miércoles, 13 de diciembre de 2017

Los tecno arrepentidos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En estos tiempos arrecian las críticas al funcionamiento de las redes sociales. Vienen además desde personas que han dedicado su vida a ellas y que deciden sumarse al nuevo robinsonismo cortando los lazos tecnológicos. Cada vez hay más personas que deciden vivir en sus islas protegidas y desconectar.
Cuando la sociedad empezó a digitalizarse en los 90, los problemas que se planteaban eran otros muy diferentes. Hoy estamos todos digitalizados pero ha surgido esa segunda vida que trata de suplantar a la primera. En función de nuestros trabajos, nuestras interacciones están divididas entre reales y virtuales. La cuestión es que cada una tiene sus propios conflictos específicos, además de los que surgen de su combinación.
A la vida en las redes nos empujan todos los días desde la propia vida real. "¡Descargue nuestra aplicación!", nos dicen ya todos, desde nuestro banco a nuestro ayuntamiento. Con la aplicación puedo hacer que me traigan unos sándwiches a casa o ir y que me tengan preparado el pedido cuando vaya; con otra puedo sacar las entradas del cine o informarme del tiempo que hace en mi pueblo. "A cada acción su aplicación" parece ser el lema de estos tiempos.
Uno de los problemas proviene precisamente de esta acumulación abusiva. Lo que empezó siendo un "servicio", pocos meses después se ha convertido en una "obligación" y el empleado que antes te atendía se pone furioso porque no realizas esas operaciones desde el cajero o desde tu casa. Los padres ya no hablan a la salida y entrada de los colegios. Tienen sus grupos de chat compartiendo aplicaciones a estos efectos. La autorización de una sala que yo pedía personalmente se debe hacer ahora a través de un formulario de Google que debe "autentificarme" primero, expresión que entiendes el día en que hay un problema en un servidor y se produce el error de autentificación, que es como volverse invisible.
La acumulación obligada de procesos a través de las redes produce un estrés específico, una forma de agobio. Son demasiadas veces al día las que uno tiene que entrar y salir, poner contraseñas, rellenar campos, etc.


Pero las críticas están llegando por motivos más graves: las redes sociales se han convertido en la jungla de asfalto virtual. Lo que se consideraba a principio de los noventa como un "nuevo mundo" en el que se dejaban en la entrada las diferencias y maldades, se ha convertido en espacios para la manipulación, la mentira y el acoso, por citar solo tres aspectos relevantes.
El País titula "“Las redes sociales están desgarrando a la sociedad”, dice un exejecutivo de Facebook" y explica la afirmación del que fue Vicepresidente de Usuarios: "Chamath Palihapitiya lamenta haber participado en la construcción de herramientas que destruyen el tejido social". No es el único caso de "arrepentido tecnológico".
Nos cuenta el diario:

El ex alto cargo de Facebook alertó de que los comportamientos de las personas están siendo programados sin que se den cuenta. "Ahora tienes que decidir a cuánto vas a renunciar", añadió. Palihapitiya hizo referencia a lo sucedido en el Estado indio de Jharkhand el pasado mayo, cuando unos mensajes falsos de WhatsApp sobre la presencia de supuestos secuestradores de niños acabaron con el linchamiento de siete personas inocentes. "A esto nos enfrentamos", criticó Palihapitiya, que añadió que este caso "llevado al extremo" implica que unos delincuentes "puedan manipular a grandes grupos de personas para que hagan lo que ellos quieran".
Pero Palihapitiya no solo censuró los efectos de las redes en cómo funciona la sociedad, sino todo el sistema de funcionamiento de Silicon Valley. A su juicio, los inversores inyectan dinero en "empresas estúpidas, inútiles e idiotas", en lugar de abordar problemas reales como el cambio climático y las enfermedades curables.*


La cuestión no es sencilla. La vieja utopía que representaron la redes en sus comienzos (antes de las actuales, ya en los 80, las denominadas "comunidades", de las que se daba cuenta en obras como la Critica de la Razón Informática, de Tomás Maldonado) se comenzó a desmoronar ya a mediados de los 90 cuando la red dejó de ser refugio alternativo para ser espacio de negocios, es decir, con los mismos males que la "sociedad real", ante los que no había dique de contención y, además, se carecían de métodos de protección seguros.
La única seguridad de la que se habla es la de las propias empresas que almacenan nuestros datos. Las empresas compiten por manipularnos, simplemente. Es la jungla resultante de un neoliberalismo global sin control alguno. El propio gobierno de los Estados Unidos, por ejemplo, se ha mostrado escandalizado ante la facilidad de la manipulación de las empresas norteamericanas, las que lideran el sector. Ha tenido que llegar Trump al poder para que se den cuenta de la maldad de un tuit, de su capacidad destructiva.
 Han tenido que intervenir en la elección presidencial norteamericana y en todos los demás procesos para que nos demos cuenta que se ha creado un escenario de mentiras y manipulaciones constantes. Han tenido que inundar de mentiras el mundo para que los medios convencionales se den cuenta del poco poder que tienen ya sobre una opinión pública manipuladas por hackers con capucha, en plan Mr Robot.


La crítica de Palihapitiya va también contra la estupidez, la gasolina que alimenta los motores. En esta "Ilustración invertida", una anti ilustración, se trata de poner al servicio de la demagogia, la ignorancia y el dogmatismo las herramientas que se diseñaron para crear una Sociedad del Conocimiento.
Sin embargo ese conocimiento del que se dispone se usa precisamente para poder fomentar la estupidez con eficacia y eficiencia, ya que no es fruto del azar, sino del surgimiento de disciplinas, muchas de ellas ya académicas, en las que sin pudor y con mucho orgullo se explica cómo aprovecharse de nuestros defectos en vez de cómo corregirlos.
El negocio es tan formidable, la transformación tan rápida, que nadie quiere escuchar los mensajes de los tecno arrepentidos o de otros que han realizado críticas desde el análisis social, la educación, la psicología o la política. Los medios de masas y la sociedad que los produjo y se auto modeló en ellos tuvo sus escuelas críticas, sus analistas milimétricos, que al menos dijeron lo que pensaban. Ahora tenemos una auténtica "masa" virtual e interactiva, una vida cuyos aspectos diferenciados muchos no distinguen, un espacio sin piedad en donde el más fuerte es el que logra convertirse en intocable a través del anonimato. Los que atraídos por múltiples cebos exponen sus debilidades, son triturados sin piedad; los que osan levantar la voz, son despellejados vivos.


Lo que resulta evidente es que vivimos en la era de la trivialidad agresiva y orgullosa, de la ignorancia arrogante. Estamos creando algo que es una mezcla entre la definición freudiana de "masa" como el descenso de varios escalones en la escala evolutiva aparcando la inteligencia para tiempos mejores, y la sociedad del espectáculo de Guy Debord. Un continente emergente, engendro social, del que nadie se hace responsable y al que algunos equiparan con los sueños, allí donde el deseo arrincona al deber.
Con todo, el desarrollo tecnológico logrado tiene enormes ventajas; el problema es que los inconvenientes son también enormes. La incapacidad de las instituciones en lograr que sea un mundo civilizado en varios sentidos necesarios hace que seamos empujados a él con un alto riesgo. Son muchos testimonios de gente que ha visto destruidas sus vidas por las redes, por esta sociedad anárquica feroz que aprovecha el anonimato. Los niños son lanzados a ellas como si fuera una piscina: los que sobreviven serán buenos nadadores; el resto se hunde. Carecemos de una educación real en las redes o quizá simplemente de una educación real. Puede que las redes se limiten a reflejar la crueldad existente y la falta de responsabilidad dé salida a lo peor.
Si la Ilustración nos quería más sabios, el Mercado nos quiere más tontos e indefensos. Nosotros hacemos el resto.



“Las redes sociales están desgarrando a la sociedad”, dice un exejecutivo de Facebook" El País 12/12/2017 https://elpais.com/tecnologia/2017/12/12/actualidad/1513075489_563661.html


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