jueves, 13 de julio de 2017

Solo era un payaso, pero hizo su trabajo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En este espacio hemos seguido en el tiempo el caso —por llamarlo así— "Bassem Youssef", el satírico egipcio que surgió al hilo de la revolución, aclamado por el pueblo a través de un programa distribuido por YouTube que pasó por su éxito a las cadenas comerciales. Youssef se convirtió en la mirada que dejaba al descubierto al poder. Superó los ataques iniciales y se enfrentó en una segunda etapa al poder islamista que rápidamente se revolvió contra él, que no se amedrentó manteniendo sus críticas punzantes. Y el público lo fue celebrando y enalteciendo. Bassem criticaba al poder. Pero cuando llegó el "no-coup" y el poder volvió a las manos de los militares, Bassem trató de seguir haciendo su trabajo, la sátira. Y está vez, los mismos que habían jaleado sus irreverencias, le llamaron traidor y arremetieron contra él. Quedaba así al descubierto el drama egipcio y un sin fin de preguntas en el aire que nadie se atrevía a contestar.
De repente, el poder se había vuelto intocable. Lo que antes era criticable ahora era sagrado. Los halagos interesados sucedían a las críticas; la ceguera ante los problemas se volvía enfermedad crónica. Las promesas se volvían sueños y los sueños alucinaciones gozosas. El poder era perfecto y el mundo conspiración. Los que habían dado su vida por la revolución, los llamados "mártires" cuyos retratos había engalanado las calles pasaban a ser "traidores", agentes extranjeros cuya intención era destruir la patria. Los que le aplaudían antes comenzaron a pedir que se le callara, que se le encerrara o que se le expatriara, que se le retirara la nacionalidad, el bien más preciado que te pueden dar al llegar al mundo. Y Youssef se fue.


En varias ocasiones hemos calificado el caso Youssef como un "test" para la sociedad egipcia, como una prueba profunda de una forma de ser y observar el mundo. El paso del aplauso a la lapidación rabiosa es algo que no es fácil de entender. El examen de conciencia no es fácil en una situación como la actual, en la que la crisis económica aprieta allí en donde no es sencillo elaborar fantasías.
La afirmación del presidente al-Sisi sobre haber sobrevivido años solo con agua en el refrigerador está siendo puesta a prueba por algunos. El presidente lo dijo para que la gente dejara de protestar. Una afirmación como esta hubiera sido el centro de más de un programa de Bassem Youssef, que habría dejado claro su profunda desvergüenza. Cuando tienes suelto un satírico como Youssef, tienes que cuidar tus palabras, tus promesas, tus acciones, porque volverán a ti en forma contundente, envueltas en una sonrisa.
Esta vez las palabras llegan envueltas en melancolía en el artículo —una cierta forma de examen de conciencia— de Mohamed Gamal, publicado en Mada Masr con el título "On the giant that Bassem Youssef did not tickle", que hace referencia a un documental realizado en los Estados Unidos, lugar en el que Youssef acabó acogido y donde ha podido desarrollar su arte satírico sin trabas o amenazas. La sociedad norteamericana tolera las críticas. Mientras Bassem ha criticado a Trump en campaña y ya en la presidencia, los egipcios se han lanzado en brazos de Donald Trump, considerándolo una bendición complementaria al "fantastic guy", el nuevo general que la divinidad les ha asignado para su grandeza. Los frigoríficos se van pareciendo cada vez más al que describió el presidente, con el riesgo del paso siguiente, que será el corte del suministro eléctrico por la subida de las tarifas.


Esta situación —esta relación de la sociedad con el poder— es motivo de reflexión dolorosa para los que han vivido 2011 con la ilusión del cambio y viven un 2017 en el que se glorifica un "no cup", se cierran más de cien medios de información, las cárceles están llenas y se manifiesta la máxima distancia entre la realidad y los discursos oficiales.
Tras contar las vicisitudes Bassem Youssef y su programa, cómo sus colaboradores se han apuntado a programas televisivos de éxito en el que el poder es intocable, toca el momento de reflexionar sobre lo que fue y lo que es, sobre lo que pudo haber sido. Escribe Mohamed Gamal:

The stark contrast between our courage, confidence and hope during the glorious 18 days in 2011 and the vulnerability, desperation and depression we reached following the return of military rule had begun to leave us wondering: What exactly is our generation’s problem? At one moment we were ready to sacrifice our souls, eyes, limbs and futures for this country, and the next we abandoned the dream to each tread onward on our own path. Are we heroes or almost-heroes? Why did we rally, and why did we then disperse, either physically or metaphorically?*


La constatación del fracaso es dura. Las preguntas que surgen se hunden como puñales en la conciencia de una generación que se ha visto incapaz de un cambio real. El documental sobre Youssef que motiva las reflexiones del artículo, se nos dice, no estará visible en Egipto. A aquellos que el autor les pregunta dicen no haberlo visto. La soledad del que escribe es la soledad del que ve la realidad de otra menare porque le quedan preguntas.
Cuando surgió la revolución de 2011 —esos 18 días de dolor y gloria mencionados— dijimos que era una revolución de los hijos frente a una figura paterna, Mubarak. Pero ni Sigmund Freud estaba preparado para el regreso brutal de los padres sucesivos. La soledad de los hijos se transformo en indiferencia y en intentos del padre al-Sisi de congraciarse con ellos periódicamente en medio de reuniones propagandísticas, de monólogos con consejos de los que saben a los ignorantes.
El artículo dice mucho de la mentalidad de muchos. Hay un cierto tono amargo tras la vista del documental de Youssef. El autor esperaba una figura heroica y Youssef se muestra cotidiano, no quería ser un "héroe", solo era un "payaso". Él, le parece al articulista, no quería derribar gobiernos, como los revolucionarios. A Mohamed Gamal le hubiera gustado un documental crítico del poder. Pero el poder hizo lo que se esperaba de él. Lo que no esperaba nadie —ni el propio Bassem Youssef— es que fuera el mismo pueblo el que entregara sus libertades entre aplausos y vítores.


De nuevo, se les exige a los demás lo que nadie está dispuesto a dar.

I don’t know, and I’m not judging him. He can chart his own career path. But I worry that more opportunities born amid unusual circumstances will be lost as we hesitate and allow them to pass us by, without taking advantage of them. I only hope that we — myself, Youssef and the generation that lived through the revolution — can reflect on our learning curve from time to time and ask ourselves: Are we fast learners? Did we learn from our mistakes? Did we readjust our path? Are we certain that we are investing in the best cause?*

Muchas preguntas y una sola respuesta, la que todos saben, la que se niegan a admitir. Cuando tuvieron que elegir entre el poder y la crítica del poder, eligieron —sin dudarlo— el poder. El drama no es que uno desconfíe del poder; el drama auténtico es no poder fiarte del pueblo, de aquel en cuyo nombre muchos salieron a la calle y dieron su vida. Y la dieron frente a los que siempre han estado en el mismo sitio, a los que siempre apretaron el gatillo, torturaron e hicieron desaparecer. Porque no son distintos, sino la otra cara.
Es fácil hacerse a las dictaduras; las democracias son mucho más complejas. No se trata de obedecer para que te vaya bien, sino de elegir, de arriesgarse para tratar de mejorar. Es demasiado trabajo frente a la simplicidad orwelliana del poder absoluto.
Escribe Gamal:

In a recent article, journalist Abdel Azim Hamad wrote that generations of police officers since the 1952 revolution have “sterilized” the public sphere, as opposed to eroding it in the sense of the late journalist Mohamed Hassanein Heikal — sterilization meaning suppressing any real space to think and express. As such, consecutive regimes dissolved any effective social organization inside syndicates, universities, mosques and churches, even reaching civil society organizations and the boards of private residential compounds.
For me, this explains everything: it explains why Youssef has failed, and why we have failed, at least for now. Our premature revolution was born from a sterile womb, and from that same womb Al-Bernameg was born unripe.
Sterilization necessitates a process of refertilization, in the mental, artistic, cultural, political, social and religious sense, and a restoration of the public sphere. This might take years and countless futile attempts, but ultimately a new generation of giants will be born. By then, I hope they will know who they are facing and which direction they are headed, because it’s then that they will accept to pay any price in return for freedom. And the rest will not leave them alone, but follow them to the finish line.*

Son los párrafos finales y se percibe el mismo mal de siempre. Bassem Youssef no falló. Él hizo su trabajo, pero no podía hacer el que no podía. Él era el "payaso" que deja al descubierto la verdad que a nadie le interesa saber. Los que intentaron hacer desde sus puestos fueron atacados y criticados por los mismos que jalean al poder. En el fondo, les da igual quien mande porque su habilidad es vivir con ellos, con poderosos ante los que medrar, a los que aplaudir porque luego serán generosos con los dóciles. Nadie así verá afectada su posición, la lograda por la aceptación de lo establecido.


Bassem Youssef forma parte de esos recuerdos incómodos que nadie quiere compartir. Como persona inteligente que es, ha dejado de hacerse las preguntas que se hacen muchos otros egipcios. Él ha comprendido que hacerse esas preguntas sobre oportunidades perdidas forma parte del carácter egipcio.
La refertilización propuesta solo es posible con gente como Youssef, gente que muestre los problemas, no que hagan decorativos colgantes con ellos. El vientre, efectivamente, no es fértil y habrá que esperar mucho tiempo a que una nueva generación se olvide del fracaso para poder cometer la ingenuidad de reclamar libertades ante las amadas autoridades.
Se puede reclamar pan, se puede reclamar agua para el refrigerador y electricidad más barata para mantenerlo en funcionamiento, pero eso no significa reclamar libertades. Muchos se conforman con una prisión barata. Pensar en libertades sigue siendo una actividad solitaria.
Sí, Bassem solo era un payaso. Escribe Mohamed Gamal: "If we were waiting for a Guevara or Gandhi or Mandela, I thought, Youssef was never like them and he never claimed to be."* Pero el payaso hizo su trabajo, cumplió donde otros no lo hicieron. Asustados por las perspectivas que se le abrían, les dio miedo y volvieron a la seguridad de la celda. A Bassen no le echó el poder; le echó el pueblo. No querían críticas a sus nuevos ídolos.


* "On the giant that Bassem Youssef did not tickle" Mada Masr 12/07/2017 https://www.madamasr.com/en/2017/07/12/feature/culture/on-the-giant-that-bassem-youssef-did-not-tickle/

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.