabras del propio Gates:

Speaking at an event hosted by Massachusetts Medical Society and the New England Journal of Medicine (NEJM) on April 27, 2018, Gates said he believed “the world needs to prepare for pandemics in the same serious way it prepares for war.”
“This preparation includes staging simulations, war games and preparedness exercises so that we can better understand how diseases will spread and how to deal with responses such as quarantine and communications to minimize panic,” Gates said.*


"Guerra" aquí, como se ve en los párrafos, se refieren a la "seriedad" con la que Estados Unidos y los demás países se plantean la importancia de la Defensa. Significan precisamente trabajar sobre las posibilidades antes de que estas ocurran, es decir, prevención y financiación. Es llamativa la última e importante recomendación: el correcto uso de la comunicación para "minimizar el pánico". Es precisamente el problema al que nos referimos. Los efectos sociales de una incorrecta información pueden ser muy negativos y producir situaciones no deseables.
Creo que la intención de Gates era buena, una llamada a la inversión de los gobiernos en prevención, en preparación para que en las situaciones peligrosas se pongan en marcha rápidamente los protocolos adecuados, de la misma forma que se ensaya cómo actuar en caso de incendio o terremoto en las escuelas o empresas. Sin embargo, la metáfora de la guerra usada es peligrosa cuando se vuelve el centro del artículo y salta al titular. Gates incurrió en el error de tratar de "sensibilizar" usando el caso extremo, el de la "guerra", especialmente si se trata de una pandemia, es decir, cuando la epidemia traspasa las fronteras. Pero muchos lo están tomando literalmente.
Leemos en el artículo que recuerda sus palabras de 2018:

Gates also compared future deadly global pandemics to a new type of “military weapon.”
Gates recalled that at the 2017 Munich Security Conference he “asked world leaders to imagine that somewhere in the world a new weapon exists or could emerge that is capable of killing millions of people, bringing economies to a standstill, and casting nations into chaos.
“If it were a military weapon, the response would be to do everything possible to develop countermeasures,” he said at the NEJM event, adding that a “sense of urgency is lacking” when it comes to biologic threats.
This should concern everyone said Gates, “because history has taught us there will be another deadly global pandemic.
“We can’t predict when, but given the continual emergence of new pathogens, the increasing risk of a bioterror attack, and the ever-increasing connectedness of our world, there is a significant probability that a large and lethal modern-day pandemic will occur in our lifetime,” Gates said.
To be better prepared, Gates said world leaders need to invest in approaches such as antiviral drugs and antibody therapies that can be stockpiled or rapidly manufactured to the spread of these future diseases.*

Toda las metáforas de la "guerra", del "arma mortal", etc. se convierten en un arma de doble filo que sirve a algunos en sus propias guerras. Desde que Donald Trump llegó al poder, declaró a China la causa de todos los males. Estaban detrás, como se ha señalado repetidamente, su estrategia de renegociación de los acuerdos económicos, la lucha arancelaria feroz y, especialmente, la cuestión de las redes 5G, por las que Estados Unidos perdía un gran negocio mundial en beneficio de China, potencia en este terreno.



Es en este contexto en donde se está interpretando por algunos la crisis del coronavirus (2019-nCoV), al que se ha calificado de "misterioso", "extraño", en fin, "chino"...
En la publicación Vice, firmado por Anna Merlan, aparecía ayer el artículo titulado "The Coronavirus Is an Exciting Opportunity for Conspiracy Theorists", acompañado de la entradilla «The spread of the epidemic has provided a bonanza for conspiracy theorists with something to promote, like hoax theories, bullshit treatments, and xenophobia.»** Es una síntesis bastante aproximada de lo que ocurre en paralelo a la información sobre la propia evolución del coronavirus. Es lo que nos preguntábamos en el blog hace unos días cuando cuestionábamos la expresión "virus chino" y recordábamos la existencia de la "spanish flu", la "gripe española" de 1918.


Muchos medios han ido rectificando la denominación a una más local como el "coronavirus de Wuhan" o la más técnica de Coronavirus (2019-nCoV). Como se señala en Vice, la detección de los movimientos conspiracionistas, los usos xenófobos, etc. hace esencial plantearse no ayudar a crear más problemas de los que ya tenemos.
Una situación de este tipo requiere algo más que conspiraciones o xenofobia. Requiere sobre todo colaboración internacional y que la "guerra" lo sea contra el coronavirus y no contra un país o unas personas que son víctimas de una epidemia que causa muertes, dolor y una gran cantidad de medidas que son los primeros en padecer. No es lo que parece por algunos medios y por la actitud de algunas personas, claramente xenófoba y que hay que tener en cuenta también como prevención.


Tengo muchos alumnos chinos. Algunos manifiestan su preocupación por lo que ocurre en su país, su miedo lógico por las familias. Otros lo llevan por dentro, de forma callada pero preocupada. Me llegan mensajes de algunos que ya terminaron sus estudios aquí y de otros que fueron para allá y que no sé cuándo podrán volver. Tienen todo mi afecto, como siempre, y mi solidaridad y ayuda cuando la necesiten.



* "Bill Gates in 2018: The world needs to prepare for pandemics just like war" CNBC 27/01/2020 https://www.cnbc.com/2020/01/27/bill-gates-in-2018-world-needs-to-prepare-for-pandemics-just-like-war.html
** "The Coronavirus Is an Exciting Opportunity for Conspiracy Theorists" Vice 27/01/2020 https://www.vice.com/en_us/article/pkeayk/the-coronavirus-is-an-exciting-opportunity-for-conspiracy-theorists




lunes, 27 de enero de 2020

Cuando el jefe es el Boss

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Por la boca muere el pez, solemos decir. El pez, esta vez, es un pez gordo, Donald Trump al que la aparición de grabaciones está complicando la vida. Creo que no hay ya muchas dudas sobre la idea de que el peor enemigo de Donald Trump es Donald Trump. Su incontinencia en todos los órdenes es el reflejo de su narcisismo. Trump necesita burlarse, regodearse, vanagloriarse, descreditar, insultar... y no lo puede controlar. Tampoco quiere porque para Trump el poder consiste en eso, en no tener que ocultar que es una mala persona. Ya dijo que si eras rico, "¿por qué tenías que aguantar a la misma mujer?" y de la misma forma podría decir "¿si eres el presidente por qué tienes que ser educado?". Como solo se representa a sí mismo, no lo entiende.
La CNN nos trae un capítulo más del retorno del despropósito. Lo hace con el titular "Parnas tape is a real problem for Trump" y lo firma Dean Obeidallah. La trama ucraniana se le complica a Trump, pero se le complican la larga lista de damnificados que van quedando en el camino del presidente desde la que algunos claman venganza.
Con Trump ha aumentado lo que podríamos llamar el "coleccionismo acústico", que me imagino que ha sido una forma de cubrirse las espaldas ante posibles consecuencias de lo que hacía o ante el asombro por lo que escuchaban.
La grabación a la que alude Dean Obeidallah es ya conocida en su contenido, sobre la destitución de la embajadora en Ucrania, pero le interesan también otros aspectos:

The stunning part is not just the content of his message, but the language Trump used to express his desire to fire Yovanovitch: "Get her out tomorrow. I don't care," adding, "Take her out. OK? Do it." He sounds more like a mob boss ordering a person to be whacked than a president seeking the removal of a political appointee. The short clip went viral for the most of the day Saturday on Twitter with the hashtag #TrumpTapes.
Then in the drip, drip style of the Clinton email scandal, the rest of the audio recording of this dinner -- which totals nearly 90 minutes -- was released on Saturday night. In the full tapes, Trump can be heard mocking Democratic Rep. Maxine Waters as being "low IQ" to big laughs, bragging that he could've beaten President Barack Obama in 2012 and more, which prompted additional news coverage.
But it gets worse for Trump. Parnas' lawyer Joseph Bondy told CNN's Anderson Cooper on Saturday night that Parnas has more recordings of Trump. When asked if he plans to release them in the future, Bondy responded, "Perhaps."*



Las palabras son dichas, recordemos, en una selecta reunión de donantes. Al autor del artículo, le sorprende el lenguaje mafioso de Trump. Entiendo que la sorpresa es de orden retórico, pues es un Trump en su salsa. No es la primera vez que se escuchan este tipo de grabaciones en la que vemos un Trump descarnado e insultante. Recordemos aquellas "escandalosas" grabaciones en las que igualmente se mostraba descarnado y grosero sobre los efectos de su dinero sobre las mujeres y por dónde había que "agarrar". Nunca ha habido un Trump "presentable", su incapacidad para entender las relaciones y la incontinencia lo imposibilitan. En Trump la zafiedad es la forma de mostrar su poder.


Y eso es lo que está haciendo ante esos "selectos donantes", mostrarse insolentemente poderoso. En efecto, la forma de hablar de la embajadora Marie Yovanovitch es de película de gángsters, de mafiosos que ponen zapatos de cemento y te lanzan a la bahía. Eso es poder.
No tiene nada de particular que vean esas formas en la manera de actuar de Trump. Las revistas y periódicos más prestigiosos se preguntan desde hace tiempo sobre sus conexiones con la mafia. The New York Times, Politico, Newsweek... ha dedicado reportajes a sus relaciones y publicado fotos con amigos de otras épocas, de esos que después dice desconocer. Las ansias de poder hacen frecuentar lugares y personas poco recomendables.


Vuelve su obsesión con el bajo "IQ" que es su forma de "supremacismo" personal. Maxine Waters tiene los tres requisitos para ser considerada de "Low IQ" y mofarse con sus contertulios: es mujer, negra y demócrata. Es el blanco perfecto para Trump. La representante por California o se ha dejado amilanar por los múltiples insultos que le dirige en cuanto tiene ocasión.


La tercera cuestión le debe seguir provocando pesadillas: la obsesión con Barack Obama. Venga a cuento o no, Trump siempre saca a colación que él podría haber ganado a Obama. Lo repite como una especie de mantra, tratando de convencerse a sí mismo y sobre todo a los demás. Es uno de los rasgos más destacados de esta personalidad obsesiva y narcisista, que necesita repetirse que es único, el mejor, que no ha habido otro igual en la Historia, el mejor presidente. Las muestras de lo contrario son conspiraciones y mentiras. Entre las cosas que decidieron las invectivas contra Marie Yovanovitch es que le dijeron que no había puesto su retrato en la embajada de Ucrania. Solo pensarlo le quitaría el sueño.
Dean Obeidallah habla del goteo de informaciones que irán saliendo. El abogado de Lev Parnas, el antiguo colaborador desconocido, ha dicho que "quizás" salgan más. Esperemos que sea así.



* Dean Obeidallah "Parnas tape is a real problem for Trump" CNN 26/01/2020 https://edition.cnn.com/2020/01/26/opinions/parnas-tape-problem-for-trump-obeidallah/index.html






domingo, 26 de enero de 2020

Naufragios o estos no serán los felices 20

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Salí ayer a comprar el pan y regresé con la obra de Amin Maalouf, El naufragio de las civilizaciones, publicada entre nosotros a mediados de octubre pasado. Una mirada hacia lo alto del estante me permitió descubrirlo, solitario, en una esquina. Pagué el pan y el libro; sin querer esperar más, me puse a leerlo aprovechando lo que quedaba de tarde.
Hace tiempo que sintonicé con Maalouf, con sus visiones y explicaciones del mundo, especialmente de lo que define aquí como el "Levante", la parte oriental del Mediterráneo, hoy en conflicto permanente. Maalouf se pregunta en su introducción por el desastre ocurrido para que un espacio en el que muchos convivían, orgullosos de ello, se convierta en un espacio de muerte y odio. Su mirada va más lejos, al resto del mundo, donde no ve mejores perspectivas. División, conflicto, hacer saltar los logros de décadas con un solo gesto... Convivencia parece un concepto viejo, del que se ha renegado de forma expresa. "¿Cómo hemos llegado a esto?" (16), se pregunta ya desde el prólogo mismo de la obra.
Expresa su preocupación (y dolor) Maalouf en la presentación del texto:

Larga es la lista de todo cuanto ayer, sin ir más lejos, conseguía hacer soñar a los hombres, elevarles la mente, movilizarles las energías, y hoy se ha quedado sin atractivo. Esa «desmonetización» de los ideales, que se sigue extendiendo sin pausa y afecta a todos los sistemas y doctrinas, no me parece abusivo asimilarla a un naufragio espiritual generalizado. (18)

Es una paradoja que existiendo mejores condiciones para el diálogo en la comunicación, un mayor conocimiento, mejores bases para el entendimiento, sea en la confrontación constante donde se esté desarrollando un juego autodestructivo. Si el siglo XX tuvo dos grandes confrontaciones mundiales, el siglo XXI se ha atomizado en sus conflictos sin resolución y con constantes efectos en cadena.
Se han perdido los sueños comunes, como señala Maalouf. Lo peor es que han sido sustituidos por mezquinos sueños parciales enfrentados, pesadillas en las que el otro es objeto de agresión, pesadillas de miedo en la que los otros son los que nos agreden, como señalábamos ayer al hablar de la videovigilancia en Londres. No son figuraciones, son una probabilidad más o menos remota que es suficiente para jugar con ella para crear el miedo que paraliza y estresa, que nos consume y agota.
En el prólogo, Maalouf hace referencia a la Casa Blanca y la energía negativa que sale de allí. Pero hay también un párrafo sobre el asombro que le causa un Brexit que está todavía en el aire cuando escribe la obra. Dice tener la esperanza —hoy inexistente, a pocos días de que se cumpla la salida— de que no ocurra. "¡Qué naufragio!", exclama.
Leemos en La Vanguardia de hoy un magnífico artículo de Rafael Ramos, su corresponsal en Londres. En él se señala:

El Brexit ha resquebrajado la Unión, empujando a Escocia hacia la independencia y a Irlanda hacia la reunificación (aunque ninguno de esos procesos está maduro como para caer del árbol, y Londres se va a resistir con todo su poderío), y ha partido a Inglaterra por la mitad –jóvenes frente a viejos, intelectuales frente a obreros, la ciudad frente al campo…– empujándola hacia la derecha en línea con los populismos ultraconservadores y fascistoides de moda en el continente y en los Estados Unidos. El cincuenta por ciento está exultante, agigan­tado, borracho con la victoria. El otro cincuenta por ciento está deprimido, triste, hundido en la agonía miserable de la derrota.*



El "naufragio" no es una figuración de Maalouf, el mal sueño de un pesimista. Es una realidad que nos envuelve, que vamos percibiendo como enfrentada, de unos contra otros. Los enfrentamientos son en el nivel micro y también en el macro, de tu vecino a otra cultura, es una forma de estar en el mundo. Nos percibimos como enfrentados. Eso hace desmoronarse muchas cosas, naufragar.
No me parece exagerada la descripción de Ramos desde Londres. Su artículo se titula "El Brexit dispara la xenofobia y saca a relucir lo peor del alma inglesa" y ofrece elocuentes ejemplos del ambiente que se respira en las islas británicas. No es el único lugar donde se está sacando lo peor que tenemos. Es el alimento del odio, sus proteínas básicas: racismo, intransigencia, odio, xenofobia. Estamos sacando lo peor en casi todas partes.
Es la paradoja de la falta de convivencia cuando ya nada nos parece lejano; todo está próximo y es peligroso. Todo es coronavirus que en pocas horas es detectado en nuestras puertas. ¿Por qué vienen los otros a infectarnos, a quitarnos los puestos de trabajo? ¿Por qué saltan muros y vallas para invadirnos? Los medios contribuyen con su sensacionalismo a cargar de gasolina muchas situaciones. Nadie se para en nada; hay prisa en ganar antes de que todos perdamos.


La política ha descubierto la necesidad de canalizar este odio, esta insatisfacción constante hacia otros. Los británicos contra Europa, los norteamericanos contra México y China y ahora, que ya se han firmado acuerdos, contra la Unión Europa, como ha señalado Trump. El extremismo de todo el mundo crece porque se canaliza el odio hacia el extranjero, el diferente... Las instituciones son sustituidas por la violencia en las calles. Nada parece funcionar; no hay palabra posible que libere el deseo de gritar.
Todo va tan deprisa que no acabamos de comprender hacia dónde vamos. ¿Naufragio? Sí, quizá sea el término más adecuado a esta situación en la que hemos dejado de creer en lo que hemos construido juntos, en las buenas ideas que unen. Cada vez es más palpable el malestar en la discordia. Los que se resisten a ser arrastrados por este enfrentamiento constante son desbordados por los gritos que piden... no se sabe muy bien qué. ¿Otra cosa? ¿Qué? Es necesario encontrarlo antes que sea tarde.
La descripción anímica del Reino Unido dada por Ramos valdría para muchos otros lugares en los que la división se vive de forma dramática. Estos no serán, a todas luces, los "felices 20" del siglo XXI. Habrá que rebuscar en los escombros de nuestras ilusiones para sacar energía positiva, la necesaria para remar contracorriente.
Son muchas voces las que advierte de este fondo sobre el que se recortan las figuras. Cada día se percibe con más claridad que no es un buen camino, que hacen falta correcciones, que se han llegado a ciertos límites que no se deben traspasar. 



Amin Maalouf (2019) El naufragio de las civilizaciones. Alianza Editorial, Madrid.
* Rafael Ramos "El Brexit dispara la xenofobia y saca a relucir lo peor del alma inglesa" La Vanguardia 26/01/2020 https://www.lavanguardia.com/internacional/20200126/473132508412/brexit-reino-unido-fecha-viernes-boris-johnson.html

sábado, 25 de enero de 2020

Londres y el problema de la videovigilancia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
De nuevo el debate sobre la videovigilancia combinada con el reconocimiento facial. Esta vez lo trae el diario El País desde Londres, donde la Policía tiene listo el sistema.
En un fragmento de la novela de Fiodor Dostoievski, Los hermanos Karamazov, se encuentra una de las piezas claves del mundo contemporáneo; es la denominada Leyenda del Gran Inquisidor, un diálogo simbólico entre Cristo y el Gran Inquisidor (español, para más señas) en el que se debate sobre la elección entre la Libertad y la Seguridad. El Gran Inquisidor, por supuesto, recrimina a Cristo haber antepuesto la libertad humana. Asegura —convencido y triunfante— que los seres humanos prefieren la seguridad, renunciando a la libertad.
El debate es un punto esencial en las sociedades modernas. Vivimos en sociedades controladas y no meramente juntos. Conforme hemos ido avanzando en la Historia a la tecnología —de la burocracia a la videovigilancia— en todas sus variantes se le ha ido sumando a la idea del control social. Y eso afecta a la Rusia zarista de Dostoievski, a la Sevilla imaginada del Gran Inquisidor a los Estados Unidos de Trump o al Reino Unido actual. Vivir hoy es vivir bajo control, en nombre de causas mejores o peores, más o menos convincentes y en nombre, la mayoría de las veces, de nuestro bien. El problema es que también otros deciden cuál debe ser "nuestro bien" y que la idea de algo individual pasa a ser más reducida en beneficio de los grandes números o incluso de la rentabilidad de la seguridad frente al riesgo de la inseguridad.


En el siglo pasado, Lord Acton se preguntaba de qué hablábamos cuando usábamos la palabra "libertad": «La libertad, ¿significa democracia como en Francia, o federalismo como en América, o bien esa independencia nacional que subyuga a los espíritus italianos, o ese gobierno del más apto que constituye el ideal alemán?» (Ensayos sobre la Libertad y el Poder La pregunta de Lord Acton está bien propuesta porque no es sencillo decidir cuáles son los parámetros preferentes sobre los que se construye el concepto y se aplica después a las instituciones, estados y relaciones entre las personas. En cada sociedad, en función de su propia tradición, la definición y la valoración de la libertad puede ser muy diferente y los límites de unas pueden ser difícilmente aceptables en otras. En tiempos globales como los nuestros no es fácil un estándar común y surgen conflictos entre los derechos de los individuos y las "malas costumbres" culturales. Cada día vemos la paradoja de cómo personas que huyen de sus país buscando más libertad, la pierden al llegar o por el camino.
El problema de la videovigilancia  y el reconocimiento facial, dos tecnologías combinadas, se plantea cuando la libertad es individual mientras que la seguridad es institucional y colectiva. Yo soy responsable de mi libertad, pero otros son responsables de mi seguridad o de lo que yo pueda hacer a terceros. Es ahí cuando empiezan los conflictos, cuando los límites se reducen y los excesos aumentan. Siempre existirá el conflicto, por lo que la cuestión está en los límites.
No señalan en el diario El País el cuándo y el cómo del actual conflicto:

La Policía Metropolitana de Londres (Scotland Yard) ha anunciado este viernes que comenzará a usar en el plazo de un mes el polémico sistema de cámaras de reconocimiento facial en vivo (LFR, en sus siglas en inglés) para identificar a delincuentes en las calles de la ciudad. El comisario Nick Ephgrave, responsable de supervisar el sistema, ha anunciado que las cámaras se situarán en zonas concretas donde la investigación previa ha señalado que pueden localizarse los delincuentes más peligrosos. No se grabará aleatoriamente, ha explicado, sino que se introducirá en el sistema una serie de imágenes de los sospechosos más buscados, procedentes de una base de datos, para iniciar un proceso de identificación. Se señalizará claramente la localización de las cámaras, y habrá una distribución previa de información a los vecinos. Son circuitos cerrados de televisión, ha explicado la policía, que no estarán conectados a otros ya existentes en carreteras o zonas públicas.
La decisión se produce en medio de un gran debate global sobre el uso de este sistema de vigilancia, ampliamente utilizado en China, que ya ha sido probado en el Reino Unido por la policía de Gales del Sur. En Estados Unidos, de acuerdo con un grupo de investigadores de la Universidad de Georgetown, ciudades como Nueva York, Chicago, Detroit y Washington tienen al menos programas piloto para implementarlo. Otras, como San Francisco, han decidido prohibir esta tecnología.*



Las explicaciones siempre tratan de cantar las bondades del sistema y de cómo solo deben preocupar a los delincuentes, pero el concepto de "delincuente" y "seguridad", "peligros", "riesgo", etc. suelen ser cambiantes, circunstanciales, interpretables.
El factor que más se suele usar para promover estos sistemas (u otros de mayor poder de control) siempre es el miedo. Ya Dostoievski decía por boca del Gran Inquisidor que los seres humanos preferiremos la "seguridad" a la libertad. Una "libertad insegura" acaba haciendo que se vaya cediendo terreno y al final uno está "tan seguro" que no puede salir de su casa, se vive en un "toque de queda" permanente.
Otro factor. La industria de la seguridad es un enorme negocio. Se alimenta del miedo y se desarrolla como una necesidad. Es mejor, nos dicen, que invertir en soluciones de otro tipo. La mentalidad que esto desarrolla no es buena porque solo se mira un tipo de soluciones y se evita mirar los problemas desde perspectivas más amplias.
Nuestras sociedades hoy no solucionan problemas, buscan hacerlos rentables, como ocurre con la salud o con el aumento de tiempo de vida. La seguridad vive de la inseguridad y tiene sus formas de presión para hacer que el mundo se perciba como más inseguro y se rebajen los límites para que haya entrada de esta tecnología de reconocimiento, que se combinará con otras.

La policía asegura que tiene intención de desplegar las cámaras de un modo abierto, y que iniciará antes un periodo de consultas con las comunidades donde vayan a ser instaladas. Ephgrave se ha mostrado convencido de que cuentan con el apoyo de una mayoría de ciudadanos. "Como una fuerza policial moderna, tenemos el deber de usar las nuevas tecnologías para mantener la seguridad de los habitantes de Londres. A través de consultas independientes hemos llegado a la conclusión de que contamos con el apoyo de la opinión pública", ha defendido. La Policía Metropolitana asegura que, durante los tres años en los que se han estado realizando pruebas preliminares, el sistema ha registrado aciertos en un 70% de las ocasiones. Solo en uno de cada mil casos, aseguran, se trató de una identificación falsa. Sin embargo, un estudio independiente analizó el uso de esta tecnología en Londres y encontró que daba falsos positivos en el 81% de los casos.*

Queda mucho por afinar la tecnología, parece. En un episodio de la serie Chicago P.D. se mostraba una situación parecida. En uno de los episodios más "oscuros" que recuerdo, se trataba de demostrar la eficiencia de un sistema de reconocimiento como el de Londres que se nos comenta. Tras asegurar la identificación de la identidad con una cifras de acierto importante, se había obviado que el número de falsos positivos entre personas afroamericanas era mucho mayor que entre personas caucásicas. Este era el caso, en el que las cámaras y ordenadores identificaban erróneamente a una persona que no era la que se buscaba. No solo fallaba el sistema, sino que se había construido claramente sobre un prejuicio racial, como se señalaba en el episodio. Es un caso de ficción, pero una seria advertencia sobre algo que sabemos que sí sucede y donde se discuten los márgenes de error.


El aumento de la seguridad tiene efectos, crea más miedo. Los sociedades (y las personas) con miedo son muy peligrosas. Desarrollan unas formas de estrés que hace que acaben teniendo reacciones peligrosas para la misma sociedad, una de ellas es la reacción contra las libertades y la diversidad. Cuando te obsesionas con la seguridad, la pérdida de libertades está en marcha. Tú solo te encierras en la jaula... y pagando por ello.
La cuestión no es solo la eficacia del sistema sino su "amortización" posterior con otros usos que finalmente se acaban desarrollando, al igual que ocurre con muchos otros de nuestros datos. Una vez instalados los sistemas, se sucederán autoridades con percepciones distintas de lo que son la libertades y los límites recortables en función de la seguridad.
El problema es que no se dan alternativas. Una vez producido un caso, se argumentará que ha sido por no estar los sistemas de vigilancia activos. Saldrán voces diciendo que hay que activarlos y así seguiremos hasta que encontremos algo que nos controle más. Hoy lo hacen (o aspiran a ellos) todos, desde el periódico que lees que dice "estar interesado en tu privacidad" hasta tu banco o tu supermercado.
Es un debate de difícil solución pero al que se deben dar alternativas para rebajar las tensiones y el miedo. No podemos confiar solo en la vigilancia y menos en los datos de su eficacia, que no serán un síntoma de perfección, sino de control total. El día que estemos totalmente "seguros" habremos perdido mucho por el camino.



* "La policía de Londres se dispone a usar las polémicas cámaras de reconocimiento facial" El País 24/01/2020 https://elpais.com/tecnologia/2020/01/24/actualidad/1579883409_559518.html