viernes, 19 de mayo de 2017

Theresa May desatada

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Sigo sin entender el razonamiento de Theresa May. Sigo sin entender porque si los británicos la votan más significa que la Unión Europea debe ceder a sus chantajes. Como nueva "dama de hierro", la señora May está bastante oxidada en sus métodos.
Puede que tenga a Kipling en su cabecera y sueño con un futuro colonial. La práctica que ha propuesto de gravar a los empresarios que contraten extranjeros no arreglará nada sino que pondrá en más dificultades a la economía británica además de granjearle las enemistades de todo el mundo. ¿Empezaremos a cobrar a los británicos impuestos especiales para equilibrar? ¿Les cobraremos el doble las cervezas?
Los conservadores británicos no están aprendiendo nada de lo que ocurre con su amigo Donald Trump. Reino Unido se equivocó en el Brexit y se está volviendo a equivocar con la campaña bélica que está planeando.
Hay algo que falla en la política que es lo que podríamos llamar la armonización de los niveles. Está claro que nuestras políticas se desarrollan hoy en diversos niveles: los locales y los internacionales. Tratar de jugar en uno para conseguir ventajas en otro no es sino un despropósito que tendrá consecuencias nefastas. Theresa May, por ejemplo, trata de crear problemas en la Unión Europea pensando que eso le fortalecerá en su toma de posición en el plano de la política británica. ¿Pero todavía no han aprendido de lo ocurrido con David Cameron y del desastroso resultado de jugar con fuego en Europa y después quedar debilitado en Reino Unido?

Mientras la Unión Europea le dice que lo primero es salvaguardar los derechos de los ciudadanos, tanto británicos en Europa, como europeos en Reino Unido, la señora May, enfebrecida, ha empezado a legalizar a los extranjeros como parásitos de la economía británica y a penalizarlos.  No sé si con ello conseguirá votos, pero está claro que de cara a la negociación del Brexit solo conseguirá que vayan a por ella directamente.
Juncker dijo que May vive en otra galaxia después de encontrarse con ella. Ahora comprendemos lo distante que está esa galaxia y las extrañas reglas físicas y mentales que la rigen. O quizá, como el Principito, viva en su propio planeta a la espera de que le visiten personajes como ese Rudyard Kipling colonial o los fantasmas de la Europa pasada, la Europa presente y de la Europa Futura.
May quiere el poder (qué político no lo quiere) no precisamente para frenar a Europa sino para frenar las protestas que va a tener dentro en cuanto que empiece a aplicar un programa populista y ultra conservador. El argumento de que eso servirá para frenar a Europa se cae solo. Sabe que podrá echar la culpa a Europa de todo lo que no le salga bien y eso no es bueno para nadie. El Brexit —hay que recordarlo— ganó, pero con una fuerte oposición.
Penalizando a las empresas que contraten extranjeros, May excede el mero proteccionismo. Va más allá y entra en una clara xenofobia y discriminación, pues eso obligará a salarios más bajos para los extranjeros. El efecto se verá pronto en los salarios generales. Puede que se lleven sorpresas.
Tras el triunfo de Trump, May se prometía un escenario europeo muy distinto, débil y atacado desde cuatro frentes: USA, Gran Bretaña, los antieuropeos dentro (Marine Le Pen, Geert Wilder, etc.) y la inmigración de Oriente Medio. La conjunción de los dos últimos, reforzándose mutuamente, ayudaría a debilitar internamente a Europa que quedaría a los pies de Gran Bretaña y Estados Unidos, el nuevo eje, escenificado estúpidamente con la salida de la mano de Trump y May.


Sin embargo, tanto Trump como May han jugado el papel contrario: han reforzado la Unión Europea y en las elecciones celebradas en diferentes países se han visto al viento banderas de la Unión, algo poco frecuente. La gente ha comenzado a darse cuenta de la importancia de Europa y del peligro de estos personajes que juegan con los nacionalismos populistas. Los valores europeos son otros.
En este sentido, las próximas elecciones serán las alemanas y parece que la victoria de la esencial Angela Merkel se va viendo cada vez más clara. Junto con Emmanuel Macron han planteado una refundación de los principios europeos para evitar que se juegue con los euroescépticos.
Lluis Bassets, en el diario El País, escribe refiriéndose a Macron y Europa:

La gesta inesperada de Macron tiene trascendencia europea y global. De Francia llega, una vez más, como ha sucedido tantas veces en la historia, un mensaje con pretensiones de universalidad y ejemplaridad. Su elección ha cortado en seco el ascenso de los populismos en el campo de batalla decisivo. Que haya pasado este peligro no significa que todo peligro haya pasado. Las fuerzas de la regresión están ahí y ahí seguirán si nadie hace nada por desarmarlas y por hurtarles el motivo de su revuelta. Pero esta victoria europeísta y liberal marca en el peor de los casos un respiro y en el mejor de todos un cambio de tendencia.
No se ha producido el mortífero tres en raya —Brexit, Trump, Marine Le Pen—, pero la llegada de Macron al Elíseo es también la respuesta francesa y europea a la deserción anglosajona del orden global internacional y europeo del que Londres y Washington eran socios principales y fundadores. Como en otras ocasiones en la historia, Francia aprovecha el hueco, aunque en este caso con la bandera europea por insignia, para reequilibrar la globalidad averiada primero por la crisis financiera y ahora por la rendición nacionalista de estadounidenses y británicos. Una vez librada y ganada la batalla en Francia, ahora corresponde librarla y ganarla, primero en Europa, convenciendo a Alemania para que relaje su sacrosanto rigor económico, y luego desde Bruselas en la escena internacional, devolviendo a los europeos el lugar que les pertenece como jugadores globales, a la par con las grandes potencias, Estados Unidos, China y Rusia. Vasta tarea, en palabras gaullistas.*


Ver el peligro tan cerca ha sido importante; pero mucho más reaccionar a tiempo. Francia ha hecho su parte y ahora todos debemos hacer la nuestra: hacer la mejor y más justa para los ciudadanos europeos. A diferencia de lo que hacen Trump y May no se trata de prometer futuros imperiales, temor y temblor.
Los europeos, a dios gracias, tenemos que idearnos nuestro futuro, diseñarlo sin necesidad de ir por delante de nadie ni sacar imperios de la manga. La vieja Europa es, en realidad, el sueño más moderno. Lo más viejo —sin duda— es el futuro victoriano que proclama la señora May para sus conciudadanos o el militarista y agresivo del señor Trump. No hay modernidad, solo volver a la isla.




* Lluis Bassets Macron, espejo y modelo 14/05/2017 http://internacional.elpais.com/internacional/2017/05/12/actualidad/1494603948_859911.html


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