jueves, 18 de diciembre de 2014

¡Caray con los líderes!

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ya anticipábamos el otro día que nos íbamos a quedar si cartelera por las presiones, censuras y malos modos mundiales. La confirmación ayer de que Sony renunciaba al estreno de la comedia en la que se gastan bromas y se parodia al líder sexy de Corea del Norte confirma que además de ser líderes tienen malas pulgas. Recordarán que lo del "líder sexy" del señorito dictador viene de otra broma. Alguien publicó una lista en la que se le coronaba, con toda la ironía del mundo, como el "líder más sexy" y los coreanos del norte, acostumbrados a aceptar con normalidad que su líder es tocinito de cielo, lo dieron por serio. ¡Cómo no iba a reconocer el mundo la belleza que les hipnotiza! El aparato de propaganda se puso en marcha y Corea del Norte se alegró de que ¡por fin! el imperfecto resto del mundo se rindiera a la extraordinaria belleza de su líder. ¡Con mi líder no se juega!
Pues ahora el líder —o sus fans— se han enfadado y le han metido el miedo en el cuerpo a la poderosa Sony y, sobre todo, a los exhibidores de la película que, ante el temor de ser alcanzados por las iras norcoreanas, han decidido ver otra cosa,  es decir, mirar para otro lado. Los ataques informáticos contra Sony han sido una especie de "desembarco de Normandía", pero en ciberataque. Los piratas les han vaciado las arcas más profundas esparciendo indiscretamente por el mundo sus correos íntimos, sus cuentas y pagos y todo lo que han podido sacar a la luz. Las amenazas a los que exhibieran la película tenía tono apocalíptico, evocando el 11 de septiembre, por lo que el pánico cundió. En Hollywood se han enfado mucho por el camino que se abre. Se ven abocados a poner siempre "malos" extraterrestres en sus películas por si les amenazan. ¡Y a rezar porque no haya vida más allá del sistema solar!


Lo preocupante, además de lo que de censura a la brava que tiene el asunto, es que se está imponiendo el modelo de líder malhumorado. Sabemos que en Corea del Norte han perdido, por falta de uso, el sentido del humor que está vinculado con el sentido de la realidad. El aislamiento hacer perder el humor por falta de perspectiva, que es lo que le pasa a los norcoreanos. Su líder sonríe un montón, pero que no se ría nadie de él. Los rumores que llegan de Corea cuando alguien desaparece de la vista una temporada es que a Kim Jong Un se le ha cruzado algún cable.
Erdogan es otro que está también liderando la historia hacia el enfado. Le ha cogido el tonillo furibundo al asunto y sus mítines se cuentan como enfados. Se calienta, llega a casa y se pone a dar instrucciones para acabar con todos los que le critican, que —según él— son conspiradores. También Erdogan ha perdido el sentido de la realidad, del mundo que le rodea. Es otro líder enfadado que no pierde ocasión de demostrarlo. Hasta su primer ministro, que antes era un señor sonriente, salía el otro día enfadadísimo para justificar por qué en Turquía es absolutamente necesario acabar con la libertad de expresión. Ya Erdogan se enfadaba por cosas como la falta de realismo en la representación de los harenes turcos en las series televisivas de los vecinos griegos. Le parecía —y a portaba pruebas fotográficas— que tanto escote no era acorde con la historia ni con su concepción de ella. Parte del problema mundial con los líderes es que quieren ser estrellas en todo, incluida la crítica de cine, la literaria o la histórica.


Otro que está siempre está enfadado es Nicolás Maduro. Tengo la duda de si solo está enfadado con España o si es que nuestros medios solo le sacan sus enfados cuando lo hace con alguien del PP. Creo que Maduro es generoso y se enfada con todo el mundo y no hace discriminaciones, como hombre abierto que es. También, como Erdogan, tiene un profundo sentido de la historia y de lo que haga falta. Lo de enfadarse con España siempre es muy socorrido desde 1492 y ayuda también para lo de la vertiente historiadora. Desde que Erdogan ha confirmado que fueron los musulmanes los de que descubrieron América y la colonizaron cientos de años antes de que los europeos llegaran a apropiarse de tierras y récords llenándola de mezquitas que deben estar por algún lado, me queda la duda de si Nicolás Maduro —¡el Gran Nicolás!— se tendría que enfadar con ellos también por colonizadores. Debería hacerlo, pero lo mismo le regala un Sable del Libertador a Recept Tayyip Erdogan como su antecesor en el cargo lo hizo con ese otro líder enfadado que fue el iluminado Muamar el Gadafi.


Los enfados de Maduro son enfados con público. Si Erdogan se calienta en los mítines, Maduro les da un tono solemne sentando a todo en el mundo alrededor de una gran mesa mientras su voz profunda y vibrante asciende hasta llegar a las cotas celestiales del enfado. La voz de Maduro enfado es la opuesta a la del castrato al que de pequeñito privaban de sus partes para tener una voz fina y delicada ante la que cerrar los ojos. Aquí queda constancia clara de que las partes están en su sitio y ejerciendo su liderazgo sobre mente y cuerpo. Desde allí se esparcen sobre el mundo a través de las ondas.


Cada vez hay más líderes enfadaos por el mundo. Esto no es bueno para nadie, ni tan siquiera para sus fans, que sufren empáticamente sus excesos nerviosos y subidas de bilirrubina. Además los líderes de hoy no se contentan con lo que tienen y cada vez quieren más. Erdogan aspira a liderar el mundo musulmán, por eso está tan enfadado con los egipcios que piensa que su imperio fue primero aunque luego les dominaran los otomanos hasta hace nada, como quien dice. Erdogan se ve de líder de otro nuevo imperio otomano, como Putin se ve líder de todas las Rusias, llamando "Rusia" a lo que más le apetece.

Putin también es otro líder malhumorado, aunque él trate de aparentar que no. Pero su sonrisa no es limpia; es más bien tirando a retorcida, a un "te vas a enterar" que queda en el aire hasta que le llega el momento del descenso. Es otro modelo de enfado, el del que las mata callando.
Al igual que Erdogan con el mundo islámico o Putin con todas las Rusias, Maduro también es aspirante a liderar más allá de sus fronteras; quiere ser faro iluminado de América y que todos vean lo enfadado que está. Me imagino que le habrá sentado fatal que estando tan enfadado y sacándole tanto rendimiento a su enfado, el presidente Obama —que siempre rema contracorriente— haya decidido desenfadarse con Cuba, con quien llevaba años sin hablarse, por decirlo así. El editorial de The New York Time de hoy cita las palabras de Raúl Castro: «We must learn the art of coexisting with our differences in a civilized manner»*. Eso deja a Nicolás Maduro con el título oficial de persona más enfadada de América, al que seguro que le saca buen provecho en adelante. Tendrá que reorganizar un poco las citas de sus discursos enfadados, pero ligeros retoques. Los norteamericanos, que son pragmáticos, no han terminado de leer la noticia y ya están especulando sobre cómo captar a las estrellas cubanas del baseball. Cada uno a lo suyo.


El caso de España es sintomático porque tenemos un montón de líderes y todos muy enfadados. Las palabras de Raúl Castro son impensables en nuestros embargos mentales políticos. Aquí el más modesto alcalde aspira a enfadado, que le parece que le dará cache dentro de los suyos. Si te enfadas bien, comunicativamente hablando, prosperas y llegas a puestos en los que se puede uno enfadar más y mejor. Los líderes además tienen que estar enfadadísimos para que se les note, porque la gente está muy enfadada en general y con ellos en particular. Eso lleva a la espiral del enfado. El mundo está muy preocupado con nosotros porque en España se llega muy arriba solo con muestras de enfado.
Creo que él único líder mundial que, a pesar de lo que tiene encima, no está nunca enfadado es el Dalai Lama, que siempre tiene una sonrisa, a pesar de que no le han dejado país que liderar. A lo mejor es por eso.



* "Mr. Obama’s Historic Move on Cuba" The New York Times 17/12/2014 http://www.nytimes.com/2014/12/18/opinion/a-new-beginning-with-cuba.html






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