miércoles, 6 de marzo de 2019

Medios de comunicación y mensajes xenófobos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los medios reflejan el cambio de los tiempos. Hemos pasado de la globalización a un clima de nacionalismo que tiene como forma identitaria lo propio confrontado con lo ajeno. La identidad no solo es ser de una manera, sino rechazar las otras.
El peligro del nacionalismo no son solo las guerras, como lo han sido en el pasado a través de conflictos con vecinos o rupturas, como los secesionismos. Más allá de todo esto, existe el peligro de la creación de un clima reaccionario, basado en el racismo y la xenofobia, en donde la fabricación del mito propio necesite de la estigmatización de los otros.
Esto necesita de ese doble movimiento: la justificación de lo propio y el enfrentamiento constante con los otros. Como arterias sociales, los medios de comunicación transmite los discursos que sostienen esas mentalidades, dándole forma e intensificando las sensaciones de autoestima grandilocuente y de creando las de rechazo hacia los otros.
El nacionalismo que mueven los populismos actuales recurre a todo tipo de discursos para enaltecer ese "espíritu nacional", ese fomento del orgullo, apego a tradiciones sin discriminar (cayendo muchas veces en lo retrógrado), reduce la autocrítica necesaria para poder progresar, etc. Los medios se contagian a veces de esa retórica de fanfarrias y símbolos, de gestos emocionados, de mensajes para la salvación de la patria en peligros.


Hay una segunda parte, la que apunta hacia afuera, hacia los otros. Todo orden se sostiene por una narrativa de bondades y peligros, de milagros y amenazas, de un constante equilibrio entre el bien y el mal. Unas veces el mal es la "Europa de los funcionarios", otras "los chinos que te roban los empleos"; unas veces son los "norteamericanos imperialistas" y otras "el terrorismo islámico". El repertorio es amplio y cambiante. Se trata de mantener la sensación de peligro y amenaza, de vivir bajo el miedo y la ira, que se canaliza hacia esos enemigos, reales o imaginarios, que ponen en peligro nuestras "formas de vida", "nuestros principios más básicos", los "pilares de la sociedad", etc.
A esos peligros les dan forma los medios, que actúan como generadores de representaciones identificables a través de los discursos que propagan. No es un secreto que cuando la prensa surgió pronto se produjeron los accesos a ella de grupos que trataban de establecer su propia visión del mundo como elemento central de las representaciones. Los medios fueron "pro" y "anti" antes que la objetividad fuera un bien deseable. La objetividad es como una zanahoria al frente del burro, algo que todos pregonan pero que es difícil de apreciar en la realidad, siempre marcada por intereses, prejuicios, estereotipos, etc. El sesgo se puede manifestar en el conjunto o tener fobias particulares que transmiten a sus lectores o espectadores en cada artículo, reportaje, fotografía, etc.


Hay fobias generales de los medios, su postura "anti", pero también las hay específicas de algunos articulistas, que convierten sus demonios particulares en piezas discursivas que se mantienen constantes ante la indiferencia del resto o el apoyo expreso. A veces los sesgos se mantienen durante ciertos procesos políticos, económicos, etc., en circunstancias en las que interesa mantener una determinada presión o producir una determinada imagen.
Es preocupante la poca vigilancia que los medios tienen ante actitudes xenófobas, por ejemplo. En tiempos de populismo, es muy peligroso crear "enemigos" contra los que dirigir las iras, la frustración o el miedo. En tiempos de precariedad de empleo es irresponsable acusar a países enteros de ser los responsables, cuando los verdaderos responsables siguen manteniendo sus intereses a salvo.
El ascenso de las políticas populistas conlleva un aumento preocupante de la xenofobia, que se expresa con textos y metáforas que aluden a "guerras", ya sean económicas, culturales o incidentes reales. Los medios son utilizados o se dejan utilizar (ya lo rentabilizarán de diferentes formas) para promover un clima favorable al desarrollo de estas ideas.
El nacionalismo populista se cobra sus víctimas en la figura de los "otros", entendidos y expresados como un peligro que atenta contra la identidad (miedo a perderla por la mezcla o la simple presencia como agresión, contaminación, etc.). A unos los convierte en enemigos de la patria internos; son los "traidores", los vendidos, y los que venden la patria a los enemigos, los que no la protegen como deben...


El ejemplo más claro lo tenemos en los discursos xenófobos y racistas lanzados por el actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. El presidente ha creado una identidad norteamericana centrípeta, que se va reduciendo hacia el interior de lo que se define como la "esencia americana". Lo demás son impurezas y amenazas. Los apoyos y guiños con los supremacistas y los grupos religiosos más retrógrados ha modulado un discurso en el que todo lo que viene del sur es una amenaza directa, hasta llegar a construir la falacia de la "amenaza nacional" a la seguridad para poder levantar el muro que prometió.
Pero no se trata solo de lo que llega del sur. Trump estigmatizó a China, convirtiéndola en un país parasitario responsable de los males de la economía norteamericana, de fabricar la idea del cambio climático para frenar el desarrollo norteamericano, etc. La política de aranceles es una forma defensiva frente a las "agresiones" económicas. Todo lo que formaba parte del orden económico internacional cuyo primer interesado eran los propios Estados Unidos, se invierte con el populismo nacionalista, declarando como enemigos a los que antes eran socios, incluidos los estados europeos si no se pliegan a su condiciones. Solo le han quedado las dictaduras y regímenes autoritarios como refugio. Todos los demás son peligrosos rivales cuya función es hundir a los Estados Unidos, robarle su papel de potencia dirigente, socavar el "modo de vida americano".


En la Unión Europea, hay países que han desarrollado discursos contra ella y han dirigido sus iras a las migraciones, ya sean de refugiados como de inmigrantes económicos, muchos de ellos llegados antes de la crisis económica. En muchos casos, como han mostrado los economistas, es la inmigración la que ha ayudado a sostener los ingresos del estado frente al envejecimiento y reducción de la fuerza laboral.
Los discursos xenófobos crecen con las crisis económicas y se utilizan políticamente convenciendo a los electorados de que la culpa de la situación la tienen los trabajadores extranjeros. Esos han sido los argumentos usados para el Brexit, pese a que muchas veces se demuestre lo contrario, como ocurre con la sanidad en el Reino Unido, sostenida por personal sanitario de diferentes países ante la falta personal preparado en el país. Sin embargo, los mensajes que se transmiten —en diversos países— cuentan historias de pacientes que fallecen porque los inmigrantes colapsan las urgencias de los hospitales.
Son leyendas urbanas que buscan hacer aumentar el rechazo a los extranjeros. Ya no se trata solo de la inmigración. En España hemos visto con sorpresa y horror las campañas de ataques contra los turistas en Cataluña, Baleares y algunas otras zonas. Se hace responsable a los turistas de no se sabe muy bien qué, pero son las víctimas predilectas para despertar el odio al lo que viene de fuera como demostración de "amor" por el terruño en la peor tradición. El turista encarna una fuente de ingresos, pero también despierta sentimientos negativos porque es quien llega con dinero y al que hay que servir. El "orgullo nacional" se rebela contra esta servidumbre, enganchando a las políticas xenófobas.


Un ejemplo reciente lo tenemos con los estudiantes chinos en España, a los que se acusa de ser una especie de mafia organizada para actividades que van desde el blanqueo de dinero hasta la reducción de los niveles de enseñanza. Los que llegan no son "inmigrantes" ni "invasores" sino estudiantes que han sentido el deseo de acercarse a nuestra lengua y cultura. Cualquier caso se eleva a rango de ley y lo que uno haga se lanza contra el conjunto en uno de los ejemplos más descarados de xenofobia. En el caso de España, parece que ciertos medios pueden hacer o decir lo que quieran contra los estudiantes.
El análisis que estamos realizando de la prensa española sobre esta cuestión revela titulares de medios que se consideran progresistas como de una profunda xenofobia, que se transmite por la sociedad. Se pueden leer en estos artículos las afirmaciones más increíbles, sin ningún tipo de aportación de pruebas. Una leyenda urbana, un rumor malintencionado, etc. son convertidos en hechos gracias al efecto de los medios. No deja de ser una ironía que los medios españoles que critican a Trump y sus injustas consideraciones de los hispanos en su conjunto como traficantes, violadores y asesinos, se practiquen sobre la comunidad china un tipo de racismo muy similar.


Los estudios que estamos realizando muestran un comportamiento nada profesional, sectario y discriminatorio. Lo ocurrido con los bloqueos de cuentas de la comunidad china, de estudiantes a comerciantes, a cargo del BBVA ha servido para que muchos se dieran cuenta de lo que supone considerar sin ningún tipo de prueba como delincuentes a las personas y bloquearles el acceso a su cuenta durante meses sin explicación ni justificación alguna más que la escasez de personal.
Como persona en contacto diario con mis estudiantes, las historias de este tipo de discriminaciones sin justificación, en plena calle, simplemente porque al ser chinos son culpables de algo que no acaban de entender, me hace entristecerme por la deriva de la sociedad española y, en especial, por el papel de los medios en esta situación. Por primera vez, la comunidad china ha tenido que salir a la calle a denunciar una discriminación.
Los medios —incluidos los universitarios— siguen repitiendo que la comunidad china es "muy cerrada". Mi experiencia después de más de diez años es que la gente responde con amabilidad cuando se la trata con amabilidad, que eso no es más que la reacción a una forma de trato que perciben en las calles o en la aulas, donde se canalizan en compañeros (poco dignos de ese nombre) o en profesores (poco dignos de ese nombre) que manifiestan sin pudor ataques o lo molesto que les resulta su presencia en las aulas. También aquí me siento especialmente avergonzado por lo que veo y escucho. Afortunadamente, muchos de ellos saben sobreponerse ya aprovechar lo que tienen por delante para realizar su sueño de estudiar en España y ser muchos de ellos profesores en sus universidades cuando regresen a su país. Ya algunos lo son.
Estamos cerrándonos a la riqueza que tenemos entre nosotros, a la capacidad de mejorarnos comprendiendo mejor a los otros, aprendiendo de la diversidad del mundo. En lugar de eso, nos cerramos y les encerramos con cercos de silencio, indiferencia o agresividad. El muro de Trump ha sido levantado simbólicamente en muchos lugares, en todos aquellos en los que se rechaza al que viene de otro país, de otra cultura. 


Los medios son importantes en la creación de estereotipos. También en combatirlos. Desgraciadamente tocan tiempos de fabricar este tipo de llamativos casos en los que se buscan culpables de nuestras frustraciones y complejos.
La moda nacionalista-populista necesita chivos expiatorios con los que celebrar sus rituales patrióticos. Los necesitan en Reino Unido (contra los europeos), en los Estados Unidos (contra los hispanos, europeos y musulmanes), en Italia (contra los inmigrantes que llegan del sur)... y también los necesitamos en esta España que entiende el patriotismo como casticismo y quiere volver a los tiempos de la Reconquista, que quiere responsabilizar a los alumnos chinos que vienen a nuestras universidades o escuelas de un fracaso educativo resultado de una crisis de modelo anterior a que el primer alumno pisara una de nuestras aulas. Llevamos hablando décadas del problema educativo, de la crisis cultural, etc. Afortunadamente, llegan a nuestras aulas alumnos extranjeros (no solo chinos) a los que responsabilizar de este fracaso. Hubo un tiempo, en que los padres protestaban por la presencia en el aula de estudiantes con diversas discapacidades porque sus hijos iban para genios y los que tenían algún problema se veían como obstáculo a su impresionante progreso. Afortunadamente hoy tienen un amplio abanico de excusas para justificar el empleo precario o la ausencia de empleo de sus valiosos retoños.
Como profesor en el área de Periodismo, no puedo dejar de estar preocupado por el papel negativo que los medios están jugando en la transmisión o en la creación de este tipo de comportamientos xenófobos. A la preocupación le sigue la tristeza y a esta la indignación. Pero hay que seguir cada día, recuperar energía y volver a denunciar la situación y lo peligroso de las consecuencias. 
Los medios y el sistema educativo son esenciales en la configuración de nuestra forma de ver el mundo. hay que insistir más en el sistema educativoi y eliminar las actitudes racistas que salen de dentro o que llegan de fueras. Hace falta una manifestación más clara por parte de los responsables y de las personas que tienen a su cargo enseñar. Los valores de la convivencia, del diálogo, de la comprensión, etc. no deben ser papel mojado. Tampoco debe haber papel teñido en los medios. El BBVA ha pedido disculpas (sentidas o forzadas). ¿Cuándo lo harán los medios por su contribución al calentamiento xenófobo en el mundo? ¿Cuándo se acabarán los estereotipos y simplezas con las que los otros son retratados, las acusaciones infundadas, el responsabilizar a país enteros de los que hace uno? 
El momento político nos lleva en direcciones peligrosas. Pero estamos advertidos y sabemos por experiencia cuáles son las consecuencias. En nuestra mano está, si queremos, cambiarlo.





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