miércoles, 6 de noviembre de 2013

El ninot televisivo o el cierre como espectáculo

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El caso de la Radiotelevisión valenciana y la decisión del ejecutivo autonómico de cerrarla tras el fracaso del ERE por decisión en contra de los Tribunales, que lo han considerado poco ajustado a lo que debería ser, es una muestra más de la degeneración a la que nuestros políticos ha sometido todas aquellas instituciones que han quedado en sus manos. El ejecutivo de Fabra ha decidido tirar por la calle de en medio y cerrar antes que readmitir por falta de recursos para pagar los despidos. La "alegría" por la decisión de los tribunales, de obligar a readmitir, ha durado poco por la decisión política del cierre. La Radiotelevisión de la comunidad valenciana muere por falta de recursos con los que afrontar los elevadísimos gastos de personal.
Más de veinte años después de que se comenzara en España el modelo autonómico televisivo, no se ha encontrado una forma de encontrar, ni en lo financiero ni en sus programaciones, una manera ajustada y lógica de afrontar un servicio público que se ciñera a funciones y necesidades reales, y no a la megalomanía con la que algunos han elevado estas pirámides mediáticas de paja.
Hoy el espectáculo televisivo está en la propia televisión que nos muestra un protagonismo indeseado con su propio cierre. Para unos cuestión política, para otros la crisis que todo lo barre. Lo uno no excluye lo otro y más bien parece víctima de errores de planteamiento y gestión, entre los que se incluye el propio tratamiento de lo político.


Los partidos y políticos son una especie de Japón paleto, de islotes superpoblados que necesitan expandirse colonizando sus alrededores ante las ansias reproductoras que les animan. Peor que conejos, lo políticos se anexionan e invaden, institución tras institución, todo aquello con lo que pueden pagar favores y comprar lealtades. Lo han hecho en donde les han dejado y han podido. No hay televisión pública que se libre de esto. Los partidos han inundado todo sin importarles crecimientos de plantillas, sueldos o sobresueldos.
En julio del pasado año, Andreu Buenafuente escribía en El Periódico:

Los gobiernos solo ven a sus medios públicos como aparatos propagandísticos enmascarados de servicio público o, por lo contrario, como monstruos imaginarios que perjudican al país. Como si la gente fuera tonta, ¿sabes? Céntrate en la honestidad de tu gestión y deja a los demás que hagan su trabajo. Ven fantasmas donde no los hay, desprecian a sus profesionales ignorando su trabajo por luchar en un escenario depravado de medios comerciales.
Profesionales que se esfuerzan día a día por conseguir fiabilidad, audiencia y un prestigio. No importa. A la calle y que pase el siguiente. Y cuando cambie el partido en el poder, otra vez a la calle. Y, para hacerlo más complicado, consejos de administración con representación política, miniparlamentos inoperativos, comisarios más que dirigentes, todo hay que pactarlo, todo hay que supervisarlo. Los medios públicos son continuos avisperos donde, por cierto, no hay manera de que la industria audiovisual española pueda hacer algo con regularidad. Entras y te llueven hostias por todos lados, como si nosotros fuéramos el problema.*

Eso es solo una parte, la oficial de la profesión, la teoría de que no les dejan trabajar. Pero no es por esto por lo que se producen los cierres, aunque se aproveche en ocasiones para eliminar molestias, sino por el gasto que suponen debido a plantillas enormes para las necesidades "reales". Son los políticos los que aprueban sus presupuestos, los responsables —últimos en un sentido y primeros, en otro— del gasto cuantioso que suponen.
Las televisiones autonómicas, como lo han sido las Cajas de Ahorro, son buenos ejemplos de la voracidad pródiga de los partidos. Son los principales responsables de que todos los órganos institucionales se dividan, convirtiéndolos en inútiles, en jaulas de grillos de eficacia poco menos que nula, como bien señalaba Buenafuente.
Estos servidores de lo público no han sido capaces de entender y desarrollar un modelo de televisión pública verdaderamente social, cultural, ciudadana, que sirviera para aproximar a los habitantes a sus entornos, para mejora general. Es la mediocridad política la que ha dirigido estos "entes", en los que los profesionales se han visto obligados a practicar la chabacanería y el servilismo como vías de progreso interno. Convertidas en escaparates sectarios, las televisiones autonómicas han sido ejemplo de caudillismo y desarrollo de políticas paletas de romanticismo catódico, ligadas a la tierra con fines promocionales y diferenciales.


Los medios de información son muy golosos para la política, pues nada importa más al narcisismo de los políticos que un corro de perseguidores micrófono en mano, nada les motiva más que una grabadora, aunque sea para decir que no harán declaraciones. Las autonómicas han cumplido ese papel adorador. No es lo único que han hecho, pero es significativo que de lo único que se hable siempre sea de los "informativos", señal inequívoca de que su medición es siempre política, principio de su desastre. Parece que lo demás no importa, que las televisiones autonómicas están para la manipulación política. Eso es cierto en parte, pero es también injusto porque ignora a los que han trabajado de otra forma y con otras maneras. Hoy lo pagan todos por igual.
Son ellos, los políticos, los responsables de haber dejado llegar hasta aquí el problema económico. El endeudamiento de las televisiones para poder pagar lo que no se podía pagar lleva a estas situaciones en las que ahora lo sufren los trabajadores con cierres o despidos. Unos quedarán en la calle; otros se trasladarán a nuevos despachos desde los que seguir cantando las bondades de los que los mantienen. Y el mundo sigue.


Las televisiones autonómicas son ejemplo de la gestión que no se debe hacer. Resultan víctimas llamativas de sus propios errores de planteamiento. Han sido otra forma de vaciar arcas mediante presupuestos crecientes. El hecho de que se consideren insostenibles no es nuevo, pero es la crisis económica la que finalmente "obliga" a las acciones más dramáticas por no haber tomado medidas antes. Pero ¿quién las toma en la historia de relevos electorales que se produce en los medios púbicos? Los contratos se amontonan, como capas geológicas, con cada elección.
Todo esto no es más que un ejemplo de la falta de criterio y definición de lo que deben ser las televisiones públicas, de cuáles son sus funciones sociales, palabra que para algunos es sinónimo de "aburrimiento", un pecado televisivo. La "huida del aburrimiento" es una más de las simplificaciones y circularidades de la explicación televisiva sobre la forma de conseguir audiencias que justifiquen sus desvaríos. Ahora, cuando el cierre sobrevuela las televisiones autonómicas, se recurre a la retórica y se habla de la "televisión de todos" para sacar a la gente a la calle. Lástima que no se haya pensado antes. En este país solo invocamos las "cosas de todos" en la vacas flacas; cuando van bien, solo son de algunos.
¿Los grandes beneficiarios? Las televisiones privadas, que ven disminuir la competencia, aumentar sus audiencias por la desaparición de los competidores, y unas porciones mayores de la debilitada tarta de la publicidad para cada una.
¿Los que más pierden? Los que pierden sus empleos, primero, y también los que ya lo hacían doblemente, por el bolsillo presupuestario y por el desvío de sus funciones de las televisiones públicas, es decir, los ciudadanos. Primero han pagado por una televisiones caras y ahora pierden la posibilidad de información local. 


En su repaso de algunas televisiones autonómicas de hace más de un año, Andreu Buenafuente dedicaba un apartado especial a la radiotelevisión valenciana con el epígrafe titulado "El dislate de Canal 9". Decía lo siguiente:

Hay más: está el faraónico desaguisado de la televisión valenciana que han gestionado todo lo mal que han sabido en todos los aspectos. Una vergüenza. Y, ahora, de un plumazo, todos a la calle. Más descaro imposible. En lugar de haber hecho un plan de viabilidad hace muchos años y mirar de encauzar la situación, han dejado que se pudra.
Lo que viene será peor. Lo dije hace muchos años: Canal 9 no representa el espíritu, el pensamiento, la creatividad de los valencianos y no es por culpa de los que trabajan en ella. Se enfadaron los directivos. Antes nos copiaron un formato y nos ningunearon en reuniones convocadas a las que no asistieron. Directivos de medio pelo, nula creatividad y menos compromiso con la sociedad. Unos prendas, vamos.*

Dos décadas parece que no han sido suficientes para enmendar errores; sí para acumularlos. La fruta ya cae podrida del árbol. Ahora solo nos queda el espectáculo de la quema.
  


* "Andreu Buenafuente: "Los gobiernos no entienden qué son las teles públicas"" El Periódico 18/07/2012 http://www.elperiodico.com/es/noticias/gente-y-tv/medios-comunicacion-publicos-2094621






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