sábado, 17 de junio de 2017

Donald, César y Arturo o el mundo es un escenario

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los montajes de Shakespeare en el Central Park son toda una tradición. Pero si se monta la obra Julio César y se trae a la actualidad, se viste de ejecutivos a  los senadores y a César se le caracteriza como a Donald Trump, con su penacho amarillo y su larga corbata por debajo del cinturón, la tradición se convierte en agria polémica. ¿Incitación al asesinato?, se preguntan algunos. ¡Defensa de la democracia!, exclaman otros en un debate que confirma que Trump llegó a la Casa Blanca, vio, pero no convenció. Como ocurrió con el musical "Hamilton" anteriormente, se ha convertido en una pieza de artillería contra un mandato que muchos consideran negativo para la democracia.
La polémica surge también con otro hecho límite: el ataque armado contra un grupo de congresistas republicanos que jugaban al béisbol hace apenas unos días. El tirador, que pudo haber causado una masacre, era un ferviente anti-Trump, al que acusaba de destruir la democracia. Como escribió un articulista tras los hechos, esto es algo que todos podían usar contra el resto.
La noticia surge esta vez en Central Park, de la mano de los actores y actrices que representan a Shakespeare. En la crítica en The Washington Post, titulada "When ‘Julius Caesar’ was given a Trumpian makeover, people lost it. But is it any good?", firmada por Peter Mark, podemos leer al final:

In an interview, Eustis told me that his goal was intentionally political, that he saw in Caesar the earmarks of a kind of tyranny that contemporary audiences would recognize. “The fundamental question in ‘Julius Caesar’ is what do you do to protect a democracy when a demagogue is threatening the thing that you love,” he said. When such questions arise, this production vibrantly reaffirms, it’s always the right move to brush up your Shakespeare.*


No se le escapará a los aficionados al musical norteamericano que las últimas palabras se corresponden con la letra de otra adaptación shakesperiana, Kiss me, Kate, esta vez del gran Cole Porter con La doma de la bravía.
Julio César es una obra claramente política en el conjunto de la obra del dramaturgo. Desempolvar a Shakespeare es, por supuesto, actualizarlo. Esa es la función de los clásicos. Su eficacia es doble cuando la obra se completa con lo que ocurre fuera del escenario, en la historia misma. Su eficacia se muestra cuando comprendemos que cosas como la ambición, la lucha por el poder, son constantes del comportamiento humano y que da igual el tiempo transcurrido. Esa es la verdad de la obra, la que reconocemos en la vida.
Pero actualizar a Shakespeare es una cosa y aprovecharlo para la crítica del presidente de los Estados Unidos es otra, opinan algunos. Afortunadamente, una buena memoria es parte del trabajo crítico. Peter Mark recuerda:

A 2012 production of the play by Minneapolis’s august Guthrie Theatre and the New York-based Acting Company presented Caesar in the guise of a black actor who was meant to suggest President Obama. That version aroused none of the anger and condemnations in the ultraconservative media that have made the new Shakespeare-in-the-Park incarnation a target. So much so that the aforementioned corporate partners of the Public Theater, which stages free summertime Shakespeare in the Delacorte Theater, dropped their financial support of the show.*


El aumento de las críticas tiene una razón clara: llueve sobre mojado. Si Donald Trump y los suyos se sintieran seguros en sus posiciones les importaría menos lo que ocurre en Central Park. Sin embargo les afecta profundamente porque el arte cala más que otras formas más burdas. Poco se esperaba Donald Trump que su reinado glorioso se haya convertido en una especie de infierno en el que pese a su triunfalismo, va acumulando desastre tras desastre. No creo que exista ningún precedente de alguien como Trump entre los presidentes norteamericanos. Trump es un accidente. No una forma de azar, sino un accidente, algo que ocurre cuando el entorno está muy deteriorado, como le ocurre a la vida democrática norteamericana y de muchos otros lugares.
Por eso la escocedura shakesperiana es profunda y los ataques a los que han montado la obra constantes. En la página web oficial del teatro público neoyorkino podemos leer la siguiente nota:

Our production of JULIUS CAESAR is no advocates violence towards anyone. Shakespeare's play, and our production, make the opposite point: those who attempt to defend democracy by undemocratic means pay a terrible price and destroy the very thing they are fighting to save. For over 400 years, Shakespeare's play has told this story and we are proud to be telling it again in Central Park.
The Public Theater stands completely behind our production of JULIUS CAESAR. We understand and respect the right of our sponsors and supporters to allocate their funding in line with their own values. We recognize that our interpretation of the play has provoked heated discussion; audiences, sponsors and supporters have expressed varying viewpoints ad opinions.
Such discussion is exactly the goal of our civically-engaged theater; this discourse is the basis of a Healthy democracy.
#WeAreOnePublic
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Es un escudo contra los ataques y una declaración de principios.
Escribe Oskar Eustis, el director de la obra, que llevaba 17 años sin representarse en el teatro de Central Park, que es una obra sobre la fragilidad de la democracia. En estos tiempos en los que las democracias sufren escarnio de los que las ven demasiado débiles, demasiado "occidentales", en que se potencian figuras autoritarias por todo el mundo, no está mal recordar al César. Ha demasiado Julios sin grandeza, caricaturas autoritarias.

La historia de la toma del poder por parte de Donald Trump requerirá al menos dos partes, ascenso y caída, como en el "Arturo Ui", de Bertolt Brecht, otro analista del poder. En ella, Brecht también se ocupaba del ascenso de la demagogia, esta vez del nazismo. Fue escrita en Finlandia, en 1941, mientras esperaba el visado para entrar en los Estados Unidos.
La obra —La resistible ascensión y caída de Arturo Ui— fue estrenada en España el 16 de octubre de 1975, con gran retraso por la censura, poco antes de la muerte de Franco. En el texto introductorio se nos explica la intención de Brecht: contar a los norteamericanos el ascenso de Hitler para que lo entendieran. Con este objetivo, Brecht situó la historia del ascenso hitleriano en la sociedad norteamericana, en un entorno conocido, en medio de gánsteres y políticos corruptos. El texto introductorio nos explica: «No puede tratarse aquí de denunciar a la Alemania del III Reich; eso ya lo hizo la Historia misma. Creemos seguir la intención de Brecht, cuando nos planteamos como meta el cuestionar, mediante una parábola realista (que es el medio genuino del teatro) si el presente puede ser comprendido —y superado—.» Es el mismo planteamiento del montaje del parque, la parábola que nos explica el presente. No se trata solo de entender a Shakespeare —sea eso lo que sea— sino de entender el funcionamiento del mundo en el que vivimos y lo que nos ocurre en él.
En sus palabras finales —en versión de Camilo José Cela, nuestro premio Nobel— se deja clara la finalidad del arte teatral así entendido:

Respetable público: aprendamos a ver,
en vez de mirar como borregos.
En vez de charlar,
bla, bla, bla, bla, bla,
debemos actuar.
Lo que habéis visto estuvo a punto
de dominar el mundo
aún no hace tantos años.
Los pueblos terminaron por tener la razón,
pero nadie puede cantar victoria antes de tiempo.
¡Todavía es fecundo
el vientre que parió el suceso inmundo!
Respetable público: aprendamos a ver,
en lugar de mirar como el cordero
que marcha al matadero.



La función del artista, teatral en este caso, es mantener despiertos a los públicos, no solo durante la obra sino en el mundo, en la vida. Para que no sean secuestradas las libertades, deben mostrarnos lo posible o recordarnos lo que fue para evitar que caigamos de nuevo en situaciones no deseables. La defensa de la democracia, de las libertades de todos, es un riesgo y se hace un llamamiento activo, no a la violencia, como dejan claro en su nota los miembros del teatro, sino a despertar del sueño seductor y de la inacción irresponsable.  Llamamiento a la violencia es la xenofobia y el racismo; vender armas y elevar muros; abrazar dictadores y felicitarlos por su labor. Eso sí es violencia. Lo otro se llama crítica.
El consenso sobre Trump es bastante amplio. En vez de buscar la paz y la armonía, en apenas unos meses, Trump ha aumentado el riesgo global. No vivimos en un mundo más seguro, sino mucho más inestable y armado. En la Unión Europea no se desea ni verle y el mundo sufre por su negacionismo del cambio climático. Ha deshecho los acuerdos construidos durante años, elaborados por los propios Estados Unidos.


El deterioro de la imagen de los Estados Unidos —salvo en los regímenes autoritarios, donde los gobernantes presumen de tener su apoyo— es enorme. No es fiable para nadie y es objeto de críticas por todo el mundo, desde sectores que defienden la Ciencia hasta lo que se ocupan del Medio Ambiente o de los derechos de las Mujeres.
En cierto sentido, nadie es más teatral que Donald Trump. La vida de Trump es su exterior, su carácter histriónico convierte su vida en un escenario de una obra infinitamente más vulgar que la que Shakespeare contó. Si alguien se anima a contar la suya será con tonos más cercanos a Brecht que a Shakespeare. No debe esperar grandeza, ni tono elevado. Solo vulgaridad, vulgaridad y vulgaridad.



* * "When ‘Julius Caesar’ was given a Trumpian makeover, people lost it. But is it any good?" The Washington Post 16/06/2017 https://www.washingtonpost.com/news/arts-and-entertainment/wp/2017/06/16/calpurnia-as-melania-octavius-as-jared-the-public-theater-goes-full-trump-with-julius-caesar-in-central-park/
** publictheater.org.

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