lunes, 30 de septiembre de 2013

Calidad

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Publicó ayer el diario El País un curioso editorial titulado "Democracia de calidad"*, interesante concepto que se aplica ahora a casi todo. Compara nuestra vida política con la de los alemanes y señala que ellos son muy correcto y nosotros, en cambio, no. En su vertiente pedagógica, el editorialista dice cosas profundas como que en otros países, además de llevarse bien, la gente dimite. Lo dice también por Alemania, claro, que es elevada al paradigma universal de la corrección y de la dimisión, además de otras cosas bien merecidas. La gente allí dimite por cosas extrañas, como copiar las tesis doctorales, pero eso no tiene muchos sentido en España porque algunos han engordado las Licenciaturas con esa fórmula tan pintoresca de "posee estudios de..." (rellénese con aquello de lo que le guste presumir). Es cierto que el líder socialdemócrata, Peer Steinbrück, nos ha copiado la peineta de Bárcenas, pero no lo es menos, también, que fue ante fotógrafos de estudio, posando y pactada, y no una peineta ofensiva dirigida a los fotógrafos mismos mientras empujaba un carrito con maletas, como nuestro tesoro y tesorero nacional. Esto quiere decir que hay peinetas de estudio y peinetas en instantáneas, captada como al vuelo, dignas de decirle, como Fausto, al instante que se detenga. ¡Es tan bella esa peineta! ¡Es tan simbólica! Lo que era el brazo en alto del franquismo, lo es ahora esta peineta de una democracia grosera e inapetente.


Luego el diario habla de la "crispación", que es un verbo relativamente moderado tal como están las cosas. me refiero a que no sé a cuál parlamento se refiere si al mal llamado nacional o a los autonómicos que no sé ya como calificarlos. Nos sorprenden ahora —hasta fin de existencias— los canarios, también crispados, autodenominándose "colonia española" y pidiendo a la ONU que los descolonice. Tienen una cosa nueva que se llama Vecinos Canarios Unidos, aunque no especifican a quién, que se quieren separar también. Yo creo que si contamos a los que se quieren quedar acabamos antes. Pero me temo que corren el peligro de que los alemanes e ingleses —y ahora los rusos— les compren el territorio como si fuera Alaska o la Florida y se monten allí un paraíso, fiscal o de los otros. Como si Canarias no es española, lo que desde luego no es "europea" por aquello de la distancia, lo mismo les llegan los marroquíes, mauritanos o del cualquier otro sitio próximo a reivindicarles la "africanidad" y, de paso, la soberanía. Me los veo como en El Álamo, pero en bañador o tanga regional que elijan para marcar diferencias. Parece que la gente —los vecinos— no escarmentó de los tiempos de Cubillo y de Gadafi. Pues nada, nada, a separarse que, ¡total, para no hacer más que discutir! Les ofrezco hasta nombre por si lo quieren: "Federación de Repúblicas Volcánicas del Atlántico". Es mejor decirlo todo seguido porque con siglas es casi impronunciable.


Me resulta muy sorprendente lo que dice el diario: "No hay ninguna maldición que impida a España comportarse de modo similar a sus vecinos europeos. Lo que lo hace muy difícil es el estado de bronca política continua."* No sé hasta donde llega el concepto de "vecinos" que El País maneja, pero espero que no sea por Italia o Grecia, en donde el ambiente está caldeado. Quizá los verdaderos "vecinos" lo sean al modo de los "vecinos canarios unidos", que aquí parece que solo te unes para separarte con más ganas. Y es que mientras Europa alienta el sentido de "identidad" y "unión nacional" en los que se van al otro extremo, desde los "verdaderos fineses" a los "verdaderos griegos" o los "auténticos alemanes" —ultranacionalistas, al fin y al cabo—, aquí dejamos eso para el fútbol —mientras ganemos, claro, que ¡Dios sabe lo que nos puede caer con una eliminación temprana en una Eurocopa!— y nos lanzamos a la liquidación nacional, al cierre por reforma y, para algunos, por traspaso de negocio. Lo malo de la "maldición" española, querido diario, es que nos la echamos nosotros mismos y nos regodeamos en ella.


Yo creo que el argumento no debe ser "comportarse de modo similar a sus vecinos europeos", sino que la exigencia a este paso debería ser de "no molestar a los vecinos europeos", simplemente. Si España tuviera una pared imaginaria, los vecinos estarían todo el día tocando en ella para pedir un poco de silencio en la hora de la siesta y respetar la paz nocturna bajando el volumen de la música. Demasiado chunda-chunda. Yo creo que, de seguir así, lo mejor es que nos echaran de Europa una temporada —una expulsión temporal como en el deporte— hasta que aprendiéramos que además de complicarnos la vida nosotros se la estamos complicando a los demás. Pero llegamos a Europa y se nos relajaron los esfínteres.
Me he molestado en recoger los titulares de las noticias que el diario que pide mesura nos ofrecía ayer en su edición digital y son estas: "Letta encara el chantaje de Berlusconi y pedirá la confianza del Parlamento", "Italia amenaza con reabrir la crisis del euro en su versión más política", "El conservador Passos Coelho se estrella en las grandes ciudades", "El ‘número dos’ de Aurora Dorada se entrega a las autoridades griegas", "Mas pide a Europa que deje de ignorar el proceso soberanista", “Cataluña sería un Estado fallido como Somalilandia”, "Las seis diferencias entre Rajoy y Merkel (y no son hacer la compra)", "Los indignados del ‘Jaque al Rey’, los más furibundos", "Marchas masivas en Baleares contra la política educativa del PP", entre otros.


Si se observan los términos usados por el diario que pide calma y buenas maneras son: "chantaje", "amenaza", "estrellarse", "entregarse" (no como los ciclistas, sino como los criminales), "ignorar", "fallido", "indignados", "furibundos", etc. Pero me parece que su contribución excelsa al buen rollito político es, sin duda, este titular: "Las seis diferencias entre Rajoy y Merkel (y no son hacer la compra)".
No sé porqué se preguntan tanto por las maneras del Parlamento, con lo que tenemos dentro, fruto de una cuidadosa selección grano a grano, como el café del anuncio. La pena es que lo de dentro se contagia fuera y lo de fuera dentro. A mí me gustaría que sus señorías dejaran de pelearse, pero mi duda es si saben hacer otra cosa. Son tan pobres los argumentos que esgrimen cuando no chillan o se pelean que casi se agradece el estruendo y el griterío por no deprimirse más. Tampoco es que los modos sean muy malos, no se pegan y cosas así, como ocurre en Grecia, por ejemplo. Son más bien monótonos en sus estrategias, terriblemente aburridas y con efectos casi conductistas. No me malinterpreten: no estoy pidiendo que el Parlamento sea "divertido", algo a lo que llegaremos cuando se pase esta fase bronca. No, no digo eso.
Yo iría un poco más allá en lo que el diario les pide sobre las maneras. Yo les pediría —ya sé que me excedo y que no es cosa suya— alguna idea medianamente coherente para solucionar algún problema y, especialmente, que no creen ninguno nuevo. Deberíamos donarles el 0,7 por ciento de las ideas que se nos ocurran. Puede que algunas no sean muy buenas, pero es la voluntad lo que cuenta.


Creo que además de pedirles "calidad" a los políticos —no sé si va a poder ser— habría que ir reconstruyendo todo el destrozo que han causado con su mal ejemplo y prácticas viciosas. Deberían organizar algún acto conjunto de desagravio a la ciudadanía, pero es mucho pedir. La prensa, es cierto, no ayuda demasiado —incluido el flemático El País—. No sé si es por mimetismo o porque van un paso por delante, calentando los ánimos del personal, pero no contribuyen y, por el contrario, le sacan buen rendimiento a la gresca, alentando filias y fobias. Unos son portavoces y otros portabroncas; unos correas de transmisión y otros cinturonazo en las nalgas. Que no pidan paz los que no la buscan ni ayudan a encontrarla.

La política española ya no es partidista, es sectaria. Tiende a extender los excesos de sus miembros menos capaces a los demás para formar esta gigantesca cacofonía, sin una sola idea positiva que nos permita reconciliarnos, si no con la Historia —llena de agravios y desaires—, sí con la imaginación de algo mejor que lo que tenemos. Griten o no griten, gesticulen o no, el problema es más profundo que todas estas impresentables grescas, acusaciones constantes para tapar su desidia, su inoperancia y su falta absoluta de ideas. No hay un solo político que hay ido más allá de la consigna y el eslogan; no hay uno solo al que le hayamos escuchado un análisis coherente, preciso de nuestros problemas, creados por ellos mismos. Si tienen ideas, desde luego las esconden bien. Los que no esconden son los insultos o desdenes, las amenazas y las descalificaciones, que se suman todas contribuyendo al descrédito general. No nos pidan respeto cuando no se respetan, ni entre ellos ni a las instituciones que les acogen y utilizan.
Pedir "calidad" a estas alturas es como pedirle a los náufragos del Titanic que esperen a hacer la digestión. Es casi un imposible porque la vida parlamentaria se ha convertido en una de esas peleas en el fango con las que se deleitan algunos viciosillos. Señala El País que no se puede reducir el Parlamento a vetos y pataleos. Y tiene razón, pero ¿cómo se arregla?


Finalmente, frente a los políticos, surge la palabra mágica —¡cómo no!—, "expertos". Es increíble que teniendo tan malos políticos tengamos tan buenos expertos:

Muchos expertos diagnostican la necesidad de abordar una reforma constitucional de amplio calado, que abarque desde el modelo territorial del Estado a las vigas maestras del sistema electoral. Pero abordar esa tarea resulta inimaginable sin contener los estériles partidismos que caracterizan el día a día de la política. Tampoco ayuda en nada que una institución tan sensible como el Tribunal Constitucional avale casi sin pestañear la falta de neutralidad política de su presidente.

Puede que sean "estériles", pero desde luego con mucha testosterona. Y me pregunto: ¿quiénes son los "expertos en política" sino los "políticos"? Para eso los elegimos, pienso yo. Me echo a temblar cuando los "expertos" hablan de reformas de "amplio calado" porque precisamente a los que hemos calado ya es a los expertos. Hay mucho "republicano" de Platón suelto por ahí. Los expertos son usados por unos y otros según les convenga. Aquí no hacen falta "expertos", sino voluntad. Y es lo que falta.


Entre expertos en política a los que no voto, pero debo hacer caso, y políticos a los que voto pero que no me hacen caso a mí, me quedo como el famoso asno, en medio, dudando si dirigirme a un montón de paja u otro.
¡Qué pena dudar tanto en un mundo con las ideas tan claras!



* "Democracia de calidad" El País 29/09/2013 http://elpais.com/elpais/2013/09/28/opinion/1380394372_425596.html



domingo, 29 de septiembre de 2013

La conversación

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El diario El País especula hoy sobre la posibilidad de que la llamada entre Barack Obama y Hasan Rohani, calificada como histórica, fuera una alternativa asumible por ambos bandos frente a un encuentro personal. El encuentro habría sido excesivo para unos y otros, norteamericanos e iraníes después de tantos años de relaciones congeladas. Prefirieron el cambio suave al brusco deshielo que pudiera tener consecuencias imprevistas. Es tanto lo que se juegan ambos con ese paso que es mejor tratar de controlar las consecuencias. Con John McCain maldiciendo a Putin todavía a través de cartas en los medios rusos, era mejor cogerle por sorpresa con Hasan Rohani.
El diario recoge las palabras del mandatario iraní a su llegada a Teherán:

“Íbamos hacia el aeropuerto cuando me informaron de que la Casa Blanca había llamado a nuestro embajador en Naciones Unidas diciendo que Obama me quería hablar durante unos minutos y acepté”, relató con naturalidad Rohaní a los periodistas, según recoge la agencia IRNA. El presidente iraní desmintió sin embargo que fuera él quien se hubiera negado a reunirse con Obama como han afirmado algunos medios occidentales, y lo atribuyó a falta de tiempo para coordinarlo.*


Los efectos de esta oleada de cambios en las relaciones, de reconfiguración de agentes y funciones, no se harán esperar. Mediante su ofrecimiento a controlar junto a Rusia el desarme de Siria, Rohani ha conseguido incorporar a Irán al proceso de los cambios. De ser un país aislado ha pasado a ser un país supervisor cumpliendo una tarea en favor la comunidad internacional, que es quien ha aprobado el proceso en el Consejo de Seguridad. Las diferencias son abismales. Irán se coló por la brecha rusa. 

Los más preocupados por este proceso abierto, por esta reconfiguración de las relaciones, son todos aquellos que viven de las posiciones contrarias, los que venden seguridad en la inestabilidad. Se encuentran en todos los frentes: Estados Unidos, Israel e Irán. Son los adversarios de Obama y Hasan Rohani en su propios terrenos —Irán ha recibido con división la llamada telefónica, del júbilo a la traición— y los intereses de Israel, que es el eje sobre el que gira toda la política de la zona —y de gran parte del mundo— en un extraño mapa cuyo centro es Tel-Aviv.
El diario El Mundo, por su parte, nos da cuenta de ese movimiento esperable y esperado de Israel:

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, partió esta madrugada a Estados Unidos con un objetivo claro y difícil: convencer a la fiel pareja de Israel que el affaire que inicia ahora con Irán se basa en un "engaño" producto de la brillante campaña de relaciones públicas del presidente iraní, Hassan Rohani. Según Israel, sus gestos conciliadores en Nueva York son sólo tácticos destinados a levantar las sanciones económicas y avanzar en el programa nuclear.
Netanyahu -que ordenó a sus ministros no hacer comentarios sobre la histórica conversación entre Obama y Rohani- se reunirá el lunes con el presidente norteamericano y al día siguiente intervendrá ante la Asamblea de la ONU.
"Representaré a los ciudadanos israelíes, nuestros derechos como pueblo y determinación para defendernos y nuestra esperanza para la paz. Diré la verdad frente a las dulces palabras y la ofensiva de sonrisas (Rohani). Uno debe mostrar hechos y exponer la verdad. Decir la verdad hoy es vital para la seguridad y paz en el mundo y por supuesto es vital para la seguridad de Israel", ha declarado antes de subir al avión.**


El viaje de Netanyahu es la contraofensiva lógica del que se siente desplazado y amenazado por los cambios. Los mayores opositores al proceso son Israel y sus apoyos repartidos en los Estados Unidos y demás lugares en los que tiene influencia. También Israel se ha visto sorprendido por el rápido giro de los acontecimientos. La velocidad del cambio y su extensión colateral a otros asuntos nos muestra la complejidad del escenario internacional, cómo cualquier situación es el resultado de las relaciones entre los agentes, que moviendo una de las fichas se modifica todo el juego.
Mientras Rohani llega a Teherán y es recibido como un héroe por una parte importante de la población —por eso le eligieron, por ser el "moderado" en la limitada oferta electoral iraní—, Netanyahu vuela a hacer ver a sus aliados la "trampa" hacia la que le están metiendo, ante el temor que sea Israel quien se vea debilitado por la relajación del conflicto. Esa "ofensiva de las sonrisas", tal como la ha calificado Netanyahu, en irónica expresión, tendrá sus efectos negativos para Israel.


La cuestión está ahora si en Israel se puede producir un movimiento social en un sentido de apertura de relaciones o, por el contrario, Netanyahu y los suyos logran generar un movimiento de "pánico" que abogue por una radicalización de sus relaciones con el entorno. El primer ministro israelí puede mover piezas limitadas frente a Estados Unidos, "intentar convencer", pero puede realizar movimientos más radicales en aquella parte del tablero que sí controla realmente. Esa zona del tablero se vuelve especialmente sensible porque es el lugar que puede condicionar la velocidad de los cambios o paralizarlos. Un acción terrorista importante contra Israel en estos momentos obligaría a Barack Obama a frenar los impulsos del cambio, pues se mostraría que rebajan el nivel de seguridad de la zona. Obama vería aumentar las presiones sobre su política por parte de los opositores internos, que le acusarían de debilidad y traición al amigo israelí.


Es pronto para ver el alcance de la llamada entre Obama y Rohani. Algunos de sus efectos ya los estamos viendo, pero falta por comprobar cómo se reorganizan los opositores en cada terreno, ver hasta qué punto están dispuestos a resistir o incluso boicotear el deshielo de las relaciones.
The New York Times nos cuenta hoy el ambiente de hartazgo de la guerra en Damasco, entre una población que, tras dos años de muerte y sufrimientos desea ver una salida por encima de otras circunstancias:

Dark as it is, that foreboding has led to a convergence of sorts, a desire by many on both sides of the conflict to bring an end to the killing and destruction even if it means compromise.
“There is no more pro and anti,” said a janitor who opposed the uprising, but like many here in the capital has relatives and co-workers who supported it. “We all want security.”
Some here wonder if that increasingly popular, though by no means universal, view could be the basis of peace talks that world leaders are seeking to arrange half a world away. Others warn that moderate sentiments on both sides may have little bearing on the combat, which is driven by government hard-liners, rebel extremists and anger over the deaths of more than 100,000 people.***

Entre el deseo de paz y los recelos por los caminos, cada vez se irán abriendo mayores expectativas para este proceso sin salida, tablas macabras de una guerra civil, donde ninguno gana pero todos pierden.
Los próximos meses son decisivos porque nos permitirán ver la estabilidad mayor menor de un proceso, su solución momentánea, una simple e inestable tregua, o por el contrario, las posibilidad de algo duradero con lo que afrontar las angustias de la reconstrucción de un país destrozado en lo material y en lo moral, que deberá examinar su propios crímenes, denunciados por los observadores internacionales, entre ambos bandos. Tendrán un chivo expiatorio: los yihadistas llegados de fuera. A ellos se les responsabilizará —ya se hace— de los crímenes propios y ajenos. Es la forma que tienen los pueblos de purgar sus culpas cuando el tiempo levanta el velo de la ira y el paisaje de la destrucción causada se revela en toda su crudeza.
La situación es inestable y diversos factores podrían desestabilizarlo —un ataque terrorista importante contra Israel; la reaparición de armas químicas...— en frentes distintos y con interes convergentes. Pero las piezas, hasta el momento, se van ensartando en una línea que merece la pena intentar.
La breve conversación telefónica —con las disculpas de Obama por el "tráfico horrible" de Nueva York incluidas— ya es un reglón en la Historia. También en ella existen "atascos" horribles a los que hay que buscar trayectos alternativos si se quiere llegar a algún sitio. 




* "Rohaní, recibido entre aplausos y protestas tras su charla con Obama" El País 28/09/2013 http://internacional.elpais.com/internacional/2013/09/28/actualidad/1380370675_411194.html
** "Netanyahu viaja a EEUU para 'decir la verdad' sobre el mensaje del presidente iraní" El Mundo 29/2013 http://www.elmundo.es/elmundo/2013/09/29/internacional/1380438771.html

*** "A Surface Calm, Punctured by Artillery and Weary Arguments" The New York Times 28/09/2013 http://www.nytimes.com/2013/09/29/world/middleeast/syria-updates.html?hp&_r=0





sábado, 28 de septiembre de 2013

Los aceleradores históricos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los ritmos de la Historia son complejos e inesperados. Un hecho imprevisto puede disparar el turbo de los acontecimientos precipitando las reacciones en cadena que se entrelazan provocando el vértigo interpretativo. Si dicen que la Historia requiere cierta distancia para ser comprendida, parece que ahora nos hubiera saltado a la cara cogiéndonos por sorpresa. Hay ciertos acontecimientos o situaciones que provocan esas aceleraciones que mueven lo que estaba estancado. No tienen porqué ser voluntarios. En ocasiones son accidentes o movimientos involuntarios cuyos efectos van siendo cada vez más racionales y controlados. Se pasa así del golpe de azar al sentido racionalizado si se logra aprovechar y canalizar su impulso.
Algo así ha ocurrido con el caso sirio y sus efectos posteriores. El caos va tomando orden en un movimiento iniciado al borde de una crisis militar y política de incalculables e imprevisibles resultados. A nuestra tendencia a escribir la Historia como un camino inteligente y rectilíneo, algo que pueda ser explicado a través de un discurso ordenado, le cuesta entender los efectos sistémicos complejos en el que las situaciones, como ha ocurrido, son el resultado de un cúmulo de circunstancias que comienzan a tener efectos unas sobre otras sin saber muy bien cómo.

Los efectos de un confuso y cruel ataque con armas químicas sobre una población se convierte en un punto a partir del cual las acciones van entrelazándose de forma extraña e imprevista. Las cosas suceden al contrario de lo que se esperaba, pero es precisamente ese factor inesperado el que hace que no se tomen las decisiones previstas —probablemente las peores— sino que se vayan encajando unas con otras.
Sea quien fuera —pensemos con la versión inicial norteamericana o lo hagamos con la versión de Al Asad y Rusia— quien realizara el ataque contra la población, sus intenciones se han visto frustradas. No creo que quien lo usara, ya fueran incontrolados rebeldes para forzar una intervención militar contra Al Asad o las tropas del gobierno para avanzar militarmente, no han conseguido lo que querían.  
También se ha frustrado las intenciones iniciales norteamericanas de golpear militarmente al régimen de Damasco. Lo mismo ocurrió con David Cameron en Reino Unido con el voto en contra del Parlamento a una intervención militar. De igual forma puede entenderse, en sentido negativo, las reacciones en contra de las opiniones públicas en países como Francia, dispuesta a la intervención; el crecimiento de la intención de voto en contra en las cámaras norteamericanas tras decidir Barack Obama pedir el respaldo...


Entre el ataque con armas químicas y el "desliz de John Kerry" —un simple comentario como respuesta en una rueda de prensa— se producen todos esos movimientos frustrados. Nada sale como se espera; nadie consigue lo que quiere. Después del "desliz", con la intervención rusa, todo cambia de sentido y los objetivos que se buscaba alcanzar desaparecen en beneficio de sus contrarios. Donde se defendía una intervención militar se produce un rápido proceso de paz al que todos pueden subirse en marcha. La conclusión provisional de este periodo es la aprobación unánime del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas hace apenas unas horas. También la ONU ha pasado de ser un organismo inútil y desprestigiado, que Estados Unidos pretendía ignorar en su intervención —incluso sin esperar el regreso de los inspectores despreciando los informes ante la ONU—, a ser un escenario de acuerdos, capaz de establecer un calendario y unas consecuencias, algo de lo que nos alegramos todos.

Mientras una gran cantidad de políticos norteamericanos señalaron que la Carta de Vladimir Putin les había hecho tener ganas de "vomitar", los acontecimientos posteriores demostraban que seguían pensando en términos de Guerra Fría, sin entender que la guerra y la temperatura eran distintas, algo que Rusia sí había entendido. En su pragmatismo —y probablemente con mejor información— los rusos habían comprendido que la guerra de Siria había cambiado, que no había dos frentes sino tres y que la guerra no la perdería uno sino dos, la ganara quien la ganara. La presencia de yihadistas sunís de Al Qaeda combatiendo en una misma tacada al régimen (aliado alauí de los chiitas que gobiernan) y eliminando a los socios circunstanciales moderados que se enfrentan a las tropas de Al Asad para ganar terreno en el futuro ha sido, en mi opinión, el elemento determinante del cambio de estrategias y valoraciones.
Fue lo que frenó en gran medida las posibilidades de armar a los rebeldes —se estaría armando a Al Qaeda, según muchos observadores— y, probablemente, fue lo que hizo ver a todos el peligro de que Siria quedara en manos peligrosas, con enemigos potenciales a ambos lados: Irán e Israel. La inestabilidad creada llevaría a una situación absolutamente explosiva.


Fue el compromiso —otro desliz— de Barack Obama con sus "líneas rojas" el que marcó ingenua e involuntariamente un objetivo, un disparador de la situación que produciría un salto en el conflicto. Cuando Obama dijo esas palabras sobre los límites, el conflicto sirio era otro. Lo analizó conforme a otras situaciones sin saber, que dos años después, la guerra siria —las palabras nos encierran en cárceles mentales— era otra, aunque se estuviera luchando en el mismo lugar. El deseo de Estados Unidos de anunciar sus movimientos y opiniones como si fuera Moisés bajando con las tablas de la Ley tras una conversación informal con Dios en el Sinaí, se convirtió en una encerrona en la que se veía obligado a mantener su palabra bajo pena de perder su carácter de líder y juez mundial. Las tablas de la Ley de la Historia no se borran con típex.


La pérdida del control de Estados Unidos sobre el entorno israelí en Oriente Medio, el cinturón de seguridad que se la ha ido estableciendo durante décadas para que no se produzcan más ataques de los necesarios contra ellos, se ha desestabilizado gracias a la pésima política de apoyo a los "islamistas políticos" desarrollada por los Estados Unidos en los países de las Revoluciones de la Primavera árabe. En Egipto, por ejemplo, se responsabiliza a un discurso de Mohamed Morsi —el derrocado presidente— del linchamiento en mayo de cuatro chiíes como resultado de un encendido discurso de apoyo a los rebeldes sirios. Da igual que no fuera esa su intención. Hay que asumir que no controlamos los efectos de lo que hacemos, que lo resultante de nuestras acciones tiene un porcentaje variable de efectos imprevistos. Así funciona la Historia y la vida: las cosas no siempre ocurren como queremos.
La prueba segunda del proceso es la incorporación de Irán a las iniciativas rusas. Irán es un agente importante en el proceso, el segundo aliado de Al Asad. La histórica conversación realizada por Barack Obama y Rohani, el primer ministro iraní, después de treinta años de silencio y amenazas es otro proceso que aprovecha la inercia del sirio.


A los que les provocaba náuseas la carta y la actitud de Putin, la actitud de Irán les parecía una astucia más. Sin embargo, la cuestión nuclear puede entrar en una nueva fase aprovechando la dirección abierta en el caso sirio. La mejor forma de evitar que Irán sea un peligro es incorporarlo al proceso sirio como garante, por lo que pasará a estar interesado en que se resuelva y en que sea contemplado de una manera distinta por la comunidad internacional. Sumándose a este proceso, Hasan Rohani podrá vencer las resistencias internas desplazando a los más radicales y demostrando que una política menos beligerante que la de su antecesor —cuyas intervenciones en la ONU se contaban por los abandonos de la sala— puede funcionar y que la población que le eligió apuesta por caminos de apertura. Los países no son peligrosos, lo son sus dirigentes. Es fácil de entender, pero no de practicar. En ocasiones, son nuestros movimientos los que provocan o favorecen la radicalidad de nuestros oponentes. Una actitud agresiva o de desconfianza favorece la selección de los más agresivos por parte del que siente que se debe proteger.


Por su parte, los efectos sobre la política norteamericana son también muy importantes. Obama está también interesado en el proceso porque le permite recuperar la posición interna, muy debilitada. Los ataques contra él ha sido fuertes, no solo por la cuestión siria, sino porque esa debilidad en el liderazgo —no supo convencer a los aliados para la intervención y abrió una puerta involuntariamente para que se le escapara la presa— es aprovechada por los republicanos para atacar el "obamacare" y por los demócratas para impedirle colocar un candidato propio en las próximas presidenciales —la falta de apoyo de Hillary Clinton ha sido notoria—. Por los republicanos, John McCain, el hombre que jugaba al póker virtual mientras se debatía la cuestión siria —una imagen que pasará a su historia personal—, y otros competidores tratarán de hacer ver que la cúspide mundial solo tiene un asiento, el de los Estados Unidos, y acusarán a Obama de haber perdido el liderazgo. Serán los argumentos hasta que lleguen las siguientes elecciones en USA. De poco le servirá atacar a Putin si lo que el presidente ruso ha hecho sale bien. No se trata aquí de la catadura moral de Vladimir Putin —que es suficientemente nítida—, sino del juego de las naciones, en el que los agentes juegan con otros créditos. Señalamos en su momento que Putin no se metía en una aventura como esta para salir debilitado. Los que apostaban por un engaño, se habrán visto frustrados por el resultado unánime del Consejo de Seguridad de ayer, que compromete a todos, incluida Rusia, que ya se encargará de que Siria cumpla con sus propios argumentos, seguro que muy convincentes.

Parecería que todos los jugadores ganan en este extraño juego de la Historia, que todos han sacado algo positivo. Pero ahora viene el juego más difícil: conseguir una verdadera salida al pueblo sirio, un acuerdo de paz que permita acabar con el sufrimiento de la población y un acuerdo estable, de futuro. No será fácil. Existen demasiados intereses, pero el hecho de que se haya llegado hasta aquí significa que la mayoría ha entendido que el otro camino era peor. Y probablemente con toda razón.
Previsiblemente, el movimiento de paz tendrá en contra a los yihadistas, a los llegados de todos los países islámicos para combatir a Al Asad y hacerse con un país estratégicamente situado para provocar el caos. Esta lucha será un obstáculo y costará muertes y sufrimiento. La pérdida de la retaguardia islamista, como en Egipto, o el desmarque de Túnez, desde donde partían también combatientes, es un factor importante. El miedo a que suceda algo similar a lo ocurrido en Egipto, el desalojo del poder de los islamistas por las manifestaciones populares masivas contra su gobierno y el consiguiente derrocamiento por la intervención del Ejército, ha hecho que Túnez rectifique su trayectoria, al menos aparentemente, para sortear el riesgo. Las denuncias, por ejemplo, estos días de la vergüenza de la yihad sexualyihad al niká, el envío de jóvenes tunecinas piadosas para que sirvan al desahogo sexual de los combatientes en Siria y el posterior regreso de las mujeres embarazadas a sus casas después de haber servido de entretenimiento guerrero— ha sido una excusa suficiente para que el gobierno tunecino dé signos de no estar apoyando esa causa ni dejar que sea salpicado. Las libertades concedidas a los salafistas para el control social se deberían ir acabando.


Los violentos golpes yihadistas en Kenia y Mali tienen el efecto de intimidar mediante las franquicias de Al Qaeda por el mundo. Hay zonas por las que se mueven impunemente dando muestras de barbarie, de crueldad infinita. Las llamadas de Al Zawahiri a extender el terrorismo por el mundo son una reacción a estas presiones y muchos gobiernos de todo el mundo deberían revisar sus políticas de acoger como "amigos" a los que no quieres tener como "enemigos". Al final se comprueba que la amistad es cosa de dos y que ellos nunca han sido tus verdaderos amigos, sino solo circunstanciales e interesados. De Argelia a Egipto o Túnez se están desencadenando golpes contra estas franquicias terroristas, globales y locales, que desestabilizan gobiernos intimidando poblaciones enteras por la brutal violencia que ejercen.


En un par de semanas se ha producido un cambio importante en el mapa mental del mundo, en la forma de concebirlo y en las relaciones. Situaciones que llevaba estancadas décadas, como las relaciones con Irán, o años de cruenta guerra parecen que inician un nuevo rumbo. Tendrán que sortear nuevos obstáculos por parte de aquellos que se beneficiaban de la situación anterior —ninguna situación se puede mantener mucho tiempo si perjudica a todos— de conflicto. Quizá pronto se produzcan intentos de evitar la estabilización, que se sedimente todo lo que ahora está todavía en el aire pero que se va fijando con cada paso en la dirección de los acuerdos.
Habrá intentos de boicotearlos en Siria, en Irán, en Israel —el más temeroso— o incluso resistencias en los mismos Estados Unidos. Cada uno de forma distinta y por motivos distintos. Lo que nos han enseñado esta situación es el funcionamiento histórico complejo y cómo muchas veces las soluciones —o simples cambios de estado— se producen por acontecimientos mínimos que crecen de forma espectacular hasta ser el eje de los giros que no se alcanzaban. Acontecimiento mínimos —como ocurrió en Túnez con el inicio de la Primavera árabe, la muerte de un joven vendedor, o de un bloguero en Egipto— pueden tener efectos grandes e imprevisibles porque actúan sobre escenarios comprimidos como la pólvora.


De igual forma que un acontecimiento inesperado nos puede llevar al desastre, en otras ocasiones nos puede sacar de una situación previsiblemente desastrosa. El caos es un orden que no comprendemos, una lógica que se nos escapa, pero no por ello inexistente. Esperemos que los movimientos que se han iniciado ahora tengan la continuidad que permita ir cerrado problemas colaterales que se unen formando los tejidos de la Historia. Aparecerán otros nuevos seguramente, pero nada mina más la moral y voluntad de los pueblos que los problemas enquistados, que nos transmiten la sensación de que nada puede ser cambiado o que solo se puede hacer mediante la destrucción de los otros.








viernes, 27 de septiembre de 2013

85 millones de visiones únicas de la verdad o lo que cabe en las palabras

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ayer se celebró el Día de la Lenguas o, al menos, los medios nos dieron cuenta de su existencia. Nada contribuye más a la concreción de las lenguas que los diccionarios, un intento de ponerle puertas al campo. Nada hay más complicado que una lengua puesto, precisamente, que son las complejidades de las lenguas las que nos permiten expresar y percibir las complejidades del mundo.
El Lenguaje, como capacidad humana, está en el centro de nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos. Es una capacidad que nos permite realizar dos funciones, una clasificadora y otra comunicativa. No sabemos demasiado bien el orden de estas dos funciones y hay diferentes teorías sobre su origen. El lenguaje nos permite etiquetar el mundo, establecer categorías que nuestra mente puede ordenar y clasificar conforme a criterios que el mismo lenguaje elabora. Las palabras encierran porciones de realidad desde múltiples ángulos y acumulan sobre lo nominalizado rasgos y matices. Todo lo que hemos convertido en lenguaje puede ser operado por nuestra mente para pensarlo, especular sobre ello, proyectarlo hacia el futuro e incrustarlo en las series históricas que establecemos como nuestro pasado. No sabemos si el mundo surgió al conjuro de la palabra, como quieren las tradiciones religiosas, pero sí que el mundo lo encerramos en ellas.


La otra función, la comunicativa nos permite, el intercambio dialógico con los otros, construir un mundo ordenado compatible socialmente. Y también manipularnos a través del lenguaje, tratar de imponer nuestras visiones del mundo, nuestros propios órdenes y valores mentales a los otros. Si cada uno tuviera su propia lengua, viviríamos encerrados en nuestras versiones del mundo, difícilmente comunicables, y tendríamos serios problemas con nuestra sociabilidad, que por el contrario se ve favorecida por la comunicación.

Los diccionarios son las herramientas que utilizamos para guardar esa lengua común y tratar de mitigar los riesgos inevitables de nuestra subjetividad en el uso de las palabras y de sus cambios históricos. Las lenguas cambian sus sentidos e incorporan nuevos términos. Los diccionarios son mecanismos estabilizadores a los que les concedemos poderes ejecutivos y hasta legislativos. Pacifican las relaciones verbales cuando surgen las palabras oscuras al establecer la "corrección" en el uso o el sentido de los términos empleados en las dificultades naturales de la comunicación.
Los diccionarios son obras importantes, monumentales. Sin embargo, apenas se usan. No lo digo como una queja, sino como una constatación. Y no se hace porque llevamos una especie de diccionario interno con los sentidos de las palabras que usamos cada día, una memoria semántica que administra nuestras relaciones lingüísticas con los otros y nuestra enciclopedia mental. Dentro de nosotros hay un lingüista y un bibliotecario que, con frecuencia, manda silencio.
Cuando se estudia el uso práctico de la lengua en un período concreto en el tiempo, se pueden percibir situaciones en las que se viven momentos de confusión semántica. El mundo se vuelve complicado y las palabras adquieren significados extraños o divergentes para los que las usan. Son momentos en los que se constata que los verdaderos diccionarios son las personas y se desvela que existen una terrorífica batalla cuyo campo son las palabras. Es la Batalla del significado.


La escritora egipcia Amira Hanafi ha decido plantearse un reto: un diccionario de la Revolución. Hanafi ya ha trabajado anteriormente en sus novelas —en realidad, es lo que hace todo literato verdadero— sobre las relaciones entre las palabras y el mundo. Lo hizo ya en la novela "Forgery", publicada en Estados Unidos, y en ella construía un mundo relaciones a partir de una palabra "Finkl", que le servía como eje de ese mundo que emergía ante su invocación. La palabra actuaba como un hilo formando un tejido, pues no es otra cosa lo que significa texto: hilos de palabras que tejen el mundo mismo con sus vínculos.

En una entrevista durante la promoción de su novela, Hanafi señalaba "Forgery is, in one sense, about what gets documented, which events get distilled into language and made available to shape a sense of history."* Es esa preocupación por las manifestaciones de la lengua, por la textualización del mundo, por cómo queda unido y dotado de sentido gracias a los mecanismos lógicos del lenguaje, lo que lleva a la autora a indagar sobre las palabras que la Revolución usa y que son campo de batalla en la construcción de los textos que la definen. En otra de sus obras, Minced English, Hanafi ya había ensayado la forma del diccionario tangencial, de la indagación de las palabras desde perspectivas especiales, como recolectoras de sus propios significados.
La noticia de  la preparación del diccionario nos la trae Egypt Independent y nos anticipa algunas cuestiones sobre su intención:

“A Dictionary of the Revolution” aims to give new definitions of a lot of terminology, which are currently being used on a daily basis in the media, official statements and side conversations in cafes and streets.
“Feloul,” “third party,” “counter-revolution” and “Kentucky,” are among the terms tackled in the book.
In the creation of the book, Hanafy uses what she calls “Revolutionary vocabulary cards.” Using those cards, she is asking Egyptians for their stories related to the terms the book tackles, so that they can take part in defining the terms.**


Hanafi, como le ocurría a Gustave Flaubert —su Diccionario de ideas comunes es un ejemplo—, tiene una metaconciencia de la palabras. Ha comprendido que lo interesante no es su definición "oficial", sino el variado sentido particular que las gentes les dan en situaciones concretas; que las palabras parecen majestuosamente neutrales en los diccionarios pero que en realidad se usan como tendenciosos objetos para la interpretación de la realidad al etiquetarla y como manipuladoras herramientas para ganarse el favor de los otros. Su diccionario no tiene vocación eterna sino el valor de la instantánea que recoge a uno con los ojos cerrados y a otro con la lengua fuera, la foto imperfecta pero reveladora de un momento que se escamotea.
Hanafi señala:

“I am not interested in writing one non-complex narratives of the revolution story,” she explains. “You can say that I am not interested in the ‘truth’ in itself as a definition , but I'm interested in the truth that the people believe in.
 “Egypt’s population is more than 85 million people. This means that there are 85 million unique views of the truth.”
“At some unique moment, it seemed that the vast majority of Egyptians agree on what the country needs,” she reminisced. “But what is happening now in Egypt is a form of conflict and confrontation between many of the facts, and I'm interested in, through this project, documenting this complexity at the current moment.”**


Son esas "85 millones de visiones únicas de la verdad" la que trata de documentar, la diversidad que se esconde tras las mismas palabras monolíticas que los diccionarios parecen estabilizar. La confusión de Babel se mantiene bajo la apariencia de la sólida de la palabra. La palabra es la punta visible del iceberg del deseo sumergido. Es el elemento compartido que se lucha por hacer individual. El artista lucha por darle un sentido propio, el que aspira al poder combate por imponérselo a los demás.  Es la voluntad de verdad, el deseo de controlar los significados. ¿Y qué mejor momento para describir esa batalla que una revolución? La revolución es un estado confuso entre dos órdenes; supone la lucha por la reescritura. El orden, en cambio, es la estabilidad interpretativa, el triunfo de uno de los combatientes que logra imponerse.
Al final, la Revolución será lo que signifique lo que se diga de ella.



* "How To Get Lost in a Text: more from Amira Hanafi" Lantern Daily 26/01/2011 http://lanternprojects.com/daily/?p=8444

** "A Dictionary of the Revolution: a popular documentation" Egypt Independent 24/09/2013  http://www.egyptindependent.com/news/dictionary-revolution-popular-documentation