sábado, 8 de junio de 2013

El regreso de Khaled Saied

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Egipto recuerda estos días con manifestaciones y actos la muerte de Khaled Saied, el joven bloguero asesinado brutalmente en Alejandría por la policía del régimen de Mubarak y una de las referencias detonantes de lo que sería, unos meses después, la Revolución del 25 de enero. 
Han salido a la calle a recordar su memoria y a recordarse ellos mismos que en algún momento hubo una revolución y que entre la salida de Mubarak y el momento de volver a salir hoy a las calles, han ocurrido muchas cosas, aunque no sea fácil ordenarlas ni mucho menos entenderlas o explicarlas. 
Khaled Saied regresa hoy como algo más que un símbolo; lo hace como una presencia, como una fuerza necesaria, como uno más en las manifestaciones pidiendo un cambio.
Se han producido ataques con heridos en las manifestaciones para recordar a Khaled. El lema que sirvió para levantar a la gente en la revolución fue "todos somos Khaled" y hoy, una vez más, los que se manifiestan se sienten como Khaled, atacados. Es otro el gobierno, pero las víctimas del autoritarismo son los mismos, los que reclaman libertad, democracia real, modernización y justicia en Egipto. Señala el diario Daily News Egypt:

“A number of members protested on the anniversary of Khaled Saied’s death demanding his rights, they were attacked by Brotherhood ‘militias’ 18 were injured in the clashes” said Mai Wahba, the head of Tamarod media office.*


La noche anterior, según trae hoy la prensa egipcia, la sede de Tamarod, la organización que está realizando la campaña de recogida de firmas pidiendo la dimisión del presidente Morsi, fue asaltada e incendiada. Tamarod se ha propuesto conseguir más firmas que votos consiguió Morsi en las elecciones y llevan camino de conseguirlo. Tienen siete millones y eso está poniendo nerviosa a la Hermandad. Pero sobre todo están consiguiendo que la denuncia por la ocupación islamista de las instituciones y su uso partidista no cese, que el malestar se canalice y concrete. Es un recordatorio constante del incumplimento de Morsi y de la falta de rumbo.

La llegada al poder de los Hermanos Musulmanes se da en unas circunstancias políticas insólitas, como un rebote por la actitud mantenida por la Junta Militar, sostenedora del régimen, que presentó un candidato para poder mantener el control de la sociedad desde un nuevo presidente. Eso produjo oscilaciones del voto ante la perspectiva de que la revolución trajera a los mismos contra los que se había alzado, a los militares. Los beneficiados han sido los islamistas que vieron cómo se les ponía en bandeja un poder que ellos habían proclamado una y otra vez no desear, en uno de los ejercicios de cinismo político más clarificadores de su forma de actuar. Los islamistas no solo quieren el poder; lo quieren todo y para siempre.
Las protestas en Turquía por la actuación del gobierno de Erdogan se entienden mejor si se piensa que los islamistas trabajan con distintas velocidades y métodos, pero siempre con un fin: el control social absoluto. La raíz del problema es que no existe para ellos la idea de conciencia individual y esa es la esencia del pensamiento democrático, porque lo es también de la razón. Por el contrario, en este pensamiento político-teológico, la razón no es más que una muestra de soberbia, un ejercicio de rebeldía orgullosa frente a la idea de comunidad y sumisión a los "guías". La "palabra" está dada, el camino mostrado. Por eso el gran enemigo es siempre el pensamiento autónomo, el que no reconoce el "imperio de la palabra" sobre él y comete el acto punible de la discrepancia o la negación.


Es muy difícil entender las situaciones de los países musulmanes y su situación política si no se comprende que el pensamiento democrático se enfrenta allí a varias formas de autoritarismo que han estado luchando entre sí, que las viejas revoluciones acabaron asegurándose el control autoritario de la sociedad porque no creían en ella como una fuerza dinámica y poseedora de derechos que respetar sino como algo sobre lo que ejercer su poder y dominar.


Lo preocupante es el futuro de los que luchan por abrirse camino entre las dos formas de autoritarismo intentando establecer unas democracias que hagan prosperar a sus pueblos y que, sobre todo, permitan la aparición de personas libres y tolerantes, sin el escondido deseo de controlar a los demás y perpetuarse en el poder.
Hay una generación egipcia, como la hay en otros países musulmanes, que tiene por delante la dura tarea de enfrentarse al integrismo y la necesidad de mantener la fe en que es posible construir unos países más justos, más cultos y más libres. Es una labor titánica porque están distorsionados los sentidos de la justicia, de la cultura y de la libertad.


No va a ser fácil cambiar el rumbo. Parte de la inestabilidad del país es la resistencia a los movimientos de islamización de los que difícilmente se sale pues tenderán a controlarlo todo.  La otra parte es la inoperancia absoluta del gobierno en casi cualquier asunto. En casi un año al frente del país, Morsi y la Hermandad Musulmana ha mostrado sobradamente sus carencias políticas y diplomáticas y, sobre todo, ha mostrado las cartas de su futuro, la jugada que piensa aplicar en Egipto si nadie se le resiste.
El regreso de Khaled Saied es un recordatorio de la gente que ha caído por el camino, pero también lo es de que la gente no olvida que los objetivos que llevaron a la Revolución no se han cumplido y que quienes están en el poder no los van a cumplir.


*"Tamarod attacked twice overnight" 7/06/2013 Daily News Egypt http://www.dailynewsegypt.com/2013/06/07/tamarod-attacked-twice-overnight/

 



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