martes, 2 de octubre de 2018

Redes carcelarias radicales

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La noticia del desmantelamiento de una red de radicalización yihadista en las cárceles españolas es una buena noticia, por un lado, pero no tan buena por otra. Es como un incendio que se apaga, pero primero se enciende. La mala noticia es que es posible crear redes pese a la vigilancia, involucrando a presos comunes a los que se radicaliza; la buena es que se ha conseguido detectar y desmantelar o al menos es lo que se piensa.
Una red está constituida por una serie de nodos, que son las personas que la integran, y tiene una serie de flujos que se producen en los intercambios de información. Puede tener una serie de puntos relevantes, que serían en este caso los que introducen la información y crean la red misma estableciendo los contactos y alimentándolos con las informaciones que hace circular.
En estos casos, las redes tienen dos funciones básicas: a) el propio adoctrinamiento; y b) la preparación de atentados en su caso. Hay también una función fática, que es la del mantenimiento de la propia red, la que asegura el contacto.
Cuanto más extensa y activa es una red, más probable resulta que sea detectada, pues aumenta el número de actividades y es más fácil que se perciba algunos de los mensajes que se intercambian. Con todo, esto necesita algo más que la vigilancia. Como todo comportamiento puede estar sujeto a evaluación de riesgos y probabilidades de ocurrencia en función de determinados parámetros que se establezcan como marcadores.
El diario El País no señala en su información sobre la detección de la red:

El control estricto sobre los presos yihadistas se puso en marcha en julio de 2014 con un primer programa para “la prevención de la radicalización en los establecimientos penitenciarios”, seis meses después de que detectara que ya había 59 presos comunes que habían abrazado la yihad durante su estancia en la cárcel. Entonces, los expertos penitenciarios dividieron a los presos islamistas en tres grupos, bautizados con las letras A, B y C, en función de si habían sido encarcelados por actividades terroristas, si se dedicaban al proselitismo con otros reclusos musulmanes o si habían sido captados, respectivamente. El programa fue ampliado en octubre de 2016 con un plan en el que, además de detectar la radicalización, se fijaron instrumentos para intentar desvincular a los internos de los postulados yihadistas.
El pasado mes de febrero, Instituciones Penitenciarias puso en marcha un nuevo instrumento para frenar el fenómeno que denominó “instrumento de evaluación del riesgo de radicalismo violento”. Se trata de un programa que pretende analizar la información que los funcionarios de Prisiones recopilen en el día a día tanto de los internos encarcelados por delitos de terrorismos como de aquellos que han mostrado signos de estar dando pasos hacia la radicalización. Con esa información, Prisiones cuantifica semestralmente el riesgo de que el recluso islamista “reincida delictivamente o repita los comportamientos que le han llevado a prisión”.*


La información no da explicaciones sobre el programa en sí, lógicamente, pero lo más probable es que trabaje buscando pautas entre los datos recogidos. La detección de esas pautas es la que se convierte en informativa entra el océano de datos suministrados diariamente por el personal de cada centro penitenciario.
Lo que los funcionarios perciben como datos del comportamiento, se somete a un tratamiento informatizado en el que se buscan pautas y conexiones entre ellas. Es probable que sea algún tipo de comparación significa entre los centros lo que ha establecido la conexión entre los agentes de la red permitiendo percibir su "forma", es decir, el intercambio de flujos de información entre ellos.
El mismo crecimiento "natural" de las redes está en función del éxito en las detenciones exteriores. Cuantos más terroristas se detienen y encarcelan, más potencial tiene la red para su extensión por los centros. Los detenidos pasan a ser nuevos agentes de la red, con la que entran en contacto a través de los otros reclusos.
La duración de las condenas es otro factor relevante en la red, pues determina además del orden de salida, la necesidad de una más intensa actividad de radicalización para colocar un terrorista activo en el exterior. La noticia del diario El País habla precisamente de un preso que aprovecho uno de sus permisos penitenciarios para atentar. Parece tener cierta lógica que los que tienen mayor condena sean más instructores. Primero porque es la gravedad de sus delitos lo que determina la condena, pero es también la gravedad lo que muestra su grado de radicalización.


Una cárcel no es un sistema aislado. Tiene su propia información interna y sus formas de salida y entrada de información. Dicen que se han burlado las medidas de seguridad a través de la forma más sencilla, el correo físico, al utilizar a personas no detectadas para enviar los mensajes a otros centros. De esta forma, los mensajes no se envían directamente entre ellos, sino con intermediarios sujetos a menos control o vigilancia. Las visitas pueden actuar igualmente como portadoras de mensajes para terceros.
La vigilancia normal es pues poco eficaz, pero sí lo puede ser el análisis de los datos en bruto, un "big data" de todo lo que se hace diariamente. De ahí puede salir información relevante o indicadores de dónde se debe buscar, que es lo que se ha confirmado con los registros en los diferentes centros.
El terrorismo yihadista necesita de esos dos usos de la red: adoctrinamiento y preparación de atentados. Los dos usos actúan como refuerzo de las redes mismas.
El diario El Mundo describe el origen de la operación:

La investigación se inició con la aparición de pintadas en los patios de algunas prisiones con expresiones alusivas a Alá características del islamismo radical. Después fueron interceptadas cartas comprometedoras con el propósito de organizar la labor de proselitismo e incluso se comprobó que los cabecillas empleaban a terceros, a presos comunes, para crear la red y llevar a cabo sus labores de adoctrinamiento.**


 La función de las pintadas es múltiple, entre otras actuar como reclamo para reclutar nuevos adeptos, hacer saber que hay gente que puede "formarles", y una manera de "marcar el territorio" ya que pertenecer a la red significa establecer distancias con los demás delincuentes, pertenecer a una especie de élite divina, uno de los reclamos del proselitismo yihadista.
Ese sentimiento de "superioridad" es el que se recoge en el diario:

Entre los reclusos instigados se encuentran Belaid Mohand Al Lal, procedente de Melilla y preso en el centro de Huelva y Mohamed El Mahdaoui, recluido en Estremera. Las primeras acciones del primero, que tuvieron repercusión pública, fueron las amenazas proferidas a agentes de la Guardia Civil mientras éstos llevaban a cabo la desarticulación de un célula yihadista -aunque estas amenazas no tuvieron repercusión penal-.
"Vosotros amáis la vida como nosotros amamos la muerte. Recuperaremos Al Andalus. Vuestra democracia es una puta mierda, pronto lo pagaréis, tened miedo a morir", fueron algunas de las expresiones utilizadas por Belahid Mohand.**

Las amenazas y la vehemencia visionaria de los reclusos tienden a mostrar esa "fuerza" que les alienta y que constituye un reclamo más en sí mismo. Con este tipo de manifestaciones  tratan de mostrar precisamente su pertenencia a esa élite que actúa como un potente atractor hacia la radicalización de terceros, que quieren obtener ese estatus a los ojos de sus compañeros de prisión, familiares, etc. Ya no son delincuentes y chorizos, traficantes y maltratadores, etc. sino soldados de Dios dispuestos a sembrar su palabra a golpe de tiros, apuñalamientos, atropellos y explosiones.
Hace unos días recibíamos la noticia del premio dado a un programa de detección de denuncias falsa, altamente eficaz en sus resultados. El análisis de pautas en el lenguaje, en el uso de palabras, permitía detectar más de un 80% de denuncias que resultaban ser falsas. Hoy podemos analizar gran cantidad de datos, crear programas que aprenden y sirven para establecer modelos de comportamiento, predicciones, evaluar riesgos, etc. La combinación de big data, inteligencia artificial y aumento de la capacidad de procesamiento son una combinación eficaz que se puede emplear de muchas maneras. En este caso, su uso es positivo.
La importancia de la recogida de datos sobre el comportamiento en las cárceles, los mínimos incluso, los aparentemente insignificantes, y el desarrollo de programas de análisis de detección de pautas y correlaciones entre ellos, es enorme. La detección de redes, es decir de formas organizadas para unos fines concretos (adoctrinamiento, preparación de atentados, etc.) es esencial para la lucha antiterrorista y para seguir políticas penitenciarias más eficaces.
Puede que no sea fácil desprogramar a un yihadista, pero hay que usar los métodos de que disponemos para evitar que logre sus objetivos de aumento de la radicalización y preparación de atentados en las propias cárceles. Si no se hace así, la cárcel pasa a ser un espacio de proselitismo muy ventajoso por los perfiles de los presos y las condiciones que se dan para ser reclutados.



* "Cae una red de radicalización en las cárceles con 25 presos yihadistas implicados" El País 1/10/2019 https://elpais.com/politica/2018/10/01/actualidad/1538422805_284974.html
^^ "Golpe de la Guardia Civil contra una red de yihadistas que hacían proselitismo en las cárceles" El Mundo 1/10/2018 http://www.elmundo.es/espana/2018/10/01/5bb2760c46163fd07d8b45e4.html



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