viernes, 11 de noviembre de 2016

La Casa (más) Blanca

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En todo el mundo se repasan las propuestas realizadas por Donald Trump durante su campaña. Pese a advertir en cada momento que la mayoría eran barbaridades, eso ha importado muy poco a sus electores, que le han llevado a la Casa Blanca. Trump ha tenido menos votos que los anteriores candidatos republicanos, pero es la pérdida de voto demócrata lo que ha hecho ganar a Trump. Pese a los 300.000 de votos de ventaja  sobre Trump, Clinton necesitaba bastantes más por la peculiaridad del reparto. La América profunda, la de los pueblos y ciudades pequeñas es la que ha llevado a un candidato como Donald Trump hasta la presidencia.
Se puede analizar desde un lado o desde otro, pero resulta evidente que la pérdida demócrata ha sido la decisiva. Se habla de la batalla del "campo" contra la "ciudad", de las ciudades pequeñas contra las grandes. Trump, nos indican, no ha conseguido ganar en ninguna población de más de un millón de habitantes. Ahora esas ciudades se manifiestan contra el electo presidente.


Visto el mapa* que The New York Times nos ofrece, vemos unas grandes concentraciones de color azul salpicadas por motas de color rojo, casi el escenario de un crimen. Los americanos urbanos sienten que han sido arrastrados por un sistema que consideran injusto, aunque como señalan los analistas, nadie se decide a cambiarlo porque es el mismo con el que ganan todos. Solo se acuerdan de él los que pierden, en este caso, los demócratas.


Lo que se elige en Estados Unidos nos afecta a todos; es la servidumbre del imperio. Lo menos que se le debe pedir al candidato a la Casa Blanca es un nivel de conocimientos sobre el mundo que garantice que no lo desestabilizará con sus desatinos y errores. El ganador, Trump, desconoce la propia constitución americana, así que pedirle algo más es un esfuerzo inútil. La complejidad del mundo en un pequeño post-it.
Su estilo empresarial, dice, es el que se pretende llevar a la Casa Blanca. The Washington Post realiza un retrato de Trump basado en sus propias descripciones y en las de sus colaboradores. Quizá el elemento central sea este:

“The guy doesn’t read,” said Jack O’Donnell, who served as president of the Trump Plaza Hotel & Casino in Atlantic City at the height of Trump’s casino empire in the late 1980s. “He reacts to what he sees and hears in the moment; he is a poor listener.”
To correct for those qualities, O’Donnell said, Trump learned to delegate much of his work and give managers broad authority. But those who have worked with him say that Trump’s delegating requires extreme loyalty, and if anything goes amiss, the boss will explode.**


No hay que ser demasiado profundo para entender las diferencias entre el que se arriesga tomando decisiones para su empresa y aquel que considera que el país se puede gestionar de la misma manera, desde ese sentido de la propiedad.
Trump ha dicho que va a trasladar el "mundo Trump" a los Estados Unidos. En estos dos párrafos se concentra su modelo: Toma de decisiones rápidas sobre lo que le facilitan las personas de confianza. No es de extrañar que la prensa americana comience las apuestas para ver quiénes son esas personas de confianza, ese círculo en el que se basará para equivocarse lo menos posible. En ese círculo formado durante décadas, se nos dice, la lealtad debe ser absoluta. No puede ser de otra manera. Pero los que forman la administración no están al servicio de una persona sino de todos los americanos, tienen una responsabilidad. Tampoco aquí funcionan las recetas empresariales.
La superficialidad del personaje, que presume de que el narcisismo es una virtud, abruma ante la complejidad de los asuntos que nos envuelven a todos. Sus recetas son en realidad un anti programa. No hay muchas más ideas más allá de desmontar todo lo que se haya producido durante la era de Obama. Y las que son novedosas son para echarse a temblar.


Los periódicos norteamericanos están llenos de artículos sobre la frustración provocada por la elección de Trump. Todos intentan convencerse de  que Trump no llevara adelante sus promesas, pero entonces ¿para qué le han votado? ¿Lo sabe alguien? ¿Es capaz alguien de poner orden y coherencia en una campaña salpicada de amenazas, insultos, absurdos y reacciones fuera de tono ante sucesos como el asesinato en el Club gay de Orlando o los desprecios a los padres musulmanes del oficial del Ejército americano condecorado? 
De esta amalgama de ideas sobresale unas con claridad: el racismo y la xenofobia. Trump ha salpicado sus mítines con insinuaciones racistas para luego decir que tiene buenos amigos entre las minorías. Tampoco se ha inventado nadie sus insultos a los hispanos y la amenaza de construir un muro y hacérselo pagar a los mexicanos. Tampoco se ha inventado nadie sus ataques a los musulmanes, a los que quería impedir la entrada en los Estados Unidos. Nadie se ha inventado eso. Si además de por eso, le han votado por otras virtudes, el mundo no ha sabido apreciarlas.
La "américa más blanca" ha llevado a Donald Trump a la Casa Blanca. Él los ha buscado, desenterrando lo que estaba pudriéndose en los corazones más reaccionarios. Ha antepuesto su elección, llegar al poder, a cambio de dejar una Norteamérica desunida sobre un tema esencial para la convivencia, el racismo. Nadie lo ha inventado tampoco. Los que intentan lavarle la imagen rápidamente lo tienen muy complicado.


El editorial de The New York Times contiene unas desoladoras palabras que anticipan lo que será la próxima legislatura en los Estados Unidos:

We can hope against hope that he will shed his campaign persona for one befitting a nation’s leader. We do so without illusions — ready to support him, without denying the many disgraceful things he did and said to get elected, the promises he may or may not keep, the falsehoods he peddled that were either delusions or lies.
It’s a strange, distressing situation for citizens to be in — to acknowledge the danger of having a reckless, unqualified leader, while maintaining respect for the office he holds. But we cannot give in to fear or despondency. There is too much to be done.***


Creo que es difícil encontrar un sentimiento tan descorazonador como este, tan asentado en la conciencia de que lo que se ha elegido es un patán millonario, un evasor orgulloso, un iletrado, un narcisista egocéntrico, un misógino... y la necesidad de mantener el respeto a las instituciones que encarna. El sistema, le recuerdan, no estaba amañado y ha posibilitado su elección. Se lo dicen al hombre que sembró la duda sobre si aceptaría los resultados en el caso de no ganar.


El artículo de David Brooks en The New York Times, tras manifestar la desesperación que hay todavía a su alrededor, se cierra con dos frases en las que se entremezcla el deseo y el conocimiento, sin saber cuál es su proporción:

Trump’s bigotry, dishonesty and promise-breaking will have to be denounced. We can’t go morally numb. But he needs to be replaced with a program that addresses the problems that fueled his assent.
After all, the guy will probably resign or be impeached within a year. The future is closer than you think.****

¿Profecía? ¿Deseo? Va a ser un tiempo muy largo.



* "Presidential Election Results: Donald J. Trump Wins" The New York Times  10/11/2016 http://www.nytimes.com/elections/results/president?action=click&pgtype=Homepage&clickSource=story-heading&module=span-abc-region&region=span-abc-region&WT.nav=span-abc-region
** "Trump’s huge transition will start with his tight inner circle" The Washington Post https://www.washingtonpost.com/politics/trumps-style/2016/11/10/138bbd8a-a761-11e6-ba59-a7d93165c6d4_story.html 
*** Editorial "Being American in the Trump Years" The New York Times 9/11/2016  http://www.nytimes.com/2016/11/10/opinion/being-american-in-the-trump-years.html
**** David Brooks "The View From Trump Tower" The New York Times 11/09/2016 http://www.nytimes.com/2016/11/10/opinion/being-american-in-the-trump-years.html






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