viernes, 21 de abril de 2017

Figuras ocultas: mujeres, discriminación y ciencia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Poco después del estreno "Figuras ocultas" (Hidden Figures, Theodore Melfi 2016) tenemos entre nosotros el libro del que salió la película, la obra del mismo título escrita por Margot Lee Shetterley*, publicada por Harper Collins Ibérica (traducción de Carlos Ramos Malave).
Muchos pensarían al verla que el origen de la película era una novela. Las fotografías finales nos confirmaban que aquellos personajes habían sido personas, que habían vivido aquellos y otros muchos acontecimientos.
Lo que nos encontramos en la obra es un magnífico estudio sobre la historia de las mujeres negras y de su lucha por la educación y por poder desarrollar sin limitaciones en su vida esos conocimientos adquiridos con esfuerzo.
No es fácil trabajar en el campo de la Historia y no es fácil escribir "historia". El discurso histórico ha sido sometido a diversas reconsideraciones y críticas en la medida en que supone el uso de determinados mecanismos retóricos y narrativos, lógicos, incluso, que determinan su construcción. Se dice que la historia la escriben los vencedores, cuando se habla de guerras. Pero hay muchos conflictos que no tienen el estatus de guerra aunque, de hecho lo sea. El conflicto racial es uno y el femenino otro.

"Figuras ocultas", en este sentido, es un libro tremendamente actual, aunque su momento sea un período que va de los años 40 a la década de los 60. Es un período clave porque cubre el desarrollo del movimiento de los derechos civiles, algo que está de nuevo hoy sobre la mesa, sobre las calles y en nuevos artículos y obras.
Escribe la autora al final de su libro, en el apartado de los agradecimientos: «Siendo hija de una profesora de inglés de la Universidad de Hampton y de un científico de investigación de la NASA, probablemente fuera inevitable que acabase escribiendo un libro sobre científicos.» (353)
La Ciencia es la tercera de las patas de esta obra: negritud, mujer y Ciencia. Se ha tratado en diversas ocasiones la cuestión del feminismo negro y de la doble opresión, la del racismo y la del patriarcado. Aquí la tercera barrera es la resistencia a la entrada en el campo científico y tecnológico. Son muchas barreras en esta historia.
Una de las cosas interesantes de esta obra es precisamente la desmitificación del romanticismo de la lucha en favor de una perspectiva de lo cotidiano, de un realismo minimalista. Es un gran acierto no dejar que olvidemos que no hay camino de rosas sino un camino abierto por una necesidad: la de mano de obra debido a los millones de hombres que combatían. Las mujeres, blancas y negras, entraron en muchos lugares gracias a las necesidades de la maquinaria de guerra, de las industrias que necesitan ampliar su producción y había perdido la mano de obra, mandada al frente.


La incorporación de las mujeres al campo de trabajo no se hace por ningún  tipo de altruismo sino por necesidad de producción. Por eso el final de la guerra traerá consecuencias. Tras la paz en julio, Shetterley escribe:

Dos millones de mujeres estadounidenses de todos los colores fueron despedidas incluso antes de que cayera el telón en agosto. Muchas anticipaban un alegre regreso a la vida doméstica. Otras, satisfechas con su trabajo, se resistían a volver a la cocina y a los niños. Con el trabajo había llegado la seguridad económica y un mayor poder de decisión en los asuntos domésticos, lo que enfrentó a muchas mujeres con sus maridos. Muchos maridos regresarán a casa y descubrirán que las esposas indefensas que habían dejado atrás se han convertido en mujeres maduras e independientes, escribía la columnista Evelyn Mansfield Swann en el Norfolk Journal and Guide. (102-103)

La sencillez de la idea asombra por sus efectos sociales inmensos. La I Guerra Mundial ya había creado oportunidades dando salida a mujeres hacia algunos empleos, pero será la II la que haga dar el salto dado el esfuerzo industrial que supuso. La necesidad acucia. Esta vez serán los avances en la aviación, promovidos por la competición bélica, la que dé el salto hacia un tipo de formación en esos momentos necesaria: las computistas, mujeres que realizaban los cálculos matemáticos que los ingenieros necesitaban para la construcción de los aviones. El cálculo era importante, pero se consideraba un trabajo mecánico, no creativo. Eran mujeres con formación matemática a las que se usaba como "calculadoras". La existencia de escuelas para negros y maestras que impartían matemáticas hizo que muchas de ellas se reciclaran en este empleo. Era una mejora.
En esta primera fase, durante la II Guerra, los ordenadores no existían todavía. De haber existido, habrían sido las máquinas las que habrían realizado las operaciones de cálculo. Pero la Historia es la que es, aunque se pueda contar de muchas formas o silenciar.


El despido de esos dos millones de mujeres con el eco de los cañones en el aire nos da a entender que no se consideraba tanto un avance como una necesidad. La película se centra en el periodo de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, cuando no es la guerra la que lleva a contratar mujeres sino la Guerra Fría en su vertiente carrera espacial. Donde se habían desarrollado los aviones militares, se realizarán los cálculos para que la Unión Soviética no ganara la carrera del espacio, que era propagandística tratando de sacar músculo científico y tecnológico. Intentar poner hombre en el espacio, hacerles pisar la Luna, fue lo que esta vez metió a estas mujeres en un terreno bastante hostil, en especial para las mujeres negras, cuya piel marcaba su estatus.
La década de los cincuenta fue descrita por Betty Friedan, en su magnífica La mística de la feminidad, merecedora del Premio Pulitzer, como un retroceso para las mujeres. No iban a las universidades a estudiar para trabajar después, sino para encontrar maridos con los que cumplir un seductor ideal consumista que se generó —como señaló Friedan— entre la publicidad, las revistas femeninas, el cine y la televisión. Lo que llamó "el malestar que no tiene nombre" era esa sensación de vacío que hizo desgraciadas a millones de mujeres norteamericanas movidas hacia el desarrollo educativo, frenadas en el laboral y encerradas en el familiar.


La observación citada por Shetterly de la columnista del Norfolk Journal and Guide sobre que las mujeres que se iban a encontrar ya no eran las mismas, sumisas y complacientes anteriores, explica bastantes cosas de la extraña década de los cincuenta en la que saltarán las chispas con las fricciones de las mujeres y de la discriminación racial.
Tanto el movimiento de Derechos Civiles —para la cuestión de la discriminación racial— como la denominada "Liberación de la Mujer", tienen mucho de reacciones a la reacción, es decir, el malestar producido tras el retroceso que imponían al final de la Guerra. Lo que habían demostrado había servido de poco. Pero, lo más importante, se lo habían demostrado a ellas mismas. Ya no eran las que habían sido. La chispa de luz había iluminado por un tiempo su existencia.
Una de las muchísimas virtudes de la obra de Margot Lee Shetterly es la capacidad de moverse entre la historia y la psicología individual, las del grupo y la social. Al centrarse en unos grupos de mujeres específicos, puede recopilar materiales (entrevistas, testimonios familiares, etc.) que dan cuenta de los deseos personales, de los sueños y de los sufrimientos por conseguirlos. Pero también nos traslada a su conciencia de grupo, de pequeño ejército que está luchando en su propio frente en una batalla más amplia. Finalmente nos trae una época contradictoria, que es capaz de luchar por mandar un hombre a la Luna pero no le reconoce a la mujer derechos generales y le niega otros específicos a la mujer negra.



Es destacable otro aspecto. La obra es una interesante descripción de la creación de un campo, el de la ciencia y la tecnología de la aviación y del espacio. Nos muestra como se configuró como campo de trabajo de personas muy distintas que iban cargadas con conocimientos y con prejuicios, como los de su propio tiempo.
Una obra muy recomendable para todos estos campos (mujeres, discriminación, ciencia) por separado o juntos, como se dan en la vida misma. Una de las ilusiones de la Ciencia es hacernos creer que las líneas que dibujamos son reales. "Figuras ocultas" hace emerger, en su complejidad, esa explicación de cómo lo viejo controla el desarrollo de lo nuevo y de cómo los grandes prejuicios determinan todos los campos, incluidos los de la Ciencia. Asombra ver a los mejores cerebros de una generación no poder desprenderse de los prejuicios patriarcales y raciales. 
Tuvieron que demostrar tres veces su valía: como mujeres, como negras y como parte valiosa de la comunidad científica.


* Margot Lee Shetterly (2017). Figuras ocultas. Harper Collins Ibérica.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.