domingo, 2 de julio de 2017

Millennials

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Existen muchas formas de "explicar" la realidad o, si se prefiere, de "montarla". Es como un puzzle sin modelo de referencia en la que cada uno trata de explicar que lo que ha hecho es real. La explicación de porqué las cosas son somos son puede ser muy variada e incluso contraria con las piezas que seleccionamos y que crean nuestra figura de lo real.
En estos años últimos hay una rabia furibunda contra la llamada "transición". La "transición" fue considerada, especialmente fuera de España, un ejemplo del paso de una dictadura a una democracia. Se produjo, además, en un momento en que ese problema existía en una serie de países que trataban de encontrar un modelo con el que salir de sus propias situaciones complicadas. Lo vieron en España.
La "transición" fue. Cumplió su función y dejó paso al sistema democrático que hoy tenemos. Sin embargo, se está llamando "transición" (contra toda semántica) al sistema existente, con lo que se confunde el tránsito del momento con el todo el recorrido. La transición, por definición, se acabó cuando se llegó a consolidar el sistema democrático cerrando el proceso constitucional y electoral. Algunos lo cierran con la alternancia.
El argumento que se trata de exponer es que hay tal diferencia entre la gente de "entonces" y la de "ahora" que se deben cambiar muchas cosas en el plano político. Para ello se acentúa la diferencia existente o, mejor aún, se hace recaer sobre los puntos que interesan a algunos.
En primer lugar, que existan diferencias generacionales es lo normal. Lo extraño sería lo contrario. Más todavía si, como ha ocurrido en España, se ha producido un enorme cambio social y de mentalidades en muy poco tiempo. Fue precisamente el cambio político lo que posibilitó el salto al adentrarnos en la convivencia y la tolerancia. El segundo proceso, sin el que el primero hubiera sido imposible, fue la entrada en Europa. Entramos en Europa cuando esta tuvo garantías de que nuestro sistema democrático estaba consolidado.


Soy contrario a que nadie se apropie, ni política ni generacionalmente, de lo que ha sido un logro general producido por haber sido capaces de crearnos una normalidad en nuestra convivencia. Hace 50 años habría sido impensable ver las calles de Madrid convertidas en una fiesta multitudinaria del World Pride. Y ahí están. Los indicadores que estos días se nos mostraba incidían todos en la apertura de la sociedad española en su conjunto.
En el diario El País se trata la cuestión de las brechas generacionales y sus consecuencias políticas:

“Se ha roto el momento referente político en España que era la Transición. Ese momento ya no es inédito. Ahora hay otro. Se ha replicado con otros canales, con otra estructura política”, dice Paco Camas, analista de Metroscopia. La Transición duró solo unos años, pero su legado es profundo. María José Estrada, madre de Padilla, recuerda cómo su interés por la política decayó a finales de los 80: “Todos nos conformamos con supuestos grandes logros. Luego descubres que no es verdad. Creí que construía un futuro que no ha cuajado”, dice.
A pesar de que ese futuro no ha cuajado, España es hoy el país que la Transición diseñó. Los que eran jóvenes en aquella época, hoy ven que no todo va bien, pero aún sienten cierto afecto por su obra colectiva. Los millennials, en cambio, no se sienten vinculados a algo que se han encontrado y que no cumple su cometido, tal como ellos creen que debe hacerlo: “La generación actual ya se ha encontrado las instituciones de la Transición y no sienten el apego de otras generaciones. Además, contaban poco, se les había tenido algo olvidados. Piden sentirse representados”, dice Berta Barbet, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona.*


¿Algo que se han encontrado? ¿Hay alguien que nazca sin encontrarse algo al llegar? ¿Es esa la excusa para no aceptar lo que hay? Es casi una broma de no ser porque la broma se extiende mucho y es aceptada por aquellos interesados en la teoría de que solo soy responsable de lo que hago y no de lo que recibo. Según este principio, nadie debería aceptar nada. Es ingenuo y peligroso.
¿Es el fenómeno de los millennials español? Cuando busco información que la describa me encuentro que en todas partes es la misma definición, las mismas características por todo el mundo. Aunque en cada país tendrá sus propias circunstancias, cualquier intento de convertirlo en un fenómeno únicamente español es una falacia interesada.
Las formas políticas de acercarse a los millennials varia de un país a otro. Al saber sus características, el mensaje se adapta en función de aquello sobre lo que se quiere hacer recaer el estigma. En nuestro caso es la Constitución, como un reflejo del tiempo, es decir, de la Transición. Sobre ellas se acumulan discursos entremezclados en los que lo que ocurrió en los 70 y 80 son las causas directas de los problemas que ocurren hoy.
El diario El País publicó un artículo sobre el retrato de los millennials españoles según las encuestas. La descripción es bastante peculiar en su conjunto:

Aunque hay un amplio grupo de chicos y chicas que han entrado en el mercado laboral como se hacía antes (contratos fijos, muchas horas de meritorio y sueldos bajos, confiando en ascender pronto), el modelo convencional no es tan deseado por esta generación como por las anteriores. Se han resignado a la precariedad. "Salario bueno no va a haber; condiciones, casi seguro que tampoco, y vivir la vida es un poco lo que nos queda", dice Elías Rodríguez, de 25 años.
Además, los millennials españoles quieren un trabajo, pero tienen menos prisa por encontrarlo y ponen por delante la calidad y un horario que les permita conciliar lo laboral y lo personal y disfrutar de la vida, que un sueldo llamativo. Ganar dinero está en los escalones más bajos de sus aspiraciones. La familia, los amigos, la calidad del trabajo, los estudios o el sexo están por encima del dinero, según la última encuesta del Observatorio de la Juventud.
Además, no están obsesionados por poseer una casa o un coche; son más de la cultura de compartir. Salvo en lo que a aparatos digitales se refiere. Quieren el último teléfono móvil y el último ordenador portátil, porque son esencialmente digitales, multipantallas y adictos a las APPs y a las redes sociales. No ven mucho la televisión, ni compran periódicos, pero se consideran bien informados a través de Internet.
Según un informe elaborado por la consultora Deloitte, la generación del milenio ha desarrollado un sentido mucho más crítico y exigente que sus padres. Exigen una vida más personalizada y defienden unos nuevos valores más acordes con la sociedad actual: transparencia, sostenibilidad, participación, colaboración y compromiso social. Aunque se sienten autosuficientes y autónomos y quieren ser protagonistas en su vida social y laboral. En cierto sentido, son narcisistas y consentidos.**


¿Qué es la "sociedad actual" en este contexto, "ellos menos sus padres"? La creencia en que los que llegan deben desplazar a los demás, a los que ven como un obstáculo retrógrado, es demasiado infantil para ser aceptable. Sin embargo es fácil convencer a la gente de ello si se usan los discursos adecuados.
Lo que sale de las encuestas tiene una extraña traducción en la realidad. Una mezcla de muy diferentes sentimientos y actitudes centrados en aspectos de rebeldía y de integración suma, de actividad y pasividad, conviviendo en medio de una enorme frustración. Esta frustración deriva sobre todo, entiendo, del empleo y su precariedad. Son problemas reales que hay que enfrentar con decisión, pues esta generación que lo padece ha llegado a un límite. No son ellos los únicos, ya que son las generaciones anteriores las que están ayudando a paliarlo como "colchones". Por eso la sociedad se ve como injusta, pero la familia se ve positivamente. Sin embargo, los mismos que protegen a los suyos, explotan a los hijos de otros. Es un perverso reciclado.

El fenómeno millennials retrata a una generación y es mundial porque España también entró en el flujo global como fruto de su propio progreso. Solo el desconocimiento profundo de la Historia (que es una característica millennial) puede ignorar el cambio y la estabilización que trajo la Constitución española como reflejo de un deseo de convivencia. ¿Es perfecta? No, ninguna lo es. ¿Van a solucionar los cambios algunos de los "problemas" de los millennials? Lo dudo mucho, si sus condiciones son mundiales, como se nos dice.
Los intentos de convertir la Constitución en obstáculo obedecen a una bien meditada tendencia a introducir nuevos grupos, con nuevas/viejas agendas, en el mapa político canalizando esa distancia intergeneracional que se ha creado.
Hace muchos años que escribí en algún sitio que en el futuro las distinciones ya no serían de "clase" sino de "edad". El efecto es debido a lo que llamaron hace ya muchas décadas "shock del futuro", que incrementa la sensación de diferencia debido a los cambios, mucho más rápidos que anteriormente. Son esos cambios los que hacen que los jóvenes árabes pidan más cambios y exploten en la Primavera de de 2011. Son esas diferencias las que hacen que en el Reino Unido los jóvenes se pongan mayoritariamente al Brexit mientras que los jubilados se sienten más victorianos.
Los problemas de los millennials son reales, pero son de la sociedad en la que vivimos. Afectan al conjunto de la sociedad al arrastrarlos hacia el futuro. Hay muchos intereses en el retrato de los millennials, de sus problemas y aspiraciones.


Hace falta una perspectiva más amplia para comprender que una parte de los problemas que se generan tienen como víctimas a los sectores más jóvenes. En unas generaciones les "toca" ir a las guerras y en otras vivir precariamente, como en esta. Cuando las generaciones padecen grandes desajustes o no gozan de las oportunidades que merecen, el clima social se complica porque cunde la desafección y el egocentrismo. Si yo no importo a los demás, los demás no me importan a mí. Se desprecian las normas de convivencia porque están hechas por otros, etc. La vida común se deteriora en muchos aspectos.
Plantearse la vida social como una lucha entre padres e hijos no tiene mucho sentido, especialmente si luego se valora mucho a la familia. Lo cierto es que el modelo social no es justo al no preverse el alcance profundo de los cambios en el trabajo de la Sociedad de la Información y de la globalización. Eso es lo que hay que analizar y tratar de paliar. Sobre eso deberían discutir nuestros (todos) los políticos. Dar soluciones reales a problemas reales.
Los dos textos del diario El País ahondan en la cuestión de los millennials. De la "generación entre dos mundos", de abril, pasamos a "dos generaciones que se dan la espalda" de hoy.  Parece que todo lo que preocupa de la nueva generación es a quién va a votar. La preocupación debería ser otra. Esa es una preocupación vieja (pero actual). Lo importante es resolver los problemas y eso afecta a todos.




* "Dos generaciones que se dan la espalda" El País 2/07/2017 http://politica.elpais.com/politica/2017/06/30/actualidad/1498820531_145055.html

** "Una generación entre dos mundos" El País 5/04/2017 http://politica.elpais.com/politica/2017/03/04/actualidad/1488647914_007106.html


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