domingo, 19 de junio de 2016

Lo que los políticos dicen o el análisis de The Washington Post

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Una campaña electoral es siempre un tiempo abierto a la improvisación y la respuesta rápida en función de aquello que ocurra en su transcurso. De alguna forma, es una especie de examen improvisado a los candidatos y a la clase política en general sobre su forma de reaccionar y de las propuestas ante lo ocurrido.
The Washington Post ha realizado una extraordinaria información con el tratamiento informático de los textos generados por el atentado contra la comunidad gay de Orlando por Omar Mateen y reivindicado en nombre del Estado Islámico, que a su vez lo confirmo como uno de sus "soldados" ejecutores.


El trabajo —comprendido en la sección "Visual Stories"— está firmado por Bonnie Berkowitz, Weiyi Cai, Denise Lu y Lazaro Gamio y lleva por título "Everything lawmakers said (and didn’t say) after the Orlando mass shooting". Se trata de un análisis informatizado de los discursos producidos por las distintas figuras de un campo u otro, republicanos y demócratas, del cual salen unos patrones muy definidos en determinados aspectos clave sobre la consideración e interpretación del suceso en Orlando.
De los textos, agrupados y tratados, salen unas pautas que permiten identificar con claridad las diferentes líneas interpretativas:



En este gráfico se puede apreciar perfectamente las diferencias entre demócratas y republicanos en la interpretación de los hechos. Las frases o palabras mencionadas en sus discursos poseen un valor ideológico y de posicionamiento. Por el mismo motivo, las palabras que se dicen por unos son eludidas por otros. Por eso el titular tiene sentido: lo dicho es importante y lo eludido también es significativo.
Hay casos muy significativos, es decir, constituyen los ejes de las interpretaciones, que pueden establecerse sobre la consideración mayoritariamente republicana de "atentado terrorista" frente a la consideración demócrata de "crimen de odio". En el mismo sentido, los republicanos han usado mayoritariamente la expresión "islam radical" frente al uso casi testimonial de algunos demócratas. Los demócratas han preferido hacer referencia explícita a la comunidad gay de forma más clara que los republicanos; también lo han de hecho de forma exclusiva en la línea elegida para la interpretación del hecho: el control de armas, que forma parte de la cruzada del presidente Obama y una línea estratégica en la campaña, tanto por Trump que recibió el apoyo explícito de la Asociación Nacional del Rifle, como de los demócratas de Clinton que han hecho referencia expresa al deseo de controlar la venta de armas de asalto.


El establecimiento de los principales tópicos de los discursos permite un análisis global que las herramientas informáticas facilitan. Todo el material revisado puede ser analizado desde esos tópicos cuya selección es importante. El trabajo del equipo de The Washington Post es modélico y una útil herramienta para comprender la principales estrategias de los contendientes ante la explosión de un caso de esta naturaleza.
Más allá del análisis de las respuestas políticas —de eso trata el artículo— están los hechos que las suscitan y las consecuencias que puedan tener sociales y políticas, tanto en el interior como en el exterior.

El evitar las referencias al "islam radical" por parte de Obama y de los demócratas tiene que ver esencialmente con la defensa de su política exterior. Se da la paradoja de que mientras ciertos países árabes (como vimos, Egipto) mostraron sus condolencias por el ataque en términos de combate contra el Estado Islámico, la presidencia de los Estados Unidos, seguida por los demócratas, lo ha evitado deliberadamente. Y por otro lado, mientras que la Casa Blanca mostraba sus condolencias a la comunidad gay y lo trataba como un "crimen de odio", los mismos países árabes musulmanes trataban de evitar la mención de que las víctimas del crimen masivo eran miembros de la comunidad gay.
Creo que se desvela en estas paradojas la complejidad de la política, con el peso de la comunicación y los "enmarcados" de los hechos para la construcción de los discursos. En un contexto de conflicto político, mediático, bélico y cultural, como en el que nos encontramos, los discursos y sus enfoques son esenciales.


Mientras Obama trata de que no se responsabilice al islam en su conjunto de lo que hacen sus radicales, sus esfuerzos moderados no han servido más que para convertir todo Oriente Medio al antiamericanismo (y anti occidentalismo) y perder sus aliados, que han optado por la radicalización controlada para contener la radicalización exterior incontrolada y no ser acusados de pro occidentales, un verdadero estigma. ¡Terrible paradoja!
A los gobiernos autoritarios les interesaba que el caso de Orlando fuera un atentado del Estado Islámico porque así se justifican sus políticas de represión, de control de las comunicaciones y, en general, de debilitamiento de los derechos humanos, los que abiertamente niegan como un "invento occidental" para su destrucción identitaria y política.
La política de Obama no puede cubrir todos los frentes (militar, político, social y cultural) y está desbordada por la propia realidad de los hechos. Es loable que trate de evitar que se produzca la "islamofobia" contra la comunidad musulmana y es importante que así se haga. Pero la negación del hecho religioso extremista es uno de esos absurdos que puede ser contraproducente porque afecta a las medidas y apoyos posibles. Convertir en casos patológicos los casos de terrorismo en los que existen reivindicaciones y una voluntad clara es contraproducente porque solo servirá para esconder la basura bajo la alfombra, no para evitar futuros conflictos. Tengo mis dudas que la comunidad, en cualquier parte del mundo, se lo agradezca.


A lo que estamos asistiendo, por el contrario, es a una radicalización institucional mayor en países aparentemente moderados y que han estado bajo el amparo norteamericano, como son los casos de Turquía o Egipto, en los que se persigue a los liberales y laicos.
La creación de corrientes antioccidentales llevará, como en el caso de Omar Mateen, a la conclusión de que Occidente es el responsable de todo lo que les ocurra en los personal, social o político. Por eso reducirlo a una patología personal y no verlo como el resultado de un proceso en el que se mezclan las frustraciones de todo tipo y que ha sido canalizado hacia la destrucción terrorista es un error que hará que se obvien los perfiles potencialmente peligrosos.
Es complicado frenar este tipo de terrorismo interno, hijo de la frustración y el odio, porque se vive bajo un sistema de derechos y libertades. Hace bien Glenn Greenwald, un ganador de un Pulitzer, en destacar desde The Washington Post los peligros de poner en marcha unas políticas que se basen en las sospechas. Señala Greenwald que las críticas al FBI tras cada caso de terrorismo interior son una constante:

Ever since the Sept. 11 attack almost 15 years ago, every act of perceived terror, and even thwarted ones, have triggered identical responses. The Boston Marathon attack, for instance, prompted this critique of the bureau, which had looked into the older brother: “Many people thought the FBI should have continued to investigate [Tamerlan] Tsarnaev until the Boston plot was uncovered,” David Gomez recalled this week in Foreign Policy. About Orlando, he wrote: “As more terrorists become successful in hiding from the FBI in plain sight using encryption and other means, perhaps it is time to revisit the probable-cause standard to open investigations in potential terrorism cases.”
Underlying this mind-set is an assumption that is both dubious and dangerous: that absolute security is desirable and attainable. None say that explicitly, but it’s the necessary implication of the argument. Once this framework is implicitly adopted, a successful attack becomes proof that something went wrong, law enforcement failed to act properly and more government authorities are needed. To wit: Hillary Clinton this week proposed an “intelligence surge” to halt “plots before they can be carried out.” And Donald Trump called for more intelligence activity to give “law enforcement and the military the tools they need to prevent terrorist attacks.”
This is wrong, and based on what we know, the FBI acted properly. Agents have the power they need, and they were right to close the case on Mateen. Just because someone successfully carried out a violent mass attack does not prove that police powers were inadequate or that existing powers were misapplied. No minimally free society can prevent all violence. In the United States, we do not hold suspects for crimes they have not committed.**


Es cierto y así debe ser. Pero también que hay que seguir intentado métodos mejores. Aceptar que la seguridad absoluta no es posible no significa renunciar a aprender de cada caso para tratar de establecer posibles patrones o lugares en los que puedan ser detectados. En el caso de Omar Mateen, el propietario de la tienda en la que intentó comprar un chaleco antibalas y miles de balas informó de sus sospechas, pero nadie consiguió saber quién era aquel comprador.
El trabajo realizado por The Washington Post ha sido magnífico en su tratamiento de los materiales textuales. El análisis realizado sobre los discursos políticos respecto a lo ocurrido en Orlando es una interesante y valiosa pieza periodística con las herramientas de que hoy disponemos.



* Bonnie Berkowitz, Weiyi Cai, Denise Lu y Lazaro Gamio "Everything lawmakers said (and didn’t say) after the Orlando mass shooting" The Washington Post 16/06/2016 https://www.washingtonpost.com/graphics/national/how-lawmakers-responded-to-the-orlando-mass-shooting/

 ** "The FBI was right not to arrest Omar Mateen before the shooting" The Washington Post 17/06/2016 https://www.washingtonpost.com/posteverything/wp/2016/06/17/the-fbi-was-right-not-to-arrest-omar-mateen-before-the-shooting/



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