sábado, 2 de noviembre de 2013

La perversión tituladora o la deformación del gusto

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Una de las cosas que mejor definen el periodismo es el titular. El titular tiene un doble estatus, como toda promesa o pacto: nos ofrece algo y lo hace con un cierto estilo. El titular es un contrato sobre lo que el lector espera recibir. Nos adentramos en el texto al reclamo de unas líneas que nos hacen promesas sobre lo que esperamos encontrar. Como puede ocurrir con las promesas, muchas de ellas se incumplen o nos defraudan los resultados finales. Descubrimos entonces que lo que se nos ha dicho no era más que un envoltorio que escondía la realidad del texto.
Un titular es también una elección sobre el amplio contenido que le sigue. Nos muestra una decisión y un estilo decisorio que nos revelan algo del que ha realizado ese proceso de enmarcarnos el texto dentro de una lectura que el propio titular genera. Vamos al texto por el titular y leemos el texto desde el titular. Lo que podemos encontrarnos después puede se conforme a nuestras expectativas, creadas por el titular, o por el contrario puede ser engañoso o injustificado, un reclamo de pato para que el lector entre en la trampa efímera de la lectura.

Engañoso, injustificado o también —¿por qué no?— injusto, que es cuando lo que se nos dice queda empobrecido por una forma escandalosa de escribir y describir lo que después vamos a encontrarnos en el texto. Hay titulares que engañan engordando lo que apenas tiene consistencia y otros que, por el contrario, pervierten el contenido excelente porque no confían en que el paladar de sus lectores sea capaz de degustar más que griterío emponzoñado, controversia fácil, insinuaciones calumniosas, dobles sentidos y demás trucos con los que la profesión periodística tira piedras sobre su tejado y reduce a sus lectores a devoradores de comida basura.
Eso es lo que siente uno cuando ve la forma en que el diario El País ha titulado una magnífica entrevista al académico, catedrático de la Sorbona y ensayista Marc Fumaroli con motivo de la publicación de una nueva obra, La República de las Letras. El titular elegido por el diario es “Amazon son ladrones, unos vampiros”. Digo "elegido por el diario" porque —como he hecho en otras ocasiones— me gustaría que ese titular no fuera un acto deliberado del mismo profesional que ha realizado la información. Me gustaría —me muevo en el espacio del deseo— poder pensar que hay todavía personas que son capaces de realizar el proceso de elaboración de la información desde la honestidad profesional y no desde visiones y criterios degradados de sus materiales y del público al que van dirigidos.
Esta forma de titular es degradada y degradante, porque no solo afecta al trabajo del profesional —que ve modificado a la baja su trabajo, el texto— sino también hacia un lector al que se le llama a voces ofreciéndole carnaza podrida para que el olor se perciba desde bien lejos, que la vista se vea impactada por llamativas y escandalosas palabras. En el titular, que no puede ser más simple, todo queda reducido, de forma contundente, a la afirmación de que "Amazon" son "ladrones" y "vampiros", perdiendo cualquier tipo de sutileza informativa que nos explique por qué se ponen en boca de un señor como Fumaroli esas afirmaciones tan contundentes.


La entrevista con Marc Fumaroli se centra en las ideas que ha desarrollado en su última obra donde trata de explicar —según vamos sabiendo a lo largo de la entrevista— la esencia del mundo de las Letras hasta el siglo XVIII y cómo todo ese sentido cosmopolita de la cultura se transformó con la explosión del énfasis expresivo del "yo", con la llegada de los Romanticismos egocéntricos y populistas, buscadores de raíces personales y nacionales en extrañas síntesis de las que todavía padecemos los efectos secundarios.
Dice Fumaroli que tuvo una gran suerte por quedar aislado en el Marruecos francés durante los años de su infancia:  "tuve la suerte de estar privado de libros que no fueran los clásicos". Creció así su devoción literaria entre autores —Moliere, Racine, Corneille, La Rochefoucauld...— muy distintos de los que posteriormente revolucionarían las Letras creando un mundo fragmentario y de búsqueda constante, en el que el riesgo estaba en el descubrimiento de la propia mediocridad y en ser fagocitados por un público vulgar, acabados ya los tiempos de los elitistas mecenas protectores.


Tras interesantes reflexiones sobre los clásicos, el lenguaje, el gustos estéticos, etc.; tras citar ilustres nombres como los anteriores y otros tan exquisitos como Gide, Céline, Brasillach..., la entrevista se cierra —¡qué deprisa pasa el tiempo!— con una referencia a un libro anterior del autor y a la actualidad francesa:

P. Usted, que escribió El estado cultural, contra la política ideologizante ¿cómo valora la defensa estatal de los libreros franceses contra Amazon?
R. Estoy a favor de las librerías. ¡Es el combate de David contra Goliat! ¡Esas enormes maquinarias internacionales como Amazon que comen dinero y no pagan impuestos son ladrones, son vampiros, los detesto, no hay nada más horrible que esos Steve Jobs y compañía! En El Estado cultural yo no dije que el Estado no tiene que intervenir en los temas culturales; lo que dije es que debe apoyar solo lo mejor, y no derrochar en apoyar el rock o el rap y esas cosas que se venden muy bien solas. ¡Apoyar el libro, sí, al cien por cien! O nos convertiremos en subamericanos. En Nueva York todas las librerías interesantes han cerrado, quedan un par de Barnes and Noble, nada más...*

Tras esto, solo queda pagar el café y ponerse los abrigos. Ya está todo dicho. Esta última respuesta cuando ya se ha "sacado" todo lo anterior sobre la obra reciente es el diezmo a la "actualidad", la puerta que permite al periodista entrar con la cabeza alta en la redacción, un mundo en el que se confirma lo dicho por Marc Fumaroli: parece que solo cabe la vulgaridad y el escándalo, donde la "cultura", las "ideas", la "reflexión", etc. no pueden tener sitio. Todo lo anterior a ese párrafo, el texto completo, desaparece y solo nos quedan "ladrones" y "vampiros", quizá porque estaba destinada a aparecer en la edición de ayer, día de Halloween, y a alguien le pareció ocurrente. ¿Es eso lo "periodístico"?
Titulares posibles como "El Quijote apasionó a todo el siglo XVIII francés", "El beneficio ha destruido la República de las Letras", "El ocio debe ser enriquecedor"... o más centradas en lo personal, como "Quedé aislado con los clásicos", "Estoy a favor de los libros" quedan en el limbo de lo posible ante la contundencia de "vampiros" y "ladrones".
Hay un sinfín de posibles formas de que el titular haga justicia al texto. Casi cualquiera menos la elegida, que ha sido, además, manipulada. Tan manipulada que para que no sea tan evidente han cometido el "error" de suprimir las comas que enmarcaban a Amazon convirtiéndola así en el sujeto de las acusaciones de Fumaroli, y no en tan solo  un ejemplo de lo que quiere criticar: "esas enormes maquinarias internacionales". Quitar el "como" es convertir a Amazon en la responsable absoluta y en el objeto único de la ira de Fumaroli.
La forma correcta de la frase probablemente debería ser así: "Esas enormes maquinarias internacionales, como Amazon, que comen dinero y no pagan impuestos son ladrones, son vampiros, los detesto". De la misma forma, con el mismo criterio, —sería interesante saber por qué no lo hicieron— se podría haber titulado "¡Detesto a Steve Jobs!", pero quizá lo vieron demasiado personalizado y escandaloso, algo que suscitaría la protesta del propio Fumaroli que vería mucho más tergiversadas sus palabras. Al ponerlas entre comillas, se le asigna a Fumaroli un sentido que no es el que él le ha dado, incumpliéndose así otro pacto, el que afecta al entrevistado, que ve centradas sus declaraciones en algo marginal en la entrevista. El diario, sin embargo, insiste en ese interés —suyo, no del entrevistado— al señalar desde la cabecera "Alerta en esta entrevista sobre los peligros de los monopolios tecnológicos", algo que es absolutamente incierto.


Lo más deprimente de todo esto es que se reduce a los lectores a devoradores de carroña, a carroñeros incapaces de degustar un titular que tenga que ver con la "cultura", campo residual y estadísticamente despreciable en nuestros medios, incluso en los selectos, como se ve. La entrevista, de esta forma, mata los valores que el propio Fumaroli ha tratado de transmitir en sus declaraciones a través de la confirmación de los males que supone ese titular.

Titular de esa forma es comprender que efectivamente no es posible la "cultura" porque, entre otras cosas, algunos medios de comunicación hacen lo posible por enterrarla alejándola de lectores a través de su malformación. Es una educación negativa del lector. El que quiera cultura, parecen decir, que vaya a las revistas especializadas, que nosotros somos orgullosos garantes de la mediocridad ambiental, guardianes del escándalo, pisadores de uva de cualquier cosa que signifique sutileza, elegancia y distinción. Ladrones y vampiros.
Las pretensiones de que el "Estado apoye lo mejor" de la cultura para una mejora de la sociedad, sumergida en vulgaridad —como bien dice Fumaroli, lo vulgar se vende solo—, se diluyen en la forma burda de transmitir su mensaje, confirmando que no están los tiempos para Repúblicas de las Letras.
Echamos la culpa de esta situación al sistema educativo, a los profesionales, a los recortes, etc., pero no nos paramos a ver cuál es nuestra diaria contribución al crecimiento de la basura medioambiental. Si la obra de Fumaroli trata de explicar cómo el "ocio" era un concepto esencial en el mundo antiguo, pues estaba destinado al cultivo de uno mismo mediante la mejora del conocimiento, que fue de ese concepto del que surgió lo más valioso de la cultura digna de ser llamada así, «en el mundo industrial, moderno, el valor central es el trabajo. Es el beneficio, ganar, un mundo en que artes y letras están cada vez más marginalizados, no son de la misma necesidad que en un mundo centrado en el ocio.»*
Mientras la entrevista a Marc Fumaroli nos explica que es la perversión del ocio lo que marca el sino de los tiempos, el titular elegido nos lo confirma. Cualquier cosa vale para llamar la atención. Y todo tiene su efecto.


* “Amazon son ladrones, unos vampiros” El País 2/10/2013 http://cultura.elpais.com/cultura/2013/11/01/actualidad/1383332137_668553.html





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