miércoles, 21 de marzo de 2018

Sé lo que hiciste en los últimos cinco años


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Estaba claro que las excusas de Facebook no iban a satisfacer a nadie y que reabrirían un debate político intenso. Desde el comienzo de lo que se llama Sociedad de la Información los grandes negocios se ha hecho primero y después se ha legislado si había problemas. Había cierta mentalidad de los pioneros del "far west" con las implicaciones de llegar a tierra de nadie o así gustaba creerlo.
La tierra de nadie, por supuesto, eran los ciudadanos usuarios;  eran esa tierra de nadie sobre la que desembarcaron los colonizadores visionarios digitales. Ellos eran —siempre lo han sido— la materia prima, aquello que había que recolectar, dar forma y vender y revender con todo aquello que hoy llamamos "dataficable", es decir, susceptible de ser reducido a datos el único elemento que no se desgasta que puede ser vendido una y otra vez. De estos datos se extrae la "información" útil y rentable para muy distintos fines. Todo empieza por el mundo de las empresas y acaba siempre en la política, del que ya es difícil diferenciarlo.
Esto es especialmente cierto porque los políticos, partidos, grupos de presión, etc. producen o financian sus propias empresas para la obtención de este tipo de datos que las redes producen masivamente, es decir, nosotros producimos con cualquier click que hacemos o sin hacerlo, con nuestros simples desplazamientos de un lugar a otro indicando nuestra posición o con la actividad de nuestros pagos electrónicos.
Todo eso, que antes se desechaba, se ha convertido en una mina informativa, una fuente de datos sobre la que aplicar distintos procesos y darle forma para obtener patrones o llegar a perfiles muy concretos si se dispone de la tecnología y programas necesarios. Eso se sabe ya. Por eso las grandes compañías, nos aseguran siempre que nuestros datos están en buenas manos. Lo mismo nos dicen nuestros bancos, compañías de comunicaciones, etc. y luego revenden informaciones a terceros, lo que nos causa molestias constantes.


Pero no ha sido hasta que esto ha afectado directamente a los Estados Unidos cuando realmente se ha producido el escándalo que ha saltado a todas las portadas de los medios mundiales. Se puede entender que hay cierta hipocresía en el asunto o simplemente que a los norteamericanos les importa lo suyo y los demás somos fatalistas o dejados, según se mire.
La Unión Europea lleva tiempo intentando meter en vereda a las grandes compañías de comunicaciones norteamericanas y no es sencillo. Sin embargo, han querido las ironías de la vida (por decirlo así) que se concentren dos casos por estar sus actores vinculados: las elecciones norteamericanas y el Brexit en la Unión Europea.
Conforme se va esclareciendo la situación, quedan en evidencia las mentiras que se usaron en el Brexit (que empezaron a salir al día siguiente del referéndum), tal como los norteamericanos se enfrentan desde la campaña de Trump hasta ayer mismo.
No hay que dejar de conectar, como decíamos hace unos días, la cuestión de los datos filtrados con las "fake news" pues son las dos caras de una misma moneda fraudulenta. De los datos se extraen los perfiles y las estrategias necesarias para vencer resistencias y conseguir objetivos. Lo que queda claro es que tanto el conseguir los datos como las informaciones falsas que se lanzan forman parte de un universo de delincuentes que va desde arriba hasta abajo y se caracteriza por su falta de escrúpulos para conseguir el poder a cualquier precio. Los más cínicos dirán que eso lo hacen muchos o todos. Pero hay que empezar a acallar estas versiones de la vida que siempre disculpan a los mismos en nombre del éxito.


La cuestión le ha estallado a Facebook porque le han fallado sus mecanismos de seguridad. No ha sido un fallo del sistema, sino una estrategia "ingenua" la que le ha llevado a perder un 12% en bolsa y que Mark Zuckerberg tenga peticiones de comisiones parlamentarias en Estados Unidos y en Europa. Aquí no ha habido hackers, sino cuidadosos contratos incumplidos porque si te engañan, es mejor quedar como tonto que como culpable.
Al no haber robo, sino acuerdo comercial, la cuestión se complica mucho porque hay que apuntar al negocio, lo que explica la fuerte caída en bolsa. Los que apostaban por la rentabilidad de Facebook por la venta de sus datos o por permitir a otros que los recojan entre sus usuarios, según apunta su propio comunicado respecto al britano-ruso (¡qué casualidad!), lector en Cambridge y dedicado a traer la felicidad al mundo con sus investigaciones, se ven intranquilos. Saben que ahora comienzan los movimientos de protesta y las restricciones a las prácticas de colonización del ciberespacio.
Desde el comienzo de la Sociedad de la Información en su vertiente "social" la gran pregunta era: ¿cómo sacarle dinero a esto? Estamos descubriendo cada día formas en la que los negocios entran en choque con múltiples normas. Ya es complejo hacer tributar a unas empresas que siembran por todo el mundo, se benefician de traspasar fronteras y luego incumplen las normas tributando en lugares que acaban siendo paraísos fiscales. También es complejo hacer que se ajusten a las leyes y no que se acojan a las de los lugares más permisivos, por decirlo así.


Ahora nos enfrentamos a un paso más allá de lo visto: disponer de datos capaces de ser usados para actuar en elecciones, cambiando el curso político, creando ambientes, destruyendo o potenciado candidatos. No son ellas quienes lo hacen pero sí de donde sale la materia prima para hacerlo. Se convierte así en uno de los negocios más rentables del mundo, ya que va directamente al poder. Desde ahí se acumulan las deudas y se forjan los privilegios. Los que hacen el servicio, después se lo cobran a terceros o se lo cobran ellos mismo como influencia.
Se pervierte así la esencia de las democracias —como hemos señalado en días anteriores y en más lejanos momentos— que consisten en mantener la capacidad de decisión con la menor manipulación posible.
Los grandes medios se acogen hoy a fórmulas —como la creada por Google— para ofrecer la garantía de estar limpios de "fake news" y ofrecer una información fiable. Al final, los mismos que atacaban a Google por difundir la información se acogen a una garantía "meta", una certificación exterior, que asegure su periodismo de calidad, es decir, fiable.


Sin embargo, la promesa que subsiste es la de la publicidad personalizada, la de mayor eficacia, que es el mismo principio que se puede aplicar a la manipulación política. Mientras los datos personales sean usados para venderme algo con ventaja, el problema subsiste. Pero, ¿está alguien dispuesto a renunciar a la gallina de los huevos de oro? Lo dudo. La puerta quedará siempre abierta, como en este caso a las reventas o los intermediarios "aceptables" en la compra de datos.

La estrategia, está claro, es convertir las redes en lodazales, en espacios de difamación en los que confiar poco. Esa estrategia satisface a los que acceden a este tipo de información sesgada, falsa o desinformación, que quedan libres. Y favorece a los grandes medios que usan este lamentable estado de las cosas para aumentar sus suscriptores de pago mediante estrategia blandas, de no presión. Será un mundo poco creíble el que nos lleva a los espacios de credibilidad. Nadie pierde la ocasión de arrimar el ascua. No se les puede culpar. La información de calidad es cara y requiere buenos profesionales. Esperemos que esta situación haga que algunos buenos medios se libren de la mucha basura que acumulan para atraer gente en una estrategia absolutamente errónea. Irónicamente, cuando accedemos a la información, de calidad o no, para saber qué hacen con nuestros datos, están obteniendo datos que les permiten saber qué nos preocupa y qué no. ¿Serán vendidos a terceros? La pregunta no es trivial pues no hay mejor indicador que el gusto informativo.
El caso Facebook ha estallado y la onda expansiva será potente. Facebook necesita recuperarse del golpe de prestigio y de las campañas que se han desatado contra él. No son solo los datos, claro. Facebook recibe los ecos de las iras anti Trump en todos los sectores. Todos los que hayan contribuido a llevarlo a la Casa Blanca, de forma directa o indirecta, legal o fraudulenta, son responsables de ese golpe a la inteligencia y a la Historia.
Hoy el mundo se preocupa, y con razón, sobre los datos que han sido obtenidos. Pueden afectar a las elecciones de muchos países, como lo han hecho en Estados Unidos o como afectó al Brexit, es decir, a Europa en su conjunto.
Hay que unir otras piezas del puzle (Cataluña, Italia...) para comprobar hasta qué punto están complicadas y forman parte de una misma trama. Las investigaciones apuntan todas al mismo punto.



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