lunes, 6 de noviembre de 2017

Cultura e información

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Publicado en 1993, el texto de Jesús Mosterín "Filosofía de la cultura" tiene su comienzo sobre del concepto básico de "información". Nos ha llevado muchas décadas introducir este concepto y hacerlo operativo en su diversidad, por un lado, pero también en su propia unicidad.
Ya desde su primer capítulo, "Cultura como información", Mosterín se distingue de otros enfoques de la idea de cultura. El planteamiento de Mosterín pertenece al paradigma informacional y sobre esos principios se adentra en el recorrido de la idea en ámbitos de diferente nivel de complejidad:

Los seres vivos son entidades improbables y enormemente alejadas del equilibrio, sistemas frágiles e inestables que navegan contra corriente, oponiéndose a la tendencia universal hacia la entropía y el desorden, resumida en la segunda ley de la termodinámica. Es sorprendente que haya seres vivos, y que no todo se reduzca a rocas y gases y plasmas. Estos sistemas tan excepcionales sólo pueden surgir, mantenerse y reproducirse a base de detectar, procesar, almacenar y usar información. La existencia, por efímera que sea, de un ser vivo es casi un milagro, es algo tan inverosímil y asombroso, que sólo puede explicarse por la aplicación simultánea y coordinada de miles de trucos sofisticados. Por muy rebuscado e improbable que sea un truco, una vez descubierto, registrado y almacenado, puede ser aplicado una y otra vez en millones de ocasiones y en millones de organismos. Un truco es información. Y, sin esa acumulación de información, la vida sería imposible. El uso de esa información acumulada nos permite a los organismos remontar la universal corriente entrópica y seguir avanzando como funámbulos sobre el abismo. Y aquí estamos nosotros para contarlo.
Los animales superiores poseemos dos sistemas procesadores de información: el genoma y el cerebro. El genoma procesa la información de un modo extraordinariamente lento, pero es sumamente fiable como mecanismo de transmisión y almacenamiento. El genoma procesa la información de un modo extraordinariamente lento, pero es sumamente fiable como mecanismo de transmisión y almacenamiento. El cerebro procesa la información de un modo incomparablemente más rápido, aunque es menos fiable y eficiente en su transmisión y almacenamiento. Allí donde los cambios del entorno son lentos y a muy largo plazo, el genoma es el procesador más eficiente. Pero cuando los cambios son rápidos y a corto plazo, el genoma no da abasto para habérselas con ellos directamente. Algunas líneas génicas han resuelto el problema inventando el cerebro. Los cerebros son capaces de registrar los cambios al instante, y de procesar la información rápidamente. Además son capaces de transmitir esa información de cerebro a cerebro, creando y acumulando así una creciente red informacional, que recibe el nombre de cultura. La cultura es la información que se transmite entre cerebros, es decir, la información transmitida por aprendizaje social.*


Del caos al orden y del orden material a la vida. No hay vida sin un procesamiento, aunque sea mínimo, de la información. Como humanos manejamos más información y más compleja. Nuestros cerebros se unen para crear los sistemas culturales. Nuestro lenguaje complejo permite tener y transmitir una visión más compleja de lo que nos rodea, de un entorno que ya no es solo material sino altamente simbólico. El mundo es interpretado, pero todos nuestros códigos, nuestros lenguajes y signos, ponen en marcha un entorno simbólico en el que pasamos a ser "intérpretes", es decir, seres que someten a interrogatorio el mundo que les rodea que deja de ser un escenario silencioso y pasa a ser causa de estímulos constantes.

Poseemos una extraordinaria capacidad expresiva, junto con la posibilidad de ser interpretados por otros. Hablamos y escuchamos; expresamos e interpretamos lo que otros dicen, voluntaria o involuntariamente. No dejamos de comunicar, de intercambiar información que otros perciben y dan sentido.
La Ciencia misma es una evolución de la curiosidad, un continuo preguntarse ante el mundo para comprender, un proceso abierto y que aspira a los mayores retos. Las sociedades creativas son las que no dejan de considerar el mundo como un texto abierto a lectura y escritura, a relectura y reescritura continuas. Las dogmáticas, en cambio, tratan de hacer creer que ya está todo dicho, que no hay preguntas que hacerse. Tremendo error que las paraliza y produce su debilidad bajo apariencia de solidez.
Cerebro y genoma. Pero ese cerebro es algo más que información. De él surge la identidad, fabricada por el juego de la memoria, que es un decirse desde la experiencia. La información almacenada no es procesada por una máquina, sino por un complejo órgano que se encuentra entre lo propio y lo ajeno. La memoria no es la inscripción de una lápida. Por el contrario, se trata de un proceso sometido a variación constante en función del propio momento del recuerdo. Recordar es recuperar una información desde el hoy, tal como la Historia se escribe inevitablemente desde un punto límite de sí misma, el presente cambiante por la autocomprensión.
Intercambiamos información con los otros. Hemos expandido nuestras posibilidades de diálogo y podemos hacerlo a distancia física y en el tiempo. La lectura es una forma de diálogo doble, con nosotros mismos y con los otros. Es un ejemplo de nuestro estar en el mundo. Somos, pero somos dentro de flujos culturales que nos ponen límites, líneas reguladas dentro de la cultura en la que estamos. Eso cambia con la comunicación intercultural, que abre nuevas posibilidades de identidad y definición.
En estos tiempos que corren es esencial llegar a definiciones de lo humano en las que la cultura no sea un elemento separador sino una oportunidad de crecimiento a través de compartir la información.  
Puede que estemos hechos para procesar información, pero también es cierto que son necesarias nuevas competencias comunicativas para afrontar el gran reto del futuro: la diversidad de la información que recibimos. Los tiempos de las culturas aisladas se acabaron. Esto ya solo se puede hacer de forma artificial y autoritaria. La tendencia de las dictaduras es a elevar murallas que eviten los intercambios de información.
La información que recibimos nos centra en nuestra propia cultura, pero debemos prepararnos para la diversidad cultural. Nuestro mundo se ha hecho pequeño. Hay que afrontar la diversidad y los conflictos que produce. El futuro es híbrido una vez rotas las barreras del tiempo y el espacio. Por ello quizá estamos sujetos a una de las etapas más virulentas de los localismos —a través de populismos y nacionalismos, movimientos claramente cerrados sobre sí mismos, que tratan de aislar cerrando las entradas de información.
Las noticias que nos llegan de muchas partes del mundo son cada vez más preocupantes. Nos muestran la voluntad reaccionaria de regresar a un pasado que va contra la propia lógica y el desarrollo históricos. Vamos hacia unidades superiores en las que se resuelve la identidad histórica; ese es el sentido de nuestra constante amplificación comunicativa. Pero la resistencia aumenta en favor de formas rígidas que entrechocan.
Mientras nuestro conocimiento aumenta por el intercambio de información, los choques se multiplican por el mismo proceso. Si no hay cambio, lo que se produce es choque. Escribe Jesús Mosterín:

El proceso de difusión cultural parece conducir a una situación caracterizada tanto por una mayor variación intracultural como por una mayor homogeneidad intercultural. Los acervos culturales de las diversas poblaciones humanas cada vez se parecen más entre sí, a la vez que internamente se diversifican más y más, mediante la creciente admisión de memes exógenos. Las culturas más pobres se van enriqueciendo con nuevas dimensiones y funciones culturales importadas y con nuevas alternativas para el desempeño de las funciones ya previamente poseídas. En definitiva, la oferta cultural aumenta. La competición entre los memes homólogos puede producir una selección cultural, una adopción diferencial por parte de la población de esos memes homólogos que la cultura ampliada ofrece, debida fundamentalmente a la decisión de los individuos de adoptar un meme más bien que otro alternativo, porque —en su estimación— el primero contribuye más que el segundo a optimizar la satisfacción de sus necesidades e intereses, dadas las condiciones locales. Lo cual, teniendo en cuenta la relativa homogeneidad genética (previsiblemente incrementada en el futuro por los flujos migratorios) de la humanidad, a la larga acabará conduciendo a una cultura universal única, provista de una oferta cultural muy rica, aunque modulada geográficamente por variaciones estadísticas en la distribución de los memes en función de variables puramente ecológicas.*


Los "memes" son el equivalente externo de los "genes". Son los paquetes de información que constituyen nuestras culturas y que transmitimos a gran velocidad en el tiempo mediante el aprendizaje. La competencia cultural se manifiesta como la genética. El futuro, desde la perspectiva de Mosterín, es dual: mayor convergencia intercultural, mayor divergencia intracultural. Oponerse al futuro es oponerse al cambio hacia fuera y hacia adentro. Queda por resolver el problema de las identidades grupales, de sus señas y formas diferenciales.
Nuestros medios son ya globales. El intercambio de información con gente de todas partes del mundo se produce de forma cotidiana a través de los medios o se percibe en la diversidad de nuestras aulas o calles. Educación, turismo, cooperación internacional, empresas, arte, cocina... todo es información y todo nos llega desde cualquier parte del mundo. Y aumentan también las resistencias en forma de negación: racismo, xenofobia.
Son muchos los desafíos que se presentan por la expansión informativa de las relaciones interculturales. Quizá la aceleración de los cambios que la propia dinámica cultural informativa produce no sea fácil de asimilar. Pero el inmovilismo, la diferenciación a ultranza, tiene también unos efectos corrosivos.
El cuatro de octubre falleció Jesús Mosterín. Había nacido en Bilbao, se licenció en Madrid (UCM) y se doctoró en Barcelona (UAB). Se formó en medio mundo y difundió sus ideas por todo el planeta. Descanse en paz.




* Jesús Mosterín (1993). Filosofía de la cultura. Alianza, Madrid.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.