viernes, 10 de febrero de 2017

El trumpismo o ¿dónde está la cámara?

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Uno de los signos característicos del trumpismo, por lo que hemos visto hasta el momento, es la conversión de lo importante en trivial y, al mismo tiempo, el ascenso de lo trivial a la categoría de importante. El papel de los medios en esto es importante.
La CNN pasaba hace apenas unos minutos a reunir a expertos legales —fiscales, constitucionalistas, abogados, analistas legales, etc.— para debatir las consecuencias del respaldo por 3-0, una bofetada, de los jueces a la retirada de su prohibición de entrar en los Estados Unidos a los ciudadanos de 7 países de población mayoritariamente musulmana.
La siguiente información de la cadena televisiva es el escándalo formado por las declaraciones durante una entrevista de la asesora presidencial Kellyanne Conway con la cadena Fox News. Durante su intervención, Conway se dedicó a promocionar la línea de ropa y complementos de la hija de Trump, Ivanka, que había sido retirada de una cadena con la que tenía contrato. La cadena alega que ha sido debido al descenso de ventas y a las renovaciones anuales, mientras que los Trump se lo han tomado como un ataque político.
Para Donald Trump, el hombre sin experiencia política, todo ha pasado a ser "político". Es la acusación que ha lanzado contra los jueces y es la que ha lanzado contra los almacenes. Todo tiene un punto en común: él. Él es ahora la "política".
En su egocentrismo, Trump no puede entender que los jueces tengan la vista puesta en las leyes y la justicia, en los derechos de los ciudadanos. Su visión del mundo es la jerarquía de la Torre Trump: él está arriba y nadie le discute las órdenes, que fluyen hacia abajo, hasta los últimos recodos de los sótanos.


Que en estos momentos se estén debatiendo dos asuntos tan diferentes como la promoción comercial de su hija por una asesora presidencial y por él mismo —por cierto, las etiquetas lucen un "Made in China"— y una cuestión que afecta a cientos de miles de personas a las que se les cierran las fronteras del país, es algo que caracteriza a Trump.
Es cierto que no lo ha inventado él, pero sí que lo ha elevado a la primera línea de la vida política norteamericana, con una intensidad impensable para muchos y temida por otros.
El trumpismo ha dado un salto a la política, a la que ha transformado, por no decir "aplastado". Hemos tenido el fenómeno de la llamada "pipolización" (de "people") por medio de la cual los políticos se introducían en el mundo del glamur y compartían otras secciones de la prensa, las de "gente" o "sociedad". El ejemplo más notorio hasta el momento ha sido el de Nicolas Sarkozy y Carla Bruni. Los Obama también han tenido su trascendencia social, si bien con otra dimensión.
El caso de Trump es el contrario. No se trata de políticos construyéndose una imagen pública glamurosa, sino de lo contrario. Los Trump vienen del mundo del espectáculo en sus formas más nítidas, como han sido los realities y han aprovechado la notoriedad como publicidad de sus negocios, convirtiendo en apellido en marca, tal como aparece claramente en sus edificios o en sus jets privados. "Trump" es una marca. Los conflictos de intereses serán constantes porque han logrado la mayor publicidad del globo gracias a las actuaciones políticas de su padre. Eso no significa que no pueda convertirse en promoción negativa. Es el riesgo que asume al vincular el destino de la familia a las andanzas paternas. Conforme los actos de Trump sean cuestionados, todo lo que él ha forjado —más allá de la ropa de su hija— se resentirá. Eso incluye hoteles y campos de golf. Ya ocurrió durante la campaña y tuvo repercusiones en varios sectores, especialmente todo aquello que llevaba su nombre.


El responsable es el propio Trump que elevó la ostentación de la riqueza a categoría de éxito y la utilizó para convencer a sus votantes de su pericia empresarial. Nada de particular tiene, pues, que la gente se revuelva contra Trump y lo que él ha usado como signos, familia incluida. "Víctima" más afectada que su hija es su esposa Ivanka, cuyas fotografías de desnudos han vuelto a circular al hilo del salto de su marido a la política mundial. No es la mejor publicidad para la Casa Blanca, pero es publicidad.
The Washington Post titula centrándose en la cuestión clave "Trump is changing the presidency more than the presidency is changing Trump". Y explican:

Lyndon B. Johnson once said: “The presidency has made every man who occupied it, no matter how small, bigger than he was, and no matter how big, not big enough for its demands.”
But in his first three weeks in office, Trump appears to be changing the presidency more than the reverse.
Rather than moderating his impulses, his top aides seem intent on amplifying them — pleasing their boss by attacking critics and the news media, defending his factually inaccurate assertions and adding to the growing pile of what counselor Kellyanne Conway called “alternative facts.”
Trump and those around him had long promised that he would tone down his style if elected. There was even talk that he might give up the Twitter account that functions as an expression of his id.
In an April rally in Pennsylvania, Trump promised: “At some point, I’m gonna be so presidential that you people will be so bored.”*


No sé si es frecuente que se hablé del "id" (el "ello") de los presidentes estadounidenses. Cada vez son más los que tratan de entender al presidente Trump desde la perspectiva de una psique problemática que rechaza el control y percibe el poder como una liberación de ataduras. Los jueces y demás le están diciendo lo contrario. Esa promesa de que cuando llegara a la Casa Blanca se "moderaría", pidiéndole simplemente que se ajuste a lo que la dignidad de la presidencia conlleva, a lo que tiene de precisamente de asunción de del cargo, se ve pronto que es imposible, como le fue imposible moderarse en el paso de las primarias republicanas a las elecciones presidenciales. Cuando Trump aumenta su poder, disminuye su control. Es el poder la clave porque es lo que lidera el "id", su deseo egoísta y egocéntrico. En este sentido, creo que es acertado los señalado por las autoras del artículo de The Washington Post: él transforma la presidencia y no al contrario. Trump solo puede ser Trump y un Trump más desatado cuando siente que tiene más poder.


Por eso, lo que vimos hace unos días sobre su interpretación del sentido de "Ciudadano Kane", el filme de Orson Welles, era tan fascinante [ver entrada Rosebud funciona]. Mostraba con sus palabras —más de diez años antes de llegar a la presidencia— que su concepto del "poder" es acumulativo y básicamente le sirve para liberarse de dependencias: el poder nos distancia y destruye lo que tenemos, pero no permite conseguir cosas nuevas con las que sustituir lo perdido. Cuando eres poderoso, nadie se te resiste. Cuanto mayor sea tu poder, menor es su resistencia, había dicho de las mujeres. ¿Se puede ser más poderoso que siendo el presidente de los Estados Unidos? Al niño Trump le han dado las llaves del poder nuclear y un ejército para jugar.
Ahora son los jueces los que se le resisten. Ya les ha atacado descalificándoles, en lo personal y en lo institucional, ante la estupefacción de sus propios asesores. Antes han sido los medios. Las mujeres ya salieron a la calle; los científicos se lo están pensando. Los países se reúnen para adoptar posturas conjuntas con las que plantarle cara. Creo que todo eso le hace feliz. Pero deberá poner enfermos a los que le rodean.


Los analistas ya le van cogiendo el truco. Aparte de que las rabietas mostradas, ya saben que las encuestas o datos en contra le alteran. Todo lo que no le gusta, lo considera "fake news". Y también han descubierto que le irrita profundamente que se diga que es una marioneta en manos de Steve Bannon, el supremacista blanco que ha tomado como asesor. Todo es infantil en un sentido perverso.
La imagen que tiene de sí mismo, el hombre que lo arregla todo porque todo está mal, está convirtiendo a la Casa Blanca y a sus allegados en descriptores del Apocalipsis. Basta con escucharle la descripción de la situación de los Estados Unidos para comprender que necesita contar una especie de película de Mad Max: fábricas destruidas y cerradas, bandas por todas partes, madres sin poder alimentar a sus hijos, amenazas des todas partes...Y llegó él. En unas horas me pongo al día y lo arreglo, tranquilos...
Pero no es tranquilidad precisamente lo que ha traído Donald Trump al mundo. Algunos lo llaman, no sin fundamento, el "trol en jefe". Es su versión personal de lo que es un oráculo.
Elevar a rango de estado el problema del negocio de su hija es ampliar las bases de la política presidencial a detalles absurdos que otros presidentes hubieran aceptado como parte de su mandato. Pero Trump necesita elevarlo a la dimensión en que se encuentra como un problema más de la presidencia. Para él es una demostración más de la resistencia del mundo a ser cambiado y, por ello, un aliciente más para su actuación.


A los jueces, tras el veredicto en contra de su apelación, les ha dicho en frase repetida por todos los canales "Nos vemos en los tribunales", como si se tratara de una disputa empresarial que los abogados no han logrado resolver y abandonara la mesa de negociaciones.  Para Trump no existe la división de poderes; solo existe el "poder" y ese es suyo e indivisible. El pueblo, Dios y él..., ya lo advirtió.
Quizá la única división que acepta es la que le enfrenta a los medios, porque él es en sí mismo un espectáculo que necesita verse reflejado. Probablemente con nadie esté más enfadado que con el programa Saturday Night Live, en donde Alce Baldwin le parodia sin piedad. En vez de ignorarlos, Trump no puede dejar de verlo y enviar sus tuits críticos diciendo que son "malos", le "aburren", etc. Son el síntoma de que no puede dejar de verse aunque sea en el reflejo de la parodia. Algunos señalan que la crispación en la que vive el portavoz actual de la Casa Blanca, Sean Spicer, proviene de la parodia que la actriz Melissa McCarthy hace de él y de los efectos sobre Trump.
The Washington Post señala:

Aggressive Spicer is likely to please Trump who, according to administration aides, has previously expressed disappointment with Spicer for not being a forceful enough advocate for him and his agenda. The problem for Spicer, of course, is that he really has two constituencies: Trump and the media who cover Trump. And while his tone probably brought a smile to Trump's face, it's the sort of performance that, if repeated, will sap some of the goodwill from the media that Spicer needs to do his job well.
This is the dilemma of every press secretary — please the boss or please reporters? — since the position was created. But Spicer's challenge is made even more difficult because Trump and some of his most senior advisers have made clear that he views the media as the opposition party. That makes treating the press with anything but total disdain a losing strategy for Spicer within the White House.
Maybe Aggressive Spicer is who we will see from now on. But, anger — like all strong emotions — gets less effective the more you rely on it.**


Probablemente sea el puesto de su gabinete con más presión y eso lo está pagando Spicer. En otras circunstancias, como se señala, un portavoz tiende a mantener un cierto estado de calma en sus reuniones con la prensa, pero no creo que sea eso lo que Trump le permita. En el fondo, aunque no mucho, a Trump le gustaría entrar en la sala y desplazar a Spicer. ¡Se iban a enterar esos periodistas!
La observación del periodista Chris Cillizza, autor del texto citado, me parece acertada: "he views the media as the opposition party". Ese es su verdadero terreno. El periódico incluye un vídeo de tres minutos en el que tras las parodias de SNL se incluyen los tuits mandados a todo el universo por Trump. Se cierra con unas grabaciones en las que Trump participó en el programa durante la campaña electoral y otra participación interesante en 2001, con motivo de su reality. Entonces disfrutaba con el programa y le encantaba ser imitado porque él era el original junto a sus copias. Ahora el original está al otro lado de la pantalla demasiadas horas al día, pues es insaciable. La batalla de los medios, que decíamos, se da en los medios.


Trump es el mensaje, escribimos una vez. No es un mensaje filtrado, sino un mensaje absoluto que desea participar en la vida mediática como centro del universo. No poder controlarlo le desespera y por ello a los que tiene alrededor, que ya pagan las consecuencias.
Kellyanne Conway se ha sentido en la obligación de promocionar desde la Casa Blanca la ropa de la hija de su jefe. La presión sobre los que tienen que actuar como mediadores es grande. Solo en este contexto es posible un titular como el del The Washington Post en el artículo que hemos citado: "Sean Spicer went full Melissa McCarthy today". Son los personas reales las que acaban pareciéndose a sus parodias mediáticas. Cuanto más se enfade Spicer, más se parecerá a Melissa McCarthy. Algo parecido ocurrirá con la parodia de Alec Baldwin, que pronto ya no se sabrá quién imita a quién o quién es el verdadero. Eso le enfadará mucho, mucho, mucho.

La batalla de los medios es la última frontera del trumpismo. Más allá no hay nada, el vacío. Él mismo es un "mensaje" que remite especularmente a él. Por eso es una marca para los demás. Es un "simulacro" ideológico. El trumpismo ideológicamente se ha rellenado por los halcones que están tras él, los que han diseñado la estrategia para colocarlo en la Casa Blanca haciendo que esta se convierta en el mayor plató del mundo. En ese mundo el silencio no es posible.
La lucha con los jueces va a ser dura porque considera que deben acatar su mandato. No hacerlo equivale a no aceptar su discurso catastrofista. Los jueces le dicen que no ha aportado ninguna prueba de que Estados Unidos esté sometido a un peligro que justifique la prohibición de entrada en los Estados Unidos a ciudadanos de siete países más allá de sus afirmaciones. Lo que funciona en los medios —esas masacres inexistentes, las ignoradas por los medios, etc.— no funciona, en cambio, ante un tribunal. Hacen falta algo más que  los discursos. Ahí no valen ya ni las "fake news", ni la "post verdad" "ni los "hechos alternativos".
También los niños aprenden, poco a poco, que existen reglas y que no pueden hacer siempre lo que quieren. Pero, aunque repite cada día lo mucho que está aprendiendo, no sé si será un poco tarde para él. Esperemos que no lo sea para los votantes futuros.



* "Trump is changing the presidency more than the presidency is changing Trump" The Washington Post 9/02/2017 https://www.washingtonpost.com/politics/trump-is-changing-the-presidency-more-than-the-presidency-is-changing-trump/2017/02/09/32e6863e-eee6-11e6-9662-6eedf1627882_story.html?hpid=hp_hp-more-top-stories_trumpnochange-1010pm%3Ahomepage%2Fstory&utm_term=.7229df87d9f0

** "The Fix: Sean Spicer went full Melissa McCarthy today" The Washington Post 9/02/2017 https://www.washingtonpost.com/news/the-fix/wp/2017/02/09/sean-spicer-went-full-melissa-mccarthy-today/?hpid=hp_hp-top-table-main_spicer-mcarthy-fix-5pm%3Ahomepage%2Fstory&utm_term=.6ff71f0ce5e2








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