jueves, 15 de agosto de 2013

Los pasos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Finalmente ocurrió. Y lo hizo según el guion ensayado, tal como estaba previsto y avisado, incluida la dimisión de El-Baradei. Tenía que haber muertes y las ha habido. El editor jefe de de France24 no podía reprimir una cierta sonrisa británica al comentar la declaración diplomática de John Kerry y el uso de los adjetivos: "deplorable". Sin embargo, la ceguera norteamericana nos la muestra el hecho de que el "gobierno" y "los que están fuera del gobierno", según la expresión de Kerry, deben dar "un paso atrás". Alguien deberían enseñar a John Kerry que la Historia no es reversible, que como le pueden enseñar también los físicos, hay procesos reversibles y no reversibles, en los que la flecha del tiempo no retrocede. En la Historia siempre se camina hacia adelante aunque pueda parecer que se retrocede; solo es metáfora. La Historia y la Política nos enseñan, que nada es ni puede ser igual a como fue. Si existe retorno, es de lo diferente.
En Egipto no solo no es posible un paso atrás, sino que ayer se dieron dos adelante, uno por la Hermandad Musulmana y otro por el gobierno interino y los militares. De lo que se trataba precisamente —la diplomacia norteamericana debería darse cuenta rápido— era de imposibilitar cualquier paso atrás. Eso lo sabía perfectamente la Hermandad Musulmana el día que se encontró con 23 millones de firmas pidiéndoles que se fueran, que convocaran elecciones anticipadas, con la libra egipcia hundida, y todos los sectores profesionales en guerra contra la "hermanización" social y cultural.


El argumento de que aquellas protestas era de los restos del régimen de Mubarak  o de conspiraciones internacionales ya no se sostenía. Sencillamente, la Hermandad había defraudado todas las expectativas; le importaba lo que no le importaba a nadie y no le importaba lo esencial.
Se les eligió —¡qué tristeza!—, porque no había otra cosa, porque dijeron que querían un estado para todos los egipcios, como alternativa a la dictadura y la estaban trayendo con sus acciones de recortes de libertades al imponer su islamismo por todos los rincones de la sociedad, al acallar las voces acusando a los críticos de blasfemos, impíos o traidores.


Nunca tuvo Morsi tanto poder de decisión, nunca concentró tanta cantidad de "historia", como el día en que él y los suyos decidieron hacer oídos sordos a las advertencias de que hiciera caso a las peticiones populares. ¿Por qué no lo hizo? ¿Por qué no intentó entonces salvar la legitimidad de las instituciones, incluida la presidencia de gobierno encontrando alguna salida? ¿Con quién se asesoró entonces? ¿Cómo eligió tan mal? En política, las decisiones desastrosas son las que traen consecuencias desastrosas. Esta las trajo y sus efectos no han hecho más que empezar.
El baño de sangre de ayer es una brecha en la historia de Egipto cuyo alcance va más allá de lo que pueden pensar los ingenuos que creen que esto se soluciona con unas elecciones rápidas, de cualquier manera, para salir del paso. La democracia no es una alternativa sencilla a la violencia desatada, requiere de otro ánimo si se quiere que prospere. Y no lo hay; ahora solo hay odio y enfrentamiento. Ha sido esa falta de ánimo, de voluntad política democrática, lo que ha llevado a esta situación precisamente. La primera víctima ha sido la democracia.


Las muertes de ayer y las que llegarán en los próximos días son lamentables, evidentemente, y más todavía porque son el resultado de una ceguera política del pasado y un condicionante para el futuro. Son pasos adelante para acelerar la desaparición de una posibilidad real de democracia, de la capacidad del pueblo para decidir realmente su futuro y no tener que estar siempre ante la alternativa de lo malo y lo peor, como ha ocurrido hasta el momento. El pueblo egipcio tiene derecho a vivir una democracia sana, no a una guerra camuflada. Pero con malos ladrillos no se construyen casa sólidas.
Presentar a la Hermandad como la esencia de la democracia es una aberración política e histórica; pretender construirla a golpe de cañón, algo de ilusos. La prensa francesa recoge en uno de sus titulares que los Estados Unidos "ya no controlan" al ejército egipcio, que Kerry tiene que asumirlo. Deberían ampliar los titulares y decir que los Estados Unidos ya no controlan a la Hermandad. La estrategia de poner contra las cuerdas a la opinión pública internacional, llevando a la condena del régimen provisional, se produce después de que la comunidad haya estado discutiendo si se trataba de un "coup" o no, algo que ya señalamos, desencadenó la ira de los nuevos aliados de los norteamericanos hasta el momento, de los Hermanos. Ante la posibilidad creciente de que se enterrara la situación y se fuera aceptando el "golpe", olvidándose de ellos, la Hermandad puso toda la carne en el asador, una demostración de lo que puede ocurrir en Egipto si se la ignora.

Ahora lo han demostrado; y los militares también. Eso deja al pueblo egipcio, de nuevo, bajo la tormenta, en un callejón sin salida que derivará en más violencia y represión, en un ciclo ascendente.
Hace unos días me preguntaba una amiga egipcia si creía que el Ejército cumpliría su promesa de levantar los campamentos de la Hermandad. Le dije que sí, que indudablemente porque ya habían demostrado que lo cumplían, que la Hermandad lo sabía y que ellos sabían que la Hermandad lo sabía. Los campamentos estaban allí para ser levantados por la fuerza. Nunca ha habido una masacre más anunciada. Durante unos días se ha esperado para que se disolvieran con la esperanza de reducir, más que evitar, la masacre, de dar la oportunidad de que salieran los dudosos. Finalmente, llegó y los muertos y heridos se acumulan. Hecho.
Anoche mandaba mensajes a mis amigos para saber cómo estaban. Algunos revisaban las imágenes que fluían por las redes sociales como un torrente. "Tenemos miedo", me dijeron otros. Bajo sus ventanas se escuchaban los disparos en la noche.


Creo que ninguna imagen representa mejor el drama egipcio que la de los niños vestidos de blanco y llevando sudarios camino de la sentada de la Hermandad en Rabaa Al-Adaweya. El caso ha sido mostrado por muchos medios —incluida Al-Jazeera que difundió lo vídeos— denunciado por distintas organizaciones humanitarias y de derechos, y causó indignación general. Un grupo de 42 niños provenientes de un orfanato fue interceptado camino del campamento. Habían sido sacados de allí y metidos en un autobús por miembros de la denominada Asociación para la Preservación del Corán, con la excusa de que iban a comprarles ropa*. Los dos responsables de sacar a los niños fueron detenidos por secuestro, posteriormente liberados y se está investigando a la asociación y su financiación. 

No era la primera vez que ocurría; ya había causado irritación ver a niños y niñas en las sentadas de los Hermanos Musulmanes; se les acusó de utilizarlos como escudos humanos. La Hermandad había cambiado su estrategia hasta el momento y había pedido a los manifestantes que llevaran a sus familias a las sentadas y campamentos. La última vez lo hizo Gadafi, invitando a las familias de sus seguidores a que rodearan el Palacio presidencial ante los ataques aéreos. Algunos debían de carecer de familia que llevar o pensaron que para qué arriesgar sus vidas si se podían llevar huérfanos que cumplieran la misma función.


La fotografías de los niños sosteniendo sus sudarios, camino del martirio, entonando cantos celebrando su propia muerte, son suficientemente significativas como para merecer más comentario que la repugnancia. Y todo en el nombre de Dios.
Ahora todo tipo de imágenes de horror circulan por las redes sociales; muertos por bala o linchados por la multitud, islamistas o policías y militares. Cada muerto distancia la posibilidad de la democracia soñada por algunos, de una revolución que trajera justicia, pan y libertad. Sobre los muertos de la Revolución del 25 de enero fue posible concebir esperanzas, llenar los muros callejeros con sus imágenes; eran muertos de todos, mártires. Los muertos de ayer y del futuro ya no lo serán. Serán los muertos de una batalla que no admitirá demasiados homenajes, de la que nadie podrá enorgullecerse, que muchos querrán olvidar.


El futuro de Egipto, de un Egipto plagado de errores y mala voluntad, lo representan esos niños encaminados a un martirio absurdo, portando su propio sudario y cantando por su propia muerte. Mal futuro. No saben muy bien porqué están allí; no entienden demasiado qué hacen o a quién beneficiará su muerte. Como sonámbulos, como títeres en un drama que se les escapa, avanzan paso a paso con la esperanza de que esa muerte que cantan no les llegue.
Ese es el camino elegido por los que manejan los hilos.


* "Opinion: Brotherhood treats children as pawns. Where's the outcry?" Egypt Independent 11/08/2013 http://www.egyptindependent.com/news/opinion-brotherhood-treats-children-pawns-where-s-outcry




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