viernes, 27 de octubre de 2017

El señor de la CUP y la república edénica

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Cuando uno escucha los discursos de los miembros de la CUP ante el parlamento catalán se tiene la sensación de estar reviviendo las viejas asambleas de Facultad de los años 70. El mismo estudiado desaliño que se asocia con la libertad infinita, el mismo tono agresivo y visionario, etc. Desgraciadamente, aunque a algunos les haga feliz esta imaginaria vuelta a una juventud pasad, lo único que se demuestra con el revival es el más escandaloso y escabroso aislamiento de la realidad y de la evidencia. Puedes vestirte como antes, puedes hablar como antes, etc. pero lo que no puedes hacer es invocar al fantasma del pasado porque la realidad es la que es.
Debo decir que me resulta en ocasiones hasta gracioso escuchar a personas que, por edad, no han vivido ciertas épocas nos las describen con pelos y señales con un "realismo" que te hace dudar de tu propia memoria. En gran parte, el "inmovilismo", aquello de que se acusaba al régimen anterior, es la gran enfermedad que asola al secesionismo catalanista. Son inmovilistas porque siguen viviendo en un mundo mental que ya no tiene nada que ver con la realidad. Pero las ficciones son gratificantes para los que viven delirios. Para que los discursos tengan "sentido" necesitan creer que viven en una situación completamente alejada de la realidad. Tienen que vivir en la paranoia del ofendido, humillado y agredido, para que sus palabras sean creíbles.
Ayer, por segunda vez, puede escuchar un discurso en directo de un miembro de la CUP, una experiencia deprimente pero altamente significativa por lo que revela de lo que tenemos delante. Con todo, Lo que más preocupó de aquel discurso contra el tiempo, la Historia, el sentido común y la realidad misma era el grado de aplauso entusiasta que suscitaba entre elegantes miembros del Parlamento catalán, personas de otras ideas, pero con las mismas fobias. Nada une más que el odio.


Pues no se trata de otra cosa, sino de un odio enquistado, estimulado desde el victimismo constante, fomentado a través del adoctrinamiento escolar, como se expresa hoy sin tapujos. El secesionismo nacionalista catalán, sencillamente, odia.
No hay otra explicación a los entusiastas aplausos dedicados a la mención por parte del señor de la CUP de unos "musulmanes catalanes", de unos "chinos catalanes", etc. con los que se trataba de ver que la Nueva República Catalana (vamos a llamarla así, como ente de ficción) acoge a todos en su seno universalista. Con una excepción, claro: la del catalán español o español catalán, que se le olvidó incluir. Este último será expulsado del paraíso republicano que se avecina cuanto se desprendan de la "piedra española", para unos en la mochila, para otros en el riñón. Ese paraíso, ¡qué bonito! será digital, feminista, sin contradicciones capitalistas... y no sé qué más. Entusiasmo desbordado en las bancadas de la burguesía que ya está haciendo el cálculo de los metros de cuerda que necesita para ahorcarse y si puede conseguir descuento.
El discurso de la CUP es el de las utopías retorcidas. El grado de retorcimiento de sus propuestas estaba en proporción al énfasis visionario. Las cosas que salieron de su boca fueron muchas, vehementes y didácticas. Me entero después que el señor de la CUP es historiador. Eso le da un lugar privilegiado en la utopía retorcida porque posee las explicaciones y las conclusiones, una mezcla de Hegel y Rappel. Hace, además, historia hacia adelante, es decir, suma dos y dos del pasado, para dar la inequívoca respuesta del "cinco" futuro.


En lugar de centrarse en la cuestión, lo que hizo fue realizar una explicación universal que acaba en el punto de la Nueva República, plenamente justificada. ¡Qué pena que las descripciones no tengan nada que ver con la realidad! Por eso digo que me extrañó el entusiasmo con el que las bancadas del Parlamento catalán le dedicaron aplausos. Pero los ratones siempre siguen al flautista.
Si aplaudir significa aceptación, los enemigos de Cataluña son: España, la monarquía, el PP, el Estado, Europa, los bancos, las multinacionales, el capitalismo, las fuerzas de seguridad, la Constitución, etc. Pero ellos resisten.
Las viejas asambleas universitarias de principios de los 70 se celebran ahora en el Parlament. Son mucho más cómodas y lujosas y los ujieres te traen un vaso de agua. Tiene que ser una sensación muy especial.
Es sorprendente cómo en muy poco tiempo han destruido, dentro y fuera, la idea de una Cataluña que todos teníamos. Es una pena que estos discursos no nos los hayan retransmitido anteriormente con este grado de detalle que nos hubiera hecho entender porqué ahora estamos donde estamos. La pregunta de "¿cómo hemos llegado a esto?" se responde sola escuchando a los señores de la CUP y a los compañeros de viaje.
Esa nueva república edénica descrita, en la que se manifestarán todas las virtudes, es la demostración palpable de la falta de sentido de la realidad existente. Estas cosas se las podían permitir aquellos que nunca llegaban al poder, los partidos marginales. Pero cuando un partido de este tipo llega a un nivel de control del poder (aunque sea con unos pocos escaños) hay que echarse a temblar. Ocurre lo que estamos viendo.


Sin embargo ese "edén" quedará convertido en la "nueva Cuba" en sus peores momentos de aislamiento. Es difícil suscitar más rechazos y advertencias; es difícil desoír de forma más suicida. Pero les da igual, para todo tienen su parche. Si se van a Valencia las empresas, ¡no hay problema!, son los "países catalanes" y ya nos los anexionaremos como Hitler a Austria o Putin a Crimea.
Sin elecciones a la vista, todo se va a dilucidar en las calles y las salidas y entradas de edificios rodeados de las "masas" enviadas a que les abran la cabeza, a ser posible delante de un fotógrafo. La negativa a elecciones, su oposición por parte de los que cortan el bacalao, la CUP, es porque ya consiguieron lo que querían: un referéndum que mitificar y esgrimir ante historia escrita por historiadores como el señor de la CUP. Con eso da más que suficiente para los próximos dos siglos en los que se aclararán los discursos del señor Puigdemont hasta ser cartesianos, se convertirá en una nueva Agustina de Aragón a la "señorita de los dedos rotos" a cuyas radiografías se atribuirá valor curativo dentro de un siglo, se hablará de los innumerables muertos del "1 de octubre" y se pintarán enormes cuadros —"Los fusilamientos del 2 de octubre"—por los nuevos goyas de las artes florecidas bajo la república edénica.  
Todo ello será empaquetado por los historiadores como el señor de la CUP, para disfrute escolar de los niños de todos los continentes, de todos los lugares (menos de la vecina España).


Lo más descorazonador de lo visto ayer era ese parlamento eufórico, perdido el sentido de la realidad, de la Historia, ese parlamento rendido al discurso absurdo, falaz y tramposo del señor historiador de la CUP. La utopía retorcida enciende entusiasmos; la realidad, menos. Pero es indudable que la realidad es tozuda y se impondrá al romanticismo histórico y místico, legendario, de estos visionarios y de sus palmeros acompañantes. El siglo XIX reflexionó sobre la decadencia de las civilizaciones antiguas; el XXI y el XXII lo harán sobre cómo se pudo destruir en pocos meses a la floreciente Cataluña. Pero esto tendrán que hacerlo otros historiadores distintos a los Junqueras o el señor de la CUP.

Cada día se da un paso más hacia el desastre. No es un salto al vacío; es un salto desde un edificio de veinte plantas. Un triste despertar esperando que el barrendero pase y nos recoja.


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