domingo, 14 de octubre de 2018

La desaparición de Jamal Khashoggi

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El caso del periodista saudí Jamal Khashoggi, presumiblemente asesinado en el interior del consulado de su país en Turquía, vuelve a poner en candelero a Arabia Saudí, pero también nos dice algo de las formas que se están imponiendo en las relaciones internacionales y sobre el sentido propietario de los países respecto a sus ciudadanos en el exterior, especialmente cuando son críticos.
Arabia Saudí ha tenido un sonado conflicto con Canadá cuando estos han reclamado por la situación de dos activistas de los derechos de la mujer detenidas. El hecho de la doble nacionalidad podría establecer una lógica, sin embargo, como señalamos en su momento, la reacción del país árabe ha planteado un órdago a la comunidad internacional que, en este segundo incidente, tiene una respuesta más decidida por parte de la comunidad internacional.
Si los países occidentales han reaccionado contra las andanzas de los sicarios del gobierno de Vladimir Putin contra exiliados y disidentes, las reacciones contra Arabia Saudí deberían tener la misma contundencia. Lo sorprendente del caso es que sí se está produciendo una respuesta, por más que resulte ser incómoda para los afectados en primer y segundo grado, los aliados de Arabia Saudí.
No es fácil ser aliado o amigo de Arabia Saudí, un anacronismo poderoso gracias a la existencia del petróleo bajo la arena y al prestigio de ser la cuna de Mahoma y tener los principales lugares de peregrinación, factores importantes en el mundo árabe musulmán.
Los problemas que se suscitan en España a cuenta de su "amistad" también son importantes, como hemos tenido ocasión de apreciar en días recientes con la cuestión de las "bombas precisas" y sus posibles víctimas en Yemen o donde toque.


Como todo país tocado por la mano de Dios, su soberbia es implacable y su forma de hacer política no se parece en casi nada a lo que los demás entienden por esta rama de vida social. Los saudíes compran y eliminan, se enfadan y hacen desaparecer. La receta es sencilla y consideran que el mundo se debe asombrar porque las mujeres pueden aprender a conducir (luego ya veremos dónde) y que podrán ir al cine (ya veremos a ver qué).
Ellos mismo y sus vergonzantes aliados han elaborado una campaña de relaciones públicas alrededor del príncipe heredero. Pero los hechos desmienten que la llegada de sangre nueva deje de hacer correr la de siempre.
Y esta vez le ha tocado en suerte a un periodista conocido y disidente al que, mira por donde, se le exigían papeles para divorciarse y poderse casar, trampa mortal de la que no parece que vuelva. Los que se quedaron esperando a la puerta del consulado no lo han vuelto a ver. Ni ellos ni nadie.
Escuchar parece que sí gracias a su prevención de dejar transmitiendo con su reloj lo que ocurría dentro. Algunos siembran dudas sobre que eso sea la fuente real debido a los presumibles inhibidores de señal, dando más fiabilidad a los posibles micrófonos o cámara instalados en el interior del consulado por sus anfitriones, los turcos, aunque esto no es fácil que se pueda reconocer. Si salen pruebas grabadas en el interior, habrá que plantearse su origen. La hipótesis menos incómoda es la del reloj inteligente, que no admite la intromisión o vigilancia dentro del área diplomática. Como puede apreciarse, nada es sencillo en la zona, mucho menos con los saudíes y turcos por medio.


Pero, ¿quién es Jamal Khashoggi, el periodista desaparecido? Saber quién es también nos ayudará a saber por qué ha desaparecido, a quién molestaba con sus escritos.
El retrato más completo creo que nos lo ha dado la BBC, tradicionalmente muy bien informada de lo que ocurre en Oriente Medio. Nacido en Medina en 1958, Khashoggi estudió en los Estados Unidos, dedicándose al Periodismo en la década de los 80, ocupándose de la invasión soviética de Afganistán y entrevistando en diversas ocasiones al que sería tristemente célebre Osama Bin Laden. Se ocupa también del seguimiento de la Guerra del Golfo desde Kuwait. A finales de los 90 se convierte en editor de la edición inglesa de Arab News.
En 2003 se convierte en editor de Al Watan y comienza su larga carrera de controversias en los medios en los que trabaja. De Al Watan es despedido a los pocos meses por criticar a los clérigos saudíes y su papel en la política. De aquí marcha a Londres y Washington como asesor de medios del embajador saudí. Regreso a Al Watan en 2007 y nuevas complicaciones que lo sacan de nuevo al tercer año.

Aquí la BBC añade un dato: «Following the Arab Spring uprisings in 2011, he expressed support for Islamist groups that had gained power in several countries.» No se expresa el grado de compromiso de Khashoggi con el llamado "islam político", especialmente la Hermandad Musulmana, pero es llamativo que se asentara en Turquía, lugar de refugio de los "hermanos", apoyados directamente por Recep Tayyip Erdogan. La Primavera Árabe supuso un peligro real no solo para las dictaduras civiles (Egipto, Túnez, Libia, Siria...), sino para las monarquías, como la saudí, que veían peligrar sus tronos y negocios con las revueltas.
En cualquier caso, debió ser moderado en sus palabras ya que, se nos dice, « In 2012 he was chosen to lead the Saudi-backed Alarab news channel - touted as a rival to the Qatari-funded Al Jazeera.» El hecho de que fuera elegido para enfrentarse a la principal cadena, Al Jazeera, que respaldaba desde Qatar las políticas islamistas, tiene interés en el caso. Señala la BBC, «But the Bahrain-based news channel stopped broadcasting less than 24 hours after its launch in 2015 after inviting a prominent Bahraini opposition figure on to speak.» ¿Por qué le nombraron?, es la pregunta, dados sus antecendentes.
Se nos dice que Khashoggi abandonó Arabia Saudí en 2017, marchando a los Estados Unidos, siendo firma invitada en muchos diarios occidentales. Ahora colaboraba con The Washington Post.
El perfil que sale del periodista es complejo. Ha estado presente en la política saudí de forma constante y se ha caracterizado por, llamémoslo así, su inconformismo y su deseo de dar voz a lo que el oficialismo no quería que se escuchara.
Podemos entender su trayectoria y sus encontronazos, pero entonces —nueva pregunta— ¿por qué hacerle desaparecer en una etapa que se presenta como reformista? Los ataques de Khashoggi se han dirigido hacia la ausencia de reformas reales, algo que al príncipe heredero, empeñado en modificar la imagen sin modificar demasiado la realidad, no le debe haber gustado mucho.
La BBC recoge sus intenciones al escribir sobre su país:

"I have left my home, my family and my job, and I am raising my voice. To do otherwise would betray those who languish in prison. I can speak when so many cannot. I want you to know that Saudi Arabia has not always been as it is now. We Saudis deserve better," he wrote.*

Y finaliza con estas otras de crítica de la situación:

"The people being arrested are not even being dissidents, they just have an independent mind," he said.
"I don't call myself an opposition: I always say I'm just a writer, I want a free environment to write and speak my mind and that's what I do in the Washington Post.
"They give me a platform to write freely and I wish I had that platform in my home."
He also criticised how the Saudi government was initiating reform.
"This serious transformation that is happening isn't discussed - the Prince supplies us every couple of weeks or couple of months with a huge multi-billion dollar project that wasn't discussed in the parliament, wasn't discussed in the newspapers and the people will just clap and say great... and things don't work that way."*


Parece que no hay muchas dudas sobre cuál era su objetivo y qué trataba de hacer desde los medios, que era su forma de presión. Las críticas sobre las reformas ya se habían producido e iban a más, esta vez teniendo como tribuna uno de los diarios más importantes del mundo occidental, The Washington Post.
Khashoggi era una pieza más en un complejísimo entramado de intereses políticos, económicos y religiosos en esa zona azotada por la intransigencia y el autoritarismo. Creo que no es necesario afinar demasiado que dar voz a Khashoggi para criticar a un aliado especial de Donald Trump es una jugada dentro de la propia política norteamericana, más allá de Oriente Medio.
Lo ocurrido con Canadá hace pocos días es revelador de la piel extremadamente fina del príncipe saudí en lo que respecta a las críticas. El presumible asesinato del periodista en el interior del consulado saudí en Turquía es una acción osada. Pero es también un mensaje claro a los críticos del régimen saudí y a lo que traten de interferir en su propia reestructuración o simplemente lavados de cara.


La reacción de la administración Trump a lo ocurrido en Turquía ha sido rápida y no se ha dejado envolver en una defensa del régimen saudí, algo muy peligroso porque pueden realizar más operaciones al estar envalentonados con las reacciones mostradas ante las protestas de Canadá.
Turquía está también interesada en complicarle la vida tanto a los saudíes como a los norteamericanos, cuyas relaciones no pasan por su mejor momento. Estratégicamente, presionará a Arabia Saudí para ver cuánto tiempo tarda la diplomacia estadounidense en salir en su defensa. Esto le sirve a Erdogan dentro y fuera. Complica un poco más las ya complicadas relaciones de Estados Unidos.
Queda mucho por saberse sobre lo que pasa en el Reino, sobre cuál es su política real en la zona, aunque si sabemos su objetivo: el control de la zona y el fortalecimiento de su monarquía en términos interiores y exteriores.
Es interesante leer el artículo publicado en el estatal egipcio Ahram Online, en régimen aliado de Arabia Saudí, y enfrentado a Turquía. El artículo se cierra así:


Khashoggi’s complicated journey makes it more difficult to predict his fate. He is intellectually close to the Muslim Brotherhood, but he is in no way a member.
He is the product of the Saudi regime, even though he does not tow their line. He has prolific Saudi, Arab and international connections, which could increase his enemies as well as friends, bring publicity to his disappearance. So far, no one has evidence of what really happened.**




El artículo tiene un título escueto: "Jamal Khashoggi: Fate unknown". Creo que el destino del periodista, a estas alturas, es todo menos "desconocido", a menos que tengamos un sentido demasiado material del destino. 
La muerte de Jamal Khashoggi es un recordatorio de cómo se hace la política en la zona y de lo que dejamos de ver cuando no queremos mirar. Es un espectro político que va desde el integrismo religioso más oscuro a los grupos marxistas, de los islamistas políticos a los salafistas que buscan el regreso a la época dorada.  En medio de todo esto, un puñado de personas sensatas que quieren un futuro en paz.
"Los saudíes", decía el periodista desparecido, "nos merecemos algo mejor". Probablemente todo Oriente Medio, pero no es fácil. Y hay que quererlo.



* "Jamal Khashoggi: Who is missing Saudi Journalist?" BBC 9/10/2018 https://www.bbc.com/news/world-middle-east-45789369
** "Jamal Khashoggi: Fate unknown" Ahram Online 13/10/3018 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/2/8/313282/World/Region/-Jamal-Khashoggi-Fate-unknown---.aspx


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