sábado, 5 de agosto de 2017

Los buenos, los malos y los prudentes

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Es difícil encontrar en el mundo un país en el que, como sucede en Egipto, la cuestión de la religión esté siempre encima de la mesa para una cosa y para otra. Ya sea en las casas, en las calles o en el Parlamento, lo religioso es el filtro por el que la mayoría perciben y juzgan la realidad. Hace unos días, se nos contaba que el juez candidato a la presidencia del Consejo de Estado presentado por sus colegas sostenía que las mujeres no debían ser promovidas a jueces porque no podrían estar en la misma habitación con los otros dos miembros varones del tribunal. Se amparaba para ello en las normas islámicas. (ver entrada). Mientras las mujeres tunecinas consiguen arrancar leyes al parlamento para beneficio de todas, en Egipto es posible que alguien siga sosteniendo argumentos como ese ante la lógica incomprensión de la mayoría de los países.
La prensa egipcia nos ofrece hoy una doble muestra de cómo se afronta esta cuestión desde perspectivas diferentes. El primero de los artículos, el publicado en el diario estatal, se titula "Now Egyptians know" y está firmado por la entusiasta Azza Radwan Sedky. No interesa tanto su descripción del que por fin los egipcios se hayan dado cuenta de la maldad islamista, sino su proceso y de los efectos en la transformación religiosa de la sociedad egipcia, bastante abierta y liberal hasta que empezó la carrera por la virtud y el Paraíso en los años 70-80.

In Egypt, in the 70s and 80s, as men grew beards and women covered their hair, onlookers were surprised but accepting. After all it was a positive thing – was it not? – to adhere to the broader guidelines of religion.
Envious that some could follow God’s wishes better than themselves, many wannabes pursued the same look. Soon, society as a whole had opted for conservatism. Men and women stopped shaking hands with members of the other sex, and “Al-Salam Aleikum” replaced the usual “Good morning” or “Allö”. At social gatherings, in Egypt and abroad, men and women prayed, while Copts and foreigners looked on, alienated.*

Me parece relevante aquí, no tanto el fenómeno que es conocido, el comienzo del segundo párrafo, en el que se centra en el proceso de emulación envidiosa, esa carrera exterior por aparentar la mayor piedad posible como un rasgo de identificación (y competición) social. Pronto no es bastante con "ser religioso" hay que ser "más religioso" que los demás. El éxito de la obra de Moliere "Tartufo" cuando fue puesta en escena no hace mucho tiempo en El Cairo se explica solo. El tartufismo, esa hipócrita exhibición de la religiosidad ante los demás, es un vicio frecuente.
A los párrafos anteriores le sigue una detallada lista de los terribles efectos que esto tuvo sobre el comportamiento social e individual, que pronto se vieron enfrentados. Los cambios comenzaron:

Peculiar and estranging fatwas collided with reason: don’t listen to music; don’t stand up for the national anthem; don’t wish Christians well.
Flagrant disdain for what was considered normal and acceptable hit the society in the core.
The trouble was that no one linked this fundamentalist and often grotesque change to Islamism, whether it be Salafi, Wahabi, or Muslim Brotherhood in allegiance.
No one saw the social change as a link to a systematic political power-grab rooted in cultural and social dominance. What the Muslim Brotherhood gave in aid and support to the needy, it took back in compliance and agreement to a new set of cultural norms.
Few in Egypt, and elsewhere around the world for that matter, saw this slow but underlying shift for what it truly was: a method of keeping the masses in a subservient state, subdued into blind conformity.
It took a stolen revolution, an Islamist parliament, and a Muslim Brotherhood president to make matters explicitly clear: a facade disguising an inherent desire to dominate.**


El optimismo oficialista de Azza Radwan Sedky tiende a ver siempre la sociedad egipcia como un cuerpo sano sujeto a infecciones. Sin embargo, las infecciones se producen por el bajo nivel de las defensas. No es solo culpa de los que se dirigen los egipcios para seducirlos. Los que se dirigen a ellos saben cómo entrar en su psicología colectiva, algo que llevan manipulando desde muchas décadas atrás.
Pese a afirmar que "pocos vieron", dentro y fuera, los efectos del proceso, lo cierto es que sí se vio. Pero a los que lo denunciaban los iban marginando y eliminando del camino, como fue ocurriendo en otros países que pasaron de ser sociedades más tolerantes a nidos de intransigencia radical. Basta con mirar los archivos fotográficos de países como el propio Egipto, Afganistán, etc. para comprobar que lo que comenzó por el vestuario se cerró como intransigencia. Las barbas eran más que detalles exteriores; eran signos de piedad y sobre todo de autoridad.
Más allá de la enumeración de hechos concretos, lo esencial es que lo individual debe ceder ante lo colectivo, la coacción social pasó a ser un hecho. Ya no se tenía más opción que hacer lo mismo que los demás o prepararse para lo peor.
La definición dada por la autora —a method of keeping the masses in a subservient state, subdued into blind conformity— puede establecerse más allá de los calendarios. Es la lucha permanente por el control social.
La constitución enmendada por el nuevo parlamento, el surgido después del 30 de junio y el "no-coup" fue bastante liberal en muchos aspectos, pero sirve de poco sin el apoyo social. Pese a que se dice que los egipcios ahora ya saben, se han dado cuenta, la obsesión religiosa sigue bajo controles antiliberales, ya sea socialmente o institucionalmente. La religión sigue siendo la vara de medir porque no hay poder que quiera renunciar o enfrentarse a ella.


El problema es siempre el mismo: el conservadurismo religioso egipcio es más fácil de manipular que el liberalismo individualista, que considera que la religiosidad (o su ausencia) son cuestiones individuales en las que nadie debe intervenir ni por las que nadie debe ser preguntado. Pero eso es renunciar a una fuerza muy poderosa que puede hacer salir, por usar las palabras de la autora de la "conformidad ciega".
El presidente Sisi se dio cuenta que la mayoría alcanzada por su predecesor, el islamista Mohamed Morsi, se debía a la culminación de proceso de "ceguera" y que los Hermanos estaban recogiendo las décadas de control y manipulación social que había ejercido a través de las instituciones, sindicatos, etc. donde se habían metido exhibiendo una virtud tartufesca. A los hermanos les había bastado con mostrarse "piadosos" y presentar la desidia de la época de Mubarak como una forma de "impiedad", Dios no está con ellos.
El tira y afloja que la presidencia tiene con Al-Azhar desde su llegada al poder es precisamente la dificultad en desmontar ese control religioso que ha pasado de los Hermanos  a los clérigos, cuya institución ha tenido también sus momentos oscuros en relación con los islamistas. La impaciencia del presidente es resultado de la falta de eficacia del mensaje liberal que pretende y de cómo, por el contrario, se produce un relevo en el control. ¿Por qué renunciar a ello si ayuda a mantener el poder?
La Universidad de Al-Azhar ha tratado de mantener su poder y hacerse imprescindible para el mantenimiento de un mensaje religioso moderado. ¿Pero existe este más allá de la condena de la violencia terrorista? Esa es la gran cuestión.
¿Un mensaje religioso moderado significa que puede quedar alguien al margen de la religión? No, en la versión de Al-Azhar.


Es aquí donde entra el segundo gran tema recurrente: el ateísmo. Su equiparación con el "terrorismo" no es una demostración de "moderación" sino de todo lo contrario. Uno puede "entender" que un fanático religioso ponga una bomba o corte un cuello ya que es un extremista. Pero uno nunca puede entender que un estado encierre en la cárcel a un "ateo".
Es sobre este segundo aspecto sobre el que vuelve otra vez a aparecer en Egypt Independent otro artículo, titulado esta vez "What can Al-Azhar do to smooth path to Islam for prudent atheists?"** La vuelta sobre el tema, una y otra vez, revela la obsesión con la figura demonizada del ateo. Resultaría en otras circunstancias hasta cómica la expresión "prudent atheist" tal como aparece en el titular. Sin embargo, es un intento precisamente de separar el tópico del ateo destructor de familias, estados, etc. de la persona que simplemente no cree.
El comienzo del artículo es ya una presentación recurrente; trata de situar el problema y sus dimensiones:

Typically, atheists in Muslim countries prefer to keep their beliefs secret, fearing their lack of faith will lead to their death.
In Egypt, the situation is different; young Egyptians have been touting atheist and agnostic ideologies on social media, which raises questions regarding the real number of atheists in Egypt, and how government and religious institutions are dealing with them.
Recently, massive controversy surfaced on social media outlets when Al-Azhar — Egypt’s largest Muslim beacon — released a statement that Egypt has the highest amount of atheists in the Arab world. The statement came from a member of Al-Azhar’s Technical Office, Ahmed al-Malkai, in an interview on privately-run news channel Al-Nahar.
“It is not only the role of Al-Azhar and the government to combat atheism, but families are also responsible for the phenomenon,” Malkai said during the interview.
“All  questions that have been raised by atheists were met with proper answers from Al-Azhar.”
Egypt Independent investigated the relations between the institution of Al-Azhar and atheists in Egypt, and how they are responding to clerics’ repeated calls for dialogue.**


Como todo el mundo sabe, el número exacto de ateos en Egipto es de 866, ni uno más ni uno menos. El número es ridículo pero el asunto serio. Lo interesante es cómo, de nuevo, se presenta a Egipto como el blanco de los grandes peligros del mundo. Si el estado, Al-Azhar y las familias egipcias no lo remedian, pronto serán como Occidente, y estarán llenos de ateos, La plaga que faltaba.
Es curioso —en términos absolutos— que la discusión sobre el ateísmo parta siempre de esos dos datos (me resisto a llamarlos hechos): los 866 y el país con más ateos. De esta forma se parte siempre de la sensación de peligro.
Recordemos iniciativas como las cabinas montadas en el metro de El Cairo por Al-Azhar para explicar las dudas a los viajeros, el control de los sermones, el propio artículo recuerda la campaña de 2014 lanzada por el Ministerio de Juventud para combatir la extensión del ateísmo, etc.
Afortunadamente, parecen haberse detenido las campañas contra reformistas y poco o nada creyentes, un tributo que el gobierno pagaba con la intención de no verse acusados de tener la impiedad entre sus metas políticas, algo que siempre se ha utilizado. La religión es del pueblo, los ateos son los gobernantes, que pueden verse comprometidos si se desvían de las normas religiosas.


Al-Azhar ha abierto un poco su estrategia de rechazo, pero no es más que una argucia. Después de decir que ellos tienen respuestas claras para todas las dudas de creyentes y no creyentes, se han empeñado en entablar diálogo con los ateos. Evidentemente no es más que una maniobra, pues nadie se va a prestar a una tontería así.
Egypt Independent recoge opiniones en el otro bando:

“In any developed country, there is a principle that is followed — citizenship; no one can ask you about your religion or beliefs, and all laws are applied without religious discrimination,” Mohamed Ismail, an Egyptian atheist, told Egypt Independent on Thursday.
Ismail stressed that the citizenship principle is not likely to be applied in Egypt any time, maintaining that Egyptians are obsessed with religion and refuse to acknowledge any faith that is not Abrahamic.
Ismail has adopted atheism as his personal ideology since 2012. He notes that it is not easy for an Egyptian to declare themselves atheist in front of others, as it could put them at fatal risk.
An Egyptian agnostic, who spoke to Egypt Independent on condition of anonymity, agrees that being open about ‘dissident’ beliefs can incite danger.
“I started to be agnostic after intensively studying science, which made me realize religion is a man-made concept,” she says.
She rejects the call for dialogue with Al-Azhar and any state–sponsored religious institution, claiming that engaging in dialogue with clerics would not be productive, as their ideology is different; she believes that Islam promotes terrorism.
However, Ismail says that the recent representation of Islam on the part of the clerics is a good step, as in the past there were only people from Salafist and Muslim Brotherhood political currents that acted as spokespersons of Islam, and they contributed to the religion’s distortion.
Nevertheless, he personally does not believe that engaging in discussion with them would be beneficial, saying, “I can read what they have to say in books.”**

Las dos caras del ateísmo se nos muestran. Ismail es un ateo prudente. Ha dejado de creer, pero no se mete con nadie. No tiene ganas de discutir con los clérigos, pero puede leer libros que le explique en qué está equivocado y el camino de vuelta. Los clérigos, dice, lo están haciendo muy bien. A ella, en cambio —¡ay, las mujeres!—, como si fuera un "preciosa ridícula" de Moliere, le dio por la Ciencia y... ya se sabe. No solo ha perdido la fe, sino que cree que el islam es la fuente del terrorismo. Ateo bueno, atea mala.


El primer artículo se centra en la diferencias entre la religión manipulada por los islamistas y la religión controlada por el estado. En el segundo caso, todo va bien:

Today Muslims speak out in unanimity with Copts, who remain the prime target for terrorists.
But a more prominent change is in the hatred Egyptians feel towards Islamists as they inflict more pain on innocent souls.
And yet, Egyptian Muslims will remain devout through and through. As they follow the true pillars of Islam, charities boom with an influx of Zakat donations, Friday prayers are the focal point of any weekend, Ramadan is observed diligently and celebrated widely, and the Hajj is a wish for all Muslims.
But if Egyptians have learned anything from the horrors they faced after the revolution, when Islamists enveloped Egypt in a fake Islamist aura void of feelings for others and lacking in inclusiveness, it is the awareness of how entrenched Islamists were in society and how controlling the Islamist disguise was.
Egypt was bound to discover this at one point or another. As it suffers today, the only consolation is that it is better to realise the truth now than later. The earlier Egypt discovers its enemies, the faster it will be able to get them out of its system.*

Reza a Dios y odia a los islamistas. Ese es el principio. No se trata de si es el opio del pueblo o no sino de quién lo comercializa. Nada que venga del estado o de las instituciones controladas puede ser malo, por definición. El optimismo de la autora se mantiene ocurra lo que ocurra. Pero hay un aspecto que se queda fuera en su razonamiento: anteriormente ha señalado que el conservadurismo religioso que ella achaca a los islamistas y salafistas, también afectó a los coptos, que se volvieron más estrictos. Esto indicaría que la cuestión va más allá de lo religioso y se adentra en las raíces sociales, en un conservadurismo social que se exhibe en las comunidades como un valor competitivo.
Todo lo malo, obviamente, viene de los grupos que se aprovechan de la buena religiosidad egipcia para engañar a los creyentes. Los egipcios, esa es la tesis del artículo, ya saben de dónde viene el mal.
¿Y los ateos? Con una autoridad buena, se puede discutir. El segundo artículo se cierra con estas palabras:

According to former undersecretary of Al-Azhar Mahmoud Ashour, “there is no justification for reluctant refusal from atheists to engage in open dialogue with Al-Azhar, as it is not like IS or any extremist groups that kill atheists.”
Ashour noted that it is important for all state institutions to encourage atheists in Egypt to engage in dialogue with Al-Azhar or churches, as he considers atheism a psychological disease that should be addressed.**

Como se puede apreciar, el ateo prefiere considerarse sano en su intimidad que un enfermo a los ojos de los que se ofrecen amablemente a "dialogar" con él. Lo cierto es que, los maten o no, se sigue considerándolos como "terroristas" cuya función es destruir las familias, Egipto y el islam, por ese orden.


La transformación de Egipto, descrita en el primer artículo, debería usarse para algo más que para infundir miedo a los islamistas. No debe soslayarse la intervención del propio estado en este cambio tras la caída de Nasser, al que presentaron como un abandonado por Dios para justificar los fracasos militares. Tampoco debería ignorarse la evolución en este sentido de la sociedad egipcia, a la que se educa en su propia excepcionalidad tanto en lo religioso como en el nacionalismo.
Nadie renuncia al control social. Solo se trata de canalizarlo en un sentido u otro, en buscar el apoyo. El propio presidente ha tratado de buscar un equilibrio y hacerse con la idea de la "reforma" que, para su desesperación, no es secundada por Al-Azhar, que prefiere un control social tradicional, que no mine su poder. Por eso los ateos, los reformistas, etc. lo siguen teniendo complicado en Egipto.
Lo importante no es lo que creemos, sino que hacemos con los que no creen lo mismo que nosotros. Es ahí donde se ve la tolerancia religiosa y el valor de la convivencia. Es importante también que las creencias puedan evolucionar con quienes viven con ellas. Pero me temo que, sobre esto, no hay mucha voluntad discutidora. Los dos artículos lo reflejan. 
Hay buenos y malos creyentes; prudentes y malos ateos. 



* Azza Radwan Sedky "Now Egyptians know" Ahram Online 3/08/2017 http://english.ahram.org.eg/NewsContentP/4/274197/Opinion/Now-Egyptians-know.aspx

** "What can Al-Azhar do to smooth path to Islam for prudent atheists?" Egypt Independent 4/08/2017 http://www.egyptindependent.com/what-can-al-azhar-do-to-smooth-path-to-islam-for-prudent-atheists/



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