lunes, 7 de mayo de 2018

La desinformación y los ciudadanos críticos


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La entrevista a la investigadora de la Brookings Institution, Alina Polyakova, "experta en propaganda rusa", tal como es definida por el diario El País de ayer, tiene dos líneas bien definidas. La una es la tecnológica, sobre los medios sociales y su funcionamiento; la otra es más ideológica y establece una distinción clara entre Occidente y Rusia. El titular del diario une las dos: "“El futuro de la propaganda digital será mucho más terrorífico”. La Brookings Institution es un "Think tank" de orientación liberal, creado hace 102 años para el análisis y propuestas de las políticas norteamericanas.
La parte ideológica de la entrevista, dada la especialidad de la investigadora, se centra en la evolución de Rusia y el poder de Putin, el regreso a la Guerra Fría, etc. Es la otra se centra en lo que ocurrirá con las redes de comunicación. Polyakova habla de los peligros a los que nos veremos sometidos por la presión de Rusia, empeñada en la desestabilización occidental a través de las falsas noticias, el apoyo a los populismos y, en general a todo aquello que favorezca la desunión y siembre la discordia.
La entrevista a Alina Polyakova tiene como fondo la presentación en el Real Instituto Elcano de su informe "Democratic Defense Against Disinformation" una cuestión que preocupa a países e instituciones que se ven confrontadas a una situación compleja, enfrentándose a focos de noticias cuya finalidad es crear desinformación en entornos en los que se respeta la libertad de información.
La cuestión es central y hemos tenido intentos en los que se ha aparcado alguna solución, como ha sucedido con la Comisión Europea y que ya analizamos aquí. La complejidad es enorme como toda cuestión que afecte a las libertades y especialmente a una cuya función es el respeto a la diversidad de opiniones, la de expresión. Sin embargo, las "fake news" no son una cuestión de expresión, sino de mentiras instrumentalizadas para conseguir objetivos de desestabilización.
La cuestión de más interés, desde mi perspectiva, son sus respuestas ante la actitud de las empresas que actúan como portadoras de los virus:

Las redes sociales, ya sea Facebook, Google, Twitter u otras, basan su modelo de ingresos en atraer dinero de anunciantes, así que tienen un incentivo para ofrecer herramientas cada vez más sofisticadas y refinadas a compañías que quieran llegar a sus nichos de audiencia. Estas son exactamente las mismas herramientas que usaron los rusos para tratar de influir en elecciones, exactamente las mismas. Reconocieron el valor de ellas no solo para anunciar productos, sino para difundir ideas. Creo que finalmente estas compañías tendrán que aceptar que mientras estén en este mercado movido por anuncios van a encontrarse siempre con los mismos problemas por muchos pequeños arreglos que hagan. La desilusión del público es tan grande que creo que acabará emergiendo una nueva generación de compañías de redes sociales.*


La respuesta de Polyakova contiene una mezcla de hechos y una profecía. La cuestión del origen de las noticias parece lo suficientemente clara como para ser unánime. Hoy nadie duda —a menos que su política sea esa— de las injerencias exteriores sobre la política en occidente a través de desestabilización minando la confianza en el sistema y apoyando grupos minoritarios, populistas y secesionistas por Europa.
La política rusa es clara: máximo control de los medios en su terreno y máxima desinformación hacia el exterior. Para ello cuenta con las propias redes informativas que Occidente ha creado. Aquello que Al Gore saludó como las "superautopistas de la información" considerándolas como una forma de desarrollo y expansión han sido aprovechadas en sus debilidades para reeditar la guerra fría. Cuanto más crece el negocio, mayor capacidad de subvertirlas. Es el modelo de negocio el que es débil, ya que es abierto y masivo.
Comparto la idea de que este modelo actual es difícil de defender ante agresiones porque no se basa solo en la tecnología, sino en las interacciones que esta permite, es decir: es un modelo psicológico. La base de las redes es la interacción, el contacto entre unos y otros. Ese es realmente, como ya señaló Mark Zuckerberg, el centro del negocio. Es lo que su alto ejecutivo, actuando como abogado del diablo, reconoció: el modelo de Facebook es reunir a la gente aunque sea para mal.
Los retoques de las redes sociales no van a resolver los problemas. Las redes, por decirlo así, están hechas para "tiempos de paz", no para ser campos de batallas en la nueva guerra fría. Como otros sectores (el turismo, por ejemplo), parten del principio de la estabilidad y las buenas relaciones. No es el caso actual, en donde las relaciones se han deteriorado.
La profecía de Alina Polyakova es la aparición de otro tipo de redes sociales. No es la primera vez que esto ocurre, pero tiene varios factores en contra. Igualmente provienen de los aspectos psicológicos y sociales antes que de los tecnológicos. Cambiar de redes es más complejo, por ejemplo, que cambiar de coche. Uno cambia un dispositivo por otro cuando el nuevo le ofrece más ventajas. Pero en las redes hay un factor acumulativo en dos órdenes: actúa como memoria personal (los usuarios dejan recuerdos de sus actos) y es escenario colectivo (una red de vínculos, los "contactos") que ser vería modificado.
Cuanto más tiempo se pasa en una red social, más difícil resulta abandonarla. Los elementos que se acumulan actúan como lastre y la soledad es una amenaza en cuanto a los otros si no nos siguen. Facebook ha intensificado su política de "recuerdos" mandándonos viejas fotos, por ejemplo, de las amistades indicando cuánto tiempo llevamos allí. Es un chantaje emocional contra la tentación de huir y perder lo que tenemos, lo que hemos acumulado allí, recuerdos y contactos. El proceso de migración a nuevas redes, por ello, sería lento y "doloroso".
El problema político actual, en cualquier caso, no se resolverá con nuevas redes si estas siguen el mismo exitoso comportamiento. La solución, nos dice Polyakova está en la gente:

Necesitamos pensar en cómo resolvemos este problema a largo plazo. Por lo tanto, el asunto se centra en cómo formamos a los llamados “ciudadanos digitales críticos”. Es decir, gente protegida por lentes críticas, de modo parecido a las que usaban los estadounidenses y los europeos occidentales en los años de la Guerra Fría para diferenciar entre propaganda soviética e información fiable. No hemos construido un sistema inmune como el que teníamos en la era soviética durante los años de la Guerra Fría.*

"¡Cristo, echo de menos la Guerra Fría!" (Christ, I miss the Cold War), decía Judy Dench en su papel de "M", en Casino Royale. Y hacía bien, porque la Guerra Fría ya no es lo que era. La diferencia es la que va de los medios convencionales, verticales, a los actuales, horizontales. Lo que antes se arreglaba con un buen jefe de redacción, hoy no tiene el mismo arreglo. Nadie actúa como filtro de sentido común, verificación, etc.


La formación de los "ciudadanos digitales críticos" es poco más que una ingenuidad cuando precisamente lo que estamos creando es una sociedad que retrocede en la crítica y se deja llevar por las emociones hábilmente manipuladas gracias a las nuevas técnicas derivadas de las neurociencias aplicadas: neuropublicidad, neuromárketing, neuropedagogía, neuroeconomía, etc. Todas ellas se basan en la comprensión del cerebro para poder superar las barreras de defensa, las resistencias.
Lo que Polyakova describe en el primer párrafo es lo que dificulta la realización de lo que propone en el segundo párrafo. Precisamente lo que se anula es la capacidad crítica de los ciudadanos ofreciéndoles una mentira a su medida, que es lo que hizo Cambridge Analytica con los datos ofrecidos por el neurocientífico de la Universidad de Cambridge que burló las defensas de Facebook en cuanto a contrataciones dejando al descubierto la forma en la que se manipuló el Brexit y las elecciones que le dieron el triunfo a Donald Trump.
El énfasis puesto en Rusia es acertado, pero no es el único problema. Lo es el sistema en sí, ya que todos —de la política a las empresas— usan los mismos medios aunque sea con distintos objetivos. ¿Deben los "ciudadanos críticos digitales" defenderse de todos o solo de unos?
La cuestión se agrava con la desconexión alternativa, mecanismo que estamos viendo apuntar en distintos países con regímenes autoritarios. Es la creación de nuevos "muros de Berlín" digitales fraccionando el espacio informativo global. En efecto, si no se puede controlar los contenidos y no se puede evitar la manipulación individual ni colectiva, la solución es la cirugía, cortar el miembro, o desconectarse del sistema general.
El primero en hacerlo fue China, que tiene su "great firewall", viviendo prácticamente en una red paralela a la del resto del mundo. Pero se está empezando a producir como fenómeno de desconexión del conjunto en países que abogan por tener sus propias redes sociales lo que les permite dos cosas: no ser afectados desde el exterior y controlar los datos de sus propios ciudadanos, que quedan sometidos a vigilancia constante. Aquí hemos mencionado en ocasiones el caso del "facebook egipcio" que están intentando introducir.
Son los primeros intentos, pero ya ha habido otros países que ven las redes sociales como una forma de penetración informativa incontrolada e incontrolable, por lo que les resulta más fácil la desconexión. Esta implica un control mucho mayor de los datos circulante. La vigilancia aumenta.
El día 3 del pasado abril, Expansión recogía la preocupación de la Comisión Europea:

Julian King, el comisario europeo de Seguridad, exige un “plan de juego claro” para que las redes sociales operen durante periodos electorales sensibles, empezando por las elecciones al Parlamento Europeo en mayo de 2019. Una carta de King a Mariya Gabriel, comisaria de Economía Digital, pide más transparencia sobre los algoritmos internos que utilizan las plataformas de Internet para destacar historias, límites a la “recopilación” de información personal para fines políticos, y que las tecnológicas hagan público quién financia los “contenido patrocinados”.
King propone una “estrategia más vinculante” que la regulación interna, que incluya “indicadores de rendimiento definidos con claridad y minuciosidad”. Sus propuestas cuentan con el respaldo de otros comisarios que están diseñando la primera política de la Unión Europea contra la “desinformación online” que se publicará este mes.
Las revelaciones sobre Cambridge Analytica han acelerado el debate y las autoridades de la UE presionan para que se establezcan directrices más firmes sobre el comportamiento que deberían seguir las plataformas para proteger la democracia. Los “métodos psicométricos” como los empleados por Cambridge Analytica son sólo un “anticipo de los efectos profundamente perturbadores que podría tener esa información sobre el funcionamiento de las democracias liberales”, escribía King en la carta con fecha del 19 marzo. “Está claro que la amenaza para la ciberseguridad que afrontamos está pasando de afectar a los sistemas a utilizar cada vez más cibermedios para manipular el comportamiento, agravar las divisiones sociales, subvertir nuestros sistemas democráticos y plantear dudas sobre nuestras instituciones democráticas”.**


El Comisario de Seguridad frente a la Comisaria de Economía, un debate interesante. La precisión imposible que Julian King pide a su colega de Economía se basa en el control de lo incontrolable en un mundo en el que todos se creen con derecho a revender tus datos a terceros, a inspeccionar tu ordenador cada vez que entras en cualquier página o en el que estás recibiendo publicidad durante meses sobre una consulta que hiciste. Estar en las redes tiene un precio... y cada vez más elevado en términos muy distintos.
Mis derechos como ciudadano no son los mismos que los que me han dejado como usuario de redes o simple navegante de página en página. No se me deja acceder a información si no activo mi geolocalizador o acepto su política de cookies, etc. Vivo como universal lo que es un servicio privado con unas condiciones que debo aceptar sí o sí para poder desarrollar la vida social, acceder a servicios, etc. Las noticias falsas se producen por una debilidad del sistema y una intención clara de subvertir.
En la sociedad digital todo está interconectado. Las redes son de unos, los contenidos de otros. Nosotros somos de todos. La preocupación ha surgido en los políticos cuando han visto que se pueden modificar elecciones. Han hecho bien, desde luego, pero la cuestión va más allá.
Sería perfecto que hubiera ciudadanos críticos (no solo digitales), un bien para todos. Pero precisamente la manipulación convence a muchos de que lo son. La lucha es muy compleja, larga y no siempre clara. Por supuesto, hay que hacerlo desde la democracia y defendiéndola contra los que buscan un mayor autoritarismo.



* Entrevista Alina Polyakova "“El futuro de la propaganda digital será mucho más terrorífico”" El País 6/05/2018 https://elpais.com/internacional/2018/05/04/actualidad/1525433704_371730.html
** "Bruselas toma medidas contra las noticias falsas en las redes" Expansión 3/04/2018 http://rsocial.expansionpro.orbyt.es/epaper/xml_epaper/Expansi%C3%B3n/03_04_2018/pla_3633_Primera_ED/xml_arts/art_15943921.xml


Alina Polyakova


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