viernes, 11 de octubre de 2013

Cultura, la verdadera revolución

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La celebración en El Cairo de una conferencia de intelectuales de diverso tipo para analizar el papel de la cultura en el futuro que comienza cada día, se ha saldado con mucha ideas y dos constataciones, a saber, que la sala estaba medio llena y que el Ministro se fue tras la inauguración. Hemos utilizado la expresión "medio llena" y no "medio vacía" porque hay —como con el vaso famoso— que ser optimista. El optimismo, en ocasiones, no es necesariamente un estado respecto al futuro, sino una forma de enfrentarse al presente.
No deja de ser significativo que el público general no se acercará por la sala y que el ministro de Cultura estuviera poco, quizá porque había proyectos que requerían su urgente atención. Tras tres días de discusiones y propuestas, el diario Al-Ahram no informa:

The conference produced 14 demands, which will be presented to the Prime Minister. They include the following:
- Raising the national budget for cultural activities, and sustaining independent art initiatives free from restraints.
-The independence of creative works from current censorship, and restriction of work by age.
- The restoration of the General Authority of Mass Culture, currently The General Authority for Cultural Palaces.
- The opening and renovation of all cultural palaces across Egypt's governorates, and involvement of independent artists.
- Easing the process of obtaining leases and permits to use neglected places for cultural projects, such as under bridges.
-The representation of tribal cultures and other minorities in the Higher Council of Culture.*


Por encima del desinterés que el diario señala o de las prisas del ministro —al que me imagino que le harán llagar los resultados por la vía correspondiente, que en Egipto suele ser larga—, está el hecho valioso de que un puñado de egipcios —directores de cine, novelistas, directores de teatro, críticos literarios, profesores y filósofos, hombres y mujeres— se han sentado en mitad del caos egipcio a reflexionar sobre el papel de la cultura en cuestiones como la "identidad nacional", la necesidad de un "estado civil", el papel de la artes en la educación, el lugar de los artistas independientes, etc.
Una de las principales características de la revolución que estalló en Egipto el 25 de enero de 2011 fue el estallido de su creatividad, especialmente entre los jóvenes, mostrando su capacidad de imaginar —¡qué es una revolución sino un acto de la imaginación que lucha por hacerse real!— un futuro distinto.
No puede entenderse la revolución egipcia solo como un acto político, en el sentido convencional y partidista, sino como un estallido contra un estado de desidia y de falta absoluta de creatividad en cualquier sentido, de abandono a la inercia del lento deslizarse del tiempo sin que aparezca nada nuevo. Entre el aburrimiento y el tópico cultural al que el turismo obliga, condicionando el presente que pasa a ser una imitación de una falsa identidad, esclava de la imagen que hay que representar, la revolución estalla en las calles y en las mentes de muchos que se lanzan a cambiar su entorno especialmente en el aspecto gráfico callejero, la más inmediata muestra de cambio. También hay una gran fuerza en la música, que canta la revolución y en la poesía, que se expanden con los deseos de libertad y de expresar su rechazo a las formas autoritarias.


Pero la Revolución no se resuelve en la libertad creativa sino en la llegada de los islamistas al poder, el pensamiento menos adecuado para ese clima de creación y libertad. Los conflictos con los artistas e intelectuales se multiplican, los tribunales se llenan de denuncias en un intento de frenar el deseo de expresarse. La censura pasa a ser una forma habitual, como lo fue antes y lo sigue siendo ahora. En Egipto varía el censor, pero no la censura como acto de control por parte del que controle el aparato del Estado o la vida social en su base, que se vuelve opresiva.

Lo terrible de la situación egipcia para un creador es la doble censura, la que viene de arriba y la que llega de abajo, de la penetración conservadora y retrógrada que pasa de las familias a las escuelas, limitando al artista mucho más que lo que pueda hacerlo la censura oficial, que suele ser torpe por definición. Nadie puede llegar a pensar lo opresiva que puede ser esa censura social, esa presión constante que puede ejercerse sobre aquel que decide, como artista, oponerse al gusto o principios de la sociedad.
El artista moderno, por su propia condición, es conciencia crítica y dislocadora, alguien que se opone a la visión común y, por tanto, peligroso. Los intentos de los poderes sociales o políticos son siempre para reducirlo, canalizarlos a la moda o a la adulación oficial, mecanismos cortesanos de anulación. Así el artista moderno se debate entre dar al público lo que le pide —su repetición en la moda— o en poner su arte al servicio de los que le premiarán y promocionara por su capacidad babosa de adular al poderoso, que suele ser siempre generoso con los que le retratan favorecido, por su perfil bueno, ignorando sus defectos e imperfecciones.
Egipto posee un inmenso potencial creativo que debe aprovechar para algo más que crear una "industria cultural" rentable —errores que comenten países como el nuestro—. La creatividad artística es algo más que un negocio. La Cultura —concepto complejo y aproximado— es la verdadera revolución porque implica el cambio de la mentes hacia nuevos rumbos. La cultura que no lo hace no es más que negocio y espectáculo, la conversión a unidades repetitivas que estancan la evolución de un país.


La función de intelectuales y artistas no es decir ni al poder ni a la gente lo que quiere escuchar, sino —honestamente— crear un entorno en el que sea posible el debate social proponiendo nuevas visiones del mundo y de nosotros mismos. Es a través del arte, en el escenario cultural, donde se produce el debate intelectual necesario para que los pueblos salgan de su estancamiento, situación que a muchos interesa para su manipulación, embrutecimiento y control.
La situación actual de Egipto necesita de más debates como el realizado porque en ellos es posible dar forma a los problemas. El error sería, por otro lado, pensar que en este tipo de encuentro se resuelven los verdaderos problemas de la cultura real, que es posible dirigirla. Hay acciones, evidentemente, que son propias de las instituciones, como ocurre con la educación, pero la situación de las artes va más lejos. Las artes se desarrollan en aquellos entornos receptivos que las demandan no como encargo sino como alternativa a su propia visión.


En Egipto, como sociedad tradicional, existe un debate constante entre lo viejo y lo nuevo, que llega a ser de auténtico rechazo de la innovación solo por suponer cambio. Eso se traduce en preguntas sobre las preferencias de las canciones, las películas, etc. "nuevas" o "viejas", que desborda los lógicos límites generacionales. La repetición, base de la educación y de la mentalidad, impide la aparición de nuevas formas que quedan escondidas y arrinconadas.
La transformación que Egipto requiere es la entrada en la aventura del descubrimiento de su propia identidad cultural que no es una "esencia" sino un estado dinámico, abierto a su propia evolución. nada más peligros para la cultura que aceptar una visión estática de sí misma, algo que deriva inevitablemente en el tópico y la repetición sin valor.
La gente va a Egipto a ver una cultura de hace miles de años, no lo que los nuevos egipcios tienen que decir sobre ellos mismos y sobre el mundo que les rodea. En mis exploraciones por el Egipto joven he encontrado cientos de iniciativas extraordinarias de mucha gente que prácticamente sin apoyo o con un apoyo exterior posee una gran riqueza expresiva y de ideas.


Muchas de esas iniciativas son desconocidas para la mayor parte de los egipcios. Durante décadas artistas muy valiosos —escritores, pintores, diseñadores...— han tenido que abandonar el país por la falta de apoyo o de simple interés social. Egipto necesita sobre sus escenarios, en sus pantallas, en sus galerías, en sus librerías, etc. que las nuevas ideas se muestren.
Al necesario y urgente impulso educativo —que tiene que salir de la inercia y la desidia en que se encuentra sumida por años de abandono— que permita la creación de unas mejores bases sociales, un impulso que acaban perdiendo la revoluciones con el tiempo, es necesario añadir el aprovechamiento de esa explosión creativa que no debe ser extinguida. En la cultura se une lo individual —el creador artístico, el intelectual crítico— con el entorno que lo recibe, debate y asimila. Si se trata solo de "consumo cultural", quedará restringido a las modas y no tendrá ese efecto necesario de transformación social que Egipto necesita para dar el salto definitivo a la modernidad, resolviendo sus conflictos y contradicciones.


Cuando estalló la revolución y tras la caída de Hosni Mubarak, muchos jóvenes egipcios se comprometieron a realizar acciones renovadoras en sus entornos tratando de compartir sus iniciativas con su entorno. Muchos tienen un fuerte sentido social desarrollado por la visión de un mundo de abandono que deja en la miseria económica y cultural una parte importante de la población. La élites egipcias, bien formadas oscilan entre el clasismo indiferente [véase la entrada Elites de El Cairo], que se mueve entre la miseria procurando no mancharse, y los que tratan de usar esa formación para llegar a una población que ha quedado abandonada [véase la entrada El juramento de Nadia Fahmi] por todos a su suerte, que solo puede ser la supervivencia.
Un gran país no es solo un país con "pasado"; es un país que lucha en el presente para tener un futuro y ese futuro se refleja, en gran medida, en sus artistas e intelectuales que les brindan imágenes e ideas con las que debatir  a lo largo de la Historia. Acabadas la visiones esencialistas de los pueblos, es mejor concebirlos como diálogos permanentes, constantes, sobre su propia identidad y futuro.
Esa conferencia celebrada en El Cairo es una pequeña iniciativa, un primer momento que tiene que ir más allá de la reclamación a los poderes públicos para que abran teatros y centros culturales, que se organicen exposiciones y talleres —algo importante, sin duda—, pero es solo una parte.


En una sociedad aquejada tradicionalmente de autoritarismo, el arte y la cultura deben ser fomentados como espacios de libertad y energía dinamizadora de la sociedad misma, como estímulo a salir de un mundo gris. Egipto tiene ese potencial creativo y cultural que espera que se le quiten las barreras y limitaciones existentes. Tiene razón uno de los intervinientes al criticar el título mismo de la conferencia que les reunió: «Amidst such philosophical musings, film director Mohamed El-Shennawy questioned the title of the conference, asking what "Egyptian Culture at the forefront" relates to. “Corruption? Terrorism? Bureaucracy? Ignorance?” he offered as suggested answers.»*

La Cultura, en realidad, como traducción del entorno en el que vivimos, no resuelve esos problemas, pero habla de ellos, como lo hacen las novelas de Mahfuz o Idrís, en el caso de Egipto, afinando nuestro sentido de la injusticia junto al de la belleza. Un cuadro o un poema no cambian el mundo, pero cambian la mente de quien puede cambiarlo. Por eso las revoluciones se gestan también en versos y pinceladas que comunican a otros lo que pensamos del mundo.
Egipto necesita hablar mucho, que lo hagan sus artistas, que expongan sus visiones del mundo. Tiene un gran potencial en su juventud, en sus mujeres, que no se puede permitir el lujo nuevamente de perder ni por exilio ni por silencio. No importa que esa sala pequeña estuviera medio vacía. Fuera hay mucho más, que es lo importante.


* "Conference on Egyptian culture formulates clear demands for government". Ahram Online 5/10/2013 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/5/35/83158/Arts--Culture/Stage--Street/Conference-on-Egyptian-culture-formulates-clear-de.aspx









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