sábado, 3 de febrero de 2018

Más allá de la democracia (sin haber pasado por ella)

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El presidente Abdel Fattah al-Sisi lleva mucho tiempo diciendo que solo se le escuche a él, prácticamente desde que llegó al poder. Ese es su consejo a los egipcios: no hay otra voz más que la suya que diga la verdad. Al final solo quedará una, por lo que será relativamente intrascendente que diga o no la verdad.
Lo ocurrido en el proceso electoral en el que han ido desapareciendo los candidatos posibles, ya sea por detención o retirada, es un ejemplo de su tendencia al aria antes que al coro, una sola voz. La aparición como "rival" 7 minutos (literalmente) antes de que expirara el plazo de presentación de los avales requeridos de un oscuro político que apoyaba al presidente hasta el día anterior, recomendando que le votaran, no hace sino confirmar la realidad autoritaria de Egipto, a la que hay que dejar de llamar "deriva" o "tendencia". Esos conceptos se quedan cortos ante la farsa.
Los columnistas oficiales se relevan en las páginas para tratar de desprestigiar a los candidatos posibles y, especialmente, para desprestigiar a los medios extranjeros, llamándolos poco menos que "idiotas" e incapaces de comprender algo que ellos manejan como una especie de mandato divino, destino manifiesto o excepcionalismo. Cualquier crítica es fruto de conspiraciones. Para todo hay explicación, según su entender.
La última andanada contra los medios la firma en el estatal Ahram Online la periodista Amina Khairy, con el título "Understanding the un-understandable?", artículo ya pasado por las páginas del Ahram Weekly. Después de despotricar contra los medios y políticos extranjeros (incluido John McCain, que ponderó la revolución del 25 de enero y la llamó ocasión perdida), la articulista señala refiriéndose a las elecciones actuales:

In reality, Egypt’s opposition has failed, and with this failure has come the writing off of much of many Egyptians’ wish list. However, failures come in all shapes and sizes and nationalities.
Many nations that have advanced before Egypt on the road towards democracy have been setting a bad example when it comes to media coverage. Following the events of 30 June 2013 and the mass demonstrations against the rule of the Muslim Brothers in Egypt, much of the Western media, and of course many Western democracies, viewed what had happened as a “military coup” against the democratically elected Morsi.
Why? Because what had happened seemed to coincide with what the Concise Oxford Dictionary of Politics, a UK reference work, says about coups, for example. However, this same dictionary says nothing about the will of the people to remove a democratically elected president, or their fears of theocratic rule, or, indeed, attempts by strong nations to sabotage the destinies of others.
The destiny of Egypt does not lie in the hands of Egyptians alone. However, what is being planned for Egypt will not materialise as long as Egyptians reject it heartily. Answering a few questions might help bridge the cultural, political and sociological gap between Egypt and the West.
Did Egyptians choose Abdel-Fattah Al-Sisi as their democratically elected president in 2014? An absolute majority did. Some considered him to be the saviour of the nation. Others viewed him as the only possible choice. A third group regarded him as the only way out of the theocratic rule of the Muslim Brotherhood.*


Realmente es difícil tomarse en serio este tipo de explicaciones mesiánicas. ¿La culpa es de la oposición? El único país del mundo en el que no se puede decir que el golpe de estado fue un golpe de estado es en Egipto. Es el "no-coup".
Los comentarios y explicaciones sobre lo que aparece o no en el Diccionario  Oxford de Política son de una simpleza apabullante. Las preguntas sobre las mayorías eligiendo al presidente al-Sisi tampoco merecen más comentarios, pues se hizo un específico diseño para que así fuera anteponiendo las elecciones presidenciales a las generales para poder asegurarse —como ahora es fácilmente comprobable— el control de la cámara.
Lo del "gobierno teocrático" de la Hermandad no explica por qué ha habido más detenciones contra reformistas musulmanes, ateos, homosexuales, activistas, etc. en el periodo de al-Sisi. Al-Azhar ha aumentado su poder y mantiene un pulso ante el pueblo para ver quién es más conservador y defensor del "islam". El aumento de la violencia sectaria contra los coptos es igualmente notable, ante la inutilidad del estado para protegerles. Todo esto es viejo, ya conocido.

2013

Las apelaciones a la "voluntad" del pueblo, el mandato saliendo a la calle que el líder interpreta como aprobación son dignas del fascismo, fórmula que hace tiempo denunciaron algunos que ya veían el camino en esa unión "mística" entre el líder y el pueblo que les ampara.
En este contexto, no debe extrañarnos leer lo siguiente:

Belgian commentator David Van Reybrouck wrote in the UK Guardian in June 2016 that “a few years ago, the World Values Survey, a large-scale international research project, asked more than 73,000 people in 57 countries if they believed democracy was a good way to govern a country – and nearly 92 per cent said yes. But that same survey found that in the past ten years, around the world, there has been a considerable increase in calls for a strong leader ‘who does not have to bother with parliament and elections’ – and that trust in governments and political parties has reached a historical low. It would appear that people like the idea of democracy but loathe the reality.”
He goes on to say that “there is something explosive about an era in which interest in politics grows while faith in politics declines. What does it mean for the stability of a country if more and more people warily keep track of the activities of an authority that they increasingly distrust? How much derision can a system endure, especially now that everyone can share their deeply felt opinions online? Fifty years ago, we lived in a world of greater political apathy and yet greater trust in politics. Now there is both passion and distrust.”
Van Reybrouck was talking about the vote in the UK that led to Brexit, the decision by the UK to leave the European Union, but his words should ring a number of bells. How are people dealing with politics in this age of online political activism? Are elections the only cornerstone of democracies? Does what has worked, or even what hasn’t worked well for the West, necessarily work well elsewhere? Does the planet have only one check list for what should and what should not be done when it comes to politics and running countries?
This is not an apologetic piece on why Egypt might be facing a one-man show in the next presidential elections. But it is an attempt to explain what lies behind the scenes.*

Eso sí, sorprende que en Egipto ya se vean agotadas las vías de la democracia antes de haberla experimentado siquiera. La tradición egipcia es el autoritarismo y Morsi fracasó por eso mismo. El autoritarismo y el mesianismo no son la meta de llegada, sino la larga tradición desde Gamal Abdel Nasser hasta Mubarak, las imposiciones de los islamistas y la continuidad dura de al-Sisi hacia una dictadura cada vez más autoritaria, como se percibe en este primer mandato. Hasta el parlamento se ha vuelto autoritario en sus formas y legisla restringiendo libertades.

2013

Es curioso que se cite al belga David Van Reybrouck —todo sale de Bélgica o termina en ella últimamente— al que se le malinterpreta y tergiversa de forma realmente notable. En una entrevista realizada por el diario El Mundo en febrero de 2017, Van Reybrouck contestaba así a las preguntas sobre la crisis de la democracia:

Después de 3.000 años de existencia, sostiene que la democracia está en crisis. ¿Qué le pasa?
—Pues que la gente está dejando de confiar en ella. Hasta hace poco la democracia era vista como el mejor modelo de gobierno disponible, pero para las jóvenes generaciones está dejando de ser así. Su fe en la democracia se está deteriorando y eso es un problema. Es un problema porque Churchill tenía razón: de todas las formas de gobierno, la democracia es la menos mala. Pero entiendo que la gente está dejando de confiar en la democracia porque esta forma de democracia, la democracia electoral, ha llegado a su límite. Por suerte hay otras formas de democracia que incluso son mejores.
Los síntomas de ese hastío son bastante claros: la abstención no deja de crecer, la afiliación a los partidos no para de bajar, crece el voto de protesta, suben los populismos... ¿No cree que parte del problema es que dado que vivimos el mayor periodo de paz en la historia de Europa mucha gente, sobre todo entre los jóvenes, da por descontada la democracia?
—La democracia que vivimos hoy es fruto de la II Guerra Mundial y, efectivamente, creo que mucha gente la da por descontada. No son conscientes de lo frágil que es, de que las cosas pueden cambiar muy rápidamente, y para peor. De la democracia a la autocracia, al autoritarismo, hay sólo un paso. El terrible escenario que vimos en Turquía el año pasado no es para nada impensable que se produzca en Estados Unidos hoy en día. Podemos pasar bastante fácilmente de un modelo que afronta los conflictos de un modo no violento a otro que los encara de manera violenta, sin apenas darnos cuenta, porque no se trataría de una transición abrupta sino gradual. Estamos ya en ese proceso de deslizamiento, y la gente no es consciente de ello. El problema es que llegados a cierto punto ese proceso de transformación puede ser muy rápido. Yo defiendo la democracia porque, a pesar de sus defectos, es el mejor sistema para afrontar los conflictos. Pero no nos damos cuenta del peligro en el que se encuentra ahora mismo. La violencia física siempre comienza con violencia verbal, y en muchos países estamos asistiendo a un fuerte incremento de la violencia verbal. Y uno de los motivos es porque los procedimientos por los que se rige la democracia de hoy están completamente anticuados, fuera del tiempo, son procedimientos que datan de finales del siglo XVIII.**


Es precisamente lo que ocurre en Egipto —como ocurre en la Turquía de Erdogan— lo que Van Reybrouck denuncia como un camino hacia la autocracia y el autoritarismo, que es lo que encarna al-Sisi. La lectora lo ha entendido muy mal. La crítica no es al democracia en sí, sino al cambio en los comportamientos violentos, que la desbordan. Populismos y violencia no buscan el diálogo y van hacia el autoritarismo. 
Es precisamente la imposibilidad de participar en cualquiera de sus vías, tanto la electoral, en donde se imposibilita la vida de una oposición democrática, como la ciudadana, con detenciones de activistas, una vergonzosa ley de ONG destinada a impedir cualquier participación no controlada por el gobierno, la que destruye las posibilidades de convivencia y requiere de la violencia para mantenerse.
No, la vía egipcia de al-Sisi es la de un régimen sostenido en el poder militar y administrativo, controlado de forma policial, el mismo heredado de Hosni Mubarak y anteriores, basado en la represión y en la farsa parlamentaria, como describen todos los libros de Historia que Amina Khairy recomienda no leer. Nada que ver con el futuro, que deseamos bastante mejor.


La frustración de los egipcios frustrados (no todos lo están y muchos celebran el caudillaje) es esencialmente la de los jóvenes que soñaban con poder modernizar el país a través de procedimientos democráticos salidos de una revolución a la que los comentaristas oficiales convirtieron en una conspiración extranjera, insultando la memoria de todos los que salieron honestamente a la calle contra una dictadura violenta y represiva, insultando a los que dejaron su vida en las calles pisoteados por el régimen que ahora pretende ser "postdemocrático", por decir algo.
Es en las palabras de Abdel Fattah al-Sisi en donde hay que ver el talante democrático y el futuro que espera. Con el titular "“What happened 7 or 8 years ago will never happen again in Egypt”: Al-Sisi Threatens", Egyptian Streets recoge lo dicho por el presidente:

In a thinly veiled threat to critics and opponents, Egypt’s President Abdel Fattah al-Sisi warned on Wednesday of any attempts to destabilize the country and boycotting the elections.
Al-Sisi’s speech came one day after several figures from the opposition, including former presidential candidate Hamdeen Sabahy, called on Egyptian people to boycott the coming elections they described as a “farce”.
Al-Sisi, both president and presidential hopeful, said, “By the way, it’s not appropriate for anyone to think that they can disrupt the security of Egypt while we [Sisi and the military] are here. I would rather die first before anyone disrupts its [Egypt’s] security.”
The president pledged that he will not allow anyone to threaten the 100 million Egyptians and that would require getting rid of him first.
“What happened seven or eight years ago, will never happen again in Egypt,” al-Sisi said in reference to the 25 January 2011 revolution, “What failed at the time, will not succeed now. No, it seems you don’t know me well enough.”
Al-Sisi, while intensely gazing at the Defense Minister Sedky Sobhy who was sitting on his left, said that his life and the Armed Forces life are the cost for the security and stability of Egypt. He further added that he is not a politician “who just talks”.
The president further said that he could call on Egyptian people to take to streets, again, to give him a mandate in the face of “evil people”. In 2013, al-Sisi demanded a similar popular mandate of Egyptian people, whereby he took severe measures against the Muslim Brotherhood group including the Rabaa sit-in dispersal that was described by several international rights organizations as a “massacre”.
“I haven’t yet asked Egyptian people to give me another ‘mandate’ in order not to torment them, but there will be other measures against anyone who thinks of disrupting Egypt’s security,” al-Sisi concluded.
A few days ahead of al-Sisi’s speech, opposition figures in Egypt called on boycotting the elections after the arrest of the ex-military chief of staff Sami Anan. They further accused the regime of orchestrating the elections to be in favour of presidential hopeful al-Sisi.***


Creo que no puede estar más claro hacia qué tipo de democracia sigue caminando Egipto de la mano de presidente al-Sisi. Las amenazas a quienes boicoteen las elecciones, prácticamente todo el mundo en un sistema que está diseñado especialmente para evitar el crecimiento de los partidos frente al aparato gubernamental, son graves y es "nosotros", que el medio estima como los militares y él, son graves y no creo que entre en la consideración del autor belga citado. En el artículo de Amina Khairy, por ejemplo, se criticaba a los medios extranjeros por decir que algunos candidatos de la oposición, en especial el abogado y activista Khaled Ali, tenían peso político o seguidores. Para ella solo existe el presidente, encarnación del pueblo en cuerpo y alma. Los demás son virus en el cuerpo egipcio: traen enfermedades pese a ser minúsculos.

2013

Pero hay algo peor en las palabras de amenaza de al-Sisi: "The president further said that he could call on Egyptian people to take to streets, again, to give him a mandate in the face of “evil people”." El medio recuerda lo ocurrido la última vez que ocurrió algo así en Egipto y el baño de sangre posterior. Esto es fascismo puro. El gusto de los dictadores suele estar en las plazas, no en la urnas, pese a que estas ya estén bastante desacreditadas en Egipto. Como a Gadafi, les gusta pensar que ellos son el brazo ejecutor de los deseos del "pueblo" que les aclama.
Si al-Sisi pretende volver a sacar a la gente a la calle y posteriormente deshacerse de esa "evil people" por la misma vía ya no habrá mucho que interpretar en su forma de hacer política, como tampoco la hay ahora, donde todo es cristalino.
Llamar farsa a las elecciones actuales no es un exceso sino una constatación de una forma de actuar que no ha abandonado la política egipcia por la razón sencilla de que existe una continuidad en el poder sumergido. Nasser se deshizo de sus enemigos, como lo hizo Sadat con los nasseristas y después Hosni Mubarak para asegurarse que nadie les movería la silla.
El golpe de estado no fue una petición del pueblo. Pedían elecciones anticipadas, la renuncia de Morsi, para sacar a la autoritaria Hermandad del poder, otros que también falsearon sus intenciones de gobierno para todos, para lo que reclamaron un voto de confianza. Pero según llegaron al poder empezaron a moverse los hilos y a tratar de hacerse con el poder.


Abdel Fattah al-Sisi contó con el apoyo de las fuerzas sociales que ahora considera "evil people" y se comprometió a que no se presentaría ni habría un gobierno militar. Sin embargo, se presentó y cuando es necesario, como ahora, recuerda que es un militar. Lo hace de forma heroica, como suele ser frecuente, "ofreciendo su vida" por un Egipto en el que solo caben los callados y los que están de acuerdo con el sistema.
Pretender camuflar esta situación —censurada por los medios e instituciones internacionales desde que llegó al poder— hablando de un "hartazgo democrático", cuando a los egipcios apenas les han llegado algunos aromas del plato es un sarcasmo. La gran frustración es la de la juventud egipcia —no la que se hace selfies con el presidente mientras espera ser colocada en el aparato del estado— sino la que creía posible en 2011 transformar el país, modernizarlo en sus estructuras y en sus ideas. Pero son estas últimas las que se van enquistando más hacia un mundo cerrado y represivo que recurre al control social y al manejo de lo religioso.
Las amenazas de al-Sisi a la oposición como respuesta a la llamada de un boicot y sus advertencias de que no habrá otro levantamiento popular porque no lo van a tolerar es una buena forma de dejar atrás las máscaras. Por mucho que sigan escribiendo artículos sobre lo obsoleto de la democracia, la realidad es que lo obsoleto es el gobierno de los militares egipcios.
La democracia está todavía por instaurarse en Egipto. No lo tiene fácil. La frustración de muchos que soñaron con ella y la rozaron con sus dedos es grande. Tratar de engrandecer la autocracia diciendo que la democracia falla es absurdo.  Tras poner en su punto de mira a los islamistas, ahora le toca a la oposición democrática que no puede aceptar la farsa. Al-Sisi no amenaza en balde. Su preocupación por las repercusiones exteriores de estas elecciones es grande, pero solo empeora las cosas.
Lo que el sistema ofrece, más allá de la democracia, es lo de siempre, autocracia y represión del que duda.



* "Understanding the un-understandable?" Ahram Online 31/01/2018 http://english.ahram.org.eg/NewsContentP/4/289146/Opinion/Understanding-the-ununderstandable.aspx
** "David Van Reybrouck: "La democracia ha llegado a su límite... Hay fórmulas mejores''" El Mundo 24/02/2017  http://www.elmundo.es/cronica/2017/02/24/58a7336de5fdeaa8038b4619.html

*** "“What happened 7 or 8 years ago will never happen again in Egypt”: Al-Sisi Threatens" Egyptian Streets 1/02/2018 https://egyptianstreets.com/2018/02/01/what-happened-7-or-eight-8-ago-will-never-happen-again-in-egypt-al-sisi-threatens/


2015

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