martes, 4 de diciembre de 2018

Khashoggi y el ejército de molestas abejas digitales

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El titular del diario El País "Un exiliado demanda a una empresa de ciberseguridad israelí por ayudar a Arabia Saudí a espiar a Khashoggi" crea más incertidumbres que información. Lo podemos leer con detalle y darnos cuenta que van surgiendo preguntas en cada palabra. La CNN, el medio que dio la exclusiva, en cambio es directa: "Jamal Khashoggi's private WhatsApp messages may offer new clues to killing". Lo sustancial no es la demanda ni el demandante, sino lo que ofrece en el caso respecto a la actuación de Mohamed Bin Salman, el príncipe heredero y hacia el que apuntan todas las sospechas sobre la orden dada.
Los hechos se pueden abordar desde varias perspectivas. Evidentemente, la prioritaria es lo que puede suponer de ayuda para aclarar el caso del asesinato de Khashoggi. Es la perspectiva que la CNN considera prioritaria y traslada a su titular. En esta línea, se considera todo aquello que sirva para aclarar por qué y para quién Khashoggi era un peligro que debía ser eliminado. Un segundo aspecto, más general, es el del acuerdo entre Arabia Saudí e Israel, sin el cual no sería posible la venta de un software de este tipo, del que la CNN dice algo más, que fue desarrollado a instancias de Arabia Saudí. Aquí el foco es el estado real de las relaciones entre Israel y Arabia Saudí (y con ella los países bajo su manto, como Egipto). Para Israel, la estabilidad de Arabia Saudí es una necesidad (como lo es para Estados Unidos), ya que son los islamistas los que usan a la ocupación de Palestina y el conflicto interno para acusar a las autoridades de los regímenes de connivencia con Israel y Estados Unidos. Es un indicador más de la hipocresía "antioccidental" de algunos. Pero el hecho de que una empresa israelí haya colaborado desarrollando un programa que sirva a los servicios secretos de Arabia Saudí a vigilar y eliminar a sus disidentes es un paso más, una aclaración reveladora del verdadero estado de cosas en Oriente Medio, por si alguno tenía dudas.


La tercera perspectiva es sobre el motivo que llevó a hacer desaparecer a Jamal Khashoggi, es decir, por qué pasó a ser una amenaza directa y para quién. En este sentido se confirma lo que nos permitía intuir la columna póstuma del periodista en The Washington Post, la necesidad de articular la oposición en el mundo árabe a través de algún medio no controlado, de un medio propio que permitiera articular las voces disidentes. Lo llamaron las "abejas digitales", un ejército molesto con sus aguijones informativos.
En la CNN se recogen los planes de Khashoggi y del disidente que ha formulado la denuncia a través de los mensajes de WhatsApp, los mismos que fueron interceptados por el software malicioso introducido en los teléfonos:

In almost daily exchanges between October 2017 and August 2018, Khashoggi and Abdulaziz conceived plans to form an electronic army to engage young Saudis back home and debunk state propaganda on social media, leveraging Khashoggi's establishment profile and the 27-year-old Abdulaziz's 340,000-strong Twitter following.
The digital offensive, dubbed the "cyber bees," had emerged from earlier discussions about creating a portal for documenting human rights abuses in their homeland as well an initiative to produce short films for mobile distribution. "We have no parliament; we just have Twitter," said Abdulaziz, adding that Twitter is also the Saudi government's strongest weapon. "Twitter is the only tool they're using to fight and to spread their rumors. We've been attacked, we've been insulted, we'd been threatened so many times, and we decided to do something."
The pair's scheme involved two key elements that Saudi Arabia might well have viewed as hostile acts. The first involved sending foreign SIM cards to dissidents back home so they could tweet without being traced. The second was money. According to Abdulaziz, Khashoggi pledged an initial $30,000 and promised to drum up support from rich donors under the radar.
In one exchange, dated May this year, Abdulaziz writes to Khashoggi. "I sent you some ideas about the electronic army. By email."
"Brilliant report," Khashoggi replies. "I will try to sort out the money. We have to do something."
A month later, another message sent by Abdulaziz confirms the first $5,000 transfer has arrived. Khashoggi replies with a thumbs up.
But in early August, he says he received word from Saudi Arabia that government officials were aware of the pair's online project. He passed the news to Khashoggi.
"How did they know?" asks Khashoggi in a message.
"There must have been a gap," says Abdulaziz.
Three minutes pass before Khashoggi writes back: "God help us."*


La CNN informa de que Abdulaziz fue requerido por la embajada para cumplimentar unos papeles y que fue el propio Khashoggi quien le dijo que no fuera. Él mismo incumplió la prevención, lo que le costó la vida dentro del consulado saudí en Turquía.
Lo que ocurrió después ya lo sabemos: secuestro, tortura y asesinato; desaparición del cuerpo.
El episodio se nos muestra como una batalla en el campo de la información. Jamal Khashoggi veía la necesidad de articular la disidencia a través de un gran medio de comunicación que sirviera de referencia al mundo árabe disidente. El diseño del portal estaba en marcha y la estructura de Twitter para la distribución, junto con el plan de la SIMs indetectables por el gobierno saudí enviadas a los disidentes para evitar que fueran rastreados.
El mundo árabe está bajo un estricto control, bajo vigilancia continua, como ha mostrado el caso. Las embajadas de distintos países vigilan a sus expatriados controlando sus movimientos. Cualquier persona fuera siente esa presión en el momento que son detectadas actividades contrarias a los regímenes.
La excusa del terrorismo sirve para tener bajo vigilancia a todo el país en regímenes que poseen una dimensión policial y en donde los servicios secretos son una fuerza muy poderosa.

El asesinato de Jamal Khashoggi y lo que ha revelado del funcionamiento real de Arabia Saudí, un socio y aliado occidental, ha hecho cuestionar el sentido de esta alianza. No se puede ser cómplices de regímenes así. No se puede vender armas o tecnología para la represión dentro y la agresión fuera. Los que decían no querer elegir entre "el pan y la paz" deben estar indigestos.
En la versión que El País da de la exclusiva de la CNN, se citan estos mensajes de Khashoggi y su interlocutor en Canadá:

"[Bin Salmán] es como una bestia pac-man [comecocos], cuantas más víctimas come, más quiere. No me sorprenderá que la opresión llegue incluso a los que lo vitorean", escribió el periodista disidente a su contacto canadiense. "¿Hay alguna posibilidad de que cuando sea coronado muestre clemencia?", preguntaba el joven Abdulaziz. "Esto es lo que dice la lógica", reflexionaba en voz alta Khashoggi, "pero ya no tengo fe en ella para analizar la mente de este hombre". El exiliado saudí recibió la visita de enviados de Riad en Canadá que le invitaron a regresar a su país, donde le sugirieron que recibiría grandes sumas de dinero. Antes tenía que pasar por la embajada saudí en Ottawa para solucionar los últimos trámites.**


Hoy Omar Abdulaziz sigue vivo; ha podido contarlo gracias al consejo que Khashoggi le dio, que no fuera. Es él quien presenta la de denuncia contra la empresa israelí. Sabe que no prosperará, pero ha servido para llevar a las páginas del mundo el vínculo entre Arabia Saudí e Israel. Es una obviedad que el software solo se ha vendido con la autorización expresa de las autoridades de Israel, siempre tan celosas de su seguridad.
La caza de disidentes árabes, de personas que buscan una situación diferente para sus países se camufla en muchas ocasiones como "terrorismo". Hay sin duda un terrorismo real, pero también es la excusa para deshacerse de la disidencia, de los críticos que recurren a la difusión de información denunciando la situación que viven en prácticamente toda la zona.
Como señala la CNN, los mensajes de Khashoggi dejan ver con más claridad el motivo de su asesinato, quedando evidente que no fue un "error", como el mismo gobierno saudí trata de hacer creer. La creación de un "ejército electrónico" para difundir al mundo lo que el régimen quiere impedir que se sepa les pareció una situación peligrosa. El príncipe Bin Salman no está dispuesto a consentirlo; no quieren que le amarguen su reinado.


Pese a la teatralidad amable de Vladimir Putin para con el príncipe heredero saudí, chocando manos e intercambiando amplias sonrisas durante el G20, lo cierto es que sus situación exterior es insostenible y que el retrato que de él dejó Jamal Khashoggi en los mensajes intercambiados se nos hace más realista.
La expresión "¡Que Dios nos ayude!" lo decía todo. Omar Alzahrani, otro de los disidentes participantes en el chat,  le contestó con un refrán, "aquellos que surcan el mar no deberían temer ahogarse". Poco podían imaginarse los tiburones que ya estaban rondando bajo sus aguas. 
El molesto ejército de abejas digitales que habían imaginado tendrá que esperar.



* "Un exiliado demanda a una empresa de ciberseguridad israelí por ayudar a Arabia Saudí a espiar a Khashoggi" El País 3/12/2018 https://elpais.com/internacional/2018/12/03/actualidad/1543844902_001614.html
** "Jamal Khashoggi's private WhatsApp messages may offer new clues to killing" CNN 3/12/2018 https://edition.cnn.com/2018/12/02/middleeast/jamal-khashoggi-whatsapp-messages-intl/index.html


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