viernes, 23 de mayo de 2014

El boomerang político

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Aunque no se sabrá oficialmente hasta que se den a conocer con el resto de la denostada Europa, las elecciones realizadas en Holanda parecen quitarle protagonismo a Geert Wilders, el ladrón de la estrella comunitaria. Algunos interpretan ya como un fracaso personal de Wilders la pérdida de votos respecto a las elecciones anteriores. Partía con un 23% de expectativa de voto y parece haberse quedado en un 13% ; pasa de los 5 diputados a 3, mientras mantiene esperanzas de conseguir el 4 en los recuentos finales, que veremos si lo consigue o no. Nigel Farage, el británico del UKIP, en cambio, parece obtener en los sondeos a pie de urna en torno al 26% de los votos, por delante de los otros grupos. Farage ya ha advertido que no formará parte del grupo europeo junto a Wilders, que es una forma de mantener las apariencias y el tono (no el fondo), distanciándose del protagonismo último de Wilders. Son dos personalidades diferentes y cuentan con recursos teatrales distintos, si bien los mensajes xenófobos, anti inmigratorios y antieuropeos los comparten.

La campaña española tiene otros tintes, con un punto de mira difuso. Nadie hace una campaña anti europea directamente. La crítica se diluye en fórmulas en las que se trata de establecer asociaciones entre elementos internos y externos, es decir, elementos nacionales propios con otros de Europa. El PSOE, que se encuentra en la oposición aquí,  que ha centrado su mensaje en un voto asociado contra "Rajoy-Merkel" y contra los "hombres de negro". Este tipo de fórmulas emocionales corren el riesgo de volverse en contra del que las usa y también de ser aprovechadas por los antieuropeos que las amplifican y redirigen contra las instituciones comunitarias, que son realmente su punto de mira. Hay que tener cuidado con lo que se lanza porque puede ser un boomerang político.
La fórmula "Rajoy-Merkel" se podría sustituir históricamente por la de "Zapatero-Merkel" sin que pasara nada o, como ha hecho Izquierda Unida, por la de "Zapatero-Rajoy-Merkel" que es la que está implícita en el "son iguales" que tratan de transmitir en su lucha contra el bipartidismo.


Me parece una práctica peligrosa construir las campañas de esta manera, basándolas en la dirección de sentimientos negativos hacia personas, instituciones o países porque al final supone un uso emocional muy cómodo y facilón de la política que acaba necesitando de la intensificación para conseguir lo que se quiere. En Alemania ahora mismo, no es Merkel, sino una "gran coalición" la que gobierna, por lo que es responsabilidad de ambos, socialistas y conservadores, la política alemana.
En el caso de Francia, Hollande hizo su campaña contra "Alemania", para doblegar a "Merkel". Esta vez el matrimonio que había que disolver era "Sarkozy-Merkel", que tanto juego dio en fotos y titulares. El resultado posterior de Hollande ya lo sabemos. Su hundimiento de popularidad y de votos, crecimiento del nacionalismo de Le Pen. Jugar con el antieuropeísmo, aunque se personalice en "Alemania" o en "Merkel" tiene un riesgo, que te crezca Le Pen, como ha ocurrido. Los parches retóricos de Manuel Valls diciendo que sus recortes no son los de "Rajoy" han hecho las delicias de los militantes socialistas, pero los "recortes son recortes" y fueron los propios diputados socialistas los que encabezaron un "revolución" contra Valls y sus propuesta. Luego la disciplina de partido lo hace todo más fácil. Pero los hechos están ahí. Veremos cómo tratan las urnas al PS después de Valls o si el mensaje de Le Pen de "son los mismos" y "el nacionalismo es la solución" también funciona.



Se hace un flaco servicio a la Unión con los procesos asociativos simples de hablar de "Europa" y de "Merkel" como si fueran lo mismo, porque al final algunos lo acaban creyendo. Eso supone poner piedras en el camino propio. Entiendo que es un método fácil para algunos para eludir responsabilidades y, especialmente, para la memoria de pez de la política, práctica consistente en olvidarse inmediatamente de lo hecho en cuanto que se abandona el gobierno y exigir a los demás lo que uno no hizo o criticar a los que ahora hacen lo mismo que se realizó anteriormente.
Mientras se recurra a estas formas, la política será un campo infantiloide —no entrará en las causas reales de los acontecimientos porque buscará la forma más emocional de abordarlo—, demagógico —no recurrirá a razonamientos sino a provocar reacciones sentimentales— y tenderá a un deterioro de la convivencia —se vive del enfrentamiento de unos y otros tratando de fijar emocionalmente la fidelidad de voto—.
Con estas fórmulas de trasladar a Europa los conflictos y maneras locales, lo que se hace es mover el objeto de odio hacia otros escenarios. Pero esto, en un contexto de desarrollo de los nacionalismos antieuropeos, es un peligro porque es lluvia que acaba calando a todos.


Las campañas que ligan los conflictos nacionales a los europeos para conseguir unos rendimientos internos acaban siempre volviéndose contra el objetivo general, que es la consolidación de una política europea.
La única forma de que la política crezca como capacidad responsable e inteligente de las personas es tratar los problemas que se plantean en su dimensión correcta, en sus propios términos, y no a través de retóricas emocionales que acaban derivando en sentimientos negativos hacia países o personas, algo mucho más fácil de manipular. Se trata de usar la máxima comunicativa de habla de lo concreto antes que de lo abstracto. Los resultados de esas acciones son en gran parte el aumento del nacionalismo y del sentimiento antieuropeo. ¿Cómo no serlo si se echa la culpa de todo a "Europa"? ¿Cómo no ser xenófobo si se echa la culpa a los PIIGS, por ejemplo, entre los que nos encontramos?


De la misma que el PSOE apunta a "Merkel" o "Alemania", otros apuntan hacia "España" (les da igual "Rajoy" que "Zapatero" porque a ellos no les importan las diferencias; somos un peligro: si vamos bien seremos competidores y si vamos mal parásitos) y a los otros "PIIGS" (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia) responsabilizándonos del deterioro de sus economías, de sus sufrimientos diarios por la pérdida de su nivel de vida. Allí donde a nosotros hablamos de "hombres de negro", los que se ven "afectados por nosotros" hablan de "cerdos" que se devoran sus rentas, una carga pesada e injusta que se les ha impuesto desde "Europa".
Nada hay más fácil que canalizar el descontento, el problema es que acaba siendo incontrolable porque los que creen que pueden hacerlo no suelen tener en cuenta que a lo que ellos prenden otros echan bidones de gasolina. Por eso es importante darse cuenta de en qué términos se debe discutir y a quién hay que hacer responsable de las cosas.
La política necesita de claridad y distinción, más que de emoción y confusión. Este énfasis emocional no es más que la consecuencia de pensar la política como una forma exaltada de controlar el poder a través de las emociones. Es la base de la constitución de una clase cuya finalidad es mantener el control y buscar el refrendo emocional mediante una retórica del enfrentamiento que les refuerce. No se pide un ejercicio crítico sino la adhesión a un mundo maniqueo en el que el "otro" resulta ser culpable de todo. Eso vale para la creación del racismo porque, en realidad, es una forma "racial" de hacer política. Convertir al que no comparte nuestras ideas u opiniones en el absolutamente "otro" es una forma racial de hacer política.


Dicen los que analizan nuestras sociedades desde la perspectiva evolutiva que los mismos mecanismos que forman los grupos son los que construyen las diferencias con los que no forman parte del grupo. Reforzarnos es diferenciarnos. Esa es la base del racismo y de la xenofobia. Somos distintos y necesitamos defendernos de los otros. Esos otros pueden ser los que no votan como tú, no comen lo mismo que tú o no rezan al mismo dios que tú; los que tienen la piel de otro color o son sexualmente distintos. El "otros" refuerza al "nosotros".

La forma de hacer política en Europa es compleja por los mismos motivos que se complica en España en el plano autonómico, en el que se tiene esta vez como chivo expiatorio al Estado central, que juega el mismo papel en las quejas: no nos dan, nos quitan, nos impiden, etc.. ¿Se puede hacer política autonómica sin criticar al Estado, sin echarle la culpa de nuestros males, o sin decir algunos que los PIIGS nacionales son los "andaluces" o "extremeños"?  Habría que intentarlo. A menos que esa sea tu estrategia e intención.
Hace poco más de un mes, el diario ABC daba un titular sorprendente: PP y PSOE se acusan mutuamente de ser "los hombres de negro". La noticia comenzaba así:

PP y PSOE pusieron ayer cara a «los hombres de negro» que con la crisis se ha vuelto tan famosos, aunque nadie sepa exactamente quiénes son. Concretamente, para los socialistas los mencionados «hombres de negro» son los populares. Y al revés, ya que una vez hizo estas declaraciones el secretario de organización del PSOE en Castilla-La Mancha, Jesús Fernández Vaquero, sus colegas de bancada se apresuraron a contestarle por medio del portavoz del PP en las Cortes, Francisco Cañizares, quien utilizó el mismo argumento.*


El recurso es demasiado fácil como para no caer en él unos y otros. Lo malo es que con esa simplificación infantiloide de los "men in black", como la de los PIIGS, crean el caldo de cultivo del antieuropeísmo.
Hay que tener cuidado, como dijimos, con lo que se lanza.



* "PP y PSOE se acusan mutuamente de ser "los hombres de negro"" ABC 18/03/2014 http://www.abc.es/comunidad-castillalamancha/20140318/abcp-psoe-acusan-mutuamente-hombres-20140318.html


 



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