domingo, 18 de enero de 2015

La ciencia en un mundo sin preguntas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
"¡Es que esto es Ciencia!", se defendía angustiada una alumna mía hace unos años. Lo decía como si no fuera con ella, como si fuera una traición, un engaño, algo que le habían ocultado cuando se matriculó en la Universidad. ¡Qué desfachatez la mía! Parece que a algunos les sobraba la Ciencia, que les parece una decisión personal, algo sobre lo que pueden decidir o de lo que se puede huir. ¡Hay tantos equívocos sobre esto!
El diario El País nos trae una entrevista con el físico y divulgador televisivo británico Brian Cox, presentador del programa El universo humano, que emite La 2 de RTVE. A Cox se le pregunta:

P. ¿Qué lugar tiene la televisión en la alfabetización científica?
R. Uno central. La ciencia es muy importante como para no estar en la cultura popular. Y la televisión sigue siendo su centro de gravedad. Lo más importante como civilización es acumular conocimientos y educar a los más jóvenes. La ciencia debe estar en el centro de la escena cultural. La idea y la emoción de la exploración espacial debe estar ahí, a la par de los deportes, la música, los shows de talento y las noticias del espectáculo. Debemos presionar a los medios y luchar para que incluyan a la ciencia en su programación. Cuanta más ciencia haya en la televisión mejor nos va a ir como sociedad. Cuando yo tenía 11 años vi Cosmos y me influyó profundamente. Carl Sagan me enseñó que la ciencia es central para la experiencia humana. Es una parte central de la cultura. Debemos enseñarles a las nuevas generaciones a usar la luz de la razón para deshacer la oscuridad de la superstición. Por primera vez nuestra civilización tiene el poder de moldear el futuro del planeta entero. Y eso es gracias al conocimiento científico.*


No sé si se le ocurre a Brian Cox algún sistema efectivo para presionar a los medios para que incluyan la Ciencia en sus programaciones o secciones. Algunos de nuestros influyentes diarios —y que presumen de ello— han disuelto sus secciones de "Ciencia" y se limitan a la "tecnología", que siempre es bueno saber de "gadgets". Si ocurre algo en el campo científico se reabre o se incluye en "Sociedad", sección en la que cabe todo, incluso informar sobre Marte, donde no hay mucha vida social.

Como sociedad hemos dejado de preguntarnos. Es un efecto doble de la división del trabajo y la especialización, que nos hace eficaces pero profundamente incultos, primero, y después de la falta de compromiso de los medios para con el progreso, centrados en los mecanismos de mercado. La combinación de estas dos cosas hace que aquellos que deberían tener un conocimiento de los avances de la Ciencia, sientan que no va con ellos, que solo les compete su propia especialidad, que es por la que les pagan; lo demás es ocio y es libre. Por supuesto , no es solo cuestión mediática. La educación no fomenta el tipo de conocimiento más adecuado para estimular el surgimiento de preguntas. Solo se buscan respuestas ya dadas y las justas. Gran parte de lo que se aprende se aprende mal y se pierde rápidamente por el camino. No se considera algo que debe formar parte de nuestras vidas y crecer, sino una etapa que pasar. Así nos va. 
La cultura de mercado, por otro lado —o si se prefiere "el mercado de la cultura"— hace que no sea el papel de los medios el reclamado por Cox. Él tuvo la suerte de ser influido por los programas y libros de Carl Sagan, pero eso ya no funciona. Se cita siempre a Sagan, pero ha habido muchos otros que ayudaron a darnos una visión explicativa del mundo. Ese "debe" que usa para señalar el papel que los medios deberían tener en la difusión de la Ciencia depende de otros cuya voracidad por nuestra atención no tiene límites. Hoy no hay "tiempo para todo" y nuestro tiempo es la mercancía con la que especulan los propios medios.


Los científicos se encuentran preocupados por este desinterés por la Ciencia. Tratan de promoverla una vez que se han dado cuenta de las dimensiones del problema. La cuestión es cómo recuperar el terreno perdido, qué lenguajes y medios es necesario usar. Hay algunos medios que tienen estupendas secciones de ciencia; otros, en cambio, se limitan a dar una muy pobre información de algún acontecimiento al que deben etiquetar de forma sensacionalista para atraer a los lectores. Finalmente están aquellos que, sin pudor alguno, viven de la ignorancia y de promoverla.

Vivimos en una sociedad que usa nuestros conocimientos, pero que no le preocupa nuestro estado más allá de sus costes o rentabilidad. Los estudios se centran cada vez más en especializaciones para evitar la "dispersión" de intereses. Podemos usar las cosas sin que surjan en nosotros las preguntas reveladoras del funcionamiento. ¿A quién le importa cómo funciona un teléfono móvil o un mp3? Abrimos una nevera sin preguntarnos por qué enfría o encendemos un calefactor sin preguntarnos por qué calienta. Y así sucede con todo. Lo tenemos todo tan a mano que no hay sorpresa. La pregunta es "¿cuánto cuesta?", no "¿cómo funciona?" o "¿cuáles son sus principios?". Eso queda para unos pocos, que lo hacen por los demás.
La muerte de la Ciencia como cuestión interesante se produce precisamente por la presencia constante de sus resultados en nuestro entorno inmediato. Sin saber cómo funcionan las cosas, hemos reducido el mundo a magia sin asombro. Hemos convertido en fetiche sus resultados —la fascinación tecnológica—, pero hemos abandonado las preguntas sobre los principios básicos en los que se fundan. Y es ahí donde reside el asombro y el misterio que despiertan la curiosidad.
La curiosidad, que es la madre de la Ciencia y del progreso, queda reservada para lo intranscendente, lo trivial, que aumenta exponencialmente gracias al incremento de la circulación de información. Los ideales ilustrados, hacer una sociedad con personas capaces de entender el mundo, de preguntarse por él, quedan relegados en esta sociedad del espectáculo, como la calificó Guy Debord. Lo dicho de la ciencia vale para el resto de la cultura, que también debe llevarnos a otro tipo de preguntas: ¿por qué somos como somos?"
El resultado, como bien señala Brian Cox, es que la oscuridad de la superstición gana posiciones. Hay muchos tipos de supersticiones hoy en día; no pensemos solo en las tradicionales. Hay muchos tonos de oscuridad. No sé si un mundo más científico será más pacífico y tolerante, pero sí sé que un mundo que renuncia a preguntarse será más estúpido, superficial, engreído, rutinario y manipulable.



* “Cuanta más ciencia haya en la televisión mejor nos va a ir como sociedad”  El País 17/01/2015 http://elpais.com/elpais/2015/01/15/ciencia/1421341077_331685.html




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