jueves, 31 de enero de 2019

El problema del silencio

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El diario El país publica hoy el artículo de titulado "La prensa sí puede frenar a los extremistas". De Eduardo Suárez se nos dice que "es periodista y fellow del Reuters Institute for the Study of Journalism de la Universidad de Oxford". Conoce pues tanto la práctica profesional como la investigación en los medios. El País ha colocado la siguiente entradilla al artículo, "El objetivo de quienes crean información falsa es hallar altavoces que propaguen sus mensajes. Los diarios deberían pensárselo dos veces antes de difundir en sus páginas opiniones estridentes y noticias falsas", lo que solo plantea una pequeña parte del problema y una solución simplista ante la complejidad del fenómeno de la intoxicación informativa que viven nuestra sociedades altamente tecnológicas e interconectadas.
La tesis central del artículo, sí tiene, en cambio, mayor calado y permite ir más allá de un silencio paradójico e imposible. Me refiero al dilema de hablar de las cosas o callarlas, de pensar incluso que la crítica es negativa porque supone una forma de atención. El problema lo hemos planteado aquí en muchas ocasiones tras el fenómeno de la llegada de Trump al poder y del efecto de convertirse en el centro de atención día tras día.
Se señala en el artículo:

Donald Trump no es el detonante sino el fruto de este fenómeno, que germinó durante décadas de la mano de locutores como Rush Limbaugh y canales como Fox News.
Es posible que la tecnología haya acelerado ese proceso durante la última década. Pero sería un error señalar a Twitter, YouTube o Facebook como los principales culpables del deterioro que desembocó en la elección de Trump.*


El primer párrafo pudiera parecer que sirve para descargar de responsabilidad al propio Trump. Aquí hemos señalado, en efecto, que Trump no es quien ha creado a su electorado, solo les ha dado la oportunidad de aglutinarse a su alrededor. Pero sucede lo mismo si trasladamos a Rush Limbaugh o la Fox. No es fácil pensar en términos de efectos y causas en muchos fenómenos sociales porque son de enorme complejidad, es decir, son un tejido de múltiples fenómenos e interacciones, como señalaba el sociólogo Edgar Morin. A diferencia de fenómenos que tienen una causa "fundante" y se establece una clara linealidad entre efectos y causas, no tiene mucho sentido intentar buscar un "punto". Desde el punto de las investigaciones, a todos nos gusta señalar orígenes claros. Sin embargo, esto es muchas veces un deseo más que una realidad porque por mucho que nos empeñemos nada surge de la nada ni en un laboratorio. No existe la generación espontánea en lo que a asuntos sociales se refiere.
El racismo norteamericano que Trump ha aprovechado no comenzó con la Fox ni con Trump. Lleva dividiendo a la sociedad norteamericana desde su fundación y esto ha sido aprovechado. Está en las mentes, servido en familias y muchas veces en escuelas y comunidades. Llegan personajes, como ha ocurrido con Trump, capaces de acoger esa forma de pensar y darle un objetivo. Aquí hemos señalado en ocasiones que puede considerarse la elección de Trump favorecida por el movimiento pendular tras la elección de Obama. ¿No había racismo antes de Obama? Por supuesto. Pero, ¿qué cambia en la sociedad norteamericana para pasar de tener un presidente negro a tener uno considerado racista, apoyado por los supremacistas? No creo que se formaran más racista, pero sí que el tener un objetivo en un presidente negro sirvió para reforzar los sentimientos existentes.
Trump no ganó en las urnas, en donde sacó tres millones de votos. Muchos analistas han señalado —y estoy de acuerdo— que quienes perdieron las lecciones fueron los demócratas, en cuyas filas ocurrió lo contrario que en las republicanas. En vez de tener un elemento como Trump, sumando gente con sus discursos xenófobos contra los latinos, racistas (sin duda así lo hizo en sus discursos de campaña, si bien de forma ambigua), contra China (culpable de frenar el desarrollo norteamericano y destruir los empleos) y parasitarios(los aliados, que se benefician del dinero y generosidad de los Estados Unidos), los demócratas estaban completamente divididos.
Lo que oponían a Trump era el rechazo al incumplimiento por parte de Obama hacer entrar en cintura a Wall Street, causante de la gran crisis financiera, uno de sus temas; la división del propio Bernie Sanders contra la candidata elegida, Hillary Clinton, una durísima campaña de primarias que hizo mucho daño en sus filas, absteniéndose muchos; y finalmente, la controvertida figura de la propia Clinton, que no gozaba de la totalidad de las simpatías republicanas porque se la consideraba parte de una "clase política", algo que Obama había eludido, y a los Clinton como demasiado comprometidos con el sistema económico.


En efecto, como señala Suárez, no hay que culpar a las redes sociales de estas cosas, aunque es indudable que son usadas para estos fines. Pero tampoco se debe, como se hace en el artículo, menospreciar el papel de las injerencias exteriores, en especial las rusas en el proceso (no solo de los Estados Unidos, ya que lo están haciendo por todas partes). Menos preciarlo es echar por tierra la investigación del fiscal Mueller, que puede acabar con Trump en un impeachment y ya ha enviado a la cárcel a toda una serie de personas próximas, asesores o miembros de su equipo.
Las soluciones demasiado simplistas está claro que no pueden funcionar es este mundo informativo abierto en el que nos encontramos. Eduardo Suárez escribe:

El objetivo de quienes contaminan a diario el debate público es encontrar altavoces que difundan sus mensajes. Este axioma debería definir nuestra conducta en las redes sociales. Criticar el tuit de un provocador ayuda a propagarlo. A menudo, ignorar a un extremista es mejor que responderle o mofarte de él. La responsabilidad de cada uno es directamente proporcional al tamaño de su audiencia. Un paso en falso puede convertir una cuenta con millones de seguidores en un megáfono al servicio de la ideología radical.
Esa actitud es aún más importante en el caso de los periodistas. Las redes sociales han democratizado el acceso a la esfera pública, pero los grandes medios siguen teniendo un peso enorme a la hora de definir los asuntos en los que los ciudadanos fijan su atención. Por eso, los diarios deberían pensárselo dos veces antes de difundir en sus páginas opiniones estridentes y bulos diseñados para manipular la opinión pública. Reproducirlos de forma acrítica es contraproducente. Desmentirlos si no han alcanzado al gran público no es una buena decisión. Esta contención es muy difícil cuando los periodistas se enfrentan a políticos que mienten o exageran por sistema.*

Las propuestas me parece poco factibles y, sobre todo, peligrosas. Entiendo que si el deseo de ellos es ser difundidos a través de las críticas, les resultara todavía más favorecedor difundirse sin obtener resistencia. El fenómeno es demasiado complejo como para callarse. Una cuestión es no reproducir noticias o artículos que provoquen la difusión de falsedades y otra abstenerse criticarlos. Te los encontrarás en el poder y entonces ya será demasiado tarde. Por supuesto que reproducirlos de forma acrítica es suicida, convertirse en apéndice comunicativo, es decir, en cómplices.


No comparto la idea de que el peso de los medios sea suficiente para frenar el avance. Los medios se ven precisamente reducidos en su eficacia. Y si su eficacia es callarse, estamos ante una paradoja mayor.
Suárez cita a Lakoff y escribe algo con lo que sí estamos de acuerdo:

Cuentan más los prejuicios identitarios, que Trump alimenta con metáforas, conceptos simplones y juegos de palabras que sus adversarios propagan encantados, añadiendo una nota de sarcasmo o una corrección factual.*

La cuestión es contradictoria con lo expresado antes, sobre el papel de los medios y sus efectos. Los prejuicios identitarios es a lo que nos referido anteriormente. No es una cuestión de las redes o de los programas de radio o televisión. Escuchan lo que quieren escuchar. Eso implica que el papel de los medios no es hablar a los que no se van a situar al otro lado porque no les interesa, sino reforzar las razones de los que no están de acuerdo. Es decir, dar argumentos para los que quieren tenerlos. Todos tenemos esos "prejuicios identitarios", pero no es lo mismo que sea un prejuicio racista a que sea uno solidario con el inmigrante, por ejemplo.
La función de la crítica no es tanto convencer a los seguidores de Trump, como reforzar a los que les que no están de acuerdo con él. Esto, evidentemente se puede hacer de muchas formas, de forma ramplona y demagógica (como hace el propio Trump con los demás o de forma inteligente y dotando de razones finas y causas reales. Esa es la diferencia.
Es la diferencia entre reproducir falsedades sobre el cambio climático o los datos reales de la inmigración o limitarse a dar mentiras y datos imaginados. La opción no puede ser el silencio. Eso es un error que se paga caro.


La única opción es el rearme en los principios y que estos no se basen en las falsedades. Decir que simplemente callándose será suficiente es suicida. Lo que hay que evitar es el fenómeno que está ocurriendo en muchos sitios y explica mejor el proceso que ha llevado a Trump a la Casa Blanca.
Me refiero al desencanto producido por la propia política, al desgaste social que los malos políticos producen con su demagogia, corrupción, falta de soluciones, luchas más allá de lo razonable, etc. Eso aleja a la gente que cree en la política como forma de convivencia. Ese alejamiento, en cambio, tiene un sentido totalmente distinto entre los que se radicalizan al hilo de todas estas cosas y llevan a las presidencias a personas, de Trump a Bolsonaro, que prometen soluciones drásticas, radicales, que se manifiestan como no pertenecientes a una clase política a la que denigran.
Por eso creo que han sido las deserciones demócratas allí donde se debía haber votado lo que dio la victoria a los republicanos en su momento. Un fenómeno parecido es el que hemos visto en las elecciones andaluzas. Pesa más el desencanto por un lado y la capitalización radical por otro que otras cuestiones. Es más fácil movilizar a la gente con demagogia que con razones o datos, obviamente. Por eso es necesario más que silencio mejor información y evitar transmitir "desencanto" por el sistema democrático.


Lo podremos ver (y desgraciadamente lo veremos) en las elecciones europeas. Son los euroescépticos los que han recogido el desencanto a través del ultra nacionalismo populista. Se aprovechan así del poco interés que los partidos mayoritarios han concedido a Europa durante décadas, más preocupados por el poder local.
Es una ironía que los que son más activos en Europa sean los que quieren destruir la Unión. Como son ellos mismos los que lo dicen, se ha convertido en su motivación central y la que transmite a sus seguidores. Mientras por un lado hay indiferencia, por el otro lo que hay es la motivación destructiva.
¿Callarse? Por supuesto que no. Hay que defender lo que se cree. Y hacerlo bien, so pena de que los demás aprovechen el hueco del desinterés para hacerse con el poder.
La historia no tiene marcha atrás y no se repite. Pero podemos aprender de los errores cometidos y el silencio suele ser uno de los más frecuentes. Si el problema no es el "ruido" y las redes sociales no son quienes tienen la culpa, entonces son los contenidos los que envenenan.
El problema del silencio es que deja el campo libre. En una época sin medios horizontales, podría tener sentido que los medios silenciaran a los ruidosos. Pero hoy callarse no garantiza que no se difundan, como es obvio, y sí, en cambio, dejan sin el refuerzo positivo de la crítica a los que han de dar finalmente la batalla, la sociedad. El papel de los medios no es el de elegir, sino el de criticar con fundamento, introducir un factor de racionalidad crítica. Otra cosa es el dedicar demasiada atención a lo que no la merece, pero el silencio no va a evitar que el presidente de los Estados Unidos use el tuit cada día. Los medios deben dejar en evidencia, como hace The Washington Post, cada mentira contada.
No se puede ya creer que el silencio sea la solución. Moderar el tipo de atención y evitar ser usados sí, pero no son los medios los que van a evitar que Trump apele a la xenofobia o marine LePen lo haga con Juana de Arco. Los que tienen la perspectiva del mundo como algo regulado por los medios de comunicación siguen sin entender el proceso actual que estamos viviendo socialmente. Es precisamente el silencio el que hace resaltar el poder de la demagogia.
¿Soluciones? Indudablemente la sociedades democráticas están sufriendo una fuerte erosión en su incapacidad para abordar muchos de los problemas que se producen en su día a día. Parte del problema, a mi entender, procede de la erosión que el debate político, trasladado mediáticamente a la sociedad, está produciendo. Son los políticos los primeros que han convertido en un espectáculo la política. No basta con discutir. Es importante cómo se hace, que todos demuestren fe en las instituciones sobre las que se asienta la democracia, una forma de convivencia reforzada necesariamente por la solidaridad.
La profesionalización de la política ha llevado a que se centre en la lucha por el poder, el uso del miedo y la invocación al apocalipsis en cada nueva elección. De todo esto se aprovechan los Trump de turno. Es el desencanto lo que hace avanzar a los radicales y populistas; es la pérdida de confianza en lo que hay, en el sistema, el principal motor que les hace ascender. De ahí que sean las promesas de cambio lo que la gente valore.


Deberíamos darnos cuenta lo que está sobre la mesa, valorar lo que se ha construido y evitar su deterioro. Los nacionalismos y radicalismos que llegan como salvadores ya han dejado en la Historia sus señales. De ahí que la educación cívica sea esencial, pero es lo primero que está sujeto a controversia. Los radicales (políticos y religiosos) norteamericanos tienen sus propias formas de educación, libros y escuelas en las que refuerzan sus ideas para evitar que la información exterior corte sus flujos.
El silencio, insisto, no es la alternativa. Tampoco la ingenuidad de pensar que porque callemos los demás no van a escuchar a los que gritan. Hay que desdramatizar el debate político democrático y mostrar a la sociedad que la convivencia es posible y que esa es la finalidad de la política democrática y no el asalto al poder, que es la mayor motivación actualmente. Para ello se cargan las tintas y se abren las puertas al conflicto. El radicalismo actual es una maquinaria de abrir brechas, divisiones sociales, etc. En esto Trump es un maestro. Y tiene muchos discípulos que han aprendido la lección repartidos por todo el mundo.
Aprendamos los demás la nuestra. Aprendamos a filtrar, a criticar y a respetar; aprendamos a apoyar, a no hacer demagogia, a defender aquello que es importante para nuestra comunidad. Demos ejemplos y mostremos las líneas claras entre quienes no respetan los valores y los que sí lo hacen. Demostremos que hay prioridades por encima del mero acceso al poder. Valoremos la política en la medida en que ayuda a nuestras vidas. Exijamos mejores candidatos, mejor preparados y más respetuosos. No aplaudamos la demagogia ni la grosería, la falta de respeto. Y tengamos claros los valores que deben ayudar a la convivencia. En todo ello la prensa es importante, pero lo es porque representa un valor más de la democracia. Si incurre en los mismos errores, contribuye al problema. Buenos políticos, buenas ideas, buenos medios.
El silencio, en cambio, es peligroso. Puede que pronto te quedes mudo.


* Eduardo Suárez "La prensa sí puede frenar a los extremistas" El País 31/01/2019 https://elpais.com/elpais/2019/01/30/opinion/1548846605_212771.html



miércoles, 30 de enero de 2019

Las guerras sucias comerciales

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
¿Cuánto tiempo puede seguir el gobierno americano convertido en el juez y gendarme mundial en todos los terrenos? Porque una cosa es la "paz mundial" —a la que por cierto no contribuye demasiado con la política Trump— al amparo de las instituciones internacionales —a las que cada día desprecia mas— y otra cosa la imposición de sus propios negocios al mundo, presionando para que no pueda ser desbordado allí donde se ha quedado rezagado. Es este último aspecto el que queda más en evidencia en el caso abierto contra la empresa china Huawei, ahora mismo en el punto de mira de la administración Trump.
Casi todas las informaciones alejadas de los Estados Unidos suelen terminar sus noticias diciendo lo mismo: no hay evidencia de nada y se puede tratar de una forma de guerra comercial usando los recursos a su alcance, creando un caso global contra una compañía y un país.
En estos momentos, cuento nueve noticias sobre China/Huawei en la página de entrada de la CNN. Los gráficos también son importantes porque comunican de una forma más adjetiva. El emblema de Huawei se diluye sobre la bandera de China frente a la de los Estados Unidos tratando de representar que por mucho que sea una empresa es el gobierno chino quien está detrás. Junto a esta imagen aparece la noticia con la imagen de un misil, en el interior el titular "Ballistic missile can hit moving ships, China says, but experts remain skeptical". También en esa noticia se siembra la duda sobre la tecnología china militar, un fraude, según los analistas. Lo que se dice de los logros del misil es falso, un farol.


Creo que esta guerra desatada por los Estados Unidos contra China, centrada sobre todo en la economía, pero todavía más, en el desarrollo tecnológico tiene un sentido desde la llegada de Trump al poder. Es la respuesta a su aislacionismo, por un lado, pero por otro con un aspecto más importante: la pérdida de la carrera tecnológica por parte de los Estados Unidos.
La ideología —vamos a llamarlo así— de Donald Trump tiene varias capas que son atravesadas por un nacionalismo que se basa en la capacidad de presionar sobre los otros. Trump entiende el mundo a través de la economía en un sentido especial. Se trata de arrinconar a los contrarios para obtener el mejor "trato" posible. De ahí todos sus intentos de romper los tratados anteriores de los Estados Unidos, de salir de todos los compromisos acordados con la esperanza egotista de lograr un mejor acuerdo.
Desde su campaña electoral, la obsesión de Trump con China se hizo evidente. Se responsabilizaba a China de haber inventado el "cambio climático" para frenar el desarrollo de los Estados Unidos. Con ello conseguía atraerse a varios tipos de votantes, pero sobre todo ofrecía una explicación sencilla del declive de los Estados Unidos en diversos campos. Por el mismo motivo tras su llegada a la casa Blanca buscó una operación militar de éxito, que por su precipitación concluyo en un trágico fracaso. El caso lo vimos aquí, cómo manipuló a la esposa del militar muerto para que estuviera presente en el discurso del "estado de la nación" y la negativa del padre de aceptar nada por responsabilizar a Trump de la muerte de su hijo.
La obsesión China de Trump tiene, pues, ese sentido de chivo expiatorio, de explicación global del declive del imperio norteamericano, algo señalado por los analistas desde mucho antes, pero al que el presidente ha puesto cara. Desde su llegada al poder su obsesión ha sido debilitar a los que él considera sus rivales económicos, es decir, la Unión Europea y China, los dos únicos focos realmente de competencia para USA. Por el contrario, el aliado en la sombra ha sido Rusia, que no busca tanto la competencia económica (el desarrollo ruso se basa en otros criterios geoestratégicos más que comerciales), sino la creación de aliados, como ocurre en Oriente Medio, allí donde la política norteamericana fracasa, algo cada vez más frecuente.


El enfrentamiento con Europa ha sido notable. Lo mismo que lo ha sido su apoyo descarado y nada diplomático al Brexit y a los euroescépticos e indirectamente a los países en los que está surgiendo el populismo nacionalista disgregador. Su interés es evidente: cuando más dividida esté Europa, más fácil resulta negociar con ella desde una postura de fuerza, que es lo que ha estado intentando desde su llegada a la Casa Blanca. Los conflictos creados con ello han debido mitigarse por sus Secretarios para evitar que destruya la OTAN o que convierte en enemigos a los países que eran aliados desde siempre, pero ¿quién puede ser aliado de Trump en un sentido real? El traslado de la embajada norteamericana a Jerusalén sirvió de test: prácticamente nadie. Solo aquellos a los que ha prometido mirar para otro lado, como Arabia Saudí, se han mantenido cerca del presidente.
El hecho de que China haya pasado de ser una mera fábrica de encargos del primer mundo a ser la segunda potencia mundial ha sido demasiado para el "egonacionalismo" de Trump, basado en el supremacismo. Trump está recurriendo en la política a las mismas malas artes a las que recurría en sus negocios. Se trata de tener la mejor posición para entonces sentarte a negociar.
Las grandes compañías, especialmente las tecnológicas, manifestaron su preocupación por el proteccionismo arancelario. La guerra con China y Europa les preocupaba porque sus productos se iban a encarecer y eso supondría una merma de su valor. Los resultados se están viendo en la caída de muchas de ellas, el caso de Apple es claro.
El ascenso de Samsung y Huawei implica la pérdida de mercado de los Estados Unidos. China no ha "molestado" hasta que la evidencia del adelanto tecnológico no se ha podido ocultar. China es hoy pionera en inteligencia artificial y eso se traslada a sus propios productos y sobre todo al desarrollo de la llamada red 5G, que es el principal campo de batalla en la próxima sociedad de la información. Hasta el momento, han sido las compañías occidentales las que han ofrecido el campo de juego a los participantes. Ahora China puede ofrecer un nuevo terreno para el desarrollo y es cuando saltan las alarmas.


Prácticamente todos los analistas del caso coinciden en que las acusaciones lanzadas desde los Estados Unidos tienen un trasfondo de malas artes de competencia. Estados Unidos, el país que abanderó el libre comercio y la competencia, no acepta ser adelantado en la carrera de algo que considera suyo, desde que el vicepresidente Al Gore habló de las "superautopistas de la información", el proyecto base de lo que es hoy Internet. Gore lo concebía como una forma de expansión norteamericana por el mundo. Hoy es otra cosa y el protagonismo que se soñaba ha sido ampliamente superado. Pero con todo, las grandes compañías norteamericanas son las que han creado el mapa mundial... excepto en China, que por su tamaño y población tiene su propio universo tras el denominado "Gran Firewall", la gran muralla de las telecomunicaciones.
El artículo publicado a finales de año por el diario El País —con el titular "¿Por qué inquieta Huawei a EE UU y sus aliados?"— se cierra con estos dos párrafos:

Algunos expertos consideran que detrás del cerco a Huawei también subyacen intereses meramente económicos. Las empresas chinas están ganando una cuota de mercado en el sector de las telecomunicaciones —tradicionalmente de dominio estadounidense— que resultaba inimaginable en los años noventa. Huawei desbancó este año a Apple como el segundo vendedor de smartphones (teléfonos inteligentes) del mundo, solo por detrás de la surcoreana Samsung. “Ya podemos expulsar nosotros a Apple”, escribió en una red social Fang Xingdong, fundador de Chinalabs, un think tank de ciberseguridad.
“No debería preocuparnos más Huawei solo por el hecho de que sea china. Con casos como el de [Edward] Snowden o Cambridge Analytica hemos visto que las garantías procesales de EE UU se pueden vulnerar fácilmente”, asegura Narseo Vallina-Rodríguez, profesor adjunto de investigación en el Instituto IMDEA Networks. “Nadie sabe más de sus usuarios que Facebook o Google”, añade.*



Muchos analistas piensan lo mismo. El cerco del que se habla se ha traducido en detenciones de directivos, un golpe de efecto teatral muy del gusto de Trump, con consecuencias de represalias mucho más graves.
Se le está vendiendo a la gente que todo aquel que tenga un teléfono Huawei está siendo espiado por el gobierno chino. Hasta hace quince días teníamos la misma sospecha, más fundada, de que quien hacía eso era el gobierno de los Estados Unidos o los casos constatados de las observaciones rusas de los datos, emails, etc. que las compañías norteamericanas no saben cuidar como deben o a las que las instituciones europeas sancionan con regularidad por abuso de domino de mercado, faltas contra la competencia, la privacidad, etc. Los temores del futuro se pueden prevenir; los casos del presente, denunciar.
Las guerras comerciales son cada vez más sucias. Trump es especialista en esto, en crear fangos. El problema es que sus fangos pueden llegar a ahogar a muchas economías o crear conflictos, como no para de hacer desde que llegó a la Casa Blanca. Pero la obsesión con China se mantiene constante porque, sí, es un rival económico importante compitiendo con los estados Unidos en los mercados. Y eso le resulta inaceptable por lo que carga la maquinaria mediática mediante golpes de efecto o, peor, mediante el aliento de conflictos periféricos, como ha hecho para presionar a Japón y Corea para evitar alianzas asiáticas que puedan hacer perder la influencia en Asia. Todo su énfasis en Corea del Norte pasa por esa estrategia. Si este es un punto caliente, ni Japón ni Corea del Sur se alejarán del paraguas protector de los Estados Unidos. Es lo mismo que ha hecho en Europa para intentar "cobrar" los servicios de la OTAN a los europeos o la creación de amenazas en el sur para la construcción del muro. Si entendemos que su arte negociador consiste en destruir primero para renegociar con ventaja después, muchas de sus acciones se ven con mayor claridad. No tiene mucha imaginación y el patrón es el mismo. Sin embargo se toleran casos como el de su aliado Arabia Saudí haga lo que haga, de Yemen al asesinato del opositor Jamal Khashoggi. En estos casos no hay problema de ningún tipo.
El problema es cuando un país logra un desarrollo suficiente como para hacer sombra al que se ha presentado como líder hasta el momento. 



* "¿Por qué inquieta Huawei a EE UU y sus aliados?" El País 27/12/2018 https://elpais.com/internacional/2018/12/14/actualidad/1544807531_011348.html?rel=mas

martes, 29 de enero de 2019

Macron en Egipto o las comparaciones son odiosas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ha dicho el presidente Macron en Egipto que no sería un amigo leal si no hablara de los problemas. Esto suele ser así, pero la diplomacia se hizo para mitigar el efecto perverso de las amistades. El presidente Macron ha cumplido con su sentido de la amistad y con aquellos que le criticaron cuando el presidente al-Sisi visitó Francia y no le hizo ver que estaba al tanto de lo que ocurría en Egipto. En Francia preocupan dos cosas, el estado de los derechos humanos y el que se usen la armas francesas que se le venden a Egipto en contra del pueblo que protesta.
Después de lo ocurrido con la entrevista de la CBS al presidente egipcio y que el régimen ha tratado de evitar que se difundiera, la prensa egipcia —bien aleccionada y seleccionada para la rueda de prensa— manifestó su "preocupación" por el estado de los derechos humanos en Francia. Esta burda estrategia egipcia se repite una y otra vez. Por ejemplo, cuando se secuestra, asesina y tortura a Giulio Regeni, la prensa egipcia (y los políticos) tratan de "crear un caso" y empiezan a buscar a un egipcio del que no se sabe nada por tierras italianas. Lo mismo se ha hecho cada vez que el régimen es acusado por algún episodio concreto.
La versión oficial habla del paraíso, de la unanimidad egipcia, donde nadie está encarcelado por sus ideas o sospechas, donde todos tienen libertad de expresión, etc. Como dijimos no hace mucho, se niega todo. Y cuando algo ocurre, se aplica el argumento de la excepcionalidad, que implica que la situación aquí es distinta y no tienen más remedio. Es decir, unos días es el paraíso y otros el infierno, según toque inaugurar o hacer desaparecer. Para todo hay justificación.


Recordemos que no hace mucho se indicaba que el movimiento de los "chalecos amarillos" en Francia estaba organizado por los Hermanos Musulmanes. Se trataba con esta tontería de evitar que las protestas posibles, que ya había advertido el presidente no mucho antes no se iban a tolerar, es más, que nadie pensara que hacerlo iba a servir de algo.
El diario francés Le Figaro recogía ayer la rueda de prensa dada por los presidentes en El Cairo y la insistencia de la prensa egipcia sobre las once muertes producidas durante manifestaciones del movimiento de los "chalecos amarillos":

En déplacement en Égypte, le président a toutefois souligné que parmi ces onze tués dans le cadre de la mobilisation depuis le 17 novembre, «aucun n'a été victime des forces de l'ordre». Il était interpellé par un journaliste sur le respect des droits humains à Paris.
Emmanuel Macron a «déploré» lundi, depuis Le Caire, que «11 personnes aient perdu la vie» depuis le début de la crise sociale des «gilets jaunes» en France. Le président de la République a souligné qu'aucune n'avait «été victime des forces de l'ordre». «Je note qu'ils ont bien souvent perdu la vie en raison de la bêtise humaine mais qu'aucun d'entre eux n'a été la victime des forces de l'ordre», a-t-il affirmé.
Pour cette raison, «je veux rendre hommage au professionnalisme des forces de l'ordre», a ajouté le chef de l'État. Il était interrogé par un journaliste égyptien sur les troubles liés aux «gilets jaunes» et le respect des droits humains par Paris, à l'occasion d'une conférence de presse avec son homologue Abdel Fattah al-Sissi.*


El diario recoge las once muertes y son una suerte de despropósitos, relacionadas con atropellos la mayor parte, gente que ha lanzado sus coches contra los bloqueos de carretera, etc. Por ver los últimos y hacernos una idea:

• 14 décembre - Un conducteur meurt à Erquelinnes, commune frontalière belge, en percutant un camion arrêté par un barrage des «gilets jaunes» mobilisés côté français.
• 20 décembre - Un «gilet jaune» de 61 ans meurt près d'Agen (Lot-et-Garonne), renversé par un poids lourd lors d'un rassemblement à hauteur d'un rond-point proche de l'accès à l'autoroute A62.
• 21 décembre - Un homme de 36 ans percute sur une départementale un camion arrêté dans une file de plusieurs véhicules, en raison d'un blocage de «gilets jaunes», à Perpignan (Pyrénées-Orientales).
• 12 janvier - Deux manifestants s'interposent lorsqu'un camion tente de forcer le passage face à un barrage filtrant sur une autoroute en Belgique, à la frontière avec les Pays-Bas. L'un des deux, âgé de 49 ans, passe sous les roues du véhicule.*

Esto, como se comprenderá, muy poco o nada tiene que ver con lo que ocurre en Egipto, por más que la prensa egipcia lo presente como forma de violencia del estado y pregunte, muy preocupados, por la situación de los derechos humanos. Es difícil encontrar hipocresía es este calibre, en un régimen que dice por boca de su presidente que los 800 muertos que se produjeron tras el 30 de junio de 2013 y momento fundacional del régimen, según estimación propia, fue un mandato del pueblo que el ejército obedeció respetuoso.
Por su parte, los titulares de la prensa egipcia oscilan en función de cómo se vea el vaso nacional. El estatal Ahram Online titula "UPDATED: Sisi defends Egypt's human rights record in press conference with Macron"**, lo que muestra el énfasis en esta cuestión. La teoría de que el universo está mal informado sobre lo que ocurre en Egipto, lo que lleva a las teorías anexas de que los Hermanos Musulmanes controlan el mundo, los medios de comunicación en especial.


La argumentación dada por al-Sisi pasa por la "generosidad" del régimen en el tratamiento de las discrepancias o críticas. Sus palabras son recogidas por el diario estatal: «"We ask people to protest within the law," El-Sisi said, referring to the country's 2013 protest law.»** Esta ley ha sido precisamente la que surgió para evitar las manifestaciones, ya que solo podías ser tales las que tuvieran autorización. Sin más. De esta forma, lo que se aprobaba (¿cuántas manifestaciones "aprobadas" se han celebrado bajo la ley citada?).
La defensa del régimen por parte de al-Sisi suena ridícula en un país en donde, por ejemplo, se fueron eliminando los candidatos a la presidencia que se presentaban para hacer frente a su segundo mandato. Unos por una cosa y otros por otra, por las razones más peregrinas, acabaron en la cárcel o amenazados de ella. Y decir que no se ha disparado contra la gente es volver a matar simbólicamente a Shaimaa al-Sabbagh, muerta de un tiro por un oficial de policía mientras llevaba flores para conmemorar a los caídos en el 25 de enero de 2011 y días posteriores.
Pero el presidente lo ha negado todo, una vez más. Según al-Sisi no hay blogueros encerrados, ni periodistas, ni ateos, ni reformistas, ni personas que cuentan chistes, hacen parodias o comparten memes, etc. Un paraíso egipcio que se le debe a él.
Tras recordar las presiones críticas sobre Macron en 2017 cuando al-Sisi visitó Francia, el diario estatal recoge en su parte final, la visión política del presidente, quien tras hablar de los grandes logros egipcios bajo su mandato, señala:

"Egypt will not rise up with bloggers… Egypt will develop with effort and patience," El-Sisi said. "What should I do with employment? Rising population? How do we solve these problems? Tell me."
El-Sisi also said that "bloggers speak a language that is different from the reality in which we live," adding that Egypt has nothing to hide or be ashamed of.
"We lead our state with honesty and integrity," he said.
"We do not want to confine the issue of human rights in Egypt to freedom of expression, people's opinions are one thing, and the destruction of the state is another," he said.
"You should not look at us from a European perspective… just like we do not look at you from our Egyptian perspective… because that would not be fair."**


No deja de sorprender la naturalidad con la que el presidente egipcio manifiesta su visión del mundo. La simpleza del planteamiento está a la par de la complejidad con la que Egipto sigue su maltrecho camino. La mentalidad militar del presidente es de una unilateralidad asombrosa. Una vez creado el escenario, eso es la realidad.
La frase "Egypt will not rise up with bloggers… Egypt will develop with effort and patience" es de un maquiavelismo asombroso, desde el momento en que son toso enemigos del estado cuando no comparten su visión de Egipto. El desprecio con el que habla de los "blogueros", una etiqueta, es confundir el envoltorio con la sustancia. Hablar es una pérdida de tiempo; en cambio, la acción está en sus manos. No es de extrañar que las fuerzas democráticas que inicialmente apoyaron el golpe contra Morsi abandonaran poco después el barco. Con una persona con esta mentalidad es difícil poder sentarse a nada. Ni a dialogar ni a construir ni a nada que pida un futuro en paz; solo vale la fuerza y la extinción o sumisión del otro. Una persona que confunde construir capitales con construir el país no es fácil ni de complacer ni de convencer. La teoría, descarnada de retórica, de al-Sisi es que si hay prosperidad económica los egipcios mantendrán silencio ante la extinción de la oposición y permitirán crear un régimen "estable", que en sus términos significa controlado al milímetro. Todo lo que suponga el avance hacia libertades de las que los egipcios carecen es una amenaza y una inutilidad, con el argumento "Egipto no es Europa". Pero se olvida decir que Egipto es lo que es tras décadas de gobiernos de militares, de manipulación de la religión a través de Al-Azhar y de la dejadez de los gobiernos que no han avanzado hacia un país moderno a través de la educación o la economía, sino que han construido un régimen con unas diferencias sociales enormes que garantizan a las élites el dominio y el enriquecimiento mientras que sumen en la pobreza al resto del país. El Ejército es un emporio económico incontrolado (cualquiera que pida su fiscalización es considerado un traidor y una afrenta a sus caídos).


Las excusas del presidente son viejas y las tácticas de despiste ya muy manidas (como lo de los chalecos amarillos). Pedir que no le miren desde una "perspectiva europea" es un intento de justificar la forma de manejar a la oposición. Cuando te mandar a la cárcel por criticar al presidente bajo la acusación de "intentar separar al Ejército y al Pueblo" o decir que el gobierno está movilizando a las personas para ir a votar supone que te cierren un periódico, por ejemplo, no hay "perspectiva europea" ni "perspectiva egipcia". Solo queda autoritarismo de quien ha declarado unilateralmente que es un enviado para dirigir al país con mano dura.
Egipto podía haber evolucionado hacia una democracia. No lo ha hecho. Las farsas electorales se suceden desde la llegada de al-Sisi y ahora se pretende enmendar la constitución para garantizarle en el poder. De tal manera que su única salida es mediante el mismo procedimiento por el que llegó al poder. Es decir, cuando el Ejército decida que es más molesto que beneficioso, como ocurrió con Hosni Mubarak.
Macron le ha dicho que la "percepción europea", su régimen es peor que el de Mubarak. Lo cita en su texto Ahram Online, como de pasada, en una solitaria línea introducida como bisagra entre dos partes del texto: «Yesterday, Macron told reporters on the sidelines of his visit that Egypt's current human rights record is perceived as being more hardline than that of former president Hosni Mubarak, who was overthrown in the 2011 Arab Spring uprising»*. Esta vez, las palabras citadas de Macron han sido de fuera de la propia rueda de prensa. Incluirla en el texto no es sencillo, ya que introduce es "perspectiva europea" un par de días después del aniversario de la Primavera árabe egipcia, el 25 de enero.
Esa solitaria frase es la que sirve, en cambio, de titular en Egyptian Streets, "Macron: Egypt’s Human Rights Record Perceived Tougher Than Under Mubarak". La publicación expresa las ideas que no aparecieron en la rueda de prensa del siguiente día:

On the first day of his trip to Egypt, French President Emmanuel Macron says that the human rights situation is perceived as tougher than under Mubarak, and that it threatens the country’s stability, Reuters reports.
“I think current policies are perceived by intellectuals and Egypt’s civil society as tougher than under the Mubarak regime,” Macron told reporters on the sidelines of a trip to Egypt.
“I can’t see how you can pretend to ensure long-term stability in this country, which was at the heart of the Arab Spring and showed its taste for freedom, and think you can continue to harden beyond what’s acceptable or justified for security reasons,” Macron added.
“I think that’s becoming paradoxical and harmful for Egypt itself.”***


Macron no cita aquí una "perspectiva europea", sino la de la los "intelectuales" y "sociedad civil" egipcios, es decir, poco más o menos, lo que al-Sisi ha llamado despectivamente "blogueros", término en el que encuadra a los que piden otras formas o protestan por las actuales. Pero un "intelectual" es lo contrario de al-Sisi, un presidente visionario, al que las libertades le importan poco (¡cosas de Europa!) y al que nada frena para deshacerse de sus opositores en nombre del pasado, del presente y del futuro.
Por el contrario, lo que se está haciendo hoy se recogerá en términos muy peligrosos hacia el futuro. Hemos insistido en diversas situaciones que lo que ahora se hace solo es dejar el campo libre al integrismo religioso, que es el que podría ser contenido por los activistas sociales e intelectuales mediante una modernización y debate público. Ante esto, al-Sisi solo propone el exterminio y la represión. Su concepto de orden es el del militar tras la batalla. Derechos, libertades, etc. no forman parte de su vocabulario ni de sus conceptos. Su obligación es trazar un plan y llevarlo a cabo.
Ya sabemos cuál es el plan. Y, sobre todo cuáles están siendo sus efectos. La vieja guardia intelectual de Egipto, la que tenía sus ideales de modernización, de laicidad del estado, de mejoras sociales, etc. se ha ido perdiendo por el camino. Lo que ha quedado es la generación que vivió con provecho el régimen de Mubarak. Los efectos de las dictaduras son muy pernicioso porque acostumbran a muchos a tener que elegir entre vivir muy bien a la sombra del régimen, que te ampara y da de comer, o vivir bajo la amenaza que suponen las críticas, ser marginado, tener que exiliarte, etc.
Es indudable, como ha ocurrido en Siria y otros países que vivían bajo dictadores, que estos habían generado una doble oposición: la de los islamistas y la de los demócratas laicos. Pronto se vio que la carencia de organización y de unidad era la gran ventaja con la que jugaban los islamistas (en sentido amplio) frente a los diferentes grupos, acostumbrados a pelearse más que a estar de acuerdo. Los dictadores sabían bien cómo jugar con unos y otros.
Lo peligroso es la dirección conservadora que el régimen está tomando para ahondar en el control a través de la religión, de ahí el papel central del ministerio y del ministro de dotaciones religiosas, pieza clave en el desarrollo egipcio, y punta de lanza para intentar generar un doble frente nacionalista militar y religioso controlado desde la cabeza del estado. Pero Al-Azhar se resiste. Por eso está surgiendo un ultraconservadurismo desde la base, que son quienes articulan en el nombre del islam y del patriotismo los ataques y censuras contra cualquier cosa que pueda ser utilizada por los islamistas como "occidental" o "antipatriótico" ofensivo para el honor de las familias, etc. Eso va de una falda a un chiste. Pero el titular de Egypt  Independent pondera la satisfacción de al-Sisi con el estado de la libertad de opinión.


La observación que Macron hace en voz alta, la hemos hecho aquí muchas veces: “I can’t see how you can pretend to ensure long-term stability in this country, which was at the heart of the Arab Spring and showed its taste for freedom, and think you can continue to harden beyond what’s acceptable or justified for security reasons,” Y es que es difícil justificar la represión en nombre del futuro o del excepcionalismo del presente.
La carencia de ideas del régimen hacia el futuro es evidente. La receta es siempre la misma. La idea de que por esa vía se llegará a algún sitio estable es una perversión del pensamiento y, algo peor, asegurarse que siempre habrá un enemigo del que proteger al país. Eso es fácil cuando no dejas de fabricarte nuevos que añadir a los viejos.
Macron apela a la amistad para criticar la situación egipcia. Es una forma de entender la amistad diferente también a como la entiende al-Sisi. No sirve de mucho, pero al menos lo ha dicho. Al menos, Macron se ha enterado de la gran preocupación existente en Egipto por los chalecos amarillos y los derechos humanos en Francia.


 * "«Gilets jaunes» : Macron «déplore» les 11 morts en marge du mouvement" Le Figaro 28/01/2019 http://www.lefigaro.fr/actualite-france/2019/01/28/01016-20190128ARTFIG00153-gilets-jaunes-macron-deplore-les-11-morts-en-marge-du-mouvement.php


** "Sisi defends Egypt's human rights record in press conference with Macron" Ahram Online 28/01/2019 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/322592/Egypt/Politics-/UPDATED-Sisi-defends-Egypts-human-rights-record-in.aspx
*** "Macron: Egypt’s Human Rights Record Perceived Tougher Than Under Mubarak" Egyptian Streets 28/01/2019 https://egyptianstreets.com/2019/01/28/macron-egypts-human-rights-record-worse-than-under-mubarak/


lunes, 28 de enero de 2019

Blanqueando a Naomi

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La forma de representar a los otros en los medios dice mucho de nuestra forma de percibir el mundo, de cuáles son nuestros valores, que resaltamos, matizamos o eludimos al mirar a los que presentan algún tipo de diferencia respecto a nuestros estándares. Los conflictos que se plantean en un mundo global, en este sentido, son muchos. En realidad, vivimos en un mundo de "representaciones", donde los otros son convertidos a través de nuestros códigos en formas textuales, en signos codificados de alguna manera.
En la época de Obama, la forma de representarle dentro de su propio país dio lugar a conflictos y se denunció en su campaña que se "oscurecían" su fotografía para aumentar su "negritud", por decirlo así. De esta manera, se aumentaba la sensación de "amenaza" que muchos blancos (que habrán votado a Trump para quedarse tranquilos) dicen sentir ante la presencia de conciudadanos negros. Los Estados Unidos tienen serios problemas al revisar sus representaciones porque queda en evidencia el "filtro blanco" que se ha mantenido hasta hoy mismo. De hecho, los afroamericanos tuvieron que producir sus propias películas para poder controlar sus representaciones públicas, que parten del prejuicio, pasan por el estereotipo y acaban produciendo discriminación.
Hoy lo tenemos igualmente con los hispanos, representados como criminales, como una "amenaza a la seguridad nacional" por Trump y su corte de supremacistas, que quieren una América blanca y anglosajona, dejando al resto fuera o bajo vigilancia.


Pero no es el único caso, evidentemente. El fenómeno se intensifica cuando aumenta la sensibilidad y vigilancia por la mayor conciencia de lo que supone este tipo de prácticas de representación. Es una maquinaria perfectamente desarrollada para mantener las discriminaciones a través del resaltado intensificado de las diferencias que puedan darse, convirtiéndolas en esenciales. Así pasan a ser decisivos los mecanismos de la cultura audiovisual, como el cine la fotografía, la publicidad, etc. en donde se establecen estas representaciones estereotípicas y negativas para los integrantes de los grupos discriminados o reducidos a estereotipos.
Hace unos días hemos visto aquí el caso de la irritación y protesta que ha provocado la campaña publicitaria de Dolce & Gabanna en China tras mostrar a una modelo ante un plato de espaguetis usando unos palillos de madera para intentar comer. La marca ha intentado disculparse por lo ocurrido, pero eso ya no es bastante. El rechazo queda ahí.
La BBC nos trae un caso de "blanqueo" de piel, esta vez en Japón y con una compatriota, la tenista Naomi Osaka, la reciente ganadora del Open de Australia. La noticia saltaba el 23 de enero con el titular "Naomi Osaka: Noodle company apologises for 'white-washing'". La BBC lo contaba así:

The headlines should all have been all about Naomi Osaka's victories on the tennis courts in Melbourne, Australia.
Instead, the Haitian-Japanese sports star has once again found the coverage diverted by a row over a cartoon.
This time, it is Japanese noodle company Nissin which has been accused of "whitewashing" the mixed-race Osaka in a manga drawing.
Many people have been left questioning how exactly this could happen a second time. When an Australian cartoonist depicted Osaka as a blonde-haired, white-skinned woman in September 2018, the controversy took weeks to die down.
"Why, does [anyone] change the skin colour to something that deviates from the real person so much?" one Twitter user asked the manga artist, Takeshi Konomi, after he shared a picture of his drawing on the social networking site.
The company, which sponsors the Japanese tennis team, apologised as the row escalated, saying it had meant no offence.
"There is no intention of whitewashing," a Nissin spokesperson said. "We accept that we are not sensitive enough and will pay more attention to diversity issues in the future."*


El artículo se adentra posteriormente en los problemas existentes en la cultura japonesa para "aceptar" a personas que claramente no aportan el estereotipo asiático. Naomi Osaka es de padre haitiano y de madre japonesa, por lo que los rasgos combinados dan una piel más oscura que lo estandarizado, algo que no parece aceptarse como forma de representación.
El caso es curioso porque no se trata de eliminarla de la publicidad, sino de no ser aceptable una representación realista para los fines de la comunicación. Parece existir (de hecho, lo hay) una contradicción en su uso publicitario y su "lavado". Todo el mundo sabe quién es y cómo es, por lo que la distorsión de color tiene que actuar en otro nivel, por decirlo así. Osaka representa a Japón y da títulos al país, es valorada. ¿Por qué entonces esta forma discriminatoria? El lavado es una forma de aceptabilidad o, si se prefieren una forma de tranquilizar las conciencias.
Es justo el proceso contrario al que mencionábamos inicialmente respecto a lo ocurrido con Barack Obama, al que se trataba de perjudicar intensificando su negritud. Aquí, por más que no se reconozca, el proceso es el contrario. Se trataba de hacer más "aceptable" a los estándares japoneses. Esto, por supuesto, es una forma clara de racismo. Y así se señala en el artículo, resaltando los múltiples problemas que tienen las personas resultado de matrimonios mixtos, es decir, aquellas cuyos rasgos no entran dentro de los cánones establecidos. El artículo de la BBC señala que son más "aceptados" aquellos entre asiáticos (chinos y coreanos) que aquellos otros, como es el caso de Naomi Osaka, que muestran rasgos más diferenciados.


Recordemos que no hace muchos se produjo en Japón la polémica contraria. Esta vez se trataba de las críticas porque la actriz Scarlett Johansson iba a interpretar al personaje principal de la versión con personajes reales del anime Ghost in the Shell. Esta vez fue en Japón donde se produjo la polémica al ser una actriz norteamericana de rasgos no asiáticos quien encarnaba a la protagonista. Pero esta vez la polémica se quedó en el aire al señalar el director del anime original que se trataba de una Cyborg. La propia película trataba argumentalmente de resolver este "problema" haciendo visitar a la protagonista, con su cuerpo biónico, la casa de su familia, es decir, su madre japonesa que conservaba una fotografía de la hija tal como "era", es decir, de rasgos asiáticos. De esta forma se establecía una diferencia (real/cyborg) que pretendía evitar la polémica sobre la representación.


Tras contar algunos casos de discriminación de mujeres japonesas, con padres africano e indio, el artículo de la BBC cierra esperando que la apertura de Japón al mundo pueda reducir estos procesos de discriminación a través de las representaciones distorsionadas.
No es fácil porque las formas de representación de diferencias están altamente codificadas, forman parte de esos filtros que es necesario remover para evitar que se produzcan estos fenómenos discriminatorios.
La tenista ha aceptado las disculpas. No es la primera vez que le ocurre. Vemos que los casos se producen cada vez más, lo que significa que en este mundo visual en el que estamos, de pantallas y canales, este tipo de prácticas deben ser eliminadas para librarse de los estereotipos culturales. La mayor visibilidad de los mensajes, su difusión constante, los hace más peligrosos. El estereotipo que no se denuncia se convierte en refuerzo de los existentes, por lo que es necesaria una vigilancia estrecha.
Nosotros tampoco estamos exentos de este tipo de prácticas negativas. Los nacionalismos son maquinarias que viven de exagerar las diferencias y producen este tipo de representaciones con gran intensidad. Se trata de establecer las línea divisorias entre unos y los demás. Naomi Osaka, japonesa y triunfadora, tiene todo el derecho a ser representada como es y no como a otros les gustaría que fuera o considerarían "aceptable".


* "Naomi Osaka: Noodle company apologises for 'white-washing'" BBC 23/01/2019 https://www.bbc.com/news/world-asia-46972920




domingo, 27 de enero de 2019

Mitos a la carta

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ayer hablábamos de las consecuencias sociales de exiliar a la universidad al recinto de los expertos, de desconectarla del mundo "real" pensando que su única función es formar trabajadores más o menos cualificados. El error de esto es fatal porque nos aleja de la comprensión de nosotros mismos, tanto en lo personal como en lo social, nos deja sin comprender nuestro pasado, que se convierte en manipulación y nos deja en un presente atemporal, que gira sobre sí mismo, rodeados de fantasmas y cantos de sirenas de manipuladores.
La necesidad de cambiar los enfoques de la educación, incluso del modelo de profesorado y enseñanza que tenemos, de cambiar las didácticas mecanicistas que hemos adoptados como "modernas" y que nos deshumanizan en un sentido profundo del término, se hace cada día más evidente. Es necesario antes de que nos encontremos con las sociedades invertebradas, cuyo siguiente paso es caer en manos de demagogos y dogmáticos que les ofrecen los mitos necesarios para que pierdan el vértigo del vacío.

La mente parece tener algún tipo de "horror al vacío". Sin la capacidad crítica necesaria, es pronto objeto de seducción por parte de aquellos que le ofrecen la facilidad de los mensajes que le explican todo. El fenómeno lo estamos viendo en dos campos diferentes: el crecimiento de los populismos, una maquinaria de respuestas sencillas, y en el extremismo islámico, en el que caen personas igualmente que carecen de estímulos —el reclutamiento en cárceles occidentales no es casual— y salen por esa vía de su confusión vital. El dogma es lo que caracteriza a ambos, además del fanatismo de ideas y liderazgo. ¡El mundo es sencillo y ellos tienen razón! Se hace la claridad en el desorden.
Todo esto ocurre en la era del vacío, de la tecnocracia, de la eficiencia. Los datos son comunes tanto en países avanzados, como los Estados Unidos (retrocede la Ciencia, avanza el fanatismo y las conspiraciones) y en los más pobres. Dogmas y mitos o la fusión de ambos son los resultados de la involución ilustrada que nos ha traído la sociedad posindustrial, curiosamente la Sociedad de la Información. Quizá sea así de forma natural, ya que el vacío es rápidamente rellenado por la facilidad comunicativa de que hoy disponemos. Se ha sustituido el diálogo por el contacto y la comprensión del mundo por la cala parcial en el área específica en que se viva.


La educación es pobre porque se limita a buscar la empleabilidad sin tener en cuenta que esas mismas personas necesitan satisfacer otras necesidades, otras dimensiones de la personalidad, bajo la amenaza que otros las satisfagan con sus cantos. Eso es lo que vemos cada día con la extensión del fanatismo en sus diferentes versiones. El avance de las máquinas en cuanto a automatismos plantea perfiles distintos. No se invierte en educación, sino en formación y esta es la justa para la rentabilidad. La persona queda de lado y expectante en un mundo de reducción de empleos y precariedad.
Una de las muestras más claras de esa expansión aprovechando el vacío es el resurgimiento de los mitos nacionalistas. El nacionalismo se ha vuelto una ideología emocional que necesita de los mitos y de la ignorancia, en la medida en que la segunda favorece a los primeros. Ya sea el nacionalismo o el fundamentalismo religioso, la función de ambos es servir de banderín de enganche en diversas causas e intereses que los usan para sus fines.
El diario El País nos trae el artículo del profesor e historiador José Álvarez Junco, con el título "La Reconquista", criticando el uso que los nacionalismos —tanto periféricos como españolista— hacen de los hechos históricos, del desprecio en favor de las ideas interesadas. Escribe Álvarez Junco:

Los historiadores deberíamos estar hartos de que nos utilicen. Deberíamos protestar, sindicarnos, demandar judicialmente a quienes abusen de nuestro trabajo, salir a cortar una avenida céntrica… Somos pocos, me dirán. Pues movilicemos a nuestros estudiantes, que seguro que estarán encantados. Y es que ya está bien. La función de la historia es conocer el pasado. Investigar, recoger pruebas, organizarlas según un esquema racional y explicar lo que pasó de manera convincente. Y punto.
Pero a poca gente le interesa de verdad conocer lo ocurrido, que en general fue complejo y hasta aburrido. Lo que nos piden es algo mucho más excitante: un relato épico, útil para construir identidad; que demostremos que nuestra nación existe, que la colectividad en la que vivimos inmersos hoy es antiquísima, casi eterna, y que a lo largo de los siglos o milenios ha actuado de manera noble, generosa, sufriendo conflictos siempre debidos a la maldad de los otros; que asignemos en nuestro relato claras identidades de buenos y malos, víctimas y verdugos, vinculando a nuestro grupo actual con los buenos, las víctimas. No, no nos pide eso un niño necesitado de cuentos para dormir. Nos lo piden adultos, muchos adultos. Entre ellos, los más poderosos, los dirigentes políticos. Y es que la nación justifica el Estado, legitima la estructura político-administrativa que controla el territorio que vivimos. Por lo cual es elevada a los altares, venerada como objeto sagrado. Sobre ella no se puede escribir historia (compleja, matizada, para adultos), sino mitos o leyendas, con escasa o nula base empírica, que nos hablen de nuestros padres fundadores, de sus hazañas, de los valores éticos que encarnaron, fundamento perenne de nuestro ser colectivo. Eso es lo que se nos pide. Mito. Algo que puede alcanzar alta calidad literaria y profundidad psicológica. Pero que no es historia.* 



Tiene razón Álvarez Junco y en eso mismo hemos insistido muchas veces. Pero hay más. Los que se pliegan a crear esos mitos tienen su beneficio. Son los políticos los que piden; son también los que dan. Desgraciadamente, la sumisión de la Universidad a los políticos (no a la política) es una evidencia de la que no acabamos de recuperarnos. Para algunos está muy claro: son ellos los que las controlan, los que aprueban sus presupuestos, los que deciden los futuros.
La política se ha profesionalizado, por lo que se ha llenado de vocacionales del poder con una asignatura obligatoria en su currículum, la comunicación, y otra optativa, unos mínimos esquemas ideológicos. Les sobra todo lo demás. El ascenso de los ignorantes a los puestos de decisión conlleva este tipo de nefastos resultados. Lo que esperan de las instituciones educativas es sumisión y de la educación en sí poco o nada. Son los primeros que la pisotean.
La falsificación de títulos universitarios por parte de los políticos revela cuál es visión de lo que es la educación. También de lo que es la política. Es un fenómeno mundial, cuya coronación se ha consumado con la llegada de Donald Trump, el rico ignorante, a la dirección del país más poderoso de la tierra. Lo ha hecho con demagogia, con falsedades y mentiras.
Lo que señala Álvarez Junco es una realidad. Lo que se busca y pide a la Historia es el fortalecimiento de las tesis identitarias. Lo mismo que se ha hecho con otros campos, como la Filología, premiando el localismo lingüístico y sus mitos fundacionales. Tierra, lengua y religión son los tres elementos conjuntos que se refuerzan en la creación de los elementos identitarios. La Historia sirve para entretejer el discurso, para narrativizarlo. Los tres se traducen en "textos" que van del cuadro que enseña el paisaje patrio o la batalla fundacional o liberadora, al poema que dio nacimiento al idioma cantando las virtudes del héroe.


La queja de Álvarez Junco es la de los profesionales que piden que se les deje trabajar conforme a criterios científicos y de "verdad", no de "mito", que no se les utilice como pilares narrativos manipulados de la sociedad. No es fácil. El control de las instituciones y de los méritos hace que estos favores se paguen bien. El sumiso prospera; el crítico baja.
Álvarez Junco se centra en recordar la decimonónica idea de "reconquista" y su conversión en nuevo discurso político por Vox, pero podría haberlo hecho con muchas otras cuestiones de los nacionalismos secesionistas, a los que también alude.
El final de su artículo es claro: «Pero no nos esforcemos tanto para explicar la complejidad del pasado. A casi nadie le importa. Lo rentable políticamente son los mitos. Los mitos hacen votar. Y enfrentan también a la gente, la llevan a matarse entre sí.» Esa es la experiencia pasada y presente. Pero no hay que tirar la toalla. Lo que hay que conseguir es que aumente la educación, que se libere de tiranías y enseñar a pensar, no a seguir a los demás. Es el ideal educativo de Bertrand Russell, la autonomía intelectual como objetivo. El mito, por el contrario, busca perderse en la comunidad, en el pueblo o en cualquier otra ficción creada para ese fin. Para ello hay que desoír muchos cantos de sirenas y quemar algunos barcos.
Los niveles de conflicto aumentan cada vez más en las sociedades. Hay encendidos discurso que reducen el mundo complejo a sencillos eslóganes con los que dirigir hacia los objetivos marcados. Es como una marcha militar, redoble  de tambores y toque de  cornetas. 
La incapacidad de pensar en términos críticos reales hace que seamos pasto de la demagogia, que sea posible arrastrarnos por medio de convincentes y seductoras fábulas. Hay que empezar a buscar soluciones.


* José Álvarez Junco "La Reconquista" 27/01/2019 https://elpais.com/elpais/2019/01/25/opinion/1548436799_019300.html