sábado, 12 de agosto de 2017

Las antorchas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Basta con ver las caras de Rex Tillerson, de la otras veces impulsiva Nikki Haley o del general McMasters para darse cuenta de tener un Comandante en Jefe como Donald Trump. El presidente sobre el que no hace mucho se aplicaba la "regla Goldwater" que impide hacer diagnósticos psicológicos sin haber examinado directamente al paciente o se especulaba sobre los posibles efectos de los tratamientos hormonales de pelo, ha decidido plantar cara al mundo, aburrido por haber solucionado ya todos los problemas de los Estados Unidos. El ego de Trump sobresale por ambas costas.
Después de echarle la culpa a los presidentes anteriores por lo que ocurre en Corea del Norte, como ya hizo con Irán o Cuba, Trump ha decidido introducir en su discurso a Venezuela, haciéndole un gran favor a Maduro, que está muy entrenado en este tipo de respuestas. ¿Qué ha pasado con aquel hombre que salía de la mano de Theresa May en un paseo primaveral?
Son las caras de los que le rodean los indicadores del grado de locura que perciben en su presidente. Rex Tillerson daba la impresión de querer salir corriendo de allí. Sus manos inquietas transmiten la tensión que necesita ser liberada. La cara de Nikky Haley está descompuesta y manifiesta tics en cejas y boca que se escapan al control. Trump los ha situado tras él, como palmeros de lujo. Solo que no les llega el alma a los pies. Cualquier cosa puede salir de su boca, lo contrario de lo ensayado, una idea espontanea, un nuevo problema... ¿Por qué preguntan los periodistas?, se deben plantear por dentro. ¿Por qué le provocan?


Junto a ellos, un Donald Trump relajado y feliz hablando de barbaridades, como la opción militar en Venezuela, lo que convertiría al país en una mezcla de Cuba e Irak. El diario El País lo cuenta así:

La Casa Blanca dio a conocer además que Maduro pidió una llamada telefónica con Trump este viernes por la noche, pero la respuesta del presidente estadounidense fue que no hablará con él hasta que se restaure la democracia en el país.
Trump lanzó su advertencia sobre posibles acciones militares contra Venezuela tras una reunión sobre seguridad con el secretario de Estado, Rex Tillerson, la embajadora de EE UU ante las Naciones Unidas, Nikki Haley, y su consejero de Seguridad Nacional, el general H. R. McMaster. El tema estrella del encuentro y de las preguntas de los periodistas iba a ser la tensión con Pyongyang, pero hubo palabras gruesas para el país caribeño, con sus dosis necesarias de inconcreción.
"No voy a descartar la opción militar, es nuestro vecino y tenemos tropas por todo el mundo. Venezuela no está muy lejos, y la gente allí está sufriendo y está muriendo", enfatizó. La situación del país, apuntó, se ha convertido "en un desastre peligroso". Un periodista le preguntó qué opciones consideraba para el país y es entonces cuando comenzó su declaración: "Tenemos varias opciones sobre la mesa y, por cierto, no voy a descartar la militar".
El yo militar de Donald Trump se está haciendo oír tras un final de curso aciago en el Senado, distanciado de los legisladores de su propio partido tras el sonado fracaso de su reforma sanitaria en la Cámara. No ha lanzado esta vez "la madre de todas las bombas", como el pasado abril en Afganistán, ni ha atacado instalaciones del régimen en Siria, como hizo por esas mismas fechas, sino que ha optado por discursos belicistas de "furia y fuego" con Corea del Norte. El aislacionismo con el que flirteó en campaña electoral parece haber pasado a mejor vida.*


El "aislacionismo" sigue pero en forma de embudo. Es aislacionismo norteamericano solo se puede sostener equilibrado con una forma de militarismo imperialista para el que necesita peligros externos que lo justifique. Lo que Trump hizo en su visita a Oriente Medio fue agitar las aguas primero y vender armas después. No es el aislacionismo, que solo afecta a las compras, sino el militarismo que afecta a las ventas lo que Trump quiere. Por eso su advertencia con la OTAN no era irse, sino cobrar por la protección. Trump no va a renunciar al poder económico de la maquinaria de guerra. Puede que la gente no quiera comprar coches americanos, pero sí lo hará con el armamento, como hizo Arabia Saudí en la visita. Creando conflictos y desempolvando los viejos, Trump asegura la puesta en marcha de las empresas americanas que se desvían hacia el contrato militar que les asegura ventas.
El aislamiento de los Estados Unidos se verá en cuanto estalle un conflicto y los tradicionales aliados digan que no quieren saber nada. Los intentos de que no se viera a los Estados Unidos como una nación imperialista a través de trabajadas alianzas con países con los que se actuaba conjuntamente para tratar de evitar errores pasados han pasado a la Historia. Es en esa soledad buscada donde los Estados Unidos están retrocediendo décadas y permite avanzar a sus enemigos gracias a sus errores.
En estos momentos la América de Trump es una gran maquinaria de cometer errores y de llevar al mundo al desastre. Los desacuerdos en el interior de la Casa Blanca no son nada en comparación de lo que puede llegar a producirse en el exterior. Los fracasos en sus intentos de cambiar a los Estados Unidos (muros, asistencia sanitaria, emigración, salud reproductiva de las mujeres, educación, etc.), con la opinión en contra del partido que le apoyó, con las instituciones tratando de saber el papel de Rusia en su elección y el papel de su propia familia, etc. hacen que Trump busque motivos para que la gente salga a la calle a gritar "U-S-A".
Sin embargo, las noticias de los que recorren las calles son muy otras. The Washington Post nos da cuenta de una marcha de antorchas en la Universidad de Virginia:

Chanting “White lives matter!” “You will not replace us!” and “Jews will not replace us!” several hundred white nationalists and white supremacists carrying torches marched in a parade through the University of Virginia campus last night.
The fast-paced march was made up almost exclusively of men in their 20s and 30s, though there were some who looked to be in their mid-teens.
Beginning a little after 9:30 p.m., the march lasted 15 to 20 minutes before ending in skirmishes when the marchers were met by a small group of counterprotesters at the base of a statue of Thomas Jefferson, the university’s founder.
A short brawl erupted after at least one of the counterprotesters apparently deployed a chemical spray, which affected the eyes of a dozen or so marchers. It left them floundering and seeking medical assistance.
Police officers who had been keeping a wary eye on the march jumped in and broke up the fights. The marchers then disbanded, though several remained and were treated by police and medical personnel for the effects of the mace attack.
It was not clear if anyone was taken into custody. There were no immediate reports of any arrests.
The march came on the eve of the Unite the Right rally, a gathering of groups from around the country whose members have said they are being persecuted for being white and that white history in America is being erased.**


No se está hablando de un pequeño pueblo en el Sur profundo, sino del campus de la Universidad de Virginia. Los supremacistas blancos se lanzan a las calles considerando que están validados por el triunfo de Donald Trump, que buscó su apoyo cómplice durante su campaña electoral hablando de cómo se solucionaban los problemas "en los buenos viejos tiempos". Cada uno lo entendió como quiso, pero muchos lo hicieron regodeándose en la idea de lanzar una cuerda a un árbol y que el Sur comenzara a dar "strange fruits", como la canción de Billie Holiday, una forma metafórica de representar los linchamientos de personas de color. ¿Es posible que Trump haya polarizado tanto odio escondido, deseando manifestarse? Es la América de las antorchas encendidas.


Trump está sacando a la luz lo peor de los Estados Unidos. Todo ello se vio durante su campaña y se exacerbó en los días siguientes a la proclamación. Los insultos a los hispanos, a la gente de color, a los judíos, etc. comenzaron a surgir. Se sentían con el derecho al insulto, a sacar los viejos símbolos de división... habían ganado. La Norteamérica más paleta y retrógrada consideraba a los que estaban al sur como delincuentes de los que había que protegerse y a sus vecinos del norte como "gente rara". Mucha gente comenzó a "pedir asilo" en Canadá incapaces de vivir en un país bajo Trump. Desde el propio Canadá surgieron voces que ofrecían su espacio, como la isla de Cape Breton, que se ofrecía con el lema "Cape Breton if Donald Trump wins".
El discurso agresivo, de "furia y fuego" es el mismo que se percibe en las antorchas de la marcha nocturna de la Universidad de Virginia. De la antorcha de la estatua de la Libertad, la luz que llama al refugio para todos, a las antorchas amenazantes, dentro y fuera, del país cerrado. Más allá de Corea, Irán, Venezuela... Trump es una amenaza constante. No es la antorcha del conocimiento la que lleva, sino la de la agresión y la intimidación. No existe otra fórmula que la antorcha.


En su momento, ya señalamos que el futuro de Trump, el que quería para los Estados Unidos, era el cerrojo dentro y el intervencionismo fuera. Se está cumpliendo desgraciadamente. La costumbre de pensar todo desde la Economía impide ver que la guerra fue lo que convirtió a los Estados Unidos en lo que es hoy. Fueron dos guerras mundiales las que transformaron un país agrícola en la mayor potencia fabril. Después ha tenido su guerra de mantenimiento en cada década, de Corea a Irak.
Hoy volvemos a Corea como amenaza. Y a Venezuela como espectáculo. Pero hay un detalle importante: Estados Unidos no puede usar el argumento democrático con Venezuela porque ha perdido ese liderazgo mundial, con Trump ha perdido la autoridad moral del liderazgo. Son demasiados abrazos a dictadores de regímenes autoritarios, a países de cárceles llenas y desapariciones sin rastro, etc. para salir con el argumento democrático. Nadie ve ya en la América de Trump la democracia. Se ve el racismo, el negacionismo climático, la anti ciencia contra las vacunas, la prepotencia y el insulto constante, la zafiedad, etc.


La única ventaja para los Estados Unidos es que una parte importante de su pueblo se ha dado cuenta de los riesgos de bajar la guardia, que la democracia no es un regalo divino sino un esfuerzo humano continuado, una cuidadosa selección de quiénes son las personas en las que se puede depositar la carga del gobierno representativo.
Las caras de circunstancias de Tillerson, de Halley y McMasters tras su presidente no son suficientes como para frenar la locura de una persona cuyo exceso de ego no compensa su falta de experiencia y conocimiento político. La excusa de que todo lo ha heredado es infantil y peligrosa. Hoy hay un problema más, un problema que antes no había: se llama Donald Trump.
Y lo tenemos todos, dentro y fuera de los Estados Unidos. Es cuestión de tiempo.


* "Trump amenaza ahora a Venezuela: “Tenemos muchas opciones, incluida la militar”" El País 12/08/2017 https://elpais.com/internacional/2017/08/12/estados_unidos/1502489697_592906.html

** "March of white supremacists at University of Virginia ends in skirmishes" The Washington Post 12/08/2017 https://www.washingtonpost.com/local/fights-in-advance-of-saturday-protest-in-charlottesville/2017/08/12/155fb636-7f13-11e7-83c7-5bd5460f0d7e_story.html




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