miércoles, 31 de octubre de 2018

Sucederá

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Aquejado de agudos ataque de ignorancia, el presidente Donald Trump tiene ahora otro nuevo objetivo: acabar con la nacionalidad por nacimiento, es decir, el hecho de que "es" norteamericano quien nace dentro de sus fronteras. El presidente, con el habitual desparpajo del que lo sabe todo, ha señalado que eso le parece una "tontería". Naces en algún punto entre Canadá y México y, ¡zas! ya eres estadounidense. ¡Es poco serio!, piensa este hijo de emigrantes alemanes de segunda generación.
A su abuelo, que se había largado de Alemania para evitar que le reclutaran, por ejemplo, le quitaron el derecho a ser alemán cuando regresó. Les pareció poco "alemán" salir corriendo a otros lugares cuando hay conflicto y luego regresar a buscar esposa, seguramente porque no encontró a nadie en su entorno inmediato que le pareciera satisfactorio para sus expectativas.
El diario El país explica algunos de los problemas que tiene su idea:

La constitución estadounidense reconoce desde hace 150 años el derecho a la ciudadanía por el hecho de nacer en suelo estadounidense. Negar ese derecho a los hijos de padres que no residen legalmente en el país es una idea que Trump ya había formulado con anterioridad en su carrera política. Pero, debido a que chocaría con el enunciado de la 14ª enmienda, sería difícil llevar a cabo la medida unilateralmente, e intentarlo desencadenaría, cuando menos, un intenso debate constitucional.*


¿Se va a frenar por eso? Por supuesto que no. Este jurista ocasional, considera que su voluntad es ley y que los obstáculos que las propias leyes le ponen a sus deseos son una forma de imperfección. El mundo iría mucho mejor si de dejara llevar por sus intuiciones.

“Somos el único país del mundo donde una persona viene y tiene un bebé, y ese bebé es esencialmente ciudadano de los Estados Unidos durante 85 años, con todos los beneficios. Es ridículo. Es ridículo. Y tiene que acabar”, ha dicho el presidente, según extractos adelantados de la entrevista. El anuncio de Trump ha llegado acompañado de la ración habitual de tergiversación de la realidad: no es cierto que sea "el único país". Lo cierto es que más de 30 países reconocen el ius soli, según un informe del Centro para Estudios de Inmigración, un organismo, a menudo citado por el entorno de Trump, que defiende el control de las fronteras. Entre los países que reconocen ese derecho están Canadá y México. Ninguno de los países de la UE, en cambio, contempla ese derecho de manera automática.*

Ese doble "es ridículo" del presidente es un claro indicador de que ha meditado mucho esta cuestión. Esto le llevara a hacer de ello un caso prioritario, algo necesario, urgente.
La urgencia, señalan los analistas, es calentar estos últimos días antes de las elecciones que parecen que no pintan bien para los republicanos. Trump trata de costear el caso Jamal Khashoggi, los crímenes de odio cometidos estos últimos días y que le señalen como responsable de crear este clima, y vuelve una y otra vez a la migración como forma de conectar con miedos y prejuicios.
La mayoría de los analistas ya han señalado que se trata de otra forma electoral de sembrar el miedo a la inmigración. Los especialistas igualmente están todos de acuerdo en señalar que lo que quiere es un absurdo, que choca con la constitución y que esta no se puede cambiar por un mero deseo. Eso no le preocupa mucho.
La CNN recoge la información, que es el resultado de una entrevista en la HBO, y habla de lo poco que eso le importa a Trump: «The President didn't provide any details of his plan, but said that "it's in the process. It'll happen."»** "Sucederá", así, sin más. Trump sigue queriendo transmitir la idea de que omnipotente, que todo lo que se le pasa por la cabeza es posible. Y cuanto más complicado se lo pongan, más gratificante es el reto que supone para él.


La fijación de Trump en el discurso anti migratorio es realmente notoria. Le permite desarrollar el discurso de la identidad americana amenazada. Al igual que otros populistas, se usan las grandes palabras "nación", "patria", "Dios", etc. para crear un discurso lleno de retórica y que permite canalizar odios y miedos.
Lo mismo ocurre en Italia con Mateo Salvini, en Brasil con Jair Bolsonaro, en Francia con LePen, en la santa Rusia de Putin, el neo otomanismo de Erdogan..., en todos aquellos lugares en los que se elevan los muros protectores de la identidad nacional, una mezcla de sentimiento visionario y exclusivo. El pasaporte se convierte en un sacramento mediante el cual Dios se compromete a incluirnos en esa nueva entidad que le es grata, la nación correspondiente. Es realmente preocupante ver cuántos protectores devotos les salen a las patrias, cuántos espíritus deseosos de servir a estos vehículos que surcan los mares de la historia.
Dice Pablo Guimón, cerrado el artículo en El País, sobre esta iniciativa:

Trump ha sacado este nuevo conejo de la chistera al día siguiente de comunicar que va a enviar más de 5.000 soldados a la frontera sur del país para detener el paso a la caravana de buscadores de asilo que recorre México en dirección a la frontera con EE UU. El presidente Trump, que llegó a referirse a los comicios del próximo martes como “las elecciones de la caravana”, ha llevado el tema de la inmigración al centro de la campaña, confiando en que movilice a sus bases para que impidan en las urnas que los republicanos pierdan el control del Congreso.*


El problema de Trump es que, a mitad de su mandato, la mayoría conoce ya sus trucos y artimañas. No es fácil estar constantemente sorprendiendo a unos y otros con novedades. Pero hay que tener cuidado con él. Trump sigue en plena forma, a su aire. La sorpresa que ha caudado entre los mismos republicanos —como Paul Ryan— demuestra que sigue siendo un improvisador descarado, que confía en sus propias intuiciones de que estas cosas le pueden funcionar.
Los seguidores que ha hayan escuchado, ya estarán convencidos de que es una enorme injusticia que nazcas aquí eso te dé derecho a la nacionalidad. Eso ocurre cuando esta se mitifica, se considera una especie de "esencia", un premio, al que no tendrían derecho ninguno, de no ser por ese fallo del sistema.
Pero, como sabemos bien, él es el gran arreglador, como dijo a todos cuando llegó. Viene a enmendar los errores de sus antecesores, hasta llegar aproximadamente a los padres fundadores si es necesario.
Sucederá, sin más.



* "Trump planea abolir el derecho a la nacionalidad por nacer en Estados Unidos" El País 30/10/2018 https://elpais.com/internacional/2018/10/30/actualidad/1540903217_464286.html
** "Trump claims he can defy Constitution and end birthright citizenship" CNN 30/10/2018 https://edition.cnn.com/2018/10/30/politics/donald-trump-ending-birthright-citizenship/index.html


The New York Times

martes, 30 de octubre de 2018

Entradas y salidas políticas o los nuevos vientos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Como si se tratara de un sistema de relevos o una obra de teatro en la que unos personajes entran mientras otros salen de escena, las noticias nos dan cuenta hoy de la llegada de Jair Bolsonaro, en Brasil, mientras nos avisan de la salida de Angela Merkel de la política alemana y la europea. La canciller Merkel ha advertido que no se presentara a la dirección de la CSU, su partido, y que no será candidata a un próximo mandato en las próximas elecciones alemanas. Tampoco, ha señalado, tiene intención de presentarse a ningún cargo político. Pese a ganar las elecciones en Hesse, la pérdida de 10% en los votos han precipitado la decisión de dejar la política en 2021.
La entrada de Bolsonaro y la salida de Merkel tienen algo de valor simbólico, de mensaje a los que quieran interpretarlo como dos formas de hacer política. Se ha hablado del nuevo presidente brasileño como una inspiración de Trump, otro más llegado al mundo de la política en la misma onda populista.
Se habla de Bolsonaro y de sus recetas privatizadoras, su gusto por las armas, la presencia de militares en su próximo gobierno, etc. Todo va en una misma dirección, la que el 55% de los votantes ha elegido como alternativa, nos dicen, al cansancio producido por un Partido de los Trabajadores al límite de lo aceptable, sometido a escándalos de corrupción y con poco gancho electoral.
Con Merkel, por el contrario, se va un sentido de la política muy distinto, basado en la mesura y en la comprensión de que no son las sacudidas violentas lo que las sociedades modernas necesitan.


Hoy, tras el triunfo de Jair Bolsonaro es interesante echar la vista atrás y retroceder al origen de lo que aparece como anecdótico y finalmente se convierte en una realidad palpable. Trump era imposible y fue; Jair Bolsonaro, igualmente, es otra realidad salida de un proceso construido paso a paso hasta llegar a la presidencia.
Recupero un texto del diario Público, fechado en 2015, firmado por Agnese Marra y titulado "¿Quiénes están detrás de las protestas en Brasil contra Dilma Rousseff?". El preclaro artículo trata de explicar que puede ocurrir en el futuro, es decir, lo que ya ha ocurrido hoy, quiénes son los agentes, de dónde salen y cómo actúan. Lleva la siguiente entradilla para ponernos en situación: "No son partidos políticos, ni sindicatos o movimientos sociales. Grupos recién nacidos en las redes sociales, muchos sin experiencia, son los que a través de un discurso liberal y a veces golpista, consiguieron aglutinar a casi un millón de brasileños en las manifestaciones contra la presidenta".
Lo que se nos describe inicialmente es un panorama similar al que será descrito no mucho tiempo después para llevar a Donald Trump a la Casa Blanca. Muchos grupos que han surgido gracias a las redes sociales, que las han utilizado para conseguir un volumen suficiente y eficaz de seguidores comprometidos, logran hacer la fuerza suficiente al apoyar a un candidato común.
Este es el comienzo del texto:

SAO PAULO.- Son la semilla de las manifestaciones de junio de 2013. Se asentaron en las protestas contra el Mundial de 2014 y en las elecciones del pasado octubre comenzaron a librar la batalla. Se declaran apartidistas. La mayoría no quiere ubicarse a la izquierda o a la derecha, y la máxima aproximación ideológica que hacen tiene que ver con el liberalismo económico. Claman contra la corrupción como si el Partido de los Trabajadores fuera el único partido que la detenta. El enemigo común es el Gobierno Rousseff, Lula da Silva y todo aquello vinculado al PT.
Hasta ahí los puntos en común. Especialmente el apartidismo. Cuando quieren insultarse unos a otros lo hacen vinculando al enemigo con un partido político, concretamente al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), principal opositor. Sus diferencias se hicieron ver en São Paulo el pasado domingo a la hora de repartirse la Avenida Paulista, donde cada uno de ellos delimitaba con claridad su espacio para manifestarse.*


Nacidos en las redes y curtido en las calles, con argumentos en la corrupción del sistema. Recordemos que Brasil se enfrentó a una oleada masiva de protestas cuando se enfrentaron a dos enormes eventos, los mundiales de fútbol y las olimpiadas. Esto permitió sacar a la gente a la calle a protestar ante lo que se consideraba un enorme despilfarro por parte de una sociedad necesitada de lo básico, construir hospitales y escuelas. En esta oposición cristalizó en movimiento de protesta, base de lo que después ocurrirá.
Se crea un movimiento "indignado" y posteriormente se crea o busca una figura capaz de liderarlo, capaz de aglutinar esta diversidad unida por la protesta y dar el salto a una nueva situación.


En el artículo se van repasando los grupos que se han formado y han crecido en esta situación de protesta irritada contra el poder y el sistema conjuntamente. Es decir: contra todo aquello que implica el poder y la oposición, que quedan desbordados por el empuje de los que niegan a ambos.

Revoltados Online es el que lleva más tiempo en las redes. También el más agresivo contra la presidenta y contra el MST (Movimiento Sin Tierra) al que consideran el brazo derecho del PT. Su líder, Marcello Reis fue pastor evangélico durante diez años y se define como exejecutivo, ya que está en paro desde el pasado mes de diciembre. Fundó este grupo en 2005 para combatir una red de pedofilia por internet, pero fue en 2010 cuando lo llevó a Facebook y cambió el foco para centrarse exclusivamente en política. Actualmente vive pegado a su ordenador y las 24 horas del día las dedica a Revoltados Online: "Desgraciadamente lo que más hay en este país son corruptos, por eso estamos enfadados (revoltados en portugués) no paramos de pagar impuestos y nos roban nuestro dinero", asegura en uno de los vídeos que coloca casi a diario en la red.
Revoltados Online, con 700.000 seguidores en Facebook, se declaran a favor del 'impeachment' y hasta hace poco pedían una intervención militar
Su grupo de Facebook ya supera los 700.000 seguidores y los mensajes que deja son un cóctel donde entra desde la Iglesia y las Fuerzas Armadas hasta una retahíla de insultos en el que "puta" es lo más suave que le dirigen a la presidenta Dilma Rousseff. Se declaran totalmente a favor del impeachment y hasta hace poco pedían la intervención militar: "Es muy difícil quitarse de encima al PT, no quieren dejar el poder, por eso habrá que ver si los militares tienen que intervenir para ayudar al pueblo", decía Deborah Albuquerque, una de las administradoras del grupo.
Su lema es 'Juntos somos más fuertes y con Dios a nuestra frente somos imbatibles'. Aseguran que hay que "librar una batalla" contra el PT y "exterminar el ejército rojo" de Lula, que según ellos sería el MST. Marcello Reis define el grupo como una "iniciativa popular que combate a los corruptos en el poder", y aunque Lula es considerado "el demonio" tampoco quieren saber nada del presidente de la Cámara, Eduardo Cunha (Partido de Movimiento Democrático Brasileño ─PMDB─) o del presidente del Senado, Renan Calheiros (PMDB). También desprecian al principal líder de la oposición, Aécio Neves (PSDB) y el único político al que admiran es el diputado Jair Bolsonaro (PP), un fundamentalista evangélico, abiertamente homófobo y racista que el pasado mes de diciembre se atrevió a decirle a una exministra "que no la violaba porque no valía ni para eso".

El cóctel está claro: agresividad, desbordamiento del sistema democrático, empleo de la religión de forma radical y visionaria, además de un odio dirigido hacia el estado o los sistemas sociales que son percibidos como parasitarios —unos pagan y otros se aprovechan—, nacionalistas y autoritarios, partidarios del golpismo entendiendo que el ejército o la policía son formas tecnocráticas que permiten la gestión y erradicación de  la violencia social. Pobreza y violencia, vinculadas, necesitan ser combatidas de forma física, reduciendo su presencia a través de la represión. Se parece demasiado al programa que ha llevado a Jair Bolsonaro al poder: la promesa de combatir pobreza y delincuencia como parte de un mismo fenómeno. Este tipo de respuesta la vemos en distintos lugares del mundo y supone entrar a tiro limpio, como el presidente filipino, Duterte, convertido en "justiciero", en los barrios marginales para acabar con los pobres más que con la pobreza.


Representan el surgimiento de un movimiento que carece de solidaridad interclases y que busca, por el contrario, la creación de diques de contención para evitar ser invadidos. Suena a Trump y su visión contaminante de los hispanos, convertidos en delincuentes parásitos de los laboriosos anglosajones.
El artículo se cierra con esta advertencia desoída:

El PT tendrá que analizar quiénes son ese millón de brasileños que se manifestó el pasado domingo. No fueron sólo las élites blancas, sino una clase media muy enfadada y con pocas propuestas. Por ahora estos movimientos de redes sociales saben canalizar esta rabia que camina sin ningún sentido. Pero en algún momento los partidos políticos tendrán que empezar a entender el significado de estas manifestaciones, mucho más complejo que la clásica dicotomía entre ricos y pobres.*

Esa rabia se transforma, como lo ha hecho Donald Trump, en un odio justiciero contra aquellos a los que se responsabiliza de la pérdida del valor social, de gastarse los recursos de los trabajadores, de mantener "vagos". Las privatizaciones son mecanismos convincentes para ahorrar al estado la pérdida de los recursos comunes y el trato duro a todos aquellos que los parasitan con su pereza, corrupción y mala gestión.
El discurso toma la forma de los telepredicadores. No es casual, una vez más, que el organizador en 2015 de esto, haya sido un evangélico desempleado. Es la misma retórica en la que se entremezcla el mesianismo con una concepción "pecaminosa" del otro, que debe ser exterminado: «Juntos somos más fuertes y con Dios a nuestra frente somos imbatibles». ¿Cómo no va a estar Dios al frente de estos laboriosos hijos que lo que piden al estado es que no gaste, que recorte, que cada uno se gane su pan?


Este modelo lo hemos visto y lo seguiremos viendo. Funciona. La forma de hacer política de Merkel es ya clásico, de un mundo pre redes sociales. Hoy los que proliferan son este tipo de personajes y este tipo de discursos, que prenden en la gente irritada, indignada.
Son los discursos incendiarios, sembrados por estos grupos de activistas los que desbordan los mensajes tradicionales de equilibrio en las comunidades, de moderación, de centrismo, que caracterizaron a los partidos políticos no hace mucho, cuando se disputaban el centro. Hoy con esto no se consigue el poder.
Tras ellos hay muchas cosas oscuras, pero el discurso de la corrupción generalizada funciona en todas partes tras una crisis económica mundial y las perspectivas de otras nuevas. Nada hay más convincente que el que te expliquen cómo te roban, cómo se aprovechan de ti, de tus ahorros, de tus impuestos, que solo sirven para mantener vagos e inmigrantes, etc.


Esto triunfa y lo seguirá haciendo, aquí y allí, en todas partes en donde no se tomen medidas de corrección, en donde no se manifieste una forma sensata de hacer política en beneficio de todos, con discrepancias, pero sin dinamitar el sistema, apelando a la convivencia y no al estado de guerra. El texto de El Periódico es de 2015 y hoy, en 2018, nos explica lo que ocurre, el origen del presente. Ya en esas fechas Bolsonaro era el objetivo, colocarlo en el poder.
Angela Merkel, una garantía de seriedad, se va y nos quedan los bolsonaros presentes y futuros, los incendiarios, los provocadores, los demagogos.

Este es el programa de Jair Bolsonaro, el que le ha servido para ganar las elecciones brasileñas, según  el diario La Tercera, con información de AP: 

  • Delincuencia: El centro de la campaña de Bolsonaro fue su promesa de reducir la elevada tasa de criminalidad de Brasil. La mayor nación de Latinoamérica es la primera del mundo en número total de homicidios. El año pasado, un récord de 63.880 personas murieron asesinadas. Muchos brasileños conviven a diario con el miedo a sufrir atracos.
  • Bolsonaro presentó esta lucha como una moral, entre las fuerzas del bien y el mal. Se comprometió a dar ví­a libre a la policía en el uso de la fuerza y a aliviar las restricciones de armas para que la población pueda defenderse. Además, sugiere rebajar la edad mínima a la que los acusados pueden ser juzgados como adultos a 16 años. 
  • Economía: Según él mismo reconoce, no sabe mucho de economía, pero con su elección de un economista que estudió en la Universidad de Chicago como asesor se ganó a gran parte de la comunidad empresarial. Se comprometió a reducir el tamaño del gobierno, incluyendo recortar el número de ministerios, y a realizar una reforma de las pensiones que podría recortar al menos algunos beneficios. Además, busca privatizar muchas empresas estatales. Pero dado que se acaba de convertir a la teorí­a del liberalismo económico, algunos observadores se preguntan por cuánto tiempo y cómo de cerca estará de estos principios. 
  • Autoritarismo: Bolsonaro ha elogiado la dictadura que gobernó el país entre 1964 y 1985, calificando ese tiempo como una época más sencilla y segura. Muchos, especialmente los disidentes que combatieron contra ese régimen, se molestaron con esa descripción, señalando que el gobierno militar torturó a miles de personas y mató a cientos. Junto a su promesa de dar “carta blanca” a la policía para balear a sospechosos y sus palabras despectivas hacia muchos grupos minoritarios, algunos temen que con Bolsonaro en el poder puedan perderse derechos civiles y se debiliten las instituciones democráticas. Bolsonaro rechazó estos temores.**


 El programa se explica por sí solo. Las recetas son claras y los objetivos bien definidos. Los nuevos vientos soplan.


* Agnese Marra "¿Quiénes están detrás de las protestas en Brasil contra Dilma Rousseff?" Público 17/03/2015 https://www.publico.es/internacional/quienes-detras-protestas-brasil-dilma.html
** "Delincuencia, economía y democracia: Las propuestas de Bolsonaro y Haddad a estos tres temas" La Tercera / AP  27/10/2018 https://www.latercera.com/mundo/noticia/delincuencia-economia-democracia-las-propuestas-bolsonaro-haddad-estos-tres-temas/378562/






lunes, 29 de octubre de 2018

72 horas para el odio

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El poder. Necesitamos redefinir el poder para poder sobrevivir a lo que se manifiesta y se avecina, las riadas de odio.
La política ha dejado de ser el arte de la convivencia para ser el arte del control de las voluntades. Lo que se enseña y se aprende en nuestras facultades de Psicología, Sociología y Comunicación es el arte del poder, el arte de hacerse con la voluntad de los otros. Ya no hay pedagogía en la política, ya no hay preparación para el gobierno, ya no hay ilustración. Solo es necesario absorber amor y destilar odio. Ese es el proceso. Recibir amor y lanzar  al odio. Es una amor malsano, enfermizo, obsesivo, Es un odio vociferante, disfrazado de patriotismo, de defensa de virtudes. Falso amor; odio real, que estalla en ocasiones,
Los nuevos medios y las investigaciones sobre el funcionamiento social y de las mentes permiten hacerlo, saber cómo llegar, saber cómo hacerse con las mentes y manipularlas para conseguir el poder. Lo que se llamó carisma político en los dictadores de la primera mitad del siglo XX es la fascinación mediática combinada con el contacto psíquico intenso que permiten las redes. Individuos solitarios conectados por el odio común, excitados por los profesionales que saben qué resortes tocar para lograr los efectos deseados. Y los indeseables.


La CNN da cuenta en sus informaciones de la masacre en la sinagoga y resume en su titular "72 hours in America: Three hate-filled crimes. Three hate-filled suspects"*. No son crímenes aislados:

Consider the past week in America.
Wednesday, a white man with a history of violence shot and killed two African-Americans, seemingly at random, at a Kentucky Kroger store following a failed attempt to barge into a black church.
After mail bombs were being sent to people who'd been criticized by the President, a suspect was arrested Friday -- a man who had railed against Democrats and minorities with hate-filled messages online.
And Saturday morning, a man shouting anti-Semitic slurs opened fire at a Pittsburgh synagogue, killing 11 people attending Jewish services.
Those three incidents in 72 hours shared one thing: hate.*


Lo que comenzó con el envío de las bombas postales, siguió por la muerte de dos personas afroamericanas, terminó con la masacre de una sinagoga. Mientras, Trump quiere llevar al ejército a la frontera para detener el avance de la caravana que ya ha calificado como "delincuentes", procedentes de países que había llamado "pozos de mierda" anteriormente.
El primer resultado de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca fue la explosión de incidentes, mayores o menores, grandes o anecdóticos, de racismo. Desde la funcionaria que hablaba públicamente de Michelle Obama como de una "mona con tacones" al más reciente del abogado de Nueva York que amenazaba con denunciar a los camareros a los que escuchaba hablar español ante él. Incidentes similares a este último salían a la luz gracias a las grabaciones de teléfonos en tiendas o lugares públicos.


El odio se dirigía hacia los hispanos, a los que se consideraba como "violadores", "asesinos" y "narcotraficantes". La presencia de las elecciones de mitad de mandato de este otoño hizo que Trump redirigiera la energía movilizada contra la prensa adversa y contra los demócratas, a los que ha llegado a acusar de estar confabulados con los rusos para sacarle de la Casa Blanca.
El resultado son esos 11 paquetes bombas que un forofo suyo ha dirigido a los ex presidentes demócratas Clinton y Obama, a la ex secretaria de estado, Hillary Clinton, al ex vicepresidente Biden, a la congresista Maxine Waters y a simpatizantes demócratas. Son enemigos del pueblo, como lo es la prensa. La CNN también ha recibido su paquete explosivo de odio.
El episodio de la sinagoga cierra por ahora esta racha de odio. La política judía norteamericana es ambigua. Por un lado, se apoya a Israel; por otro; los cristianos radicales son antisemitas. No han podido conjugar el neo nazismo con la política pro Israel en la mente de muchos supremacistas blancos que tienen en los judíos y en los afronorteamericanos sus principales objetivos. No se puede pedir congruencia en estos casos y el odio se reparte contra musulmanes, judíos y afroamericanos. Los hispanos tienen su propia categoría para el odio.


Odio. “Los judíos son hijos de Satán”, titula el diario El País la información sobre el asesino de la sinagoga. Nos dice que acumula
El arte de manejar las voluntades es encontrar el resorte que mueve el miedo y el odio y redirigirlo contra los oponentes. Hay un enemigo que llega de fuera y hay unos cómplices dentro que quieren abrir las puertas para que destruyan el país, sus raíces cristianas, blancas y anglosajonas. También se admiten juegos cruzados. El odio no tiene que ser coherente, solo satisfactorio, liberador de la agresividad acumulada.
El problema es que esto se está extendiendo como se ha extendido la camisa blanca sin corbata. En cada país emerge un candidato o varios sin escrúpulos, que van redirigiendo el miedo (a la pérdida de los empleos, de la sanidad, de las pensiones, de la educación, a salir de noche o de día...) transformándolo en odio hacia los objetivos deseados. El candidato ultraderechista brasileño ha prometido liberalizar las armas, mano dura con los delincuentes. Duterte, en Filipinas, hizo lo mismo, predicando con el ejemplo y saliendo a dar batidas junto a la Policía contra los delincuentes callejeros.


El odio es eficaz, especialmente cuando se cruza el punto de no retorno, el de la pérdida de la conciencia y todo se ve con la claridad del poseso. Entonces aparece el fanático que sobrepasa las líneas, que mata cegado por la fe en su cometido, destruir al otro, al diferentes, al contaminador.
Estas 72 horas son solo las últimas horas, las de un reloj que se pone en marcha cada vez para no contar los crímenes anteriores, los racistas, los cometidos contra la comunidad gay, los del odio en todas su manifestaciones. Ese odio está ahí, pero el fuego se acerca a la mecha que lo hace explotar. Y ese fuego es azuzado cada día, en cada discurso, en cada fin de semana de gira, en cada ocasión, de los scouts a las ligas deportivas, de los discursos a los militares a los mítines con los electores. Una y otra vez no se desaprovecha la ocasión de dividir, de dirigir los miedos hasta que estallan. La intensidad de estas últimas 72 horas no es más que la intensidad explosiva de la campaña que se avecina.
Líbranos del odio.


* Ray Sanchez y Melissa Gray "72 hours in America: Three hate-filled crimes. Three hate-filled suspects" CNN 28/10/2018 https://edition.cnn.com/2018/10/28/us/72-hours-of-hate-in-america/index.html
** “Los judíos son hijos de Satán” El País 28/10/2018 https://elpais.com/internacional/2018/10/27/actualidad/1540677134_215215.html




domingo, 28 de octubre de 2018

Alaa Al Aswani o la necesidad de la libertad de expresión en el mundo árabe

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El caso de Jamal Khashoggi ha tocado fibras sensibles en el mundo árabe. Dentro de las grandes luchas que se dan en Oriente Medio entre Arabia Saudí e Irán, con sus apoyos correspondientes, hay otra increíblemente olvidada, la de los que quieren democracia, la postura de los demócratas. Esta es una lucha perdida entre los grandes bloques y entre las grandes tendencias islámicas, wahabitas, salafistas, Hermanos Musulmanes, Estado Islámico, etc. Perdidos, desasistidos entre ellos, se encuentran aquellos que tratan de encontrar un futuro para el mundo árabe entre tendencias dogmáticas, entre odios centenarios, entre rivalidades de potencias reaccionarias, autoritarias, despóticas.


La pregunta vuelve una y otra vez: ¿es posible una democracia en los países árabes? ¿Es posible una democracia que respete a las personas, que nos las considere propiedades de sus amos, dictadores y reyes, crueles generales de opereta como un Gadafi, aburridos como un Mubarak o reyes que siguen invocando a la voluntad de Dios como su fuente de poder, que usan para eliminar cualquier tipo de crítica, resistencia u oposición.
El movimiento conocido como Primavera Árabe, con el que se identificaron millones de jóvenes árabes de todo el mapa, fue destruido por las fuerzas que veían en ella un desafío, y por el abandono de Occidente cuando vio que se provocaba una inestabilidad enorme. Como hemos señalado, unos acabaron con las dictaduras, sacrificándose en las calles, y otros trataron de llevarse el crédito. Finalmente, los únicos organizados, los islamistas en sus diversas formas pudieron recoger los frutos de aquellos que pedían algo más que un cambio de caras, que pedían libertades y desarrollo económico, salir de la pobreza en la que grandes bolsas de la población se encuentran.


El día 23 de octubre, el escritor egipcio Alaa Al-Aswani publicó un artículo en la Deutsche Welle árabe, con el título “Do Arabs Need Freedom of Expression?” ("علاء الأسواني: هل يحتاج العرب إلى حرية التعبير..؟!")*. Al-Aswani comienza hablando de lo que el asesinato de Jamal Khashoggi nos recuerda de los regímenes árabes actuales:

1º.- "...el gobernante árabe, a pesar de las manifestaciones de la modernidad, todavía se comporta con la mentalidad del sultán en la Edad Media."
2º.- "...el ciudadano árabe carece de fuerza, por lo que es fácil arrestarlo, torturarlo y matarlo".
3º.- "...el asesinato de Khashoggi, con esta brutalidad, refleja un método de represión practicado por todos los regímenes árabes sin excepción".*

Desde estos tres puntos, es fácil comprender el interés en que el caso se cierre cuanto antes como una forma de "justicia" del régimen involucrado y no como un efecto precisamente de lo contrario, que es lo que representan los tres puntos señalados por el escritor egipcio.
Los tres puntos reflejan a los gobernantes (1), gobernados (2) y las prácticas habituales (3). Con ellos se realiza una descripción en escuetos trazos de la situación que se vive en estos países en los que, como hemos señalado con frecuencia, se intenta hacer pasar represión por estabilidad. La paz no es más que el imperio del miedo.
La función de la represión continua y del silencio es doble, perpetuarse en el poder junto a los sectores dominantes de la vida política y económica, y evitar que surjan escándalos que dificulten sus relaciones internacionales, especialmente con aquellos países en los que la opinión pública es sensible a la situación de los Derechos Humanos.


Tras la descripción de la situación general, Al-Aswani dirige en primer lugar su vista a Egipto, donde —dice— miles de jóvenes participantes en la Revolución padecen en las cárceles encierro y tortura para que no olviden lo que ocurre cuando se desafía al régimen.
Pasa Al-Aswani a realizar una afirmación sobre los dirigentes árabes. Ya sea, presidente o rey, "considera que la eliminación de sus oponentes es una herramienta esencial del gobierno". Cree, además, que "la libertad de expresión es una tradición occidental que no se adapta a nuestra cultura árabe".
Lo primero se camufla muchas veces tras el concepto de "terrorismo", que se extiende a todo aquel que osa desafiar las instrucciones del régimen. El contexto actual de violencia generalizada está sirviendo para la eliminación cuidadosa, para el silenciamientos, de todos aquellos que no son favorables al régimen. La etiqueta es siempre la misma y va de personas demócratas, ateos, feministas, activistas de derechos o personas de la comunidad LGTB, a los que se considera como "peligrosos" y destructores de una "normalidad" arabo-musulmana que se ha construido como única "identidad" posible. En el caso de Egipto es enormemente visible a través de la doble acción conjunta del Ejército (y demás fuerzas de seguridad) y las instituciones como Al-Azhar, que velan por una ortodoxia musulmana en contra de lo que definen como extremismo religioso o ateísmo.
El desprecio manifestado por los derechos humanos por el propio Al-Sisi, como algo propio de Occidente, no practicable en el espacio árabe, es un demostración de la poca fe en la democracia y en la mejora del pueblo, al que se le condena a vivir en un régimen en el que por ser imposibles las críticas, tiende a formarse una creciente corrupción que acaba afectando a todos los niveles sociales y de la propia administración.


Los efectos vistos en la sociedad egipcia son de un regreso a un "conservadurismo moral", con el que trata de mantener contentos a aquellos sectores que simpatizan con los islamistas, eso les permite simultáneamente deshacerse de todos aquellos reformistas en lo religioso o demócratas en lo político, líneas que tienden a confundirse cuando interesa manipular la una con la otra. De esta forma, se impide la llegada de una modernidad necesaria en un mundo global en el que la información fluye. Para frenar esto, se impone la censura, el cierre de medios y una furibunda propaganda que hace que los rincones de las calles no sean más el que gigantesco marco para los retratos del líder, al que se le transfieren los valores con los que identificarse.
Ala Al-Aswani hace un recorrido por los problemas que causa la falta de libertad de expresión en los países árabes.
1º. Una sola fuente de decisión. Reyes y presidentes mandan y los gobiernos están a su servicio.
2º. La distorsión general de la mentes, el lavado de cerebro permanente. Los medios solo tienen una función propagandística. Al-Aswani pone el ejemplo —muchas veces citado aquí— de la campaña del gobierno egipcio contra la Revolución  de 2011, convirtiéndola en la fuente de todos los males, en obra de islamistas y occidentales, de conspiradores, para destruir el estado.
3º. La distorsión de los derechos humanos. Los valores que acaba haciendo suyos la sociedad son negativos, la mentira y la hipocresía como fundamentos de la vida social.
Cuando puedan elegir a sus gobernantes, cuando estos respondan a los interese verdaderos del  pueblo y no a sus clases dirigentes y privilegiadas, interesadas en mantener el statu quo, dice Al-Aswani, "los árabes se unirán a las naciones del mundo civilizado". Como es tradicional en sus escritos, la última línea es "la democracia es la solución" (الديمقراطية هي الحل). Es su versión del islamista "el islam es la solución".*


Jamal Khashoggi, como vimos aquí, había enviado una columna a The Washington Post con unas tesis parecidas: la ausencia de libertad de expresión en el mundo árabe es una barrera que impide que se genere un consenso que sea una alternativa a los gobiernos autoritarios que se han confabulado para no amparar a los disidentes ajenos para evitar que se dé espacio a los propios.
La soledad de los demócratas árabes es grande. También es enorme su propia división y la ausencia de figuras aglutinadoras, que se quedan por el camino ante la represión o la falta de apoyo. Lo ocurrido con Khashoggi es una muestra de lo que le ocurre al que discrepa y no se aviene a pactos o silencios. El propio Alaa Al-Aswani es un conocido escritor y periodista que ha tenido que buscar como tantos otros alojamiento foráneo para poder hablar, en este caso en la Deutsche Welle, al igual que Khashoggi lo encontró en las páginas del diario The Washington Post. No hay espacio en Egipto para él; no ha espacio para el que pide "democracia".

Las generaciones de políticos árabes van fracasando una tras otras. La actual generación tuvo el valor de levantarse frente a los gobiernos dictatoriales. Desgraciadamente, la ausencia de una tradición política dialogante que permita la acción conjunta ha hecho que cualquier intento se convierta en una intensas luchas de egos e intereses. Esto beneficia enormemente a los dictadores y autócratas coronados que tiene mano de hierro y solo admiten morir en sus tronos y palacios.
Los autócratas les prometen seguridad y prosperidad, dos conceptos que tienen una doble lectura. "Seguridad" es represión, dependencia, vigilancia; "prosperidad" es la promesa de que cuando todo esté "tranquilo", el dinero, los turistas, los inversores, etc. llegarán como el maná, llovido del cielo. Los medios se llenan de promesas en forma de conferencias, de fotografías, de encuentros, de mucha actividad diplomática, etc. con la que intentan convencer a los pueblos que son ampliamente aceptados, felicitados por su "buen trabajo", como ha ido haciendo Donald Trump con los dictadores con los que se encuentra. Son los "fantastic guy", los que hacen el "good work", etc. por el que son felicitados y de quien reciben la promesa de mirar para otro lado en sus represiones o intervenciones, como ocurre con Arabia Saudí.
Ha sido el debilitamiento de una política estricta de defensa de los derechos humanos junto con el ascenso de políticos populistas lo que ha hecho que los dictadores sean recibidos por determinados gobiernos, como la Hungría de Viktor Urban, en donde son alabados, como Gadafi era alabado por la Venezuela de Chaves, entregándole el "Sable de Bolívar", como premio.


El caso de Jamal Khashoggi tiene una gran importancia y no debe pararse, no debe detenerse su efecto. Pero las sanciones que se le puedan poner a Arabia Saudí son una pequeña parte. El régimen del futuro rey saudí, el actual príncipe Mohamed Bin Salman nacerá tocado porque las maniobras de maquillaje del Reino no sirven más que para encubrir que el poder nunca dejará ni un átomo de su capacidad.
Las tres características señaladas por Al-Aswani son y seguirán como fundamento de Oriente Medio. Cualquier tipo de acción de algún estado recibirá inmediatamente la respuesta del fortalecimiento de su propia disidencia. De ahí que el pacto entre gobernantes tienda a asegurarse que nadie intervenga en los "asuntos" de otros. Esto es lo que explica la alianza de Arabia Saudí, Egipto, Emiratos contra Qatar, a la que consideran que está sirviendo a los intereses de Irán, por un lado, pero sobre todo que está interfiriendo alentando la disidencia a través de la cadena Al-Jazeera.
Jamal Khashoggi reclamaba unos medios libres de las presiones o la financiación de los estados. Reclamaba, al igual que Alaa Al-Aswani libertad de expresión.
Esto no es posible en las actuales circunstancias, como muestra el crimen cometido. Al-Aswani fue una voz que reclamó democracia durante el régimen de Mubarak. Apoyó la revolución de 2011 y creyó inicialmente que se podía confiar en una democratización tras el derrocamiento del régimen de los Hermanos, un año nefasto. Pronto se dio cuenta de que no se iba hacia una democracia y empezó por el silencio para después hablar con contundencia. Ha vuelto a su "la democracia es la solución", de nuevo necesario.


La artillería mediática egipcia se ha desencadenado contra los países que han criticado al "patrón saudí". Más allá de las visitas y llamadas oficiales del gobierno, se resalta esta vez que ni turcos ni qatarís tiene derecho a exigir nada porque tienen su propia "culpa" acumulada.
Tampoco Egipto, con periodistas encerrados y más de quinientos medios cerrados en estos últimos tiempos, con intelectuales como Alaa Al-Aswani o Bassem Yusef en el exilio forzado por su propia seguridad, tiene derecho alguno a considerar que el caso de Khashoggi como solo un "incidente" o una cuestión de rivalidad.
El artículo titulado "Erdogan's media game", publicado en el estatal Ahram Online es una muestra del intento de diluir el hecho en sí tomándolo como parte una guerra mediática, como un asunto entre estados en liza, en donde Erdogan aprovecha la situación, lo que no deja de ser cierto, pero esto no anula lo ocurrido:

However, it is unclear how far the Turks will be able to use this incident for these ends, and Erdogan might attempt another adventure in the form of a new Turkish military incursion abroad, perhaps in Iraq or Syria or even Cyprus, in order to shift the pressure from the domestic opposition to his rule.
Unfortunately, the Saudis have given the Turks and the Qataris an unexpected gift that may help them whitewash the crimes they have committed over the past decade.
These two terrorist-supporting regimes will now push for regime change in Saudi Arabia, hoping to see a new government in Riyadh that will mend relations with them over their support for the Muslim Brotherhood and other terrorist outfits.
However, it is unlikely that King Salman will yield to such pressure, given these countries’ hostile stance towards the kingdom.
The Qataris have now deepened the rift between them and the Saudis to such an extent that negotiations between the two countries seem nearly impossible as long as the current regimes in Riyadh and Doha stay in place.
The Turkish and Qatari regimes should not be allowed to boast of a diplomatic victory over Saudi Arabia because of the killing of Khashoggi.
Instead, they should be exposed to the world as prime supporters of terrorism and assassinations in the region. It should be remembered that when the Turkish, Qatari and Iranian regimes preach about human rights it is because they are planning dubious actions of their own.
Regimes that have been involved in mass murders, assassinations, bombings, and the training and harbouring of terrorists can never be seen as the defenders of human rights.**


Es un ejemplo claro de cómo funciona el aparato informativo del régimen. Convertir el crimen en solo una cuestión de rivalidades o de ataques a Arabia Saudí es una forma de distorsión informativa, ya que según este razonamiento, nadie estaría cualificado para exigir responsabilidades a los saudís por el crimen. Por otro lado, la calificación de Turquía como estado terrorista es una acusación constante desde los medio estatales. En este sentido, Egipto ha fracasado en su intento de que Estados Unidos considere a los Hermanos Musulmanes como un "grupo terrorista", su máxima aspiración diplomática. Lo mismo que ocurre con Turquía —que defendió al gobierno derrocado de Morsi— sucede con Qatar, acusados de ser "estados terroristas", que se da como una verdad incontestable.
El autor del artículo —Hany Ghoraba— se olvida que al igual que se le exigen explicaciones a Arabia Saudí, también Turquía ha recibido todo tipo de condenas por su comportamiento. Es ese razonamiento perverso el que hace que todos estén obligados al silencio para evitar que se aireen sus trapos sucios. Los de Egipto son superiores, por ejemplo, a los de Turquía en el plano de la libertad de expresión y tratamiento a la prensa. ¿Anula eso las críticas a Turquía? En absoluto. Pese a ello, el autor señala: "This Saudi intelligence blunder and the international scandal that has resulted from it have been turned into a victory for the Turkish and Qatari regimes."** ¿Victoria de Erdogan? Hay que estar muy ciego para pensar en estos términos. Pero es ese pragmatismo político lo que se ha desarrollado en la zona. A nadie le importan los derechos, solo que el enemigo no gane o avance.
Por eso las condenas de la Unión Europea (que ya ha condenado a Egipto por la represión y la libertad de expresión o a Turquía por lo mismo, a través del parlamento Europeo), de las instituciones internacionales (la ONU) o de las organizaciones (Amnistía Internacional, Reporteros sin Fronteras, etc.) son importantes. No deben enterrase por el hecho de que el crimen se haya cometido en tierra turca. Erdogan no mejora porque Khashoggi haya sido asesinado en Turquía.


La necesidad de plantearse sanciones eficaces contra aquellos que violan los derechos humanos o que, sencillamente, los niegan como principio de convivencia es más urgente que nunca ante estos planteamientos perversos.
Lo primero que hizo la prensa egipcia fue decir que Khashoggi estaba "próximo" a la Hermandad Musulmana, lo que le convertía ya en un "terrorista", según la doctrina oficial. Los siguientes pasos han sido dar la razón a las versiones saudís, que ellos mismos se han encargado de modificar, dejando a sus defensores en evidencia. La tercera fase consiste en desacreditar a los que exigen el conocimiento de la verdad, que no son solo turcos y qatarís, sino la mayoría de los países.
Está en juego el modelo de relaciones internacionales y las líneas rojas que no se pueden pasar. Lamentar, una vez más, la tibieza española, que demuestra el poco sentido político generoso que se ha desarrollado en este país para con los derechos humanos, envueltos en un infame pragmatismo económico, que envuelve a la izquierda, la derecha y los que dicen ser el centro. Unos defiende a la Venezuela de Chaves y Maduro, otros a la Arabia Saudí, reino retrógrado en el que la disidencia se paga cara.


El artículo de Alaa Al-Aswani merece ser leído para entender la soledad de los demócratas en los países árabes. Muchas veces es la falta de entendimiento de lo que ocurre, otras su propia falta de comunicación y temor a ser considerado "pro occidentales", terrible acusación, que solo es positiva cuando media dinero de los inversores.
Los que hablan de doble rasero deberían mirarse en el espejo que refleja cómo agitan una mano contra occidente mientras que con la otra reciben cuantiosas subvenciones, como ocurre con Egipto, para sus propios ejércitos o políticos. Por abajo siguen políticas anti occidentales, mientras que en la cima se arreglan con Israel, Estados Unidos o con quien sea necesario.

Eso crea un continuo ambiente explosivo en el que los pueblos se sienten amenazados, donde siempre hay enemigos exteriores que amenazan con la destrucción. Los disidentes demócratas, en este contexto, son acusados de traidores, de conspiradores para acabar con el "islam" (la vía religiosa), el estado (la vía nacionalista) o ambas.
En un ambiente sin libertades de expresión e información, entre la propaganda y la censura o el silencio, la petición de Al-Aswani —como la de Khashoggi— se convierte en esencial para poder denunciar la situación que se vive, las mentiras acumuladas para el control de la población haciéndoles vivir en una burbuja. Se tardará mucho en vivir una situación parecida a la Primavera Árabe. Los gobiernos se han vacunado contra las disidencias expulsando o encerrado a cualquier discrepante que pueda despertar conciencias.
Los controles de los medios y de las redes sociales, atentamente vigiladas, hacen que sea cada vez más difícil decir la verdad de lo que ocurre. Tampoco es ya fácil verla en esta espiral de silencio. Hay que agradecer a gente con Jamal Khashoggi o Alaa Al-Aswani el compromiso para decir la verdad.
Este es el fragmento que el propio Al-Aswani ha traducido al inglés para su página en Facebook:

“Do Arabs Need Freedom of Expression?” by Alaa Al Aswany

“The Arab ruler—whether a king or a general—considers the elimination of his opponents an essential tool in governance...

“The absence of freedom of expression leads to a state of tyranny that causes citizens to withdraw from the public sphere, busying themselves with their daily bread and unconcerned with what happens outside their family. These conditions invariably lead to a distortion of human values: cowardliness turns into wisdom, courage into foolishness, hypocrisy into eloquence, and deceit into a talent. From the first essay topics in grade school glorifying the leader, to the phony words uttered by members of parliament who won in forged elections, and editorials that intelligence officers dictate to journalists, citizens are conditioned not to speak what they believe but what is seen as appropriate. And so arises generations of hypocrites, for whom lying is normal, socially acceptable behavior.”


La reducción de los medios occidentales a información de atentados o crisis económicas hace que las conciencias queden alejadas del drama que allí se vive, especialmente por aquellos que han sido iluminados por el ángel de la Historia, mirando al pasado para entender su presente, y conservan la lucidez que les lleva a pensar y reclamar una sociedad más justa, una convivencia en paz por encima de las luchas de poder practicadas durante décadas o siglos.
Sin esa libertad de expresión, solo queda el silencio y la propaganda. Del silencio nunca sale nada; solo se va tragando las voces que le rodean. De la propaganda solo surge el distanciamiento entre la realidad y su descripción fantasiosa, lo que lleva a la escisión de la mente, al doble pensar, como forma de supervivencia.
Hay que escapar del juego absurdo de la rivalidad entre las potencias o países. Hay que centrarse en el problema real, el del pueblo, el de la falta de democracia y la consiguiente falta de armas para combatir la corrupción. Todo lo demás es hacer el juego a los dictadores. Por eso el centro es la libertad de expresión, romper las barreras dentro y fuera para que se pueda conocer de forma transparente la oscura realidad actual. No hay que estar del lado de nadie, como un mal menor, como un socio estratégico o económico. Son ellos los que crean los enemigos, los que establecen las condiciones para perpetuarse en el poder.
Es lo que dice Alaa Al-Aswani y lo que decía Jamal Khashoggi.


* Alaa Al-Aswani "علاء الأسواني: هل يحتاج العرب إلى حرية التعبير..؟!" DW (Deutsche Welle) 23/10/2018 https://p.dw.com/p/36zVM
** "Erdogan’s media game" Ahram Online 26/10/2018 http://english.ahram.org.eg/NewsContentP/4/315051/Opinion/Erdogan%E2%80%99s-media-game-.aspx