martes, 2 de agosto de 2016

Europa y el señor Schmetterling

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las personas, cuando reciben las cosas, tienden a olvidar pronto los esfuerzos que cuestan. Ocurre algo así con Europa (también con nuestra democracia española). Parece que fuera algo de lo que hay que protegerse en vez de algo que hemos construido con mucho esfuerzo y con una finalidad precisa: la paz y concordia europeas.
Federica Mogherini, la alta  representante de la Unión Europea en el exterior, publica un necesario artículo en el diario El País con el título "Una estrategia para unir Europa". Tras hablar de desafíos e incertidumbres, de economía y fines, el artículo se cierra así:

El pueblo de Europa necesita unidad de propósito y acción entre nuestros Estados miembros. Un mundo frágil exige una UE más segura y responsable, equipada con una política exterior y de seguridad que mire hacia afuera y hacia adelante. La nueva Estrategia Global nos guiará en nuestro progreso hacia una Unión que verdaderamente cumpla con las necesidades, esperanzas y aspiraciones de sus ciudadanos; una Unión que se base en el éxito de 70 años de paz; y una Unión lo suficientemente fuerte como para contribuir a la paz y la seguridad en nuestra región y en todo el mundo.*


Es evidente que así debe ser. La cuestión es cómo. En estas décadas de unión, Europa ha tejido una maraña de lazos, un intrincado ovillo de relaciones en todos los sentidos, de la economía a la defensa, de las universidades a los transportes, pero Europa está mal preparada en un sentido especial que hemos podido apreciar por la salida de los británicos de la Unión. Europa ha sabido tejer sus relaciones, pero no ha sabido crear sus símbolos. El aspecto simbólico, por el que pasa la construcción de la identidad, no ha sido reforzado sino que se ha ido debilitando por las estrategias nacionales durante sus crisis, lo que hemos podido comprobar con el "Brexit".
Una de las noticias que menos se ha aireado, pero que los británicos han puesto rápidamente en sus portadas es que han sido precisamente las zonas más beneficiadas con las inversiones de fondos europeos las que han votado con más fuerza a favor de la salida de Gran Bretaña de la Unión. Pudiera parecer una paradoja, pero no lo es; tiene su lógica. Se ha invertido allí donde más se necesitaba y esa necesidad la han sabido transformar en insatisfacción contra Europa escamoteando la parte positiva, la inversiones. Ahora estas zonas están aterrorizadas porque el gobierno británico ha paralizado el reparto de los fondos. Empiezan a ver a Europa como una pérdida real. Todos hablaban de lo que daban pero nadie de lo que recibían de Europa.


Este problema va a ser especialmente grave en la investigación donde se ha impulsado la creación de grupos europeos con miembros de diferentes países. Los británicos dejarán de ser incluidos en los grupos investigadores y, por supuesto, dejarán de recibir los fondos que hasta el momento habían recibido. Van a usar la libra más de lo que les hubiera gustado.
Los enemigos internos de la Unión poseen algo poderoso: el imaginario nacionalista, de fuerte enganche emocional. Madre nos hay más que una y esa es la patria. A los británicos se les pedía el voto para la salida y se les ha bombardeado con héroes y heroínas, batallas de la Historia, con toda una serie de aspectos simbólicos que sale de las relaciones conflictivas entre los países. La cuestión más clara en el caso británico es la identificación de Europa con Alemania y de Alemania con Adolf Hitler y el nazismo.


Las preguntas entonces son: ¿quién construye la imagen europea? ¿Cuáles son los elementos con los que debe ser construida? Todos estos símbolos tienen que salir del mismo sitio que sacan los eurófobos los suyos, de la Historia. Marie Le Pen se sitúa bajo la estatua de la Doncella de Orleans, de Juana de Arco, combatiendo ingleses; es la imagen perfecta del nacionalismo combativo.
 ¿Y Europa? Europa necesita de algo más que de una bandera y un himno. Son los rituales, los símbolos de la cultura, los que hacen unirse a las gentes. Los mecanismos identitarios son los mismos, aunque los símbolos sean diferentes. Hay que dotar de sentido a Europa. Si no se hace, solo será un enemigo, una madrastra cruel de cuento para asustar niños en las noches. Es en eso en lo que la han convertido por acción los eurófobos y por omisión los que no han sabido ver.


Es sorprendente la ausencia de Europa en la mayor parte de nuestro sistema educativo. Somos todos los que hemos convertido la Unión Europea en una "institución" distante, pensándola en términos de una ventanilla o unos políticos que discuten sobre cosas muy complicadas que nadie entiende. Escuchamos las quejas pero no nos cuentan demasiado los beneficios.

Pero la mayor fuente de símbolos es la cultura y está repartida por toda Europa. Esa es nuestra poderosa herramienta y consiste en hacer propio lo que es europeo y europeo lo que es propio.
En estos día me han regalado dos libros de poesía: "Fresas blancas" (2001), de la polaca Ewa Lipska, y "La piedra habla (antología poética)" (2010), del rumano Lucian Blaga. Agradezco doblemente el regalo —¡gracias Iuliana e Isabel!— porque me permite conocer la Europa escrita en nuevas vertientes. Europa es una fuente inagotable, rica de cultura. No los veo como autores "extranjeros" sino como parte de una herencia ampliada que me permite conocer mejor el presente y, sobre todo, pensar mejor en un futuro común compartiendo ideas, sentimientos, versos.
Me encuentro en el libro de Ewa Lipska, publicado en el 2000 en su edición original, un poema en prosa titulado "El señor Schmetterling reflexiona sobre la Europa unida". Nos va describiendo en pequeños detalles la vida de ese hombre que ha vivido como niño una primera experiencia política: agarrado a la pierna de su padre mientras vitorean a un  Hitler triunfal. Hoy, nos dice Lipska, el señor Schmetterling "tiene 66 años y admira su higiénico país". El señor Schmetterling, un funcionario obediente, "piensa con escepticismo en la Europa unida. Considera esta idea una desacertada oferta turística". Al señor Schmetterling la democracia le "parece una medicina para el estómago" con dañinos efectos secundarios. Nos dice la poeta: "El Señor Schmetterling se unifica con su soledad. No necesita para nada la nueva Europa".


El poema de Ewa Lipska retrata a un "euroescéptico" preventivo. Su vida ha sido "obediente", desde la invasión nazi a la invasión soviética. Para Lipska, la ruptura de ese estado viene de Europa, de una Europa unida, en la que es posible frenar la inercia de esos mundos pequeños sometidos a violencias, dictaduras, invasiones, anexiones, etc. Como para los ucranianos hoy, Europa es sobre todo una Europa unida, un concepto que contrata con esa "unificación en la soledad", expresión irónica y reveladoramente poética. No es Francia, Alemania, etc.: es Europa, un espacio simbólico y geográfico, un paisaje con sentido.
Tiene razón Federica Mogherini, pero hay que abrir otras puertas para que esta Europa sea capaz de encontrarse a sí misma, pueda encontrar otros discursos, los de su propia construcción, y pueda escribir los nuevos que tiendan lazos entre todos y con el espacio exterior, las nuevas fronteras. Lo imperdonable del euroescepticismo es que quiere alejarnos de nosotros mismos, de una Europa que es deseo de paz, voluntad de convivencia y construcción de libertades. Pero lo primero es definirnos conjuntamente como "europeos".


Hay demasiada ignorancia orgullosa y muy poca curiosidad por lo que nos espera en cada rincón de una geografía cultural que no es solo turismo o comercio, sino otra cosa más profunda. Solo el carácter superficial de estos tiempos confunde el conocimiento de los pueblos, la apreciación de su riqueza con lo que ofrecen los tour operadores. Antes se llamaba "cultura" y tiene que ver con las ideas, con los principios generadores de símbolos y discursos de identidad. Hay que buscar también este tipo de estrategias necesarias para que Europa se forme ante nuestros ojos desde la cultura inagotable.
Leyendo a esos dos poetas, en su diversidad, aprecio más el mundo al que pertenezco, me siento más europeo, y escapo de la "unificación conmigo mismo", tentación narcisista en la que es fácil caer dejándose llevar por los vientos de enaltecimiento del casticismo. Despreciar lo que no se conoce y embelesarse con lo propio no es el mejor camino para el futuro. Conduce a la estupidez satisfecha e higiénica del Señor Schmetterling.




* Federica Mogherini "Una estrategia para unir Europa" El País 2/08/2016 http://elpais.com/elpais/2016/07/16/opinion/1468701804_322725.html
** Ewa Lipska "Fresas blancas" (2001) Huerga & Fierro, Madrid.


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