lunes, 22 de abril de 2019

La información sobre los atentados y su uso para crear xenofobia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)  
Cuando se leen los comentarios en los diarios El Mundo y el País (no he seguido) sobre los atentados ocurridos ayer en Sri Lanka, como 290 muertos y más de 500 heridos no puede uno dejar de preocuparse. El tono del radicalismo que llega es realmente motivo de preocupación dado el nivel de intransigencia y beligerancia que se demuestra en ellos.
Los cantos felices de Donald Trump por haber acabado la guerra de Siria presentando la "victoria" como el fin de algo, se muestra como una ingenuidad digna de un ignorante deseoso de autopromoción. La llamada "guerra de Siria" no hacía referencia a un "problema local" más que en lo que afectaba al poder de al-Assad en la zona. La verdadera guerra es la del "califato" que solo era relativamente local.
Eso nos aboca a una guerra deslocalizada y abierta, extendida por todo el mundo y que vuelve al modelo de Al-Qaeda, el terrorismo. Rotas las expectativas del territorio, quedan la movilidad y la disgregación sangrienta, es decir, expandir el terror.
El problema que se plantea ahora de Inteligencia, Seguridad e intercambio de información a sabiendas que los objetivos se reparten potencialmente por todo el planeta.
Leyendo a los comentaristas de los artículos publicado sobre Sri Lanka la preocupación crece porque el odio aumenta haciendo responsables a todos de lo que hagan unos pocos. En plena campaña electoral, los temas del terrorismo internacional sirven de refuerzo a las tesis de los grupos más radicales en sus planteamientos anti inmigratorios.  Este tipo de noticias se usan para transmitir el sentimiento de rechazo y odio. Ya no se trata de un grupo terrorista, sino de la totalidad. El mensaje convierte en terroristas potenciales a todos los que profesan una religión o pertenecen a unos países determinados. A la islamofobia se le añade la xenofobia y el racismo. Esto puede ocurrir por un atentado, por unos teléfonos o por cualquier otra cosa que produzca miedo, irritación, etc.
De los comentarios —muchos de ellos profesionalizados, por decirlo así— se traduce un mensaje: "la izquierda apoya al islam", que es lo que se puede leer en alguno de ellos de forma expresa y en otros de forma implícita. Es una forma de traducción de lo exterior, Sri Lanka, en clave interior, de procesamiento y reciclado de los acontecimientos ajenos para convertirlos en propios, introduciéndolos en la campaña. Que se esté usando en la campaña electoral el terrorismo, la religión, la xenofobia, etc. nos muestra una vez más que en lo que estamos convirtiendo las democracias, la pérdida de valores o el deterioro de los que nos quedan.


La noticia actúa como un pedazo de pan lanzado al estanque de las carpas, que se abalanzan sobre él procedentes de todos los rincones del estanque. Su voracidad es enorme, pues comienza el proceso del reciclado.
Las noticias reflejan hechos que ocurren en el mundo, más cerca o más lejos, que nos afectan más o menos. Pero esa información que contienen puede ser interpretada de muchas  maneras, moviendo hacia ideas, provocando acciones o combinaciones de ambas. Lo que estamos viendo es un proceso alquímico de transformación de lo que ocurre, en este caso, en Sri Lanka  para depositarlo en nuestras urnas. Es un proceso de transformación discursivo que transforma una acción, la terrorista, en una acción/reacción, votar a los que defienden esa misma interpretación de rechazo.
El peligro que tiene jugar con esto es obvio: la acción no se queda en las urnas, sigue su proceso creando un fondo de intransigencia que se acaba traduciendo en xenofobia, racismo o responsabilidad añadida a los que no tienen culpa alguna. Es una generación de odio y rechazo hacia los más próximos, que pagan culpas ajenas y lejanas.
El racismo y la xenofobia están creciendo en nuestra sociedad. Los comentarios en los foros no son la "sociedad", pero sí forman parte de la corriente que trata de configurar la opinión pública, el foro común en el que se vuelcan las ideas, que son confirmadas o rechazadas. Crean un clima de rechazo, una incomodidad. Se acaba transmitiendo en conversaciones, en actitudes, en desprecios a personas que no se lo explican, pero que a ojos de los xenófobos está claro: son culpables porque vienen de fuera, porque son distintos en algún aspecto. No hace falta ir muy lejos para confirmarlo. Basta con escuchar con atención en las conversaciones de los cafés, del trabajo, de las sobremesas, etc. para ver cómo circulan estos mensajes, libres de oposición la mayoría de los casos.


La forma en que los medios usan la información es también importante para la creación de este clima. Lo que estamos viendo por todo el mundo lo confirma. Muchos medios han reaccionado ante el uso que se da a sus informaciones por parte de los que las canalizan. Antes se hablaba del "agenda setting" de los medios, dando por descontando que ellos eran los que estaban en contacto con la opinión pública y le daban forma. Sin embargo, esto ha cambiado. Entre los medios y los receptores se ha construido un nuevo cerco mediático, las redes sociales y los medios surgidos en ellas.
Esto hace que el panorama cambie bruscamente ya que la mayor o menor profesionalidad que podían tener los medios queda fulminada por la tendenciosidad con la que nacen los medios sociales. El anonimato, la falta de responsabilidad legal, etc. hace que todos los excesos sean posibles, como ya se ha denunciado. La guerra entre ambos tipos de medios está servida. El principio de a mayor radicalismo, mayor participación en redes es un hecho que estamos comprobando. Y funciona. Al no haber límites ni principios más que la destrucción del adversario y la consecución del poder, la desestabilización permanente —que permita la penetración desde el miedo y el descontento— se practica ya con un manual estandarizado, de Trump a Bolsonaro pasando por Vox, el UKIP o LePen.
El diario El País titula "Vox declara la guerra a la libertad de prensa" y da cuenta de esta guerra entre aquellos que manejan las redes, medio barato e instantáneo, contra los medios convencionales.

La guerra a los medios de comunicación con el objetivo de sustituirlos por las redes sociales, donde se pueden lanzar mensajes breves e impactantes, sin necesidad de intermediarios ni de tener que responder preguntas incómodas, ya la practicó a fondo el actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, con quien Vox comparte asesor, Steve Bannon.
"Nos da igual no salir en los medios. ¿Para qué, si ya estamos en las redes sociales? El consumo de información por las redes sociales por primera vez ha superado al de las televisiones y ese cruce va a seguir acentuándose. Para nosotros no son un instrumento, son el instrumento", afirmaba Abascal en el libro La España viva.
Los hechos parecen darle la razón. Vox es el partido con más seguidores en Instagram (248.000), la red preferida por los jóvenes, y está bien posicionado en Twitter (233.000) y Facebook (más de 100.000). Sin embargo, alguien tiene que producir los contenidos que se difunden por las redes sociales, además del propio aparato de propaganda del partido.
Por eso, Vox recurre a los "medios de comunicación alternativos que actúan con libertad", en palabras de Abascal, o a los medios "afines", según el manual de comunicación del partido.*


Se aprovecha así la crisis de los medios convencionales (provocada por el sistema de redes y por el dejarse arrastrar de los propios medios, incapaces de encontrar su modelo). La idea de red, que se lleva años estudiando en su naturaleza y efectos, ha sido bien aprovechada por los que menos tienen inicialmente. El distanciamiento de la información objetiva en favor de la parcial está conectado con muchos otros fenómenos socio culturales, como el llamado "storytelling", adaptación al marketing del "giro narrativo", que se centraba en factores de identificación emocionales en detrimento de los racionales.
Se basa en los avances en neurociencias y ciencias cognitivas, que han estado suministrando informaciones sobre la forma de actuar del cerebro, el proceso de la toma de decisiones, etc. Todo un mundo surgido y financiado de la interacción entre las universidades y centros de investigación y el mundo de las empresas, que necesitan esta información para actuar sobre los consumidores en una sociedad mediática.
Bastó dar el giro hacia la política para que los gurús de la manipulación tuvieran a su disposición equipos completos de expertos bien pagados para practicar el arte de la manipulación masiva a través de un nuevo escenario, el de los medios sociales, de las redes. Era la conjunción de lo dicho por la retórica clásica (convertida en neo retórica), de lo aprendido por las neurociencias y la lectura atenta de Marshall McLuhan.

2016

Se trata de invertir la función didáctica de la política, el ideal ilustrado de la mejora social y la convivencia, para incidir en el mundo mítico y sentimental de los conflictos, de las guerras y de los peligros exteriores, de los enemigos que llegan, de las conspiraciones, etc.
Los medios sociales son participativos, por lo que llenan las vidas vacías de vínculos y de objetivos. Esto vale para el Estado Islámico y para los populistas de ultraderecha. Han aprendido de los viejos grupos radicales, de izquierda y derecha: hay que crear un sentido de pertenencia al grupo.
La agresividad que se manifiesta queda reforzada por el anonimato. Ya vemos cómo se traduce en los actos de intransigencia de los grupos, que acaban trasladando a las calles  su propio radicalismo. Atacan y son atacados por sus réplicas ideológicas especulares.
La capacidad de convertir en conflicto cualquier cuestión es esencial para el funcionamiento de este sistema. Con ello aumenta la violencia. Son los mensajes de odio, de miedo, etc. los que sirven como mantenimiento de esta situación para tener sensibilizada a la opinión.
Hoy en día hay nuevas distinciones entre los partidos y grupos. Ya no son solo las ideologías los que los diferencian, sino las formas de actuación y, especialmente, el tipo de estado de ánimo, por decirlo así, que transmiten en su camino hacia el poder. Los que usan estas tácticas cargan el ambiente de violencia, por eso acaba siendo difícil controlar lo que manejan, que se les va de las manos en cualquier momento, dado el estado de animosidad. Estamos viviendo un calentamiento digno del periodo de entreguerras pero con redes sociales. Los conflictos llevan a la calle (véase Francia, aquí Cataluña) porque es el espacio del drama, allí la violencia y la sangre, el compromiso se intensifican. Lo ocurrido en otro día en el Derry, la muerte de la periodista a manos de dos jóvenes es un ejemplo de lo rápida que llega ya la sangre a las calles.
La pregunta sigue siendo ¿cómo ser moderado en un mundo agitado, que camina hacia los extremos? ¿Cómo se pueden transmitir la razón y el diálogo en un momento de cacofonía y autoritarismo creciente?


La única respuesta es local más que global. Tratar de transmitir esos valores de las formas más eficaces y no darle la espalda a los problemas. Unas sociedades como las nuestras no se pueden permitir vivir conflictos de xenofobia o racismo, no se pueden ver arrastradas en el siglo XXI por los integrismos religiosos, por los negacionismos, por el dogmatismo, la intransigencia..., es decir, por todos aquellos que —pese a sus quejas— están beneficiándose de las armas globales de la comunicación. Hay que frenar con argumentos, pero también con leyes a los que atacan la convivencia, sean quienes sean. No hay que renunciar a la crítica, a los argumentos. Pero lo que vemos es muchas veces interesado e irresponsable. La maquinaria se pone en marcha y se va retroalimentando.
Es doloroso leer las reacciones, los comentarios que cualquier noticia provoca. Duele ver tanta sinrazón disfrazada de dogmatismo se desarrolla en pocos momentos, una larga cadena de odio, que se acabará traduciendo en algún momento en acción, desprecio o insultos contra las personas próximas.
Desde aquí las condolencias a la víctimas de los atentados en Sri Lanka. También a los inocentes que, aquí o allá, van a pagar por pecadores.


* "Vox declara la guerra a la libertad de prensa" El País 21/04/2019 https://elpais.com/politica/2019/04/21/actualidad/1555861066_784668.html

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