sábado, 12 de mayo de 2018

La bomba es él


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hace tiempo que no leíamos una frase tan contundente en un artículo: "El presidente Donald Trump no ha roto con Europa, ha roto con la historia"*. La frase abre el artículo de Jan Martínez Ahrens, titulado "El presidente del ‘America First’ deja a Europa atrás". Lo acontecido desde que llegó a la presidencia de los Estados Unidos muestra con claridad lo desgraciadamente cierto de la afirmación.
El egocentrismo de Trump se ha trasladado a la maquinaria que se mueve a sus órdenes como si de un robot se tratará. Estados Unidos ya aparece contagiado institucionalmente de los vicios de su máximo dirigentes. Los que anunciaban que Trump se moderaría con la llegada al poder, que habría gente capaz de hacerle ver que había más humanos que él en el mundo, que el país tenía compromisos y que las relaciones internacionales son el resultado de muchas pequeñas piezas que se van engarzando, se equivocaron totalmente. Es Trump quien está modelando a los Estados Unidos a su imagen y semejanza.
Las esperanzas de moderación o de simple sentido común, alguna perspectiva con sentido histórico, etc., etc. son destruidas por lo peor que se puede poner al frente de un gran estado: una persona imprevisible por ignorante. Hoy, los estados Unidos están en guerra con el mundo. Unos padecen sus bombardeos o invasiones, otros sus actos que desmontan lo tejido durante décadas.


Trump ha conseguido reafirmar el antiamericanismo en los enemigos de siempre y despertarlo con intensidad en aquellos que se consideraban aliados, amigos o indiferentes. Hoy no es fácil distinguir entre los que son anti trumpistas o anti norteamericanos. La irritación internacional va creciendo contra ambos.
También lo está haciendo en el interior. No ha habido acción o discurso que no haya sembrado polémicas o conflictos entre los ciudadanos. La brecha no es solo entre los Estados Unidos y el mundo, sino en el interior, con los propios norteamericanos, que se debaten entre la irritación y la vergüenza. Si los Estados Unidos estaban divididos antes de su llegada, ahora son dos continentes en los que unos se enfrentan a otros en las calles: mujeres por sus derechos, contra las armas, los dreamers, etc.
Trump insulta a los países llamándolos "pozos de mierda" cuando le apetece, llama criminales a otros y no siente reparo alguno, ya que sus seguidores le jalean. Los expertos dicen que se presentó ante sus votantes como un "no político", alguien que se permitía las lindezas o corrección de los políticos profesionales. Pero hay una diferencia entre no corrección y el insulto constante a los países. Eso solo lo retrata como persona, no como estadista, algo que ha quedado para siempre y por lo que será recordado.


La reacción europea está siendo retardada porque nadie se acaba de creer que esto esté pasando, pero está ocurriendo, no es una pesadilla. Algunos piensan que Trump acabará su mandato y todo se restablecerá, pero de eso se no tienen garantías, ni de lo primero ni de los segundo. Cogida entre dos presiones —la rusa y la norteamericana—, Europa tiene en puertas el conflicto sirio —un pulso americano ruso—, el caos producido en Oriente medio con Israel y el detonante del acuerdo con Irán. Todo esto con un desafío a China en el comercio. Dejemos provisionalmente aparcado el asunto de Corea del Norte gracias a la diplomacia surcoreana.
La advertencia de Angela Merkel de que Europa ya no puede confiar en los Estados Unidos en ningún plano (económico, defensivo, medioambiental...) no debe ser tomada en vano y debería traducirse en acciones más claras que le muestren a Trump que no puede hacer lo que quiera. Trump hizo la petición retórica de que le llamaran "Mr. Brexit", momento en el que la Unión debería haber comprendido lo que se podía esperar de él en el futuro. Trump tiene una visión de la política propia de matones: que paguen por la protección. Ha conseguido convencer a su electorado que la causa de todos los males es la política "generosa" de los Estados Unidos por el mundo. Ahora pasa a la segunda fase que es la extorsión y el uso de la fuerza en función de la teoría que proviene de su propia vida: el rico y poderoso puede hacer lo que quiera. Algunos lo llaman "excepcionalismo", pero es lo que es.
La enorme inversión en el presupuesto militar y en el armamento hace que necesite recuperarlo o, incluso, justificarlo, por lo que es probable que las intervenciones relámpago sean frecuentes en diversos escenarios. Una parte de su electorado celebra estas manifestaciones de superioridad (las bombas "bonitas, eficaces e inteligentes" de las que presumía) que satisfacen el sentimiento colectivo de golpear a los "malos", por su usar su maniquea terminología.


Lo hemos dicho en muchas ocasiones desde hace tiempo: Estados Unidos ya no es el líder del "mundo libre". No se puede liderar nada desde la xenofobia, el racismo, el imperialismo y el militarismo, desde la destrucción de un orden imperfecto, pero mejor que un mundo sin acuerdos y solo de imposiciones por la fuerza y las amenazas. El narcisista que venía a "arreglarlo" todo no es más que un manirroto de la política internacional, un campo que un presidente de los Estados Unidos debe entender.
Como se puede apreciar en cada paso, la creación del desorden mediante la destrucción de los acuerdos existentes no busca el aislamiento de los Estados Unidos, sino la fragmentación del mundo para evitar una resistencia eficaz a sus planes. Una vez que el desorden se produce, Trump se presenta como renegociador. Las condiciones, por supuesto, son impuestas por los Estados Unidos.
Habría que empezar a desmantelar esa estrategia de destrucción y reconstrucción impuesto antes de que sea demasiado tarde y el mundo se encuentre en condiciones lamentables.
Trump era la bomba, la máquina de destrucción de un orden del que espera salir como algo que ya era, la primera potencia. La diferencia es que los demás estarán mucho más debilitados tras su bombardeo. En la medida en que se planteen estrategias para frenarlo, puede que el daño sea menor, pero no está claro. Es lo que están haciendo aquellos países que buscan el amparo de Rusia.
Parece que todo indica claramente que Donald Trump era la opción de Vladimir Putin. La menos mala para Putin era la peor para los Estados Unidos y, sobre todo, la peor para Europa, convertida en víctima de ambos. Si el plan de Putin era dejar solo a los Estados Unidos y a la Unión Europea a la deriva, lo está consiguiendo.
Por si alguien tenía alguna duda en sobre cómo ven el mundo lo rusos y cómo lo cuentan, vean el siguiente titular de Sputnik.
 
12/05/2018

* "El presidente del ‘America First’ deja a Europa atrás" El País 12/05/2018 https://elpais.com/internacional/2018/05/11/estados_unidos/1526070872_313344.html

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