domingo, 30 de noviembre de 2014

El veredicto o haciendo un poco de historia, una costumbre muy fea

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Dentro de la extraña burbuja que es Egipto, los sentimientos son confusos e intensos tras la exoneración de Hosni Mubarak, familia y colaboradores manifiestos e inconfesables, acusado de los crímenes de las 800 personas que murieron durante la revolución del 25 de enero de 2011.
Ayer recogía como primera reacción la mía, que no es ya de perplejidad desde hace tiempo. Cuando los egipcios salieron a la calle a petición de su nuevo hombre fuerte, el general Al Sisi, a darle carta blanca para la represión de la violencia que se desataría contra la destitución de Mohamed Morsi y el barrido de la Hermandad de las calles, no sabían el cheque que estaban firmando.
Unos días antes, millones de egipcios salían a las calles a exigirle, tras la entrega de 21 millones de cartas, que renunciaran él y su gobierno y convocara elecciones. Entre las peticiones de Tamarod, que constituían una lista, se incluía también la ruptura de los acuerdos con los Estados Unidos, a los que se responsabilizaba directamente del haber llevado a la Hermandad al poder. Obama y la embajadora Patterson eran demonizados en cantos y carteles. Al presidente Obama se le representaba con una barba a lo Bin Laden y a la embajadora como una bruja.
Mohamed Morsi, uno de los peores gobernantes de la historia, había acelerado una agenda islamista tras la llegada al poder con la promesa de gobernar para todos y como la única alternativa que representaba a los que habían apoyado la caída del régimen de Mubarak. Esto ya era una falsificación de la realidad porque la Hermandad no había tenido una participación real en la revolución, prefiriendo ver cómo evolucionaba el asunto, siempre temerosa que las fuerzas laicas y democráticas pudieran hacerse con el poder.


La historia de la convivencia sobre suelo egipcio de la Hermandad Musulmana y el Ejército es compleja, pero también ilustrativa de las actitudes de unos y otros. Son las dos únicas instituciones realmente organizadas en Egipto. Ambas se parecen y se han encargado, sobre todo, de que ninguna otra pueda prosperar y les quite el protagonismo necesario para seguir controlando el país. La soberbia del Ejército, organización que controla la política y la economía, le ha hecho menospreciar el poder de los islamistas en las calles, cuya estrategia ha sido la infiltración institucional (sindicatos, universidades, etc.) y la extensión social a través de la "caridad", que es la forma de asegurarse la penetración y la dependencia social entre los que tienen poco más. Ambos, Ejército y Hermandad tienen sus propias redes de negocios, que es lo que interesa a los que están arriba de la sociedad.

La Hermandad —que es una internacional— ha tenido su propia política internacional estableciendo contactos y generando promesas con aquellos países preocupados con la seguridad propia y la de Israel. Nadie miente más que un islamista, que considera que cualquier engaño que le sirva para conseguir sus objetivos no tiene mayor importancia. Eso afecta a relaciones internacionales y promesas electorales por igual. El Ejército, por el contrario, centró sus relaciones internacionales en la dependencia de los Estados Unidos, país que lo ha estado financiando como parte de la seguridad de Israel. Las demás relaciones internacionales se dan entre los apoyos circunstanciales que obtengan de los distintos países "financieros" que existen en el mundo árabe.
Desde Sadat se ha vendido "seguridad" en la zona. Los apoyos tras el 11-S se hacen más intensos y esos apoyos, además del dinero y las inversiones, que son aprovechadas para estrechar los lazos corruptos entre la clase político económica, se entienden como una garantía de continuidad al régimen, que se vuelve brutal. Los pocos que pueden vivir bien, lo hacen. El resto del país sufre represión y un espectacular abandono social que va generando un empobrecimiento de un país que es esencialmente joven. Es una juventud que ya no vive de espaldas al mundo, conectada a través de las nuevas tecnologías, que reclama más oportunidades e incluso aspira a una democracia moderna.


Finalmente, tras los sucesos de Túnez y los de Alejandría poco después —las muertes por torturas de dos jóvenes—, todo estalla. A esa juventud se unen —lo que nunca pensaron que ocurriría— muchas bolsas de pobreza que reclaman que los jóvenes se hagan con el futuro. Los treinta años en los que Mubarak ha estado haciendo su voluntad parece que se acaban. La alternativa es una masacre y perder los apoyos internacionales, básicamente los Estados Unidos, que es el que financia al Ejército, el país en el que se han formado muchos de sus militares. También el país en el que han estudiado sus carreras muchos de los islamistas, como es el caso del propio Mohamed Morsi.
Intentan salvar al régimen haciendo concesiones, pero la gente se niega a abandonar la Plaza Tahrir, lugar simbólico en el que se han atrincherado. Quieren que Hosni Mubarak se vaya. Y Mubarak, finalmente se va. El Ejército que lo había sostenido y la policía que lo había defendido con la brutal represión, lo relevan. La gente abraza y besa a los soldados que salen de sus cuarteles. Pero pronto se acaba el idilio y el proceso que encabeza la SCAF, la junta militar, empieza a ser cuestionado. Lo que ofrecen no es lo que la gente quiere.


Pero lo que había sido unitario hasta el momento, la caída del régimen, empieza a tomar formas y aspiraciones distintas. Los islamistas comienzan a tomar posiciones. No quieren que sean las fuerzas laicas y democráticas las que se lleven la partida. El Ejército tampoco. Pronto empieza la segunda tanda de mártires y comienza otra oleada de represión.
Las protestas siguen en la calle y los disturbios aumentan. El mundo, que ha aplaudido la decisión de los egipcios, comienza a preocuparse. La violencia aumenta y Egipto comienza a resentirse en su economía, sobre todo la basada en el turismo, que se retrae. En una economía caótica y abandonada, con mucha dependencia de los pequeños comercios, pronto comienza a prender la idea de que la "revolución" es el desorden y que el desorden es la pobreza y la inseguridad. Se suceden todo tipo de incidentes, especialmente de carácter sectario religioso. Los cristianos comienzan a ser acusados de diversos cargos, desde atacar al islam a promover vídeos contra Mahoma en las redes sociales. Los islamistas toman posiciones. Pero el Ejército también.

Se avanza hacia unas elecciones presidenciales y quedan dos candidatos: uno representa al antiguo régimen de Mubarak y otro a los islamistas de la Hermandad Musulmana. Los egipcios, enfrentados a la incongruencia que supone votar a alguien que representa el régimen que acaban de "derribar", votan a Morsi, que se ha presentado como un candidato de conciliación entre todos los que quieren acabar con el régimen. Mucha gente vota a Morsi haciendo de tripas corazón. Con el 51'53% de los votos emitidos, 13.230.131, logra Morsi el poder; 12.347.380 votos logra su rival, Ahmed Shafiq, un militar. Entre ambos apenas llegan al 50% de los 51 millones de egipcios convocados a las urnas.
Morsi, como había prometido, abandona su militancia en la Hermandad Musulmana. Ningún gesto más falso que este. Pronto comienzan las protestas por la islamización. En las elecciones parlamentarias, los islamistas barren quedando los Hermanos en primer lugar, con 10 millones de votos, seguidos de los salafistas que sorprendentemente se hacen con un cuarto de los escaños. Los partidos laicos consiguen resultados ridículos, no superando el 8%. El desengaño y la baja participación están pasando factura. Comienza una guerra entre las fuerzas que se resisten a ser desplazadas del poder y la nueva fuerza islamista que quiere todo el control del Estado manteniendo al Ejército a cierta distancia, sabedores de que es un terreno en el que no pueden entrar. Morsi nombra ministro a Abdel Fattah Al Sisi, que acabará derrocándolo. Por medio, los jueces han decidido disolver el parlamento, en otra decisión insólita. Se vota una constitución "islamista" que consagra que la revolución ha sido fruto de una gloriosa alianza entre el pueblo y su Ejército.


A los pocos meses de su llegada al poder, los egipcios comienzan a ver que el hecho de que Morsi se diera de baja en la Hermandad es compensado con convertirlos a todos a la cofradía. Es el periodo de la "hermanización", en el que las protestas son constantes y la tensión en la calle aumenta. La política se sigue trasladando a la calle y los egipcios empiezan a identificar la política con las protestas y estas con la degradación. "Con Mubarak", piensan ya muchos, "se vivía mejor y más tranquilos". La revolución empieza a ser vista con malos ojos. 
Es el momento de la segunda revolución, la de junio de 2013, con Morsi cumpliendo un año en el poder y millones pidiendo su dimisión. Tamarod, un movimiento joven, propone llegar al primer aniversario de la llegada al poder de Morsi con tantas cartas pidiéndole la dimisión como votos obtuvo, es decir, trece millones. Conseguirán 21 millones de cartas. Morsi se niega a dimitir y convocar elecciones. Los islamistas son como garrapatas una vez llegados al poder.


Se produce el derrocamiento de Morsi por el Ejército, a petición del pueblo, por supuesto. El argumento es evitar una confrontación civil. Morsi es detenido y las fuerzas de seguridad y el ejército se despliegan. También los islamistas salen a la calle. Diferentes partidos políticos e instituciones, incluidas las religiosas, apoyan el cambio de rumbo. La palabra "golpe" empieza a ser eliminada del vocabulario. Es una "revolución". El pueblo, de nuevo, ha hablado. Con una gran manifestación, convocada por las nuevas autoridades, se reclama esa carta blanca para luchar contra el terrorismo y conseguir la paz social. Es la nueva "revolución" que cierra el ciclo comenzado en 2011.

La historia desde entonces es la del enfrentamiento constante, con miles de muertos y detenidos, con manifestaciones y ataques terroristas. Se desata el miedo y la sisimanía. La imaginación egipcia tiene ya un objeto de deseo en la figura del general, que habiendo prometido que no tenía aspiraciones políticas y que no se presentaría a la presidencia, la gana con el 97% de los votos. No hay que resistirse al destino.
El entusiasmo provocado por Al Sisi, sin fundamento político alguno, solo por el ejercicio de la fuerza (no ha habido discursos ni actos que justificaran tal acogida) hace ver que el problema de la forma de liderazgo es uno de los más graves que tiene la sociedad egipcia. Los años de figuras caudillistas —Nasser, Sadat, Mubarak— hace ver la formulación faraónica del poder. Los parlamentos o los partidos no son más que ornato ante la necesidad anímica de tener un líder al que besar en las fotografías, alguien en quien volcar histéricamente la frustración y el deseo.
Se reforma la constitución desislamizándola y dándole unos toques liberales que son papel mojado ante las exigencias del momento. Son dos las prioridades: mantener el orden callejero y mejorar la economía. De nuevo los mismos que reprimieron con Mubarak, con la SCAF y con los islamistas, pues no ha habido cambios, salen mantener el orden que ahora se ve más complicado por la violencia terrorista en el Sinaí. Cuanto más terrorismo y violencia haya, más justificado está el imponer el orden.
Pero pronto algunos empiezan a caer en el desencanto. El nuevo régimen está dando paso al resurgir del viejo, que sale de las sombras. La crítica empieza a hacerse imposible y los medios empiezan a silenciar a sus periodistas a los que acusan de traidores.

El camino estratégicamente elegido es el del nacionalismo y criticar es antipatriótico. Cualquier cuestionamiento es señal de ser agente de potencias extranjeras. Eso se le aplica a Mohamed El Baradei, que tras su retirada después de las primeras masacres callejeras recibe todo tipo de insultos, descalificaciones y acusaciones. Es un traidor más en la larga lista que se irá forjando. Egipto comienza a ser un coro monocorde. Los dueños de los medios privados firman una alianza mediante la cual se abstendrán de perjudicar a la patria criticando al gobierno, ejército y policía, y jueces. Muchos periodistas firman un manifiesto de protesta contra esta decisión que les parece una forma de autocensura.
En este resumido panorama surge ayer el acontecimiento de la exculpación de Hosni Mubarak, sus hijos, el ministro del interior durante el 25 de enero, y algunos empresarios corruptos sobradamente conocidos de su régimen. Los tribunales los han declarado sin cargos.
Esto vacía de sentido las muertes de los manifestantes que contribuyeron a su caída y la revolución del 25 de enero, que se ha ido presentando como el principio de las desgracias consecutivas que han llevado hasta el momento actual. El dolor y la rabia de los familiares de los manifestantes muertos, de los mártires que poblaron los grafitis de El Cairo, Alejandría o muchas otras ciudades, estallaba ayer ante los juzgados.
He querido resumir esta intensa historia porque uno de los objetivos de la revolución, de las gentes que se enfrentaron a los poderes luchando día a día en aquellas revueltas era llevar a Mubarak ante el banquillo. Lo consiguieron, pero se olvidaron antes de cambiar a los policías, fiscales y jueces intervinientes en el proceso. Un olvido que no hay que achacarles.


Si hay que recriminarles algo a los egipcios es la credulidad. Han creído en los jueces que los encierran, los policías que los golpean y en el Ejército que reprime y vigila. En todo ello han creído como parte de una gigantesca fantasía que surge con la revolución nasserista y que se prolonga hasta hoy mismo. Muchos egipcios han despertado de ese sueño, pero suele ser acosta de muchos sufrimientos e incomprensiones. Se paga caro ser la conciencia de un pueblo que no quiere acabar de despertar.
De todas las reacciones que he leído en la prensa egipcia sobre lo que significa el veredicto para el futuro del país, en las que unos se alegra y otros condenan, en las algunos consideran que es una patente de corso para la violencia futura de las fuerzas de seguridad, que podrán seguir con sus brutales actuaciones, me quedo con unas recogidas en la calles por Daily News Egypt. No son de analistas políticos ni de expertos, ni de miembros de partidos o grupos, pero me parecen muy elocuentes respecto a esa fantasía en la que muchos viven y que se va extendiendo:

Mubarak supporters gathered early Saturday morning chanting for Mubarak, demanding his release along with that of his sons and officials. After the verdict, they cheered in joy, praising the judiciary, the army, the police and President Abdel Fattah Al-Sisi.
One supporter said that the Egyptian people “now know who killed the protesters during the “25 January crisis”. He added that “it is now clear that snipers from the Muslim Brotherhood group killed the protesters in Tahrir Square and in all other places”.
“What are we trying him for? For 30 years of security and prosperity? Or for the October victory?”, another supporter said.
Eman, a 22-year-old student who came with her family to celebrate the verdict, said that “the court’s decision proves that the last four years was a plot by the West, Qatar, Hamas, and Israel”.*


La exculpación de Hosni Mubarak y los suyos es el cierre final del trayecto de la Revolución. Es un punto incompatible históricamente con lo que ha ocurrido en este tiempo. Las explicaciones de estos seguidores, en su euforia, son un calco de las ironías que yo escribía ayer al enterarme del veredicto. Representa, más allá de lo anecdótico, aquello a lo que se ha inducido cuando se empezó a asimilar "revolución" con "caos". Una revolución que, podemos comprobar ahora, no llegó a trasformar más que a los que quisieron serlo.
La confrontación —hay que decirlo— no llegó de las pretensiones democráticas y modernizadoras de los que se comprometieron con ella sino, por el contrario, por parte aquellos que desde dentro no abandonaron sus posiciones privilegiadas y los islamistas que, desde fuera, también vieron Egipto como una nueva parcela que administrar en su provecho. El compromiso con la revolución que modernice el país ha quedado en el silencia, el exilio o la cárcel, en la que se encuentran muchos de los que no renuncian a poder ver algún día un Egipto distinto.


La revolución de enero "trajo" paro, inseguridad, pobreza, discordia, etc. Esa es la nueva versión. La que comenzó el 30 de junio es la que traerá, en cambio esa paz que si no se logra es por la gran conspiración internacional, histórica, existente contra Egipto. Es una fantasía que permite ajustar el fracaso histórico producido. Egypt Independent no da un lacónico tuit del escritor y crítico de Mubarak, Alaa al-Aswany: «People, never raise your chins before your masters again».**
Nos informan discretamente de las protestas de unos cientos de egipcios en la Plaza de Tahrir. Vuelven al punto de partida preguntándose qué extraño giro han tomado los acontecimientos y por qué el dolor por los amigos muertos es ahora ira contra los que han sido exonerados. Estos tres años son de gran intensidad, parecen siglos. El viejo dictador, sin embargo, apenas ha cambiado. Ellos sí.





* "Shock, dismay, jubilation outside Mubarak’s court" Daily News Egypt 29/11/2014 http://www.dailynewsegypt.com/2014/11/29/shock-dismay-jubilation-outside-mubaraks-court/
** "Politicians, activists divided over Mubarak’s innocence" Egypt Independent 29/11/2014 http://www.egyptindependent.com//news/politicians-activists-divided-over-mubarak-s-innocence











sábado, 29 de noviembre de 2014

Mubarak, el incomprendido

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Antes de la revolución los egipcios tenían el convencimiento de que Mubarak era un corrupto y que el régimen bajo el que vivían era una autocracia. Gracias a los efectos de la Revolución, será pronto coronado como el gobernante más ejemplar que ha tenido Egipto. De cada nuevo proceso, Mubarak sale airoso, saludando desde su camilla, celebrado por seguidores, incluso por los nuevos. De no ser por la Sisimanía, uno temería una nueva revolución para reponerlo en el Palacio Presidencial. Si no da tiempo por ese impresionante estado de mala salud que le hace durar y durar, seguro que si hijo Gamal se ofrece para que se cumplan los designios de su padre, el sabio y honesto.
La absolución como responsable último de la muerte de los manifestantes de 2011 deja a los egipcios con la sospecha de que aquello pudiera ser una gripe fuerte y repentina, quizá favorecida por algún contagio por las aglomeraciones. Quizá incluso resulte ser que el paciente cero fuera israelí, europeo o norteamericano o quizá un hermano musulmán que hubiera estudiado en alguna universidad estadounidense. No se debe cerrar ninguna puerta más allá de la que los ejemplares jueces, a los que no está bien criticar gracias al pacto patriótico, cierran.


Con la absolución de Mubarak y los suyos como responsables de las muertes de la Revolución del 25 de Enero, Egipto ha cerrado el ciclo del absurdo. Lo idea de que en Egipto lo que cae no llega al suelo, se hace realidad. Con esta sentencia absolutoria, además se consagra el derecho de la Policía y el Ejército a realizar matanzas de forma autónoma, pues nadie es responsable ni por arriba ni por abajo, ni los que ordenan ni los que disparan. Es la historia como disparate. Los "mártires" no solo murieron en balde sino que además se murieron solos.
Esto además extiende el absurdo más allá del propio Mubarak, hacia las acusaciones contra el depuesto Morsi, que resulta culpable de más crímenes en un año que Mubarak en treinta. La misma generosidad con la que se juzga a Mubarak anticipa —por pura lógica— la severidad con la que se juzga a los que han quedado al otro lado de la justicia, por decirlo así.

Los argumentos ante estas cosas son siempre los mismos: los jueces hace su tarea. Es cierto, ¡y con qué eficacia! El argumento de que en Egipto se cumple la ley tiene un fondo de sarcasmo que va desde lo que se aplica a las ONG o a los grupos defensores de derechos hasta los jueces que liberan a los médicos entre cuyas manos mueren las niñas al practicársele la mutilación genital.
Egipto se sigue amparando en el conflicto de la zona para justificar todo lo que se hace con su participación en la "lucha contra el terror", de la que ahora —tras decir lo contrario— se manifiestan partidarios. Pero todo esto tenía un límite interno y otro exterior. Creo que la exculpación de Mubarak con cuentagotas es una acción premeditada en la que incluso podría morir dada su avanzada edad. Es la demostración de que el régimen de Mubarak no cayó, sino que se le sacó por la puerta de atrás para dejar las manos libres a la institución que le sostenía, el Ejército. La brutalidad del periodo de la SCAF, del cual nadie saldrá tampoco perjudicado, sigue con el derrocamiento de Morsi, que es el resultado de la pésima estrategia militar desarrollada para poder seguir controlando el país. El Ejército ha demostrado ser el dueño de Egipto desde que Nasser se hizo con el poder. Solo hay relevos y luchas internas entre facciones.
La petición que la prensa egipcia recogía ayer por parte de los partidos políticos de que se retrasaran las elecciones generales es otro despropósito más de una forma incomprensible de hacer la política. Pero el hecho de que sea incomprensible no significa que no sea rentable en sus resultados. La ley de partidos reduce su papel a la nada, a una mínima representación en un parlamento entregado a los "independientes", que serán el 70%. También Mubarak, el bueno, tenía un parlamento que controlaba con una oposición testimonial que servía para hacer creer que aquello tenía tintes de democracia.

El periodo que se inicia, con estos precedentes, dejará corto al de Mubarak. Las críticas al gobierno y a su presidente son ahora casi imposibles con un narcisismo político con unos grados de adulación como no se habían visto en mucho tiempo. El regreso de Muabark es el de los que poco a poco han salido de sus escondites para recuperar el terreno perdido. Ya comenzaron a aparecer con la campaña  presidencial de El Sisi, para escándalo de algunos. ¿Oero de qué queda ya escandalizarse?
El sueño de los que se levantaron contra Mubarak se acaba de pinchar con el veredicto de hoy, una auténtica afrenta que pronto será justificada gracias a los mecanismos de racionalización social: nada de lo que haga el gobierno puede estar mal. Si se exculpa a Mubarak, es que Mubarak es bueno; un incomprendido, pero bueno.
El veredicto de exculpación tendrá consecuencias. Con él se ha exculpado a sus hijos, al ministro del interior de entonces y a uno de los personajes más negros de los negocios ya de por sí oscuros —que teníamos refugiado en España, viviendo en La Moraleja—, Hussein Salem. Tanto las muertes como la corrupción han quedado borradas, sin que nadie sea responsable de unas y otra. Los treinta años de Mubarak y su régimen de excepción se saldarán con unas cuantas multas y unos cuantos paseos en helicóptero a los juzgados de vez en cuando. Y él está muy bien para su edad.
Si recordamos que a Hosni Mubarak lo condenaron a cadena perpetua en 2012, que al gobierno islamista de Morsi le pareció poco y lo reabrió intentando conseguir la sentencia de muerte, que después por reabrirlo y con los islamistas derrocados, los juicios han sido exculpatorios uno tras otro, el panorama jurídico no es para considerarlo demasiado consistente.


La señal que se envía al mundo es nefasta. La que se envía a los egipcios que hicieron la revolución para conseguir unas libertades que no tenían,  es todavía peor.
El dirigente del "movimiento de jóvenes del 6 de Abril" ha puesto el dedo en la herida, según recoge entre diversas opiniones Ahram Online:


“I don’t believe that Egyptians will react against the verdict after the media has spent more than three years making propaganda against the revolution…saying it serves foreign agendas," he told Ahram Online, adding that he believed security forces would not allow people to mobilise against the reaction anyway.*

Nunca se ha visto una revolución más citada, invocada, celebrada y menos respetada. Egipto sigue su camino ante la perplejidad del mundo. La noria gira con su caballo aburrido.


* "UPDATED: Mubarak, his sons, interior minister and aides acquitted " Ahram Online 29/11/2014 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/116711/Egypt/Politics-/UPDATED-Mubarak,-his-sons,-interior-minister-and-a.aspx







Librerías o qué debo hacer para que la gente entre y salga con un libro

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Con el título "Estrategias de papel para la supervivencia", Jorge Carrión escribe sobre la situación del libro y las librerías con motivo de la celebración del día de estas últimas ayer. El trasiego de cierres y aperturas se debe, según Carrión, a que muchas no se han adaptado al cambio tecnológico. Otras se cierran por jubilaciones y no deben quedar jóvenes a los que les apetezca ese negocio tan raro que es vender libros.
Señala Jorge Carrión:

Lo cierto es que las malas noticias se pueden resumir en una: el descenso de las ventas, que según la CEGAL, al fin se ha amortiguado. En el último cuadrimestre bajaron un 7,4%, contra el 9.4% del mismo periodo del año pasado. La doble crisis, la económica y la causada por la irrupción del consumo digital, ha provocado que —según el informe El sector del libro en España. 2012-2014 del ministerial Observatorio de la Lectura y el Libro— la facturación nacional haya bajado de 3,123 millones de euros en 2007 a 2,471. La Federación de Gremios de Editores de España añade la cifra de 2013: 2,181 millones. Mil millones. Un tercio menos. En seis años.*

Es mucho perder. Hace mucho tiempo que aprendimos que eso del "descenso amortiguado" es solo una excusa porque va quedando menos abismo que descender. Cuando te has estrellado contra el duro empedrado, de hecho, se frena el descenso. Las buenas noticias, claro, es lo bonito que está resultando el funeral. Eso forma parte de las llamadas "buenas noticias", el éxito de las convocatorias hechas para sus actividades recreativas.
Ante la cuestión de libros y librerías, los enfoques pueden oscilar entre el problema económico de la rentabilidad del sector y el problema cultural. Son muy diferentes y con tratamientos y consecuencias distintas. Por un lado está la cuestión de las ediciones digitales frente al libro; por otro, la cuestión de los bestseller y sus formas de venta frente a otros tipos de libro; y, finalmente, la cuestión de la demanda cultural.
En las cuestiones culturales se olvida casi siempre el carácter sistémico. Los enfoques parciales y economicistas, que son los que interesan a la mayoría, son insuficientes y quejumbrosos. Hay explicaciones para todos los gustos, pero es evidente que el hecho de que se lean libros tiene que ver principalmente con el deseo de leer. El cómo despertar ese deseo interés es donde reside el quid de la cuestión.
Para algunos es cuestión de mercadotecnia y todo se basa en una gran inversión en la promoción. Por eso se han centrado en los bestseller y han llevado hasta el aburrimiento la técnica serial: sagas y más sagas, que hacen que la gente se enganche y siga durante un periodo de tiempo las apariciones sucesivas. Primero te enganchan a Harry, después a Crepúsculo y finalmente a Milenio. Lo mismo se hace en el cine, donde se llevan esas novelas inmediatamente para crear una unidad receptora. Con Los Juegos del hambre se hace lo mismo. Incluso las últimas entregas se dividen en dos partes (Crepúsculo y Los Juegos) para prolongar en el tiempo la dependencia. No hablemos ya de lo hecho con El Hobbitt. Es volver a la novela por entregas del siglo XIX.


La otra opción es hacerte en fan de un escritor o escritora al que se convierte en icono de algo, de lo que sea. Tienes los adictos a Punset como tienes los de Stephen King. La técnica aquí es crear la "biblioteca" del autor, que puedes separar del resto, como hizo Alianza con su colección de bolsillo, que ahora aparece dividida por autores.
Todo esto es el problema de las ventas, de cómo vender libros, películas, etc. Sin embargo el problema cultural es de otro orden. Cuando se plantea que el libro electrónico rivaliza con el libro en papel y le come terreno, se suele soslayar la cuestión de que la mayor parte de las personas que leen en dispositivos electrónicos suelen ser las mismas que ya leían o leen en papel. Basta con mirar y se suele comprobar que una parte importante de los lectores que ves en los transportes públicos con dispositivos son adultos. También hay gente joven, pero son los mayores los que más lo utilizan para leer.

Si se mira el resto de los que van en el transporte público, que es una auténtica biblioteca ambulante, un espacio en el que antes se aprovechaba para leer prensa y libros, veremos que los hábitos han cambiado. Tenemos los que simplemente escuchan música, los que están conectados con sus teléfonos a redes sociales, los que los utilizan para jugar, los que leen sus libros electrónicos y, finalmente, los que leen prensa y libros en papel. Lo que se ha modificado son los hábitos, pero también el tipo de consumo.
En un mercado orientado al consumo mediático, todos estos dispositivos compiten por hacerse con sus usuarios, pero hay otra competencia, que es la cultural, que afecta a los contenidos de la información. La cuestión no está solo en los dispositivos —ebook, teléfono o libro o periódico—, sino en el tipo de contenidos que se solicitan.
Las librerías se han tenido que adaptar a las nuevas situaciones, pero dependen de lo que puede ser solicitado y esto es una cuestión más problemática porque afecta a la calidad de la cultura. La cultura es la gran perdedora y las pérdidas que se nos cuentan no son más que los efectos de ese deterioro ambiental que se percibe. Es importante distinguir efectos y causas. Y la causa es el deterioro cultural, el empobrecimiento educativo que es resaltado desde todos los estudios que se realizan. Leemos mal y mucho de lo que leemos es malo.
Los que estamos en la enseñanza superior no necesitamos de muchos estudios. Lo tenemos delante todos los días. El empobrecimiento es colosal. Y es desde ahí desde donde hay que afrontar esta crisis: no desde las ventas, sino desde las carencias culturales. Son estas las que se camuflan bajo cifras de bestseller y taquillazos esporádicos que hacen, además, tratar de repetir las fórmulas. Lo he dicho muchas veces: es más importante qué se lee que cuánto se lee.


Los enfoques culturales de mercado son socialmente nefastos. Sustituyen la cultura por el espectáculo y lo orientan hacia el entretenimiento. El folclore montado para llevar gente a las librerías en el Día de la Librerías es un indicador que sin él no se entra en ellas, pues están abiertas todos los días. Mientras no se aborde globalmente la cuestión de la cultura, con unas políticas de difusión formativa a través de los medios públicos y las instituciones, y sobre todo una renovación del sistema educativo orientado hacia la lectura de calidad y progresiva, habrá poco que hacer.
Por una lectura de "calidad y progresiva" entiendo una formación lectora que no huya de la complejidad, sino que vaya adentrando en ella a los lectores. Hay un infantilismo lector que hace que estudiantes universitarios sigan con libros infantiles o juveniles sin llegar a madurar en sus lecturas y manteniéndose profundamente ignorantes de la cultura en sí. Y eso es el fin. Ahí se acaban los lectores futuros, condenados a seguir —los que lo hacen— las directrices comerciales. Se ha perdido el ideal de una sociedad culta, como otros tantos. La cultura ha pasado a ser un "sector" y no el un estado de un país.


Las técnicas de mercado no se preocupan por los que se lee, sino por lo que se vende, Y acaban haciendo que se lea lo que se vende bien. Eso se puede aplicar a las políticas de las demás artes: el cine, la música, etc. Carecemos de una verdadera política cultural desde hace décadas. Eso se puede percibir en la absoluta pobreza ambiental que nos rodea y la elevación a los altares mediáticos a cualquier pelanas que logra vender unos cuantos ejemplares de cualquier rudimentario texto imitador de cualquier bestseller extranjero. Y esto no es cultura.
El problema de la cultura no es el de las ventas, pero sí el de qué se lee o se deja de leer, se compre o no. Y la cultura tiene que ver con la receptividad social a muchas otras cosas, como la ciencia misma de la que forma parte.


Ya en contado otra vez que frente a mi facultad extiende su sábana librera Pepe, para mí el mejor librero. Su librería no tiene paredes ni escaparates, solo sus libros sobre el suelo. Por delante de su librería minimalista se detienen muy pocos de los alumnos que pasan por la avenida para ver qué libros tiene. Siempre que paso me suelo llevar algunos porque siempre tiene cosas interesantes. Pero para saber que son interesantes, tienes que tener la capacidad de detectarlo. Es un círculo vicioso. La mitad de los que me llevo son para regalar. No hay mejor regalo que un buen libro. Lo que cuenta no es el papel, sino lo que contiene, que es lo que hace crecer al que lo lee.
Hace muchos años que coincidí en la cola de la caja de una librería con un político muy conocido que posteriormente llegó a comisario europeo. Me deprimió ver los libros que se llevaba. Hoy probablemente ha empeorado el nivel. No escuchamos una cita, una mención, una idea en los discursos. Ni ellos podrían ni sus asesores de comunicación lo permitirían. El empobrecimiento es general porque la cultura no se considera parte de la persona, sino como una forma de ocio, un mero gasto. Después damos botes en nuestros asientos cuando escuchamos barbaridades a gente que ha hecho una carrera y dos másteres. Todos piden cosas prácticas y especializadas, lo único generalizado y que sirve de puente entre especialistas es la ignorancia. Esa sí que une.
Un país culto es un país que aspira a más, que no se deja tentar por charlatanes, a los que puede distinguir de los que realmente saben algo. El reino de la incultura es el paraíso de los charlatanes, donde es más fácil dar gato por liebre y donde todo el mundo se deja llevar por la opinión ajena.




* "Estrategias de papel para la supervivencia" El País 29/11/2014 http://cultura.elpais.com/cultura/2014/11/28/actualidad/1417201846_048343.html






viernes, 28 de noviembre de 2014

El desafío salafista

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hoy es un día de ansiedad en Egipto. Los grupos salafistas han convocado una manifestación para reivindicar el "islamismo" como estado natural del país y de todo y todos los que se encuentren dentro. El "islamismo" no es una profesión de fe, sino una absorción de la de los demás. El gran problema que plantea en todos los niveles es que define el mundo con los demás dentro. Y no admite excepciones. El mundo está dado y no hay nada más que discutir. Es así y es así porque es así porque así está dicho. La argumentación es circular y con alguien así no hay mucho que discutir, solo procurar no dejarle que se dedique a la captación de los demás.
Daily News Egypt nos informa de la condena de la marcha por parte de la máxima autoridad religiosa en Egipto, el Gran Muftí. Pero la autoridad en el islam está en función de lo que tú consideres que se acerca o se aleja de tu forma particular de interpretar el Corán y hasta dónde hay que llegar con él. Como estos grupos parten de que su interpretación es la correcta, solo conceden validez a la de los demás si coincide con la suya. En este sentido, los Hermanos Musulmanes se han apuntado a la marcha señalando que están de acuerdo, que Egipto no puede perder su "identidad".
El diario nos resume la llamada a la marcha de hoy:

The calls to protest on 28 November were launched by the Islamist political organisation, the Salafi Front, to restore “the [Islamic] identity and Sharia Law”.
The front, which gave the protests the name “The Muslim Youth Uprising”, cited different reasons for the new wave of dissent.

A flyer distributed by the front says: “When the president says that demanding to establish the Islamic caliphate is terrorism, when the mosques are destroyed in Sinai, and when teaching dance, homosexuality, and premarital sex are present in media and school books, an Islamic uprising is a must. There is a war on Islam and its teachings.”
The group added that the aim of the uprising to “bring back our morals and traditions”, adding that without them “the country will not develop or prosper”.
A number of Salafi groups agreed with the Salafi Front’s argument which preach “a fight for identity”, while others described the calls as “violent”.
The Anti Coup Alliance, a group of parties opposing the current regime, released a statement Wednesday supporting the “youth calls to impose their [Islamic] identity”. It asked the Egyptian people to join the “million man march on 28 November”.*

Como en todo movimiento que trate ser eficaz, se despliega en el plano físico (la marcha en sí) y el plano simbólico. Así podemos comprobar que los intentos de apropiación de la denominada "primavera árabe" intentando hacerse con la idea de los "jóvenes" está presente de nuevo: "The Muslim Youth Uprising" es un término que trata de reflejar esa idea de que existe una "primavera islámica", que es la forma de situarse frente a la época de Mubarak y el rechazo de la actual, a la que consideran una prolongación. De esta forma absorben a los verdaderos revolucionarios, los partidarios de la democracia moderna, que han quedado desbordados por los retrógrados salafistas y las formas autoritarias de la nueva situación.
Es lo mismo que quedó estampado en la Constitución de Morsi, como tuvimos ocasión de señalar en su momento, es un "nosotros somos la revolución". Es una forma de anulación de la idea por ocupación retórica que siempre es importante tener en cuenta. Puede que se les vea muy burdos, pero es solo la fachada. Disponen de muy buenos expertos que se encargan de traducir el pensamiento tosco en sutilezas comunicativas, como los que le diseñaron la campaña a Morsi o los que crearon el logo de los cuatro dedos en plena campaña de la película Los juegos del hambre. Les falta acudir a la manifestación de hoy silbando el canto del sinsajo. No se trata de que sepan lo que hacen, sino de que sigan las instrucciones.


La lucha por la "identidad" es llevada por los islamistas salafistas a un nivel en el que se establece la decadencia moral del régimen, su carácter faraónico (es decir, poder alejado de Dios) y las consecuencias que tendrá para la ruina. No es necesario tener conocimientos teológicos, basta con creer al que dice tenerlos y especialmente ver el mundo con los ojos predispuestos.
El régimen de El Sisi ha realizado una estrategia doble de autoridad y conservadurismo moral. No se trata solo de un poder represivo violento, sino de no poder ser acusado de lo que ahora lo es. Esto se llama ser precavido a partir de las evidencias. Y las evidencias es que Morsi fue destituido por una inmensa presión, pero también está la evidencia de que el islamismo y los errores de los militares (que suelen acertar muy poco) lo llevaron hasta la presidencia. Los votos conseguidos por los salafistas y los Hermanos Musulmanes se hicieron sobradamente con un parlamento que se llenó de barbas e ideas retrógradas. Es cierto que mucha gente que no era islamista votó creyendo que era la forma de hacer una transición y, sobre todo, no dar el voto a lo que representaba el régimen de Mubarak entonces, Ahmed Shafiq, primer ministro militar tras la revolución y antiguo mariscal del aire. No tenía sentido hacer una revolución y luego dar el voto a los que habías derrocado. Pero en Egipto no todo lo que cae llega al suelo.


La frase que Daily News Egypt recoge del panfleto callejero es muy significativa: «When the president says that demanding to establish the Islamic caliphate is terrorism, when the mosques are destroyed in Sinai, and when teaching dance, homosexuality, and premarital sex are present in media and school books, an Islamic uprising is a must. There is a war on Islam and its teachings.» Es una llamada a una llamada a contestar a la "guerra contra el Islam" con la "guerra del Islam". Puede que nos suene ridículo lo de los "bailes", la "homosexualidad" y el "sexo premarital", pero es la forma directa que tienen de entrar en un entorno ultraconservador.
Podemos entender mejor ahora lo que han representado las acciones conservadoras del gobierno de El Sisi cuando se han detenido a los participantes en la llamada "boda gay egipcia", se han censurado películas o se han retenido libros en la frontera con Líbano. Se trataba de ganar o, al menos, de no ser acusados de lo que son ahora, de mantener esa guerra contra la "identidad" islámica, que es la que se define el movimiento islamista. Su baza, como siempre, es la intransigencia ante lo que presentan como cambios antinaturales y destructivos. Esta estrategia, por cierto, se aplica también desde el gobierno cuando se trata de evitar las críticas.


Las diferencias entre ambos casos es la que marcan el "nacionalismo" y el "islamismo", que mantienen sus divergencias desde hace tiempo. La revolución nasserista fue de corte nacional y socialista. Pronto chocó con los Hermanos Musulmanes que le plantearon la exigencia (está el testimonio de las carcajadas de Nasser contándolo ante el público) de que se exigiera que todas las mujeres fueran con velo. Los intereses de cada uno se mueven en planos distintos, pero ambos necesitan del poder. El uno es del ejército y el otro el de la presión social por todos los rincones con el Corán en la mano.
El miedo es el arma que ambos utilizan. Por un lado el miedo social al terrorismo y su violencia, usado por el gobierno como forma de afianzamiento, y el miedo a la destrucción del islam, que es lo que usan los islamistas de todos los colores como telón de fondo, el temor de Dios.
El día antes de la marcha, ayer mismo, el gobierno egipcio aprobó una ley antiterrorista en la que se define es quién es terrorista y cómo serán disueltos los grupos que así sean definidos. Así nos lo cuenta Ahram Online en información de ayer:

A new anti-terrorism bill was approved by the Egyptian cabinet on Wednesday.
The law defines ‘terrorist entities’ and lays down penalties against any group identified as such by a criminal court.
According to Article 1 of the bill, a terrorist entity is any group which disrupts public order or threatens the safety, security or interests of society, or harms or frightens individuals or threatens their lives, freedoms, rights or security or harms national unity, Al-Ahram newspaper reported.
According to the bill, a terrorist entity is also any group which harms the environment and natural resources or communications or transportation or public and private buildings, money or property or occupies them or takes control of them, or hinders the work of public and judicial authorities or places of worship or hospitals or educational institutions or diplomatic and consular missions or regional and international organisations in Egypt, or disrupts the constitution and the law with force or threats or intimidation to realise the group’s goals.
The bill gives executive authorities the right to dissolve any groups listed as terrorist entities and freeze their assets and money and arrest their members.**


Prácticamente, estornudar puede ser considerado un acto terrorista si molesta al que tenga cerca. Un carterista puede ser considerado igualmente un  terrorista. Es un aviso a los salafistas, que, hasta el momento y tomando posiciones, han apoyado al gobierno que les ha dejado para mostrar que no se perseguía a los grupos religiosos en sí, sino que se prohibían los partidos religiosos, algo bastante complicado de distinguir cuando los verdaderos centros del poder son los grupos y los partidos meras tapaderas operativas. El gobierno, por ejemplo, declaró terroristas a los Hermanos Musulmanes, pero mantuvo su partido político, del que habían desaparecido prácticamente todo el mundo, como es lógico. Pero el mundo egipcio es paradójico y estas cosas son frecuentes.
La marcha de hoy, la que estará transcurriendo por las calles en unos momentos, puede acabar de muchas maneras. Es un pulso al gobierno y también al desarrollo futuro de Egipto. Lo que ocurra hoy en las calles puede quedarse en casi nada o ser un nuevo punto de ruptura en el difícil desarrollo egipcio.
Es evidente que el interés del islamismo no es la democratización de Egipto, sino su islamización. Este proceso, como estamos viendo en la Turquía de Erdogan, consiste en asegurarse el poder, los negocios y reislamizar la sociedad para asegurarse el poder de por vida. El ultraconservadurismo que encontramos en la etapa de Erdogan como presidente es la manifestación de que cada vez le importa menos la opinión exterior y que pretende ser cabeza de un movimiento más amplio, como siempre ha tratado. De ahí su rivalidad con Egipto, aspirante siempre a coordinar el mundo árabe.


La cuestión tiene sus raíces en la pugna por la construcción de esa identidad que oscila entre la "nacional", la "árabe" y la "islámica", que son los tres parámetros definitorios del camino emprendido. Los islamistas centran, como es lógico, su presión sobre el componente "islámico", que tiene un carácter internacionalista. Solo así se puede entender la guerra internacional en Siria, con yihadistas de todo el mundo; los conflictos establecidos por una identidad "árabe" frente a una "nacionalidad" (egipcia, siria...) específica de unos países con diferencias y fronteras relativas.
El despertar del nacionalismo egipcio que vemos hoy es un intento de dar prioridad a lo propio (aunque no se defina) frente a lo exterior, occidente y los vecinos peligrosos, que acogen terroristas. El peligro de este nacionalismo defensivo es que se basa en el miedo y la conspiración como fuerzas más eficaces para controlar el poder. Egipto, además, tiene que tener presente esas fuerzas islamistas que desde allí se exportaron hacia otros países (la misma Hermandad Musulmana), sus bases sociales y sus conexiones exteriores.

El problema de fondo —el histórico y cultural— queda tapado por el más urgente del orden público en el que la lucha justifica las acciones de barrido de los que quedan fuera del juego. No hay solución fácil, ni provisional ni a largo plazo, que no lleve a un enclaustramiento de la sociedad egipcia, que se polarizará entre la defensa de la represión unos y el rechazo de otros.
A los islamistas no les interesa la democracia, que es un invento peligroso de los infieles, ni a los partidarios de la autoridad les interesa que se abra el sistema como para encontrarse de nuevo en la misma situación de conflicto. La única esperanza está en la aparición de fuerzas moderadas, pero que en estos tiempos revueltos son acallados por los ruidos y gritos que llegan desde las calles. La situación egipcia es barrer el polvo debajo de la alfombra, porque será imposible a corto plazo acabar con el islamismo sin acciones profundas en la educación y la cultura, a la que también se resistirán, como ocurre en Afganistán o Pakistán, en donde son ametralladas las escuelas y sus estudiantes y maestros, o los locos criminales de Boko Haram que hacen lo mismo.
El mundo islámico está pagando la falta de renovación, el rechazo a ideas que pudieran abrir paso a una modernidad en la que poder convivir aceptando las diferencias en la sociedad y en el mundo, una tendencia imparable por la globalización, que lleva a una convivencia, y el avance de la ciencia. Ha tenido sus pensadores, pero han acabado mal, retenidos en las fronteras, como el libro de semiótica de Abu Zayd, detenido en la frontera del Líbano. Una concesión inútil del gobierno egipcio al conservadurismo.


Nasr Hamid Abu Zayd escribió la Crítica del discurso islámico y fue denunciado y considerado apóstata. Al ser declarado así, se le aplicó la ley que impide que una mujer musulmana pueda estar casada con alguien que no lo sea y se les divorció. La Corte Suprema de Egipto lo ratificó. No fue en la época de Morsi, sino en la de Mubarak, en los noventa. Hay más casos repartidos por los diferentes países árabes. Han sido voces que han llamado a la evolución para sacar a sus países de la tendencia hacia pasado y la intransigencia. Pero han pesado más la violencia y el integrismo, que tienen su caldo de cultivo en la ignorancia y el adoctrinamiento por medios sutiles o brutales, según toque.
Lo que ocurra hoy en Egipto puede ser trascendente, pero más probablemente en  sentido negativo que en positivo. Las demostraciones de fuerza, en cualquier dirección, abrirán caminos hacia ninguna parte.
En este momento, cuando termino de escribir, 11 de la mañana, Ahram Online habla ya de dos policias muertos en las calles de El Cairo.


* "Calls for 28 November protest ‘humiliation of Quran’: Mufti" Daily News Egypt 27/11/2014 http://www.dailynewsegypt.com/2014/11/26/calls-28-november-protest-humiliation-quran-mufti/
** "Egypt cabinet approves new 'terrorist entities' law" Ahram Online 27/11/2014 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/116565/Egypt/Politics-/Egypt-cabinet-approves-new-terrorist-entities-law.aspx