martes, 21 de octubre de 2014

La agonía de la educación

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En su obra La condición postmoderna (1984), Jean-François Lyotard escribió en el capítulo dedicado a la educación:

Solo desde la perspectiva de grandes relatos de legitimación, vida del espíritu y/o emancipación de legitimación de la humanidad, el reemplazamiento parcial de enseñantes por máquinas puede parecer deficiente, incluso intolerable. Pero es probable que esos relatos ya no constituyan el resorte principal del interés por el saber. Si ese resorte es el poder, este aspecto de la didáctica clásica deja de ser pertinente. La pregunta, explícita o no, planteada por el estudiante profesionalista, por el Estado o por la institución de enseñanza superior, ya no es: ¿es eso verdad?, sino ¿para qué sirve? En el contexto de la mercantilización del saber, esta última pregunta, la más de las veces, significa ¿se puede vender? Y, en el contexto de argumentación del poder, ¿es eficaz?*

Leído en la distancia de treinta años, las cuestiones planteada por Lyotard en los ochenta muestran sus consecuencias en nuestro momento histórico con el deterioro absoluto, pervertido, del sentido de la educación y de la instituciones que la generan y administran, peor aún, de los que la reciben, poseídos por un furor de utilidad que se traduce en demandas concretas de un saber alejado de cualquier tradición, especulación intelectual o aspiración más allá de la utilidad inmediata. Nuestro sentido de la educación ha cambiado porque han cambiado los escenarios sociales. Los centros del saber son meros instrumentos subordinados cuya justificación depende del ¿para qué sirve? y cuya aprobación, efectivamente, dependen del ¿se puede vender? No hay mucho más.

La sustitución del profesor por la máquina hoy no es más que una cuestión sindical, por un lado, y de ahorro empresarial por otro. Lyotard cerrará el capítulo, un par de páginas más allá, hablando de "la agonía de la era del Profesor", diluido entre trabajo en grupos y máquinas. Pero no es solo su agonía; es también la del alumno y la de las materias de conocimiento. No nos engañemos: no es una cuestión profesional. Estamos en la era de la desaparición de la educación en beneficio de la "formación", palabra en boca de todos ya sea por su carencia evidente en muchos casos o por las estafas que descubrimos cada día. No es la agonía del profesor: es la agonía de la educación como concepto y motor de cambio social.
El concepto de "formación" es la reducción del ser humano a la función que desempeña, esencialmente desde su dimensión productiva. Los principios de lo que Lyotard llama la universidad humboldtiana, donde todavía el aprender tiene por objeto la mejora de la persona como eje de la transformación de la sociedad, desaparece en favor de un sistema educativo considerado como una pieza más del sistema de producción que fabrica las piezas para el engranaje social. Perdemos el indefinido ideal de mejora y nos centramos en el evaluable de rentabilidad y eficiencia, algo para lo que sí hemos desarrollado elementos de medición.
El diario El Mundo nos ofrece hoy en lugar privilegiado de su educación digital las conclusiones de los expertos educativos, dentro de un informe WISE, bajo el título "Cómo será la escuela en 2030":

En la escuela del futuro, las clases magistrales desaparecerán y el profesor ya no ejercerá sólo como transmisor de conocimientos, sino que tendrá como principal misión guiar al alumno a través de su propio proceso de aprendizaje. El currículo estará personalizado a la medida de las necesidades de cada estudiante y se valorarán las habilidades personales y prácticas más que los contenidos académicos. Internet será la principal fuente del saber, incluso más que el colegio, y el inglés se consolidará como la lengua global de la enseñanza. La educación será más cara y durará toda la vida.
A estas conclusiones han llegado los 645 expertos internacionales entrevistados para una encuesta, a la que ha tenido acceso EL MUNDO, que define cómo será la escuela en 2030. El informe ha sido realizado por la Cumbre Mundial para la Innovación en Educación (Wise, en inglés), un think tank formado por 15.000 sabios y promovido por la Fundación Qatar que del 4 al 6 de noviembre se reunirá en Doha para debatir algunas de estas cuestiones. (94-95)**


En el característico juego de lenguaje técnico se olvida decir que las "necesidades del alumno" son las necesidades del puesto de trabajo que ocupará o al que aspire y que las "habilidades" tienden a ser cada vez más "protocolos" en los que ese conocimiento se traduce para las actuaciones. En este contexto interpretativo, los "contenidos académicos", que no serán valorados en este mundo futuro, tampoco lo son hoy. El truco gigantesco de todo esto es vendernos que ocurrirá en 2030, dentro de 15 años, cuando no es más que el escenario descrito por Lyotard hace 30 y que tenemos en la actualidad prácticamente implantado. Al menos es el escenario mental desde el que los tecnólogos de la educación —a eso ha quedado reducida la mayor parte de la pedagogía— hacen sus diseños desde la propias instancias educativas o desde el estado mismo que la promueve.
En apenas unas horas, debatiré con mis alumnos chinos de doctorado un texto clave para entender nuestra modernidad, su recorrido y nuestro deterioro. En nuestro seminario paralelo a sus tesis doctorales leeremos el texto de Inmanuel Kant, ¿Qué es la Ilustración? La actualidad de este texto es grande y promueve la melancolía viendo cómo ese ideal de autonomía se ha transformado en una atomización social en la que hemos dejado de ser niños para ser máquinas.
Así comenzaba el texto de Kant:

La ilustración es la salida del hombre de la minoría de edad causada por el mismo. La minoría de edad es la incapacidad para servirse del propio entendimiento sin la guía de otro. Esa minoría de edad es causada por el hombre mismo, cuando la causa de esta no radica en una carencia del entendimiento, sino en una falta de decisión y arrojo para servirse del propio entendimiento sin la dirección del de algún otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valentía para servirte de tu propio entendimiento! Esta es la consigna de la ilustración.


La transformación descrita por Lyotard está aquí; no es necesario esperar a 2030.  Me imagino que lo que los expertos en educación han querido decir es que para esa fecha ya no quedarán resquicios en el sistema de formas perturbadoras de los objetivos, que el sistema de habrá purgado por defunción de los que queden con otra mentalidad. Comandados desde las tecnologías de la formación, la maquinaria social seguirá su camino sin tener que pensar, sabiendo solo que necesita en cada momento para realizar eficazmente (otra palabra importante en el texto de Lyotard) sus cometidos, que le serán asignados oportunamente; olvidando lo que no necesite, que será lo que no le sirva a otros y carezca, por tanto, de utilidad. Saber es una cuestión de oferta y demanda, no una apuesta por uno mismo sino una apuesta contra el mercado.
Entre jornada y jornada, su tiempo dedicado al trabajo, se le dirigirá hacia un ocio rentable en el que tampoco podrá formarse para su propio cultivo (cultura y cultivar salen de las mismas raíces del lenguaje), concepto absurdo que nadie entenderá porque surgirá esa pregunta fatal: ¿para qué sirve? 


Sí, estamos en la era agónica del profesor. Pero no es una cuestión personal, no. Eso lo entendemos. Con él agoniza todo el sistema educativo que no es más que la concreción en instituciones y acciones de nuestras aspiraciones sociales, de lo que queremos ser. Kant quería una ilustración que nos alejara de una infancia que el ser humano ha fabricado para mantener el control social. Nuestra "ilustración tecnológica", "formativa", nos saca de la infancia y nos cuelga en la pared junto a otras herramientas. Eso sí, nos da la libertad de la indefinición. ¿Para qué tener vocación —otra palabra olvidada— si es el mercado quién determinará lo que puedes ser y se desprenderá de ti cada cierto tiempo? A nadie le importa que te guste lo que hace; solo que hagas lo que debes. Los obstáculos que Kant veía en la emancipación del ser humano han cambiado, pero no hemos mejorado, no hay liberación; solo dependencia. Se mantiene la idea principal: somos nosotros mismos los que renunciamos, lo que nos reducimos al plegarnos a este destino fabricado por los tecnólogos sociales. ¡Todos a trabajar para que el destino se cumpla!


Edgar Morin habló de "inteligencia ciega". Se refería a una ciencia especializada, parcial, reconectada a través de sistemas que permiten recuperar las informaciones. Cada uno sabe lo que sabe, que es mucho de un poco, un saber fragmentario que nos hace dependiente de los demás. Se beneficia el sistema o quienes lo controlan, que poseen la capacidad de tener toda la información. Esa inteligencia ciega que hoy tenemos es el reverso de las luces ilustradas. Creemos que sabemos más, pero somos más ignorantes al desprendernos de otras parcelas del saber que nos ayudarían a entendernos. Pero ¿quién quiere entenderse? ¿Para qué sirve? ¿Para qué sirve saber algo que no te piden? ¿Hay demanda? 
Si la educación no cambia el mundo, el mundo cambiará la educación. El ideal de eficiencia no aspira a cambiar nada, solo a hacerlo más rentable.

* Lyotard, Jean-François. La condición postmoderna [1984]. Cátedra, Madrid.
** "Así será la escuela en 2030" El Mundo 21/10/2014 http://www.elmundo.es/espana/2014/10/21/54455b9f22601d22738b458e.html




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