sábado, 23 de septiembre de 2017

Los Hermanos en la novela "Partir", de Tahar Ben Jelloun

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La obra novelística del escritor marroquí asentado en Francia Tahar Ben Jelloun merece ser revisada tanto por sus valores literarios (Ben Jelloun es premio Goncourt) como por la necesidad de penetrar en mundos opacos desde el otro lado de la cultura. Entre sus muchos valores, la Literatura nos permite ver el mundo desde principios y perspectivas distintas a las que poseemos. Cada texto es una reproducción del sistema cultural en el que surge recogiendo sua enciclopedia y una enunciación que coincide con la nuestra o, por el contrario, nos permite adentrarnos en un camino diferente en el que podemos encontrar piezas del gigantesco rompecabezas que es este mundo globalizado en el que la culturas se encuentran y chocan entre malentendidos y distorsiones, estereotipos y cegueras.
"Partir" (2005, 2006 en España) es una novela particularmente interesante para los españoles ya que nos muestra cómo es percibida "España" desde el otro lado del estrecho. Nos mete en la mente de los que desde suelo marroquí contemplan las luces de nuestras costas. Nosotros somos parte de un sueño, de unas expectativas que la contemplación diaria, los relatos de los que están aquí o regresan a su tierra, las experiencias coloniales, etc. han creado.
La carrera literaria de Tahar Ben Jelloun (1944) comenzó en 1970 e incluye una larga obra dedicada principalmente a la novela, pero  también en la poesía y con interesantes incursiones en el ensayo. Fue en esta modalidad que reseñamos aquí su librito sobre la "Primavera árabe", que Alianza había publicado al hilo de los levantamientos. Ben Jelloun ha usado la literatura para explicar a los más jóvenes qué es el islam o qué es el racismo tratando de ser sencillo y eficaz. Se le ha concedido por ello y por sus obras literarias premios y doctorados honoríficos por diversas universidades. Posee, además, algunos de los más importantes premios literarios en lengua francesa.
Ya habrá ocasiones de entrar en otros valiosos aspectos de su obra. Me interesa ahora recoger un tema de actualidad en el mundo árabe musulmán: la cuestión de los Hermanos Musulmanes.


En su visita a Naciones Unidas estos días, el presidente Sisi llevaba de nuevo en su maleta un tema que resulta incómodo para todos: la declaración de "grupo terrorista" a la Hermandad Musulmana. La cuestión es compleja porque implica muchos niveles y muchas cuestiones en diversos frentes.
El primero de ellos es el hecho de que el actual presidente egipcio fuera el ministro de Defensa del gobierno presidido por el Hermano Mohamed Morsi derrocado por el "no-coup" y la posterior matanza de islamistas. Esto es un hecho histórico, lo que no significa que sea reconocido e interpretado por las partes de la misma manera.
La responsabilidad que los egipcios atribuyen a la administración Obama con Hillary Clinton en el apoyo de los Hermanos Musulmanes en el gobierno no puede obviar que fueron los propios egipcios los que votaron a Morsi y a los salafistas dándoles una amplísima mayoría parlamentaria que les permitió hacer lo que quisieron sin preocuparse por los demás. Responsabilizar a los Estados Unidos (que sí tenía responsabilidad) no significa limpiar hipócritamente su propia responsabilidad como electores. De no haber jugado sus cartas tan rematadamente mal los restos del Estado de Mubarak y haber apoyado unas fuerzas democráticas plenamente, el resultado habría sido otro. Sin embargo (con conspiración o sin ella) lo cierto es que empujaron a los votantes egipcios a los brazos de unos islamistas, que una vez más, engañaron con su palabrería de gobernar para todos. Recibieron tanto poder que se les hincharon las ambiciones, causando finalmente su propia destrucción por los errores cometidos. Aquí hemos repetido muchas veces —porque hay algunos muy desmemoriados— que la Unión Europea, por boca de Merkel, recriminó la forma sectaria de hacer política de Morsi marginando a minorías (los coptos) y a las mujeres. Pero es más útil (y muy peligroso) considerar que Occidente apoyaba a los Hermanos. En este sentido, la manipulación mediática es parte del mundo egipcio, con lo que se cierra apoyos que podría tener y no el recelo hacia sus actitudes.


Los Hermanos Musulmanes no son un partido político (tuvieron que hacer uno) ni un grupo político. Son una red, con funcionamiento adaptativo eficaz, para el cumplimiento de un único objetivo: la islamización doctrinal y política de los países. Los Hermanos buscan la creación de un estado islámico mediante la islamización social, por eso les molesta que los términos se asemejen a los del Estado Islámico. Todos buscan lo mismo pero difieren en los métodos. El objetivo de todo los grupos —y por lo que rivalizan en su influencia— es la islamización, término positivo con contrapartida negativa: la desoccidentalización, antimodernización y la sustitución de una "democracia" a la occidental por un liderazgo islámico, en el que lo único que se discute es quién es está más cerca de la estrategia para conseguir los fines comunes, que son indiscutibles: el asentamiento musulmán en el mundo. La reislamización se puede hacer por abajo (socialmente, controlando la comunidad mediante diversos servicios asistenciales y atacando al estado por sus carencias) y por arriba (desde los gobiernos, como actualmente en Turquía o en el Egipto de Morsi). El arriba y el abajo se encuentran separados o actuando conjuntamente.

Como grupo es adaptable a las circunstancias. Los medios para conseguir los fines fijos son variables y pueden ser violentos o políticos según sea más eficaz. Siempre veremos la cara que desean mostrar.
Los Hermanos Musulmanes se diferencian de otros grupos del mundo árabe en que son antimonárquicos (así pueden llegar al poder, por eso Arabia Saudí no lo quiere) e internacionalistas (por eso los nacionalistas se enfrentan a ellos y se acusa a Morsi de traición por sus contactos con Hamas, etc.). Como todo grupo islamista, busca el control absoluto de la sociedad y la extensión del mensaje. En su origen, los textos de Hassan el-Banna se orientaban a una estrategia común para vencer al colonialismo, es decir, la ocupación inglesa de Egipto. Eso les hizo ganar fuerza de piadosos y anticoloniales. Nasser los aprovechó por su base social y luego se enfrentó mortalmente a ellos por ser antimodernos. El hecho real es que, en la cárcel o no, su poder se extendió (y se extiende más allá de las fronteras de Egipto y allí donde anidan se hacen rápidamente con los accesos del poder. han sido acogidos en distintos países, en donde han tenido cuidado por dar su cara más "amable" hasta que se hacen con el poder, en cuyo caso esa cara desaparece y comienza el uso de la fuerza de la imposición. Erdogan es un caso claro de islamismo desenmascarado: una vez conseguido todo el poder, el retroceso democrático, las purgas, la censura, etc. se pone en marcha. Mohamed Morsi, vanidosamente egipcio, lo quiso hacer en meses y labró el rechazo mayoritario de los que le había apoyado anteriormente. Esto fue aprovechado para volver a la casilla de salida y reponer parte del régimen de Mubarak.
Lo anterior requeriría muchos matices y complementos, pero creo que es suficiente para leer los fragmentos de la novela de Tahar Ben Jelloun, "Partir", que escrita en 2005 se aleja de las perturbaciones y malentendidos causados por los efectos de la Primavera Árabe.
Creo que se debe seguir la secuencia que la propia novela presenta al mostrarnos la llegada del joven marroquí Azel y de algunos otros personajes que tienen sus encuentros con los Hermanos Musulmanes.
En estos fragmentos se nos muestra su presencia en España y el papel que juegan en las vidas de los recién llegados:

En cuanto llegó a Europa, su tío se hizo cargo de él. Lo alistó en un grupúsculo liderado por él que se congregaba todas las noches para leer el Corán y escuchar las charlas religiosas que daba un egipcio, que se decía ulema, sabio en religión. Esas reuniones tenían algo de lúgubre. Mohamed Larbi, adoctrinado por su tío, escuchaba atentamente y cumplía con las consignas del ulema. Cada vez se trataba un tema: la relación del hombre con la mujer, cómo mantener la superioridad absoluta del hombre sobre ésta, contrarrestar la propaganda occidental que intenta aniquilar el poder masculino, cumplir con el deber conyugal sin caer en el vicio…   
El ulema hablaba de manera muy directa:  
 —No lo olvidéis jamás, las astucias de las mujeres son terribles, Dios nos lo ha enseñado y nos ha avisado, sabed que el Mal se origina en el cuerpo y el corazón de la mujer, pero el Bien también puede encarnarse en ellas, pensad en vuestras madres… Estad muy atentos al porvenir de vuestras hijas, aquí, en tierra de cristianos… ¿O acaso no os habéis enterado de que la policía de este país convocó hace unos días a uno de mis amigos, un hombre virtuoso, para que explicase la paliza que había dado a su hija mayor que lo desobedecía? ¡Quería salir de noche, maquillada y dispuesta a cualquier aventura! ¡Dios nos libre! ¿Os dais cuenta de que aquí se castiga al padre de familia porque vela sobre la virtud de su hija? Occidente está enfermo y nosotros no queremos que contamine a nuestros hijos. ¿Habéis oído hablar de esas leyes que permiten a los hombres casarse entre ellos e incluso adoptar niños? ¡Esta sociedad está perdiendo la cabeza! Por eso, debéis reforzar la vigilancia con vuestros hijos, con vuestras hijas sobre todo, para que no caigan en la moda del vicio. ¡Mirad las paredes de Bruselas! Dicen que es sólo publicidad: ¡mujeres medio desnudas que enseñan las nalgas para anunciar un coche! ¡Hombres maquillados como mujerzuelas posando para vender un perfume! Nosotros no tenemos nada en común con esos vicios, ese olvido de los valores, de la familia, del respeto a las personas mayores, nosotros vivimos aquí porque ése es nuestro destino, Dios lo ha querido y estamos entre las manos de Dios que nos observa y nos pone a prueba. ¿Vamos a entregar a nuestros hijos a esta sociedad impía? ¿Vamos a dejarlos actuar sin reaccionar, sin decir nada? No, hermanos. Somos musulmanes, responsables y solidarios, pertenecemos a la misma casa, a la misma nación, a la Umma Islamiya. Nadie escapa de esta gran casa. Hemos nacido musulmanes y musulmanes volveremos al Creador…   
El ulema, por supuesto, no hacía más que repetir lo que otros inmigrantes comentaban en los cafés. Sus charlas no aportaban ningún elemento original. Probablemente, Mohamed Larbi había oído ese discurso en el mismo Tánger, y, en particular, en verano, cuando las familias de los emigrantes regresan para las vacaciones. ¿O acaso no se acordaba de esos adolescentes arrogantes y engreídos, esos niños mal criados, violentos, ni europeos ni marroquíes, que se paseaban ostentosamente en coches lujosos?*


Aunque la referencia no es directa a los Hermanos Musulmanes en cuanto a la organización, se incorpora  el concepto de "hermandad" que sirve de metáfora a la organización y a la idea de control sobre los otros por encima de cualquier circunstancia: se nace musulmán y se muere musulmán.
En estos momentos en los que se debate el papel de los imames tras los atentados de Cataluña en los que se había creado una comunidad a su alrededor es interesante acercarse de forma novelística a lo que escuchamos y leemos de forma habitual en muchos diarios de Oriente Medio. El discurso de la "pureza" frente a un occidente "perverso", en decadencia moral, es común a todas las prédicas. Todos deben permanecer unidos frente al peligro de la degradación occidental. La obediencia al ulema es la aceptación de la palabra de dios, de la que es transmisor, y el reconocimiento del pecado.
El discurso, se nos dice a través de la reflexión del personaje, se escucha aquí (en Europa) y allí para evitar la seducción por parte de los que regresan cargados de bienes y lujos, luciendo lo conseguido durante su estancia en el exterior. Los mediadores religiosos tratan de evitar la emigración y de neutralizar el regreso. Se asientan en las comunidades (como ha ocurrido en Cataluña) para evitar que los jóvenes escojan un camino de alejamiento. Montan también (como ha ocurrido en Alemania con la llamada "Policía de la Sharia") la vigilancia de los barrios y comunidades poblados por musulmanes.
Especial relevancia tiene en el fragmento la vigilancia de las mujeres. La indignación ante las denuncias por los maltratos "correctores" a hijas o esposas es una forma habitual de evitar que se pueda cambiar la perspectiva patriarcal como efecto de la vida en el exterior. Los conflictos con las hijas son importantes y se resuelven imponiendo la autoridad, evitando que la idea de un derecho de las mujeres surja en ellas.


Yo mismo he tenido ocasión, en un viaje a El Cairo hace unos años, de escuchar el mismo discurso sobre la "vileza occidental". La moralidad es un privilegio exclusivo del que sigue la verdadera doctrina y la hace cumplir para evitar el desastre de la corrupción, conspiración mediante la que Occidente trata de destruir al islam.
Unos pocos párrafos más allá en el texto, se vuelve a recuperar la presencia del ulema:

Casualmente, esa misma semana el ulema regaló a Mohamed Larbi un teléfono móvil. Lo hizo en previsión de un próximo viaje a Egipto, donde debía seguir unos cursos de religión. Una buena oportunidad, le había dicho su tío.   
—Te has ganado la confianza del ulema, no debes decepcionarlo. Vais a viajar unos diez jóvenes a El Cairo, allí los Hermanos se ocuparán de vosotros. Ya verás, El Cairo es una ciudad muy bonita, los Hermanos son buena gente, buenos musulmanes en guerra contra la corrupción y el vicio.   
La primera llamada fue para Nadia. Atendió el ulema que reconoció el número. No se enfadó, no dijo nada, se encerró en su cuarto e hizo algunas llamadas de teléfono en lenguaje codificado. Ese día, se selló el destino de Mohamed Larbi. De Egipto lo enviaron a un campo de entrenamiento en Pakistán, desde el que nadie lo vio jamás regresar.*

En este segundo párrafo se establece la conexión del genérico "hermanos" (todos los musulmanes) al concreto "Hermanos" (la organización) en donde se nos da cuenta de sus actividades. El ulema ha actuado como "reclutador"; ha localizado a los más receptivos al mensaje antioccidental y los ha enviado a El Cairo. Allí se encontrará con los verdaderos luchadores, no solo habladores. La definición de los "Hermanos" como "buenos musulmanes", como se hace en el texto, es importante ya que se nace y muere "musulmán", pero se puede ser mal musulmán. Ser "buen musulmán" implica aquí dos fases, la primera es la estar "en guerra con la corrupción y el vicio"; la segunda la lucha activa. Una vez que se ha identificado el mal —"corrupción y vicio"— y se ha establecido que es el estado natural de Occidente, la guerra contra Occidente es una consecuencia lógica, por lo que el joven acabará en un campo de entrenamiento terrorista en Pakistán.
Recordarán los hipotéticos lectores de estos textos, la importancia que dimos al tuit de uno de los jóvenes terroristas que decía desear destruir a "occidente y los malos musulmanes". En esta última categoría entran todos los que se han dejado seducir por Occidente (origen del mal) o simplemente que no siguen sus cada vez más estrictas y estrechas normas.
La remisión a El Cairo no es casual. No se trata de que sea el origen histórico, el Egipto de los años 20, sino de ser el centro organizativo en el que se formarán doctrinalmente y enviados posteriormente a Pakistán. Tahar Ben Jelloun no dice cuánto tiempo pasaron los jóvenes en El Cairo antes de salir para Pakistán a recibir el entrenamiento terrorista, pero es previsible que fueran "revisados" y "reforzados" antes de ir a su destino formativo final. Después serían enviados a cualquier lugar en el que fueran necesarios para un atentado.
Una tercera situación de la novela nos muestra otros aspectos interesantes de cómo actúan los Hermanos:

Mientras soltaba ese discurso, un hombre sentado en una estera en el fondo de la minúscula tienda, tosió varias veces. Azel preguntó quién era.   
—Es Hammu, un tío que quemó una parte del mar en una barca y el resto a nado. Cogió una pulmonía o algo parecido. Tose, escupe flemas asquerosas, tendríamos que encontrarle un médico que no lo denuncie a la policía, tu amigo podría arreglar eso, ¿no?   
Azel no quería mezclar a Miguel en aquella historia.   
—Yo podría conseguir algo de dinero para comprarle medicinas.   
—No, olvídalo, creo que los Hermanos van a ocuparse de él. Les gusta ayudar en ese tipo de situaciones.   
Azel entendió perfectamente que los «Hermanos» eran los islamistas. No hizo ningún comentario, pero Abbas notó el gesto de desagrado de Azel.   
—Bueno, ya se sabe, los Hermanos no hacen nada gratuitamente, se presentarán luego y pedirán que les haga algún favorcillo, hasta el momento yo no he querido que me ayuden, por eso te he hablado de tu amigo, pero si es imposible, voy a verme obligado a aceptar su ayuda, tienen entre ellos médicos, abogados, gente con dinero, están bien organizados, nunca hubiera imaginado que los musulmanes se pudieran organizar tan bien.  
 —¡Qué racista eres!   
—Uno no puede ser racista contra los de su propio campo, eso no es racismo, eso es conocer. Yo no he estudiado una carrera, me las voy apañando, la escuela de la vida me ha enseñado mucho, por ejemplo, si quieres salir adelante, tienes que aceptar oír cosas no muy agradables sobre tu propia comunidad. ¡Ojo! Hablo así contigo, con los spaniulis, por el contrario, soy más árabe que Gadafi.*


El fragmento es interesante porque nos muestra ambas caras, a amable y la interesada. Los Hermanos han ganado el prestigio asistencial en unas sociedades corruptas en la que atención de las personas (sanitaria en este caso) ha fracasado. Ante las carencias más básicas, los Hermanos ejercen una "caridad" crítica, es decir, la usan para contraer deudas —cobrarse los favores— con las personas creando redes de dependencia y servicios.
Es interesante también la alusión a la "organización" de los Hermanos, a su buen orden en un mundo caótico. Este es su valor más importante pues es lo que les lleva a poder ganar unas elecciones en Egipto, Túnez o Turquía. Allí donde actúan, los Hermanos imponen su orden sobre el caos. Los Hermanos no son un partido, pero pueden producirlo en pocos días gracias a su organización, como hicieron en Egipto, y ganar unas elecciones haciéndose con el poder. Los partidos no son más que instrumentos (a la occidental) para un fin, conseguir el poder.
No son solo organización; también son inmensas cantidades de capitales que se mueven por el mundo comprando negocios o cadenas de televisión, invirtiendo en  empresas, etc. Los Hermanos son una internacional, no un fenómeno egipcio exclusivamente. La llegada al poder de Mohamed Morsi en Egipto movilizó rápidamente a los hombres de negocios de países como Turquía para que se pusieran en contacto con los islamistas empresariales egipcios. Los negocios florecen entre ellos y parte de los beneficios (además de los negocios oscuros de sus dirigentes, como Erdogan y su familia) vuelven a la organización que los invierte allí donde sean más necesarios.
La Hermandad se asemeja a una organización proteica, que muestra la cara que le interesa que otros vean. Evidentemente, los hay que de buena fe piensan que son una alternativa democrática al caos de Oriente Medio. Los islamistas no son nunca demócratas. La democracia implica la voluntad humana, el control del destino propio y común, y para ellos solo hay "sumisión" al mandato divino, que ellos dicen interpretar correctamente.


La pregunta, por tanto, no es si los islamistas pueden ser "demócratas" sino si es posible que haya democracia en los países árabes. Esa es la lucha de muchos que han quedado en medio, que recelan de Occidente y de los islamistas. Mientras no haya una reconstrucción sincera y honesta de las relaciones que levanten los recelos, es muy difícil que los que quieren una democracia real puedan tenerla pues carecen de lo que a los Hermanos les sobra: organización y apoyo.
La última de las apariciones de los Hermanos Musulmanes en la novela "Partir" tiene un sentido aclaratorio sobre el destino de los que no siguen su juego o ellos consideran que pueden obstaculizar sus avances y poner en peligro sus fines:

La portera del edificio dijo haber visto la víspera a Azel acompañado de dos hombres, moros, precisó la mujer. Una vez arriba, el policía llamó al timbre insistentemente pero nadie abrió. Pidió refuerzos para tirar la puerta abajo.
Azel yacía en el suelo, degollado, con la cabeza en un charco de sangre. Como un cordero del Aid el Kebir, los Hermanos lo habían pasado a cuchillo.

Se entenderá ahora que la pregunta sobre si la Hermandad Musulmana es un grupo terrorista o no tienen una inmensa cantidad de matices que dependerá de la perspectiva del momento y de lo que le interese mostrar. Por más que intente ser valorada por sus caras sonrientes y sus aspiraciones modernas, no se debe dejar de mirar a sus maneras autoritarias disfrazadas de piedad religiosa. Lo que perciben como obstáculo, sencillamente lo destruyen. Puede que algunos no piensen así, pero eso no es obstáculo para la organización, que siempre tendrá miembros que creerán estar sirviendo a Dios cortando cuellos o volando edificios para traer la paz al mundo.
Lo que hemos visto descrito en estos cuatro fragmentos de la novela es un recorrido por una organización que es capaz de estar presente en medio de la comunidad marroquí en España, que está en Marruecos, en Egipto o en Pakistán; una organización que es capaz de atender situaciones médicas o mandar personas de España a El Cairo y Pakistán. Es una organización capaz de ganar las elecciones en Marruecos, en Túnez, en Egipto y en Turquía, que controla parte de Palestina con Hamas, etc. Está fuertemente jerarquizada desde el líder supremo a la casa más humilde y exige obediencia en todos sus niveles.


Es difícil luchar con ella porque tras esas luchas siempre existen oscuras relaciones con el poder. Los Hermanos han infiltrado en mayor o menor medida los medios, la judicatura, el ejército, la policía, los sindicatos (especialmente los médicos)... y la universidad de Al-Azhar., en la que siguen las luchas internas Hay miembros conocidos y muchos otros desconocidos que sencillamente actúan como buenos y obedientes miembros, imágenes amables en sus comunidades y orientadores de la opinión, hasta que sean reclamados para cumplir en los puestos para los que sean designados por la organización.
En las primeras elecciones egipcias en que participaron, muchos jóvenes se les rebelaron porque no estaban dispuestos a aceptar aquella jerarquía que les sustraía algo esencial en una democracia: la libertad de a quién votar. Ellos quería obediencia ciega.
Una novela es una novela, pero es también una mirada. Lo que se cuenta se hace con un grado mayor o menor de fidelidad a lo que ocurre. Pero es importante ver cómo, en medio de una trama, se crea un fondo en el que no solo los personajes sino también las personas reales se encuentran inmersas. Creo que lo reflejado por Tahr Ben Jelloun en "Partir" es una forma de verdad novelesca que ofrece, con los rasgos del arte, una realidad sobre un lienzo literario.
"Partir" es una novela muy interesante, más allá de la cuestión que traemos hoy. Habla de sueños y frustraciones, de atracción y repulsión, de amor y odio. Nos permite entrar en esa vida difícil e ignorada de la que solo vemos aquello que nos ofrecen. En estos tiempos en que los periódicos se llenan de noticias sobre cosas que no llegamos a entender, es bueno entrar en la realidad por otras puertas y ventanas. La novela de Tahar Ben Jelloun no ofrece una de ellas.



* Tahar Ben Jelloun. "Partir". Traducción de Malika Embarek. El aleph. Barcelona, 2006. 236 pp.



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