viernes, 26 de abril de 2019

La ilusión investigadora

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Pasamos ayer el ecuador de nuestras Jornadas Mujeres de 3 Culturas, las cuartas ya, lo que no suele ser frecuente en estos mundos universitarios. La iniciativa surgió ante la diversidad de doctorandos —90% mujeres— que tenía en los seminarios de formación que mantengo con mis doctorandos. Suelo repetir que las tesis son un proceso, un camino hacia el objetivo real, la formación de los investigadores durante el período de trabajo. Junto a la investigación en sí, está el verdadero objetivo que es la formación del investigador que debe pasar por las diferentes formas de trabajo aprendiendo no solo sus técnicas y métodos, los procesos investigadores, sino por un elemento esencial que es la comunicación de los resultados en la variedad de formatos que se usan en el ámbito académico científico. Nuestro campo de experiencia son estas Jornadas en las que se realiza algo que se va perdiendo en nuestro mundo académico, más volcado en la consecución de méritos que en objetivos reales de la investigación, el debate de ideas en el encuentro con los otros, el intercambio de informaciones en procesos comunes o paralelos y la comprensión del mundo en las facetas investigadas para actuar en él.
Nuestro campo son las Ciencias Sociales y nuestra explicación del funcionamiento del mundo no es esteticista, sino comprometido. La definición de nuestros "problemas" de investigación es también, en la mayoría de los casos, indagación en los problemas del mundo en diferentes niveles. Uno de ellos es la comprensión del funcionamiento de la cuestiones de género desde una perspectiva intercultural, es decir, desde el análisis comparado de situaciones conflictivas en diversas culturas.
En ocasiones, el propio trabajo de investigación usa de metodologías comparadas, en otras conocemos los trabajos que otros hacen con perspectivas similares de fenómenos culturales. En las cuestiones de género son esenciales estas perspectivas porque permite conocer la profundidad de las raíces de la desigualdad y de la violencia. Es un camino que va de los datos de la realidad (o de su representación simbólica) a los determinantes culturales que son su origen. Partimos del principio de la manifestación superficial de lo subyacente, es decir, de los elementos que configuran una cultura a través de un sistema que se presenta como obvio, natural e incuestionado.

Cuando traspasamos esas barreras de la irracionalidad explicativa, los mitos fundadores, podemos adentrarnos en zonas que nos muestran semejanzas y diferencias que nos permiten la realización de las comparaciones analíticas.
De los encuentros en las Jornadas salen muchas ideas porque se ponen muchas ideas sobre la mesa. Ha habido ponencias muy sugerentes, llenas de líneas de trabajo que se pueden desarrollar como investigaciones nuevas.
Hemos convertido los doctorados, como gran parte de la vida universitaria, en un laberinto burocrático en el que se confunden muchas cosas. En muchos aspectos, se confunde la burocracia, la vigilancia constante, con la eficacia y la atención. Hemos unificado, "estandarizado" Lo hemos transformado en el lugar en el que se aprende además los vicios que se han ido acumulando sobre las carreras de los docentes producidas por el sistema mismo en su intento de moldearlo para una mayor eficiencia mediante la lucha por los méritos y las financiaciones, los dos "románticos" motivos que rigen la actual vida académica.
He tratado siempre de transmitir lo contrario, una cierta alegría por el conocer, como actitud, y la diversidad del conocimiento frente a la limitación a la visión única de las escuelas, tendencias o modas. Las tendencia a la uniformidad es aberrante y más propia de un organismo burocrático que de aquel del que se supone que debe salir lo novedoso, lo que es vanguardia en el conocimiento en cada campo.
Me gustaría traer aquí un fragmento de la Historia de la Historiografía (1965), de la académica mejicana Josefina Vázquez de Knauth, que me parece paralelo a la situación que vivimos con todas las gloriosas excepciones que se quieran poner sobre la mesa:

Leopoldo van Ranke, el más grande historiador científico, reunió con gran maestría el método filológico y la ideología histórica para realizar su intento de escribir historia verdadera. Con todos los defectos que se le puedan señalar, alcanzó el rango de gran historiador, pero su semilla fue en muchos sentidos funesta. Bajo sus postulados generales se empezaron a cobijar los cazadores de documentos inéditos y los nuevos analistas que, con pobre juicio y apelando a una historia «sin interpretación» empezaron a invadir las bibliotecas con pequeñas y  superespecializadas monografías sin sentido alguno. De ello resultó como dice Benedetto Croce en su Teoría e historia de la historiografía, que «cualquier pobre copiador de textos... se erigió en hombre de ciencia y de crítica y osó no sólo mirar cara a cara sino con superioridad y desprecio, como hombres antimetódicos, a hombres como... Hegel».
La historia científica procuró grandes conquistas para el método, pero su optimismo era sorprendente en algunos aspectos. Creía haber alcanzado la objetivización de la historia y, con ello, asegurado la imparcialidad del historiador porque sus verdades estaban comprobadas, sin duda para nadie. ¿Cómo era posible esto? Mediante la separación del historiador del pasado. Convertía a la historia en algo muerto, a lo que el historiador ya no podía inyectarle su vida y sus pasiones. Los defensores de la historia científica creyeron que con la selección cuidadosa de fuentes y atenidos solamente a los datos logrados, era posible relatar lo que de hecho sucedió».
Los resultados parecen demostrar, por lo menos desde un punto de vista de la crítica contemporánea, que entre el historiador y la historia hay una liga tan íntima que, además de ser difícilmente superable, es la razón misma de su importancia. ¿Qué objeto tendría un pasado muerto, sin relación vital con nosotros?


El pasaje me parece muy ilustrativo respecto a una actitud mecánica, que no se cuestiona los métodos y, especialmente, que aleja al investigador de su objeto con la excusa de la objetividad, que no es aquí más que el disfraz de la falta de profundidad producida por los sucesivos recortes temporales en la formación, la reducción de los tiempos para las investigaciones y el fraccionamiento constante de las materias que impiden tener una visión ordenada de los complejos fenómenos culturales.
En los campos de la Humanidades y las Ciencias Sociales, el método no basta y hasta puede ser un maquillaje de la ignorancia. Nuestros grados y posgrados están diseñados desde otros supuestos más que los de la formación real de la persona, que se tiene que compensar con abundantes parches que solo la buena voluntad de unos y otros, esfuerzos paralelos, pueden ayudar a paliar.
La reducción de los tiempos en el periodo doctoral, su estandarización no son más que el fiel reflejo de la incomprensión de un fenómeno sencillo: no todos los problemas que se estudian requieren el mismo tiempo de preparación, documentación, formación, etc. Los vacíos se van acumulando en la formación y se manifiestan en toda su gloriosa fatuidad en los momentos decisivos, los de la investigación, cuando hay que buscar la creatividad, la perspicacia, la sutileza del análisis y la maduración crítica de las teorías. Todo eso falta.
Las Jornadas son un intento de maduración investigadora, de rito de paso académico, de enfrentarse a los problemas desde una perspectiva que combine las diferentes fases de la investigación hasta llegar a esa comunicación final.
Sin duda, es la parte más gratificante de la vida académica, pues es donde se integran formación e investigación. Lo que se transmite aquí precisamente es la necesidad de comprender y madurar para poder criticar y mejorar los marcos teóricos; a no aplicar mecánicamente los métodos o recetas, sino a valorar su eficacia; y finalmente el sentido crítico de la producción propia, siempre abierta a revisión, mejora, etc. en función de nuestro propio avance y de la ampliación constante del nivel de conocimientos adquiridos.
Hoy terminamos nuestras cuartas Jornadas, cansados, pero contentos por el trabajo general, por la ilusión mostrada y por los resultados obtenidos, un camino inacabado siempre, sin final, hacia la investigación. Lo hacemos personas de muy distintos lugares, con educaciones distintas y formas de ver el mundo diferentes. La universidad se revela entonces en su universalidad, que es su origen y objetivo. Comprender, comprendernos. Como escribía Josefina Vázquez de Knauth, ¿qué objeto tendría un pasado muerto, sin relación vital con nosotros? Es nuestra vitalidad la que da vida a lo investigado.
Gracias a todos.

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