martes, 7 de noviembre de 2017

Identidades congruentes

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En mitad teórica del esperpento que nos está tocando vivir, se echan en falta palabras que iluminen, que pongan algo luz más allá de las pasiones, que siempre han sido malas aproximaciones a los hechos. La falta de sentido se acumula sobre situaciones que buscan arrastrar hacia el caos, como territorio privilegiado de la disputa. Hay a quien el caos, el río revuelto, beneficia a corto plazo, pero a la larga no beneficia a nadie. Y cuanto antes se entienda, menores serán las consecuencias de una situación que debe quedar resuelta con el menor número de cabos sueltos.
Me gustaría traer las palabras que dan comienzo a la obra "Identidad", de Zygmunt Bauman, ya que nos traen algo de luz sobre lo que nos ocurre:

Es una vieja costumbre de la Universidad Carolina de Praga que se interprete el himno nacional de la persona que va a ser nombrada doctor honoris causa durante la ceremonia de investidura. Cuando me llegó el turno de recibir tanto honor, me pidieron que eligiera entre los himnos británico y polaco… Pues bien, no me resultó fácil dar una respuesta. 
Inglaterra fue el país que yo elegí y que me eligió a mí a través de una oferta de trabajo como profesor universitario, una vez que ya no podía quedarme en Polonia, el país en el que nací, porque me habían arrebatado mi derecho a enseñar. Pero allí, en Inglaterra, era un inmigrante, un recién llegado y, hasta no hace mucho tiempo, un refugiado procedente de un país extranjero, un extraño. Desde entonces me he nacionalizado ciudadano británico. ¿Pero se puede dejar de ser un recién llegado una vez que lo eres? No tenía intención alguna de pasar por inglés y ni mis estudiantes ni mis colegas dudaron jamás de que era un extranjero, un polaco para ser exactos. Este acuerdo tácito “entre caballeros” evitó que nuestras relaciones se agriaran: al contrario, las hizo sinceras, fluidas y, en general, despejadas y cordiales. ¿Así que tal vez deberían haber interpretado el himno polaco? Pero eso también habría significado actuar de manera fraudulenta: treinta y tantos años antes de la ceremonia de Praga me habían arrebatado la ciudadanía polaca. Mi exclusión era oficial, iniciada y confirmada por el poder que tenía autoridad para diferenciar el “dentro” del “fuera”, entre los que eran de allí y los que no, así que ya no tenía derecho al himno nacional polaco…   
Janina, mi compañera de toda la vida y una persona que ha dedicado mucha sustancia gris a las trampas y a las tribulaciones de la definición personal (después de todo, es autora de un libro que lleva por título Dream of Belonging), encontró la solución: ¿y por qué no el himno europeo? Efectivamente, ¿por qué no? Sin duda, europeo sí que era y nunca lo he dejado de ser: nacido en Europa, que vive en Europa, que trabaja en Europa, que piensa como europeo, que siente como europeo, y, lo que es más, hasta ahora no hay delegación de pasaportes europea con autoridad para expedir o desestimar un “pasaporte europeo”, ni, por tanto, para conceder o denegar nuestro derecho a llamarnos europeos.*


La situación de indecisión inicial de Bauman se resuelve en la identificación con una identidad superior que es la "europea". Nos muestra la diferencia entre "estar en Europa" y "ser europeo". Algunos hoy alegan querer "estar en Europa" y no el "ser europeos". Como intelectual inteligente, Bauman sabe que la "identidad" no es algo que esté en el ADN individual o colectivo. A la hora de elegir, no fuerza las situaciones sino que busca aquella cuya función es precisamente resolver las identidades que llevan al conflicto.

Europa y su identidad se ve enfrentada a un tercer nivel identitario: ya no basta con la tensión entre "estados" y la "Unión" sino que esos estados corren el riesgo de convertirse en una tensión destinada crear más tensiones y no a resolverlas. El hecho de que las autoridades de la Unión, las europeas hayan sido las que más claramente han hablado sobre la cuestión de secesionismo catalán y siempre advirtiendo que no es algo contra Cataluña sino en favor de la identidad europea debería hacernos reflexionar sobre la necesidad de avanzar en esa senda superior.
Sin embargo, lo que está ocurriendo —más allá del secesionismo catalán— es precisamente el socavamiento de la idea de la Unión. La ilusión de los dirigentes independentista al fotografiarse junto a banderas europeas es un sarcasmo pues van en la dirección contraria. Puede tener un valor estético y sugestivo, pero es irreal. Lo han dicho todos y es difícil encontrar mayor rotundidad.
El regreso a los mitos románticos decimonónicos del "pueblo" es una preocupación en muchos escenarios internacionales. Las viejas reivindicaciones en torno a la idea de "pueblo" han sido semillero de múltiples conflictos, pues esa "identidad" elaborada acaba siendo agresiva y exclusivista. Su sustrato ideológico no puede desprenderse de las nociones diferenciales que introduce y de los fundamentos míticos de sus "explicaciones". Analicemos cualquiera de ellos y comprobaremos que el aumento de la presión nacionalista se convierte inmediatamente en agresivo y excluyente. No hace falta que se produzca la secesión. Las consecuencias divisorias del "America First" de Trump y sus estragos sociales e internacionales son evidentes: división interna, xenofobia, racismo, agresividad internacional, aislacionismo y militarismo. Eso entienden por una USA "fuerte", que recupera su "identidad".
Señala Bauman:

La “identidad nacional” era desde el principio, y siguió siéndolo durante mucho tiempo, una noción agonista y un grito de guerra. Una comunidad nacional con cohesión, que coincide con el conjunto de súbditos del Estado, estaba destinada no sólo a permanecer inconclusa a perpetuidad, sino también precaria para siempre. Un proyecto que exige vigilancia continua, un esfuerzo gigantesco y la aplicación de mucha fuerza para asegurarse de que se escucha y obedece el llamamiento (Ernest Renan denominó “plebiscito diario” a la nación, a pesar de que hablaba de la experiencia del Estado francés, conocido, al menos desde la época napoleónica, por sus ambiciones excepcionalmente centralistas). No se cumplirían ninguna de semejantes condiciones si no fuera porque se hizo coincidir el territorio domiciliario y la indivisa soberanía del Estado, que, como sugiere Agamben (siguiendo a Carl Schmitt), consiste ante todo en el poder de exención. Su raison d’être era el trazado, refuerzo y vigilancia del límite entre el “nosotros” y el “ellos”. La “pertenencia” habría perdido lustre y poder de seducción, además de su poder integrador/disciplinante, si la amenaza y la práctica de la exclusión no hubiera sido sistemáticamente selectiva ni la hubieran dado cuerpo y revigorizado constantemente.*


Hoy Europa se debate en un proceso precisamente de apertura de las identidades nacionales elaboradas durante siglos para poder crear esa identidad abierta que es "Europa" construida no sobre "pueblos", "razas", "lenguas" o "religiones", sino sobre ideales igualitarios, sobre derechos. Todas esas razones identitarias señaladas han sido causantes de ese "agonismo" señalado por Bauman; todas han causado sus millones de muertos, juntas o por separado, en guerras que han desangrado a Europa. Empezar de nuevo el proceso de conflicto es ignorar la Historia, es ignorar todo ello. Se juega con la idea simplista de que en la "moderna Europa" estas cosas no son ya posibles. Sin embargo es precisamente esa modernidad contra la que se ejerce la presión. Lo ocurrido en los Balcanes o en Ucrania o, sin ir más lejos, en el terrorismo que ha tenido presencia en nuestro país, nos demuestra qué fácil es perder la "modernidad" en favor de las viejas ideas de la identidad surgidas a fines del XVIII y principios del XIX.
Aquellas viejas ideas acabaron siendo colonialistas e imperialistas, como lo son hoy las del secesionismo catalán que, no teniendo bastante con Cataluña, aspira a esos "países catalanes" creando conflictos ya antes de nacer con el resto de España y con estados vecinos, como Francia.
La solución de Bauman es la mejor: la identidad europea. No se puede avanzar en una mejor Unión Europea si se intenta dividirla buscando crear nuevas formas ligadas a identidades. Lo contrario es destructivo y conseguirían dar al traste con lo conseguido. Ir hacia Europa implica debilitar las identidades nacionales y trabajar para el todo, no lo contrario que es trabajar doblemente contra la Historia y contra el futuro.
Escribe Bauman:

Nuestra decisión de pedir que se interpretara el himno europeo era “inclusiva” y “exclusiva” al mismo tiempo. Hacía alusión a una entidad que abrazaba los dos puntos de referencia alternativa de mi identidad pero, al mismo tiempo, anulaba, como menos relevantes o irrelevantes, las diferencias existentes entre ellas y, por tanto, también una posible “ruptura de identidad”. Eliminaba como prioridad la identidad concebida en términos de nacionalidad: ese tipo de identidad de la que me han excluido y que me ha resultado inaccesible. Fueron de ayuda algunos versos conmovedores del himno europeo: alle Menschen werden Brüder… La imagen de la igualdad constituye el paradigma de la cuadratura del círculo: diferente pero el mismo, separado pero inseparable, independiente pero unido…   
Le cuento esta breve historia porque contiene en pocas palabras la mayoría de los molestos dilemas y elecciones obsesivas que tienden a convertir a la “identidad” en materia de graves preocupaciones y de acaloradas controversias. Los buscadores de identidad tienen que enfrentarse indefectiblemente a la abrumadora tarea de “cuadrar un círculo”: esta expresión genérica, como es sabido, implica tareas que jamás se pueden completar en “tiempo real”, sino que se supone que podrán llegar a su término con el tiempo: en el infinito...*


Es ese doble movimiento el que permite abrazar las identidades en una entidad superior, la europea, en la que hay que avanzar para evitar que con su excusa se empiecen a crear elementos cuyas diferencias pasen a ser realmente conflictivas, como está ocurriendo hoy entre nosotros.
Los versos de Friedrich Schiller que configuran nuestro himno europeo —nuestro, de todos— apelan a la hermandad que debe ser el sentimiento real y no pretender trasladar a Europa desunión y conflicto. Con razón Europa ha dicho lo que ha dicho, algo que lejos de hacer pensar a algunos les ha hecho adentrarse con más virulencia en la negación y la ceguera.
Zygmunt Bauman había sido atacado constantemente por los nacionalistas polacos, por lo que dejó de ir a su país de origen. Le atacaban por haber sido comunista, de la misma forma que durante el comunismo le atacaron y purgaron por ser judío. Falleció a primeros de este año. Era, sin duda, europeo. Pura congruencia. 



* Zygmunt Bauman (2005) Identidad. Conversaciones con Benedetto Vecchi. Losada.

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