domingo, 11 de febrero de 2018

Prensa, autoritarismo y demagogia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El diario El País recoge hoy mismo un artículo de Juan Luis Cebrián, con el título "La prensa libre, frente a la posverdad". El texto comienza hablando del debate mundial sobre dos términos que se han relevado el uno al otro: "fake news" y "posverdad". Le parece a Juan Luis Cebrián que estas dos palabras reflejan el conflicto planteado por la crisis de la democracia y de la representación, causa del desentendimiento, desapego o rechazo que las instituciones suscitan en los ciudadanos desde hace tiempo.
"La democracia se ve amenazada", escribe Cebrián, "por la emergencia de sistemas sociales y políticos que conviven difícilmente con los valores del liberalismo clásico"*. Es cierto que la democracia se ve amenazada en muchos espacios, incluido el nuestro, por los ataques de descrédito interesado y la erosión constante de las instituciones que ha sido alentados desde múltiples fuentes buscando el colapso del sistema.


La democracia requiere una voluntad expresa que los sistemas autoritarios acallan. La democracia implica la defensa de esos valores que garantizan nuestra propia existencia en equilibrio con los otros. Lo que se está haciendo ante nuestros ojos es precisamente minar los valores de la democracia en favor de otros tipos de planteamientos mucho más oscuros y mistificadores. Los enemigos de la democracia, que es el ejercicio de la voluntad decisoria, son los que enarbolan el destino de la raza, de la religión o de la clase. Destino y libertad son contrapuestos en sus arquitecturas mentales. Mientras unos buscan la aceptación del destino en nombre de Dios o de la sangre o la Historia, las democracias renuncian a esos discursos en favor del individuo, el consenso y el respeto a los otros. Pero estos tres elementos requieren del respeto a las propias instituciones que garantizan el juego democrático y la justicia de las decisiones.
Cebrián resalta el papel de la prensa en el sistema democrático. No es una novedad, desde luego. Trata de ligar ambas crisis, la de la democracia y la de la prensa, y estos son sus argumentos:

Un elemento sustancial para el ejercicio de la democracia lo constituye la vertebración de la opinión pública. Los medios de comunicación, la prensa libre e independiente, forman parte de la institucionalidad de los regímenes representativos. Frente a la pretensión onírica de que los periodistas estamos fuera de palacio, la prensa moderna se incluye en el entramado y sostenimiento del sistema democrático, actuando como un contrapoder necesario y una tribuna de debate capaz de defendernos del griterío y la demagogia.
De este modo durante la Transición española, el papel de los periódicos y medios de comunicación fue esencial en la elaboración del consenso que facilitó el advenimiento y defensa de la democracia. Hoy el panorama de los medios en nuestro país es, sin embargo, descorazonador. A los efectos de la crisis económica, hay que añadir los inducidos por el cambio tecnológico. En la última década, los diarios han perdido prácticamente el 50% de su circulación impresa y un 70% de los ingresos publicitarios. A cambio han visto multiplicada su presencia en las redes y llegan así a millones de usuarios a los que de otro modo nunca hubieran accedido. Pero el cambio de modelo de negocio obligó a la totalidad de las empresas del sector a abordar dolorosas restructuraciones. Miles de periodistas perdieron su trabajo y asistimos a la desaparición de muchos medios.*


Democracia, prensa, cambio tecnológico... crisis económica. Se podrían añadir algunos otros factores dentro del cambio complejo que se ha ido produciendo entre los sistemas, sociales, económicos, informativos y de valores.
La prensa tiene encima —siempre lo ha tenido— los condicionamientos tecnológicos, económicos y políticos. Es una institución cuya eficacia está afectada por los cambios y limitaciones que el propio entorno social provoca en ella. Es indudable que el papel de la prensa durante la transición española no es el mismo que hoy pueda jugar en un espacio social y mediático muy diferente. Durante la época del franquismo, se llegó a hablar de un "parlamento de papel", como alternativa mediática a través de la cual se escuchaban voces y propuestas que estaban fuera de la oficialidad. El mapa de los medios era muy limitado en comparación al existente hoy. Y un factor esencial: entonces la democracia era lo que se tenía por delante, como futuro, el deseo de la mayoría. Hoy es lo que muchos se dedican a criticar como si fuera un viejo trasto que siempre hubiera estado ahí. No se ha sabido educar en el respeto al sistema y la forma de canalizar el descontento para que no debilite al sistema.


El anquilosamiento ha pasado factura a todos los partidos y se ha tenido que recurrir a formas populistas, como el nacionalismo secesionista o el antisistemismo, para enganchar a las nuevas generaciones.
Las "fake news" y la "posverdad" son formas de asalto a la propia democracia que se basa en la limpieza informativa, por un lado, pero también por la honestidad política en el trato con los ciudadanos, a los que se debe respetar. "Fake news" y "posverdad" son el reconocimiento del "todo vale" con que una clase política centrada en la "comunicación" (diferente a la Prensa) manipula para acceder al poder y mantenerlo.
Hace tiempo, probablemente desde los años 70, en los que la prensa norteamericana se enfrentó victoriosa al poder político para dejar al descubierto sus mentiras. Eran tiempo de luchas por los derechos civiles y tiempo de inocencia que se iba desmoronando con cada nuevo escándalo.
El panorama de la opinión pública no se hace hoy en la Prensa, como entonces. Se hace en un oscuro entramado de redes cuyo control es imposible y cuya ética ha quedado reducida a polvo precisamente como resultado de la búsqueda de la influencia. Hoy, en los Estados Unidos, se encuentra en la Casa Blanca, un "comunicador", alguien que se enfrenta a la prensa sabiendo que cualquier tuit que salga de su teléfono tendrá una inmensa repercusión que hará que tengan que escribir sobre él miles de profesionales de todo el mundo. Y así uno tras otro. La batalla de la opinión pública está abierta a miles de personas cuya función es "influirnos" y que recurren a todo tipo de argucias desde un "nuevo maquiavelismo" que justifica la lucha por el poder con cualquier arma. No hay reglas, no hay principios; solo objetivos.


Los peligros de esto los estamos viendo claramente allí donde llegan al poder estos nuevos dirigentes que mantienen peligrosas agendas basadas en el populismo, el nacionalismo, la xenofobia, el racismo, el fundamentalismo y el retroceso de la ciencia y de los derechos humanos.
Su propia esencia antidemocrática les hace jugar con la "ventaja" de su propia falta de respeto a las instituciones, la Historia o la verdad misma. Cualquier cosa puede ser dicha desde esta perspectiva.
La cuestión se complica mucho más si el escenario ya no es local, sino solo una pieza de un entramado global mucho más complejo en el que los intereses no son confesados pero se perciben por las acciones negativas que padecen los países. El condicionamiento de  Rusia, por ejemplo, a los países no solo de su entorno próximo —como Ucrania— sino de Oriente Medio, de muchos países europeos o su participación en la política de los Estados Unidos es clara y requieres ser tomada en serio, como lo están haciendo la mayor parte de los países afectados. Esta influencia se realiza a través de la información en una gran parte; también a través del mundo de los negocios, tejiendo intereses, como vemos también en Norteamérica.


El periodismo de calidad es importante. ¿Qué entendemos por "calidad"? Sencillamente, aquel que nos ayude a decir de forma menos condicionada por los intereses. El periodismo no es el ejercicio de la "verdad" en un sentido científico, religioso o filosófico. Es algo mucho más sencillo, cotidiano, modesto, construido en función de lo que sabemos cada día. Muchos diarios importantes de todo el mundo apuestan por recuperar un momento de su historia (y de la nuestra) en la que las cosas eran más sencilla. Hoy no lo son y el caos que se está creando es muchos más peligroso pues puede haber muchas situaciones irreversibles.
Por todas partes proliferan leyes o intentos de legislar el control de los medios excusándose en la propagación de informaciones contrarias a los Estados; en otros se ataca a los informadores desde esos mismos estados o desde el público cuando realizan su labor en las calles. Los casos proliferan demasiado.
El periodismo de calidad es necesario, pero es necesaria la calidad de sus lectores. De poco sirven brillantes artículos elaborados por bienintencionadas mentes si no existe un receptor capaz de valorarlos y digerirlos para transformarlos en debate y opinión. El foco no se puede poner solo en los medios sino en la educación para las libertades y el respeto. Sin ello, como vemos, sirve de muy poco.


El cambio tecnológico es solo una parte, pues las ideas se adaptan a los nuevos canales. Lo que ha cambiado es la capacidad de resistir a las manipulaciones al convertirnos en una sociedad embrutecida y trivial, como es la que estamos viviendo. Mientras hay países a los que se mantiene en la ignorancia para que sus elites sigan controlándolos, nosotros —las sociedades modernas y democráticas— padecemos gobiernos sin miras, incapaces de percibir que el desarrollo de las libertades es un camino que nunca se debe abandonar no dar por seguro. Nos hemos desarmado ante la confianza en que no se retrocede, pero vemos que lo hacemos cada día.
Somos más débiles, más manipulables, más fácil de arrastrar. Nuestras debilidades son exhibidas y ridiculizadas por aquellos que las quieren alejar de sus pueblos, vendiéndoles la fortaleza del autoritarismo y la verdad de la intolerancia.
La democracia es joven; el autoritarismo, las dictaduras son viejas. Son las formas que han controlado la vida de los pueblos durante siglos y milenios. Pero la ignorancia hace ver lo contrario al carecer de un sentido correcto de la Historia que permita evaluar cómo es nuestra vida hoy y cómo fue anteriormente.
Es penoso ver a países occidentales renunciar a la democracia en favor de ideas autoritarias. Es penoso también ver países africanos, de Oriente Medio y Asia en los que se  muestra la debilidad de la libertad y se ensalzan los líderes fuertes, aclamados en sus retrógradas proclamas. Es penoso que todo ello se haga en un mundo global en el que cada vez importan más los negocios de unos y otros y menos la ciudadanía en cualquiera de sus niveles.


La democracia es un medio de alcanzar objetivos de más libertad, justicia y solidaridad entre los ciudadanos. Hoy se dispone de medios suficientes para alterar esto. No basta la prensa, si bien es una pieza importante del conjunto. A ella le corresponde defenderse de los cantos de sirena que intentan distraerla de sus funciones y a todos defender su libertad para defender la nuestra.
Hace falta más actividad social e institucional, más dinamismo y profundidad, que haga que todos los agentes involucrados actúen positivamente para recuperar el peso de instituciones que tanto ha costado estabilizar para poder vivir todos mejor. Hoy por hoy, no es lo que está ocurriendo. 
Cada momento histórico requiere su propia corrección informativa para poder seguir avanzando hacia metas mejores. El diseño del nuevo espacio mediático no permite ser demasiado optimistas. Todo ayuda hoy a la demagogia y al autoritarismo. Hará falta mucha voluntad y unir a todos los que siguen pensando que la democracia es un campo habitable, con futuro, capaz de permitirnos mejorar. Corremos el riesgo de retroceder hasta niveles insospechados.
El mapa bajo estas palabras es lo suficientemente "rojo" como para preocuparnos a todos.




* Juan Luis Cebrián "La prensa libre, frente a la posverdad" El País 11/02/2018 https://elpais.com/elpais/2018/02/10/opinion/1518278689_351481.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.