viernes, 7 de marzo de 2014

Cuando los rusófonos son rusos o cómo empezar la colonia por el tejado

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Poco a poco vamos comprendiendo que —¡maldita la gracia!— Vladimir Putin ha elegido Ucrania para la innovación colonial. Cada día que pasa se hace más evidente el plan del presidente ruso para Ucrania.
En primer lugar te invaden soldados genéricos, es decir, sin marca. Estos soldados contienen el principio activo de la invasión, pero pueden ser negados hasta tres veces antes de que cante el gallo. Eso es lo que hicieron los embajadores que juraban ante la ONU o ante la UE o ante la Biblia si fuera necesario que no son "tropas rusas" aquellos señores que se paseaban por Crimea. "Pero hablan ruso", dijeron algunos. El Kremlin se encogió de hombros y respondió: "¡En Crimea casi todos hablan ruso!", algo que es cierto, sobre todo últimamente.
Entiendo que no es fácil distinguir a primera vista un rusófono de un ruso. Incluso, más allá de la vista, es difícil distinguirlo por el oído, ya que los rusófono hablan ruso, como su propio nombre indica. Por definición, los rusos también lo hacen. Es todo bastante confuso, sobre todo si se mezclan los rusófonos con los rusos.
Algunos dirán "¡es sencillo! ¡Se les pide el pasaporte!" Pero, ¡ah!, eso ya no es tan sencillo porque Vladimir Putin, presidente de uno de los países con una burocracia proverbial, cantada por Gogol o Bulgakov, solo por citar dos nombre ilustres que dieron cuenta de zares y soviets, ha decidido entregar pasaporte ruso a todos los que lo deseen por rusófonos, rusófilos o rusoapetentes, que es una categoría nueva sin más explicación que por si las moscas.


Como si de David Coperfield (el mago, no el de Dickens), Putin te da un par de pases burocráticos por aquí, otros por allí y ¡voila! donde antes tenías ucranianos, ¡zas!, ahora tienes rusos  gente que quiere ser rusa. Como un trilero, Putin te reta a que descubras en qué cubilete esta el ucraniano. Por más que te esmeres, cada vez que levantas el cubilete, te encuentras un ruso o un rusófono con pasaporte, que viene a ser lo mismo, porque la mano larga es más rápida que la vista.

Una vez que has llenado todo de rusos a medio nacionalizar o ya nacionalizados, Putin te deja elegir: 1) todos los nacionalizados rusos le llaman para que les proteja; y Putin, que no es un padrecito, sino un padrazo, no deja abandonados a sus hijos recién adoptados y va con los tanques a protegerlos; o 2)  los rusos y rusófonos con pasaporte votan unirse a Rusia y dejar de ser ucranianos mediante un referéndum relámpago, vigilado por esos soldados que no son rusos, esos soldados genéricos que se pasean con armas rusas en camiones con matrículas rusas, pero que —¡ojo, no nos engañemos por la primera impresión!— no son rusos, todo lo más rusófonos, milicias llamadas de "autoprotección".
Vladimir Putin va a una política de hechos consumados, a una gigantesca y cínica burla en la que puede permitirse el lujo de decir que apoyan los derechos humanos en Ucrania, como ha hecho su embajador —¡qué papelón!— ante la Unión Europea. Él decreta qué es legal (el referéndum y el gobierno de Crimea) y qué no (las resoluciones del parlamento ucraniano, el nuevo gobierno, etc.). Sus servicios de agitación van más allá de Crimea y trata de abrir el campo todo lo que pueda mediante la organización de los rusófonos esparcidos por toda Ucrania, que se declaran deseosos de recibir esos pasaportes relámpago que generosamente les permita regresar a la patria sin tener que moverse de sus propias casas. Esto es lo de Mahoma y la montaña: si no puedes ir a Rusia, tranquilo que Rusia irá a ti.


Lo sorprendente del caso, creo que bastante claro, es que Europa —incluso España— abogan por una solución dialogada, aunque ya lo dicen con la boca chica, porque no hay más remedio. No tengo la más mínima duda de que va a ser así. Lo malo es que, según todas las previsiones, el diálogo será entre la República independiente de Crimea y la Rusia de Vladimir Putin. Es decir entre rusos de siempre y rusos recientes, en cualquier caso, un diálogo fluido porque ambos son rusófonos. ¡Qué fácil es dialogar así! ¡Da gusto!
El enviado especial del diario El Mundo nos cuenta cómo a uno de esos soldados genéricos se le escapó que era de Siberia. En esta forma tópica de relacionarse, como el que se encuentra en la playa, el chico picó: "—Yo soy de Madrid, ¿y tú?". "—Pues yo de Siberia", respondió él de forma automática, por costumbre, sin darse cuenta de que estaba creando un conflicto internacional saliendo del armario de las marcas blancas, dejando en evidencia a embajadores y presidente. ¡No se puede bajar la guardia; está claro! 
El chico intentó arreglarlo diciendo que "no era ruso, sino de Siberia", pero ya era tarde. Es cierto que de prosperar las tesis de Putin se pueden producir confusiones y ya no sepas muy bien de dónde eres, pero por ahora solemos identificar a los de Siberia como rusos, y la distancia entre Siberia y Crimea es lo bastante grande como para que el muchacho apareciera por allí por casualidad.


La de Crimea va a ser la independencia más rápida de la Historia y también la más breve porque el plan es que, según se declare independiente, firme un tratado de integración en Rusia. Muerto el perro, se acabó la rabia. Cuando a Putin le pregunten por Crimea, responderá: "¿Crimea? ¡Ah, Rusia! Muy bien, gracias".
Y si a alguien le parece exagerado, que lea el comienzo de la crónica del corresponsal de El Mundo:

Vladimir Putin invitó hace dos días a un grupo de periodistas a su casa en Novo Igariovo, cerca de Moscú. Allí les contó una historia de una tierra vecina a Rusia: Crimea. Putin les dijo que en la capital de esta península ucraniana, Simferopol, los ciudadanos se habían echado a la calle para defender su derecho a hablar en ruso. Cuenta el relato del presidente que si estos 'partisanos' iban vestidos todos con el mismo uniforme militar sin identificación era porque fueron "a comprarlo a una tienda". Así que los "vecinos" que patrullan esta tierra rusa regalada a Ucrania durante la URSS deben de ir todos asiduamente al mismo gimnasio, se mueven con una disciplina militar que habrán aprendido en alguna película y llevan el clásico armamento pesado anticarro que cualquiera tiene en casa para defenderse. "No son soldados rusos", insistió ayer Moscú.*


Casualidades mayores se han visto, como lo del ciudadano de Siberia que salió a pasear y se encontró en Crimea comprando uniformes, armamento y subido a un camión rodeado de personas tan confusas como él, pero que se sentían en Crimea como en su casa.
Creo que el mundo no está preparado para tales ejercicios de cinismo. A la violencia se suman la prepotencia y la desfachatez. Lo de Putin, con su extrema gravedad y posibles consecuencias trágicas, es además un insulto a la inteligencia de Ucrania y del mundo entero.



* "'No soy un soldado ruso, soy de Siberia'". El Mundo 6/03/2014 http://www.elmundo.es/internacional/2014/03/05/53178481e2704e7f408b4586.html











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